Este es un número cargado de artículos que son un verdadero regocijo espiritual e intelectual leerlos.

Juan Antonio Varese escribe sobre el hoy ignoto Jesús Cubela, un gallego fotógrafo que revolucionó la sociedad rochense del 900 y que fue fotógrafo itinerante en los campamentos revolucionarios en 1904. Nos enseña como maravilló a Rocha con sus famosas “linternas mágicas”. ¿Qué eran éstas?, adéntrense a leer el artículo y lo sabrán.
La inmigración ha sido una vertiente fundamental de nuestra nación. Generalmente la estudiamos con relación a la afluencia de españoles e italianos; pero pocas veces dirigida a los inmigrantes de Cercano y Medio Oriente. Población que supo marcar una impronta humana y comercial, básicamente en el interior del país, primero con el comercio ambulante y luego con comercios estables. Vaya a saber porqué la pequeña Villa Velázquez fue un polo de atracción de “turcos” que se aquerenciaron allí para dejar su huella. Víctor Larrosa nos recupera esa hermosa realidad para disfrute de los lectores.
Los límites de Uruguay no han sido inmutables. Desde 1851 corrió mucha agua debajo de los puentes y se produjeron modificaciones en lo que a nuestro departamento refiere. Así se cambiaron o determinaron los límites sobre la Laguna Merín, el arroyo San Miguel y la desembocadura del arroyo Chuy en la zona que hace barra sobre el océano. Todos esos complejos temas se hallan analizados una vez más por Carlos Paolino, Claudia y Walter Subiza en forma por demás detallada.
No existe pueblo que no esté en deuda con alguno de sus mejores hombres. Rocha no es excepción y si hay una deuda pendiente entre varias, es con Ramón Cerdeiras, un periodista quijote que con su impronta de pluma viril y combatiente marcó el día a día de Rocha por más de tres décadas, las fermentales del fin de siglo XIX y primeras del XX. Fredy de Castro exhuma del olvido a este trascendente rochense por partida doble. Y ya sabrán el porqué de esta calificación.
Hubo una vez… Hay una historia de chismes, trascendidos o pequeñas leyendas. Una de ellas cita que el autoritario y soberbio Máximo Santos tenía un “tigre” en su palacete que se dedicaba a devorar adversarios indeseables y malvivientes. Conocíamos la historia desde siempre; pero lo que nunca pensamos fue que la “tigra” que digería tales bocadillos fuera rochense, es más, casi lascanense. Esa historia con base en la tradición oral la recoge Uelfo Rodríguez, un hombre forjado a sí mismo, conocedor profundo de la campaña de la 3ª, 5ª y 6ª. Sección Judicial de Rocha por ser nacido en la misma zona. Vale la pena leerla.
El siempre docto Enrique Boronat, viejo y querido director liceal de mi juventud, apasionado del arte coral, nos trae el recuerdo de lo que fue el lanzamiento del Primer Festival de Coros del Este. El artículo nos remacha la ausencia de algo que mucha falta haría hoy día y casi en forma inconsciente nos desafía a incursionar en esos caminos nuevamente. Una breve nota para un dulce recuerdo. Con letras de oro.
Julio Dornel rescata a Arredondo, el apasionado y paciente reconstructor de nuestras maravillosas construcciones bélicas hispánicas, recorriendo páginas de obras publicadas y recuerdos de pobladores. Para no olvidarse nunca de quién ha grabado a fuego el perfil de Santa Teresa como postal de estas tierras.
Siempre hubo oscuridad pero un día parió en medio de la noche la luz. En Rocha la hicieron los faroleros, esforzados y vilipendiados empresarios que salían a romper las tinieblas cada noche. El último fue un “tano”, Francisco Paciello Latrucello y Néstor Sabattino Dossi nos lo rescata de las brumas del tiempo. La historia del último que usó escaleras, mechas y kerosene para iluminar calles hasta que llegó la luz eléctrica para borrar de un plumazo y mandar al olvido a los viejos faroleros de antaño.
Doble aniversario para Bernardino de la Cruz Olid. 150 años de su muerte y 200 de su nacimiento. Buena oportunidad para recuperar un personaje ineludible de la historia rochense partícipe en las luchas fundacionales de los partidos al mando de Oribe y Berro. Jesús Perdomo con su particular estilo una vez más nos incursiona por la vida de este “gringo del monito.”
El nombre de Mario Sobrero está inmortalizado en una obra: el “Sobrero”. Allí desde hace casi seis décadas pasea su gloria la casaca celeste y domingo a domingo se viste de fiesta para recibir a sus clubes y al Rocha F.C.. Pero esa realidad costó mucho y tuvo un visionario que centralmente impulso ese proyecto con la ayuda de otros prohombres de su época. Oscar Bruno nos narra el proceso constructivo del Estadio y nos trae al presente todos los nombres de cada tribuna para recordarnos quién es quién en dicho proceso.
Desde las entrañas del pueblo nacen hombres que marcan la existencia de una zona. “Coco” García fue uno de ellos. “Self made man”, albañil y picapedrero, defensor de su zona y sus trabajadores, capataz de moral y ética del trabajo inflexible que tuvo Arredondo. Un producto de tiempos idos. Esa historia humana nos la trae Lucio Ferreira quién a su mando estuvo, quién disfrutó y sufrió su personalidad, pero que nos deja una página imborrable de un personaje ineludible en la centenaria historia de 18 de Julio.
Este año se cumple el 110º aniversario de la Revolución de 1904. El mejor homenaje para hacerle a la misma desde estos pagos es recordar a algunos criollos de su tiempo que salieron a ponerle el pecho a las balas gubernistas en defensa de un ideal de democracia y libertad. Así rescato la historia de dos familias que dieron su contribución de sangre y humana a la patriada saravista desde la zona donde los palmares se vuelcan sobre el mar. Así recordamos a los Olivera y los Ubal y agradecemos especialmente en este momento al recientemente fallecido Mario Ubal quién nos legara su relato vibrante y emocionado sobre la gesta de sus familiares.
Esta es la propuesta de lectura para este número que tenemos otra vez el gran placer de entregar a nuestros seguidores.
¡Manos a la lectura!