Néstor Sabattino Dossi

SUMARIO: 1. Introducción – 2. El Coronel Diego Lamas – 3. Lamas entre nosotros – 4. La Rocha de entonces – 5. La crónica – 6. La llegada – 7. Al día siguiente – 8. El obsequio de las damas – 9. La procesión cívica – 10. Un recibo improvisado – 11. Otros datos – 12. Un paseo a caballo.

Parecía dormido. Veíase impresa en él la sonrisa enigmática y un poquito irónica que le conocieron sus amigos íntimos, sus amigos de vivac, sus amigos mejores. Esa sonrisa, juvenil y alegre, era buena en el fondo. Los que saben lo que pasaba en su corazón, conocen el precio inestimable de aquella sonrisa. Vestía como en todas sus excursiones a caballo: saco gris, pantalón azul, bota de charol, sombrero de color café. El saco estaba manchado de sangre (…) La muerte, compasiva, le hirió como un rayo”. 

(Revista “El Oribista”, 21 de mayo de 1898)

1. Introducción

Así veían sus correligionarios a uno de sus mayores héroes, a pocos minutos de haber encontrado la muerte, no en un campo de batalla, sino en una sencilla y  polvorienta calle de la Villa Colón, una otoñal mañana de mayo de 1898.

Aparicio Saravia junto al Coronel Diego Lamas

Una muerte injusta, como todas, pero en  el caso del Coronel Diego Lamas, parecía más bien un acto incomprensible del destino; un indigno e inadecuado final para un personaje cargado de gloria.

“Eran las diez y cuarto de la mañana. El coronel Lamas volvía de paseo habitual, de su paseo de casi todos los días a Villa Colón. Montaba un caballo oscuro, de gran alzada, un hermoso caballo que le había sido regalado por el señor Enrique Anaya. Ese caballo no era manso, como se ha dicho. Más bien era inquieto, asustadizo, indócil, aunque de cómodo y gallardo andar.

Tanto es así, que ese caballo había dado lugar a más de un afectuoso altercado entre el coronel Lamas y su hermano Gregorio. Este aconsejaba de continuo a Diego que no se fiase de su cabalgadura, a lo que respondía el estoico jefe revolucionario:

– Como tú te has educado en París, te dejas fumar por nuestros pobres mancarrones criollos.

No era solo el señor Gregorio Lamas quien tenía al oscuro perverso mala voluntad. El peón encargado de su cuidado tampoco hacía buenas migas con él, hasta el punto de que hace muy pocas noches fue a decirle al coronel Lamas que no encontraba medio de lidiar con el caballo de la referencia.

– Vea, patrón, hoy no hallo manera de echarle al potrero. Se resiste el indigno, y la emprende conmigo a mordiscos y coces.

– Tú eres como Gregorio. No entiendes al oscuro.”

2. El Coronel Diego Lamas

Resultaría imposible para las generaciones actuales y para algunas cuantas anteriores también, poder aquilatar adecuadamente el prestigio y la aureola de héroe imbatible que ofrecía la figura de este caudillo nacionalista por aquellos tiempos.

De pasaje fugaz por los avatares políticos-militares del país, su presencia fue –  al decir de Lincoln Maiztegui – “un breve fulgor”, “un vendaval ecuestre”[1] que pasó, dejando un sendero de pasión tan exitoso como incontrolable.

Diego Luis de Gonzaga Lamas y Delgado, nació en Salto en el año 1858. Era uno de los cuatro hijos del famoso General Diego Eugenio Lamas, de protagónica actuación en el Gobierno del Cerrito junto a Manuel Oribe. Fue éste, además de notable militar, candidato a la Presidencia y Ministro de Guerra del gobierno de Bernardo P. Berro.

Su hijo Diego siendo todavía un niño, debió emigrar hacia Entre Ríos con su familia, en aquellos habituales vaivenes de los enfrentamientos políticos.

Enseguida muere su padre, dejando a toda ella en suelo extraño y en situación económica delicada.

Vueltos  a Salto, y luego de sortear algunos problemas de salud, Lamas se alistó en el Batallón de Infantería No. 1 bajo las órdenes del Coronel Amuedo.

Pero no era fácil por entonces revistar en el Ejército Oriental, cuando se profesaban ideas contrarias al régimen; de esta forma, imposibilitado de desarrollar su vocación militar en su país emigró nuevamente hacia la otra orilla, alistándose de inmediato en el ejército argentino. Allí, por méritos propios ascendió rápidamente, siendo destacado al Chaco para el combate a los indios.

Comenzó a definirse como un oficial, responsable, corajudo y eficiente.

Muy prontamente su Patria lo llamó, y se inicia entonces todo un proceso con protagonismo en las dos orillas; este se inició en medio de la lucha contra el gobierno de Santos y el malogrado episodio de Quebracho. Lograda su libertad vuelve a Bs As., involucrándose en sucesivas luchas por causas mayores.

Integra la “Logia de los 33 Oficiales”, y luego, cambios castrenses llevan a la baja de Diego Lamas del ejército argentino. Vuelve a su país; conoce a Enrique Yarza y permanece algún tiempo en Río Negro con su hermano, el célebre médico y cirujano Alfonso Lamas, quién fuera médico personal de Batlle y Ordoñez, uniéndose a las revoluciones saravistas.

Su protagonismo va en aumento hacia el año 1896, cuando el Partido Nacional establece en Buenos Aires una Junta de Guerra dispuesta a enfrentar directamente al gobierno de Idiarte Borda.

Nadie tenía dudas que Diego Lamas estaba destinado a tener un papel de primera línea en los preparativos de esta Revolución.

De su participación en la Guerra Civil del ´97 se considera adecuado decir dos o tres cosas.

a) Desde el inicio, Lamas tuvo serias diferencias con los directivos de la Junta de Guerra, considerados comúnmente como “los dotores”.

Ello hizo que su nombramiento como Jefe del Estado Mayor tuviera no pocas objeciones.

b) De todos modos, desde el inicio se fue conformando una fuerte amistad y mutua confianza con el Gral. Aparicio Saravia, convirtiéndose ambos en los líderes indiscutidos de la Revolución.

Saravia y Lamas con algunos ayudantes (1897) Eusebio Odriozola (h.), Nepomuceno Saravia, Juan Antonio Apolo, Luis Ponce de León, Aparicio Saravia, Isaac Saravia, Diego Lamas, Luis A. de Herrera y Luis Pastoriza

c) La invasión desde territorio argentino producida a principios de marzo de 1897, se realizó en distintas incursiones y diversos lugares.

La columna que encabezó Lamas, atravesó en un vapor y con algunas escaramuzas el Río de la Plata, se recuerda dicha expedición desde entonces, como “los 22 de Lamas”. Uno de sus integrantes era un joven llamado Luis Alberto de Herrera.

d) Doce días después, el Coronel Lamas se encuentra por segunda vez, frente a frente con el prestigioso General José Villar, en un paso sobre el Arroyo Tres Árboles, no habiendo otra alternativa que combatir.

La capacidad militar y el arrojo de Lamas en esta circunstancia, volcaron a su favor una batalla que a priori le resultaba francamente desfavorable.

Fue la victoria más grande que los blancos han festejado y recordado en su historia, luego inmortalizada en la famosa “Marcha de Tres Árboles”, himno oficial de esa colectividad.

e) Muchos episodios tuvieron lugar en los meses siguientes en la gesta del 97, donde fueron protagonistas tanto Lamas como Aparicio.

Corresponde señalar acá solamente uno: el enfrentamiento de “Cerros Blancos”, oportunidad donde Lamas y Villar se encontraron por tercera vez, en campos del departamento de Rivera, el 14 de mayo de 1897.

En esta ocasión, el general colorado se tomó la revancha y el Coronel Lamas fue herido gravemente en un brazo, hecho que mucho tendrá que ver en su prematura e inesperada muerte.

Diversos motivos tenían los revolucionarios para considerarse vencedores en la citada revolución. De todos modos de ella emergía la figura del Cnel. Diego Lamas con una aureola de héroe invencible.

El destino quiso que esta “ráfaga” que pasó como un trueno por el firmamento oriental, tuviera un fin cercano.

“Por desgracia quien no entendía al oscuro era nuestro querido Coronel. El destino ciega, y nuestro heroico jefe, nuestro valiente amigo, amaba a su caballo, al caballo que debía causarle la muerte en plena juventud, en todo el esplendor de su gloria justísima.

Lo cierto es que a las diez y cuarto de la mañana del día de ayer, el oscuro se desbocó al pasar frente a uno de los almacenes del Camino Nacional. ¿Se asustó el caballo? ¿El  jinete, calzado de espolines, le hirió sin querer, en las sacudidas del galope?  Se ignora,  pero el caballo pasó como un rayo por frente al almacén, donde conversaban  tranquilamente, en aquel instante, el propietario, Félix Badoc y los vecinos José Bernia y Antonio Copello.

Lamas, con las riendas en la mano izquierda, en la mano del brazo herido, y asido a la cabeceada de su montura con la mano opuesta, gritaba, en la vertiginosa huida de su corcel: “-¡Atajen! ¡atajen!” mientras cerrando piernas, heridas con los espolines al animal cuya furia y cuya ceguera, estimuladas por el acicate, iban en aumento. Un vecino, Bautista Bidart, que pasaba a caballo por aquellos lugares, quiso detener el corcel de Lamas, ayudándole en esta empresa un peón caminero.

Entierro del Coronel Lamas

El oscuro entonces se detuvo de pronto, sacando a su jinete de la montura, haciéndole  girar sobre sí mismo, arrojándolo al suelo, donde dio de cabeza, fracturándose la base del cráneo y muriendo pocos minutos después. El cuerpo había quedado pendiente de la montura, sujeto al estribo por uno de los espolines, siendo arrastrado cinco o seis metros en medio del asombro y del horror de los pocos espectadores que tenía esta escena. Estos acudieron a levantarle. El rosto presentaba su aspecto habitual”.[2]

Tal como lo comenta Fernando Gutiérrez – uno de sus principales biógrafos – “…. por su desaparición prematura y constante, el Partido Nacional ha derramado raudales de lágrimas. Lo hemos necesitado siempre: muchos sucesos adversos no se habrían producido si hubiéramos contado con su pensamiento sereno, ecuánime, clarividente. Acaso el mismo 1904”.[3]

3. Lamas entre nosotros

Si la figura de Diego Lamas resulta poco conocida para muchos, la enorme mayoría de los rochenses directamente desconocen la circunstancia en la cual el héroe nacionalista visitó nuestra ciudad y permaneció tres días en ella.

Fue a raíz de una invitación de sus correligionarios locales, durante los días 9, 10 y 11 de abril de 1898, que el militar llega, en la cúspide de su fama y prestigio. Es que todavía estaban muy frescos los sucesos ocurridos menos de un año atrás, durante los cuales el ilustre visitante fuera principalísimo protagonista.

A 121 años exactos de que dicho suceso ocurriera, el mismo adquiere a la distancia, otros significados resaltables.

Recordemos que finalizados los enfrentamientos armados en 1897, y establecido el Pacto de la Cruz, el coronel Lamas se había retirado en un merecido descanso, pasando a residir en la casa de su madre en la ciudad de Las Piedras. Era soltero y tenía solamente 39 años.

En esos primeros meses del 98, de alguna forma Lamas rehuía toda aparición pública.

De todos modos, el 5 de marzo de dicho año el Directorio del Partido Nacional lo había visitado en su domicilio, para celebrar el primer aniversario de su famoso desembarco en suelo oriental, conjuntamente con sus 22 compañeros de lucha.

Fue la penúltima aparición pública del caudillo antes de su absurda muerte, el 20 de mayo de 1898:  la última fue precisamente en Rocha, en los ya señalados días de abril, hecho del cual, nos proponemos a continuación, ofrecer abundantes e interesantes detalles.

Pero antes de ello, creemos oportuno hacer algunas referencias que nos permitan entender, qué Rocha era la que recibía a aquel ilustre visitante.

4. La Rocha de entonces

La ciudad de Rocha presentaba por entonces, un aspecto poco alentador. Muchos años de nula presencia del Estado, de anarquía administrativa, de permanentes disputas entre los actores políticos locales, (reflejando por supuesto lo que sucedía a nivel nacional), no hicieron otra cosa que profundizar las graves carencias que sufrían todos estos pueblos del Uruguay profundo.

Desde varios años atrás, no era posible integrar completa una Junta Económica Administrativa; sucesivas renuncias agotaban las listas de suplentes señaladas para el reemplazo; múltiples expedientes se acumulaban en los escritorios municipales, sin lograr una resolución.

La enseñanza se poblaba de intermitencias; el hospital, a diez años de terminado, no podía abrir sus puertas por falta de presupuesto y un reglamento de funcionamiento; los salarios de los funcionarios – salvo los de la policía – se estiraban en su cobro, por meses y meses.

La Iglesia a medio construir; las calles sin mantenimiento, las epidemias que llegaban periódicamente; las “casillas de aislamiento”, el penoso estado del cementerio, y el agua, el permanente problema del agua en los veranos. La contaminación del arroyo, obligaba a ingentes esfuerzos para lograrla, en perforaciones que se agotaban rápidamente.

A todo esto se le agrega, ya en los prolegómenos de la Revolución del 97, la tirantez en la situación política, la censura de cierta prensa opositora, el desgarramiento de las familias en dos bandos, y el directo establecimiento de una Comandancia Militar que se hizo cargo del departamento.

Es la llegada del Dr. Coronel Juan Aguirre y González, en la Comandancia, y de su  padre, con quien se conforma la llamada “Junta de los Juanes”, ya que todos sus integrantes se llamaban así. 

De todos modos, en un clima de fuerte desconfianza, el nombramiento de estas autoridades ofrecen un  cierto período de orden administrativo en la Rocha de inicios de 1897.

Pasados los meses de enfrentamientos, se establece en la ciudad una sucursal del Banco de la República.

A comienzos del 98, con un clima de mayor distención y una población deseosa de superar tan duros momentos, el compromiso de autoridades y pueblo se traduce en  la formación de un gobierno departamental; en los próximos meses se materializará en una Comisión Administrativa Extraordinaria, cuyo accionar generará positivos frutos.

Este era, a grandes rasgos, el panorama con el que se encontró el Coronel Lamas cuando llegó a Rocha en su histórica visita.

5. La crónica

Si algo podemos saber de la misma, ello se debe a la larga crónica publicada por el diario “La Democracia” los días 13 y 14 de abril de 1898.

No sabemos quién redactó la misma, ya que está firmada simplemente como “un manifestante”, pero algunos indicios indicarían que se trataba del conocido dirigente nacionalista local, Ernesto Pérez, revolucionario del ´97 y el ´4 y luego varias veces diputado por el departamento.

Y si ha llegado hasta nosotros, se debe a la pesquisa y recopilación del material documental por parte del coterráneo Fredy de Castro. He aquí dicha crónica:

“Diego Lamas en Rocha – La visita que el ex coronel revolucionario cuyo nombre encabeza estas líneas, ha hecho a este departamento, nos ha confirmado una vez más en que van desapareciendo a pasos agigantados, aquellos odios que en dos bandos dividían a la gran familia uruguaya.

Se encuentran ya los dos partidos tradicionales uno contra otro, y no tan solamente se toleran sino que se respetan; más aún, se encuentran, se miran y se saludan con la sonrisa en los labios.

Las manifestaciones continuas, comidas, paseos, banquetes y baile con que ha sido obsequiado el pundonoroso militar han puesto en evidencia que, si la concordia del pueblo oriental  no es aún del todo completa, ha llegado ya a un punto tal que solo le falta el sello que lo resuelva, el beso fraternal que lo determine, el abrazo que lo consolide; sello, beso y abrazo que ya se trasluce en los resultados del pacto de setiembre.

Este es el camino, rochenses; este es el camino, orientales; si olvidar sabéis los antiguos rencores, que os dividían ensangrentando este hermoso cielo y destruyendo vuestras mismas fortunas, haréis grande a vuestra patria, felices a vuestros hijos, y mereceréis un puesto de honor entre los demás países cultos.

Seguid, seguid la senda emprendida, que ella os conducirá como nave salvadora, al engrandecimiento de esta nueva tierra, por todo concepto digna de mejor suerte que hasta la que ahora le cupo.

Seguid el paso que habéis dado y no olvidéis nunca que todos son hermanos, que todos son orientales.”

En esta especie de introducción, el cronista no hace otra cosa que interpretar el sentimiento  generalizado de una población que estaba cansada de enfrentamientos, viendo que los mismos no hacían otra cosa que postergar una y otra vez sus legítimos planes para una vida mejor.

Pero, al mismo tiempo, era prematuro todavía para que sanaran las heridas producidas en enfrentamientos tan cercanos y los hechos demostrarían que serían necesarios algunos años  más para que ello sucediera.

Por encima de la buena voluntad de los organizadores de esta visita, y el comportamiento ejemplar mantenido por los simpatizantes blancos, sus opositores no iban a permanecer callados frente al propósito de su rival de hacer en las calles de la ciudad tal demostración de fuerza; algo así como pretender “dar la vuelta olímpica”, en su propia cancha y frente a la tribuna de sus adversarios.

De todos modos, la providencia hizo que los acontecimientos de los próximos días, se desarrollaran en un clima de relativa normalidad.

6. La llegada

A causa de las lluvias torrenciales que cayeron en los días 5 y 6, Don Diego Lamas, hizo el viaje por mar desde Maldonado a este Departamento, habiendo llegado al Puerto de La Paloma a las dos de la tarde del día 9.

Allí esperaban algunos miembros de la Comisión Directiva Departamental del Partido, y después de las presentaciones de ordenanza y de un breve descanso, poniéndose en camino hacia esta ciudad.

Lamas llegó a las siete de la noche acompañado y aclamado sin cesar por unos 800 correligionarios, que montados a  caballo, lo esperaban a una legua del poblado.

Tan pronto como se oyeron los primeros vítores, a pesar de no ser la hora muy propicia, podemos asegurar que  la mitad de este vecindario acudió veloz y desfiló  frente a la  casa de la familia Brunet donde se hospedó el militar.

 La calle de la Sierra parecía una romería: todos querían ver a Lamas. Notándose particularmente una numerosísima concurrencia extraordinaria de señoras y señoritas.

Llegó a tal extremo la animación y entusiasmo que fue preciso cerrar las puertas pues el abundante gentío (no legible)… invadía todas las habitaciones de la casa.

Así vimos a un pobre viejito que con lágrimas en los ojos, se quejaba de que no lo dejaban entrar, porque tenía “deber y derecho” (decía él), de ser el primero en abrazarlo por haber servido a las órdenes del Sr. Padre de Diego Lamas, el que fue el Gral. Lamas.

El Coronel fue presentado incontinenti a los principales personajes del Partido Blanco, pasando enseguida al comedor donde se sirvió expléndida (sic) comida.

Después la tertulia se disolvió temprano por encontrarse el Cnel. Lamas algo molestado no sin antes efectuar un paseo en torno de la Plaza principal, acompañado de numeroso séquito, siendo vivado y aclamado.

De esta manera pasó su primera noche Diego Lamas, alojado en la residencia de la familia de Don Eduardo Brunet y su esposa Doña Estanislada Techera de Brunet, en la esquina de la calle “de la Sierra” (hoy 18 de Julio) y calle Chuy (hoy 25 de Mayo), donde actualmente funciona la Empresa “Palmares”.

7.  Al día siguiente

“La comida campestre que se había ofrecido al distinguido huésped, parecía tomar proporciones colosales, pero no creíamos en verdad que alcanzara el grado extraordinario que alcanzó.

Molino de Arrarte en Av. Paso de la Cruz (Actual 1o de Agosto)

Desde temprano se notaba un gran movimiento de carruajes en las calles, aumentándose extraordinariamente conforme iba aproximándose la hora fijada para la comida.

El camino que conduce a la quinta de Antonio Arrarte, lugar designado para la fiesta era, a las once, un verdadero hormiguero.

A las doce menos algunos minutos, llegó Lamas acompañado de Don Antonio Arrarte, el Dr. López, Ernesto Pérez y algunos otros.

Aquel gentío inmenso dividido en el camino en dos filas, al vislumbrar el carruaje tirado por dos magníficos caballos blancos, rompió en entusiastas aclamaciones y vivas a Lamas, a Saravia, a la Patria y al Partido Nacional.

Aquello era la mar; Lamas tuvo que bajar del carruaje y pasar entre aquella multitud entusiasta, loca por conocer al caudillo, deseosa de ver de cerca al valiente y denodado militar, que al ser herido en Cerros Blancos, para tranquilizar a sus compañeros exclamó: “No es nada!”, “¡Viva la Patria!”

Un tanto organizada la concurrencia, el Presidente de la Comisión Departamental Nacionalista Dr. Francisco López, ofreció la fiesta al digno huésped, en un hermoso discurso que arrancó nutridos aplausos y entusiastas vítores, continuos y estruendosos.

Lamas agradeció y lo hizo con tanta emoción que se le veía trémulo como nunca lo estuvo al frente del enemigo, en la línea de batalla.

Corta fue su intervención pero sus conceptos fueron tan patrióticos que hicieron llorar a muchos entre entusiasmados y sentidos.

Las ovaciones que entonces recibe el héroe y mártir del 97 rayaron en aplausos, vítores y apretones de manos; todo lo hubo al terminar sus palabras que decían sinceridad y modestia y que revelaban en el orador, cabeza y corazón.

La concurrencia se distribuyó en fogones improvisados entre las alamedas sombrías y los sauzales copiosos que pueblan aquel hermoso terreno, revistiéndolo de poesía y encanto; y allá entre las verdes hojas desaparecían suculentos asados en medio de la alegría consiguiente.

Entre tanto disfrute los integrantes de la Comisión, estaban sentados en unas bien dispuestas mesas ocupadas al frente de un círculo cerrado por vistosos adornos, en uno de los cuales lucía el retrato de Lamas con un trofeo de banderas y su frase de Cerros Blancos arriba mencionada.

Mucha gente no quería comer; prefería contemplar al heroico adalid de la causa revolucionaria; fueron precisos múltiples esfuerzos para que los grupos se esparcieran por el vasto local. 

Llegado el momento de los brindis, el Secretario de la Comisión Ernesto Pérez, pronunció las siguientes palabras:

‘Coronel Lamas:¡Salud! 

Poseer esclarecedoras virtudes cívicas y sostenerlas en la lucha…..

Tres Árboles a nadie humilló con su triunfo, y a todos enalteció: que así se peleó por ideales comunes y en desagravio de comunes afrentas; que las dianas de la victoria tuvieron acentos funerarios por los caídos de los dos bandos; que finalmente allí, todo fue salvado, hasta el valor de los vencidos, como que el valor era el  atributo de la raza y la raza perduraba vencedora del hálito de la muerte que sobre ella habían arrojado gobernantes sin credo y sin bandera.

Coronel Lamas: ¡Por la Patria, por el Partido Nacional, por el General Saravia, y por vuestros lauros y vuestros méritos!’

El obsequiado se puso de pie y agradeció las anteriores frases, así como el recuerdo que allí se hacía del compañero de fatigas, el bravo entre los bravos, el austero patriota, el noble y afamado guerrero Gral. Aparicio Saravia.

Posteriormente, el Dr. Florencio Martínez Rodríguez brindó también, cosechando aplausos y obligando otra vez al vencedor de Tres Árboles  a proporcionarnos el placer de oírle.”

8. El obsequio de las damas

“Terminada la comida se sintió gran murmullo, notándose agitación en todas partes.

Era que más de doscientas damas habían llegado al sitio de la fiesta con el objeto de obsequiarle con una bandera nacional.

La Señorita Maura Barrios conducía el Pabellón, y adelantándose pronunció un brillante discurso que merecieron frenéticos aplausos en varios de sus pasajes; y cuando entregó el obsequio a Lamas, salvas numerosas y nutridas hendieron los aires, entre ellas un muy oportuno: ”Viva la mujer uruguaya”, lanzado por el Secretario y contestado por la multitud.

La bandera llevaba un hermoso lazo de seda primorosamente bordado en oro por las señoritas Inés Pérez y Cecilia Yarza.

Maura parecía estar más simpática en aquellos instantes de regocijo, y sus ojos tan negros derramaban raudales de entusiasmo, como que la mujer uruguaya es también patriota, adora a sus héroes y  bendice a la rica enseña de la patria, y llora cuando se la ve arrollada en los días de oprobio y vergüenza.

Encendido el rostro, palpitante el corazón, dilatada la pupila y sudorosa la frente, como cuando se experimenta una profunda emoción, Diego Lamas, temblorosa la voz, tuvo frase de elevado giro, de marcado acento patriótico y de exquisita dulzura para la mujer, mostrándose grato a los agasajos de aquella y al valioso regalo que acababa de  recibir.

Después una lluvia de discursos y obsequios (…) Señoritas y niñas de reconocida inteligencia como María Pereyra, Margarita Ramela, Ángela Barrios, Florencia García, y niños como José Machado y Pedro Miguel Barrios, tomaron parte de él.

La clase ‘de color’ tuvo también su recuerdo, pues un grupo de morenas, viejas, jóvenes y niños presentaron una corona de laurel, por intermedio de una niña que pronunció unas bonitas palabras; y un moreno tan simpático como despejado, Pablo Barrios, leyó un discurso plagado de conceptos honrosos para el Coronel Lamas, y de acentos patrióticos que produjo muy buen efecto.”

En este cúmulo de detalles casi fotográficos, adornados efusivamente por el fervor partidario del cronista de marras, el lector tiene cabal idea de los acontecimientos de aquella mañana en el bucólico paseo de Don Antonio Arrarte en su quinta y molino del Paso de la Cruz.

Nada más que agregar para pintar el sentimiento de idolatría que despertaba el Coronel Lamas entre sus partidarios; simplemente anotar que al almuerzo de ese día fueron invitados también figuras destacadas de la sociedad rochense que no pertenecían a las filas nacionalistas, como es el caso del Dr. Florencio Martínez Rodríguez.

9. La procesión cívica

“A las cuatro y cuarto se retiraron las damas aclamadas por la multitud, y al mismo tiempo se organizaba la procesión cívica que debía entrar a la ciudad con el valiente e intrépido vencedor de Tres Árboles a la cabeza.

Se rompió la marcha con la bandera nacional al frente y enseguida la Comisión Departamental, llevando en el centro al Cnel. Lamas, Comisiones seccionales y pueblo a pie en filas de cinco; cerrando la columna, trescientos jinetes formados en cuartos. 1.800 personas la constituían.

Apenas llegamos a la ciudad nos dimos cuenta del entusiasmo reinante. Azoteas, veredas, puertas, ventanas, esquinas, todo estaba ocupado por grupos numerosos de damas, niñas y hombres, ávidas de conocer al ilustre guerrero y tributarle merecido homenaje.

De todas partes llovían flores y muchas damas atravesaban la calle para presentarle con la sonrisa en los labios, vistosos ramos.

Frente a la casa de la Sra. madre del meritorio Comandante Miguel Pereyra, la columna hizo alto; y era que el Coronel Lamas se había apartado para estrechar la mano de aquella patriota vieja enferma que, desde el interior de su casa observaba tal hermoso espectáculo.

Seguimos; siempre entre vítores, flores y exclamaciones de todo género. Las damas vivaban entusiastamente y agitaban sus pañuelos disputándose los agasajos a tal digno huésped.

El trayecto recorrido en la ciudad fue largo, pero no faltaron flores, y más de uno pensamos que bien podría llamarse a Rocha, la ciudad de los jardines.

Extensa es la lista de las familias que nos obsequiaban con perfumados ramos y la formularemos a trueque de padecer alguna lamentable omisión, para lo cual pedimos anticipadamente la debida disculpa:

Eran las de  Arrarte, Pereyra, Olid, Piñeiro, Silva, Gamboa, Casella, Brunet, Bossi, Tisnés, Escudero, Banat, Villasuso, Orrego, Dinegri, Dr. Martinez, Inchausti, Barrios (Juan), Barrios (Mauricio), González (Dionisio), Caffaro, Pérez, Méndez, Ramela, Gabito, Barrios (Antonio), Borsani, Yarza, Domínguez (Benito, Casto y Olegario), Barrios (Estanislao), Orrego (Manuel), Machado, Junca, Balboa, Techera (Cecilio, Domingo y Custodio), Viera, Dr. López, Mocoroa,  Sopeña, Anchol, Castro, Cotelo, Herrera, Ramos, Calvete, Rubio, Pereyra (Dionisio), Antuñano, García, Lizaso, Inda, Venturin de Yarza, Dr. Sancho, Cedrés, Casas, Fernández, Corbo, Gimena, Pereyra (Germán), Cuartín, Goicoechea, Machado (Juan y Valerio), Sierra, Mesías, Amorín, Correa, Núñez, Rosso, Oribe, Techera (Wenceslao), Ureta, Cola, López (Manuel), Lostaló, Espeleta, Virginio, Aldunate, Castro( Mercedes), Castro, Bengoechea, Domínguez (Julio), Gallo, González (Rosauro), González (Gumersindo), Amaro, Larrañaga, Barrios (Víctor), Iriarte, Píriz, Dieste, Piriz (Gregorio), Quintián, Robert.

Recorrido el trayecto designado, llegamos a casa de la familia Brunet donde se hospedaba el Cnel. Lamas; desde la puerta y acompañado por el Comisión Departamental, vio desfilar a todos, desfile que duró un rato y que se produjo en el mayor orden entre estruendosos vivas”.

10. Un recibo improvisado

“Por la noche estando en la mesa el Coronel Lamas, recibió la visita del Sr. Salhom Pons, hábil profesor de piano, y este pasó al salón comedor ejecutando el Pericón de Díaz, que fue el anuncio de la fiesta que más tarde habría de realizarse.

En efecto no había terminado aún, cuando la sala comenzó a llenarse de familias, y tras estas apareció la Comisión de Damas que tan importante papel desempeñó en los festejos.

La casa, que dicho sea de paso, estaba lujosa y vistosamente arreglada por la señorita Elvira Brunet, en gran parte, era insuficiente para contener aquella avalancha de respetables matronas y hermosas niñas.

Ver a Lamas entre nosotros era motivo de alegría más que suficiente; pero en verdad, aquella demostración expontánea por parte de la mujer, dando mayor realce a la fiesta, y el júbilo motivado por tan fastuoso acontecimiento, nos inundó de placer y hasta, digámoslo con franqueza, de orgullo.

Lamas fue saludado por aquellas damas, de mil modos significativos; y su rostro demostraba el gozo que le embargaba.

Además del Prof. Salhom Pons, que estuvo como siempre, feliz y bondadoso, algunas señoritas ejecutaron piezas en el piano.

Estas fueron: Palmira Arias, Casilda Rubio que hizo oír la marcha “Tres Árboles”, y Esther Calvete, que cantó después un aria de La Traviata acompañada por Salhom.

Se sirvió una copa de buen oporto y a las 11 y media se dio fin a aquella improvisada fiestita, tan lucida como interesante.”

De esta forma, Diego Lamas finalizó su segunda noche en Rocha; una jornada tan agotadora como emotiva donde el júbilo, el entusiasmo y el fervor partidario de los rochenses parecieron explotar en el corazón agradecido del visitante.

De todos modos, quedaba todavía mucho más.

11. Otros datos

“Al llegar aquí, nos damos cuenta de alguna omisión en las carillas ya dadas a las cajas; y vamos a salvarlas en honor a la mujer, que es con ellas que las omisiones se relacionan.

El (ilegible) que llevaba la bandera tenía la siguiente inscripción:

‘Al campeón de la causa nacional Coronel Don Diego Lamas’.

Caudillo Comandante Miguel A. Pereira y Cnel. Enrique Yarza

Los ramos arrojados desde las azoteas, tenían en cinta celeste impresos en dorado los lemas de: “Sufragio libre”, “Viva los nacionalistas”,  “Viva Lamas y Saravia”, y otros en tarjetitas manuscritas, los siguientes: “Viva la paz”, “Viva Lamas”, “Si el patriotismo es una religión, Lamas es uno de sus Apóstoles”, “Honor al héroe y mártir”; “Honor al vencedor de Tres Árboles”;  “En Dios y en Lamas, cifrábamos la esperanza del triunfo de nuestra causa”; “En medio del natural regocijo de este día, tengamos una lágrima para los caídos”; “No más guerras: paz y siempre paz”; “Enseñaremos a nuestros hijos a venerar los nombres del Coronel Lamas y el General Saravia”; etc. etc.-”

12. Paseo a caballo

“En la tarde del lunes el Coronel Lamas dio un paseo a caballo acompañado por los miembros de la Comisión, Arrarte, Martínez, Brunet y  Pérez, junto al Sr. Juan Pedro Ortega, que lo acompañaba desde Maldonado.

Visitaron el Molino del Sr. Larrañaga, paseando por toda la costa del Arroyo hasta el Paso Real. De regreso llegaron por el Cementerio.

El coronel halló muy hermosos los alrededores de la Ciudad y admiró la limpieza del Cementerio así como su buena vista y conservación.”

13. El Banquete

“La Comisión Seccional del Partido Nacional le obsequió con un banquete que tuvo lugar esta noche en el Hotel Oriental.

Alrededor de la mesa tomaron asiento ochenta personas, ocupando el frente el anfitrión y las Comisiones Directiva y Seccional.

El patio, que era el lugar designado, estaba completamente iluminado, resaltando al frente un trofeo de banderas con el retrato de Lamas al frente.

El Presidente de la Comisión Seccional don Benito Domínguez ofreció el banquete en un correcto discurso que fue contestado por el homenajeado con frases correctas y galanas, aplaudidas debidamente por la concurrencia.

Esta estaba entusiasmada y pidió que hablaran los Sres. López, Ortega, Lorenzo y Pérez.

El primero irguiéndose y tomando la copa dijo: “En momentos de expansión grata y sincera, no hay más que una frase sacramental: ¡Viva la Patria!”.

Y agregando el último: ¡Viva el Coronel Lamas!

Después Lamas brindó por ‘su noble amigo el Coronel Yarza’ y el Sr. Ortega agregó algunas palabras alusivas al acto.

Así terminó el banquete, dirigiéndose los concurrentes en corporación hacia el Teatro Progreso.

   El Thé

En el local mencionado debía darse al distinguido militar, un thé organizado por la Juventud Nacionalista.

Llegamos allí y el vasto salón estaba repleto. No había asiento;  palcos, platea y proscenio estaban ocupados en su totalidad.

Vistosos adornos que resaltaban con la profusión de luces, hacían de nuestro derruído coliseo una linda sala llena de bellezas y rostros plancenteros.

Mucho bullicio; corrillos de damas y caballeros, alegres y risueños.

Quién que encontraba hermoso al Cnel. Lamas, quién que deseaba verle con pareja; y en fin, mil  variados comentarios e incidentes y mil sonrisitas suaves y ligeras, reveladoras de inmensas y gratísimas emociones.

Entre tanto los Sres. Salhóm y Gaborit arrancaban al piano armoniosos acordes,  la Sta. Margarita Pinheiro entonaba el ´Himno a Lamas´ con voz dulce y armoniosa, siendo muy aplaudida al terminar.

Se dispuso bailar un poco.

Sabido es la aficción a la danza en nuestro pequeño mundo social.

Trescientas damas y otros tantos caballeros, que poblaban la sala lo deseaban, y la tertulia resultó brillante bajo todo concepto.

Hubo un momento de calma.

El Cnel. Lamas había invitado a Pérez a formar un ‘cuadro de lanceros’, y este lo organizaba.

El Cnel. Lamas con Felicia Banat, Carlos Brunet con Peregrina Balboa, Ernesto Pérez con Eva Junca, y Adelino Domínguez con Margarita Ramela, eran las parejas que se disponían a bailar los lanceros.

Se les formó círculo, pues parecía que todos querían saber si Lamas era tan buen danzante como excelente guerrero; y ya no hablaban, temerosos de dejar de contemplarle un solo instante; y á fe de que los circunstantes quedaron conformes; pues que Lamas baila muy bien, según lo dicen los curiosos de ambos sexos que siguieron sus pasos en aquellos lanceros.

El ambigú fue muy bien servido por el experto D’Alto, que se lamentaba de ‘haber dispuesto tan solo de dos horas para prepararlo’.

Aquella fiesta fue expléndida, no tan solo por lo numeroso y distinguido de la concurrencia sino por la animación reinante que no decayó jamás.

Nuestras felicitaciones a las dignas damas que le dieron un explendor y a los afanosos jóvenes que brindaron al ilustre visitante, fiesta tan hermosa.”

Hermosas crónicas que nos ilustran del banquete ofrecido al Coronel Lamas en el patio del Hotel Oriental, alumbrado por faroles; un  establecimiento que funcionaba por entonces en una antigua casona frente a la Plaza donde hoy se levanta el Club Social Rocha.

Se le agrega luego lo acontecido en el viejo Teatro Progreso, en lo que fue quizá el último gran acontecimiento que allí se celebró, antes de que el ruinoso edificio fuera abandonado y luego demolido.

Pero ha llegado el final de la tan significativa como desconocida visita  de esta ilustre personalidad.

El cronista de “La Democracia” entiende que es hora de balance y resumen:

“Han sido los festejos en honor del Ex Jefe del Estado Mayor Revolucionario -Fueron dignos de quien tantos honores merece. Y resalta la brillantez por la premura de tiempo; pues que se ha contado con tres días apenas para disponer su recepción, y de tres días en medio de un temporal que le ha privado de mucho concurso.

Rocha debe sentirse satisfecho del éxito obtenido y los amigos de causa del homenajeado, pueden estar orgullosos de haberlo recibido tan dignamente y de haber demostrado elevada cultura en todas las manifestaciones que con orden perfecto e inalterable, hanse realizado en estos días de verdadero e indecible júbilo.

Calurosa felicitación a todos y cada uno de los que colectiva y separadamente, tuvieron participación en la fiesta y cooperaron a su explendidez.

Y, una línea final para vivar al Partido Nacional y para decir: ¡Honor a la cultura de sus afiliados rochenses!”

Pero… había algo guardado para el final, como evitando empequeñecer un relato tan cargado de emociones y bonitas expansiones.

Los miedos del principio, llegaban ahora en toda su crudeza:

“A propósito lo hemos dejado para el fin.

Vamos a hablar en cuatro palabras de algunas indecencias y otras provocaciones imprudentes de que han echado mano algunos incautos miembros del Partido Colorado, quizá con el innoble propósito de provocar incidentes enojosos para hacer deslucir la fiesta.

Vano esfuerzo y rastrero medio de oponer escollos a los libérrimos derechos ciudadanos.

Ni las versadas inmundas arrojadas en casas de distinguidas familias, ni el reparto de golillas rojas para ser lucidas en los momentos  en que la manifestación nacionalista recorría las calles de la población; ni los grupos que en algunas esquinas, y en la propia puerta de la Comisaría Urbana, ostentaban aquellos distintivos provocantes, en un día como aquel; ni el “Viva el Gral. Flores” lanzado en plena marcha de la numerosa y ordenada columna, ni la piedra arrojada al patio del  Hotel Oriental cuando se efectuaba el banquete; ni otras tonterías y estupideces por el estilo, propias de gente inculta, nada de eso decimos, mereció una sola contestación que no fuera la protesta muda, más digna y elocuente en tal caso, de los que con prudencia y educación encomiables, cerraron sus oídos al sinnúmero de sandeces lanzadas.

 Mal por la ignorancia, irrespetuosidad y chabacanería de los provocadores; y bien, muy bien por  la cultura, la educación, la prudencia, el respeto de los provocados.

De los primeros a los segundas hay una gran diferencia que enaltece a estos.

Ojalá que siempre los nacionalistas sepan conducirse como en tal día.

Un manifestante[4]

Se cierra así un episodio sobresaliente de la vida de los rochenses de fines el siglo XIX, del cual se cumplen en los próximos días, 122 años. 

Sus correligionarios de entonces les pasaron a las sucesivas generaciones, sus recuerdos y emociones al haber “visto”, “tocado”, “abrazado” al  Coronel Diego Lamas.

Los Brunet contarían a los suyos – como uno de sus mayores orgullos familiares – el  haber tenido al militar alojado en su casa.

Al negrito Pablo Barrios – “tan simpático como despejado” – cuentan que,  muchos años después, todavía “le temblaban las piernas” con solo recordar aquella mañana cuando  leyó un discurso frente al emocionado coronel blanco. 

Medalla en homenaje al Cnel. Diego Lamas

Doña Felicia Banat hubiera perdido con gusto su soltería, de solo pensar en aquella noche en que se sintió como “en las nubes” bailando en brazos de tal apuesto caballero.

No obstante, los más marcados fueron los colorados, que jamás olvidarían aquella tarde, en que Lamas les desfiló en sus propias narices dejándolos con la “sangre en el ojo”.   


[1]  Lincoln Maiztegui Casas,  “Caudillos y Doctores”, tomo VIII.

[2]  Revista “El Oribista”, 21 de mayo de 1898

[3]  Fernando Gutiérrez, “Vida de Diego Lamas”

[4]  Diario “La Democracia”, Nos. 854 y 855. 13 y14 de abril de 1898

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