Víctor Velázquez SUMARIO: 1. A guisa de exordio – 2. Instrucción y recreo: dos buenas razones – 3. Una orquesta de guitarras y un conserje sin sueldo – 4. El lío de la biblioteca – 5. Tras recomponer las relaciones – 6. Un club zafral – 7. De enero a agosto y de agosto a enero – 8. Anfitriones del Marqués de las Cabriolas – 9. El primer Casino – 10. Aquella Semana Agostina – 11. ¡Qué lirismo! – 12. Prohibido patinar – 13. Informe de un corresponsal viajero – 14. El edificio de los balcones – 15. El CIR ha muerto, ¡viva el Progreso! – 16. Compendio de íconos – 17. El reverso ignominioso – 18. En síntesis – 19. Apéndice documental

club progreso

El Club Progreso de Lascano cumplió este año 125 años de existencia, siendo el decano del departamento. Fue fundado el 5 de septiembre de 1887, pero festeja su aniversario el 25 de agosto de cada año. Así lo resolvió una Asamblea de socios, el 1 de agosto de 1888, cuando se aprestaba a cumplir su primer año de vida.

1. A guisa de exordio

Desde siempre el hombre ha sido y es un ser social. La cercanía con el otro, con el prójimo (próximo) da sentido a su existencia, potencia sus valores y consagra el concepto plural de “nosotros”, anteponiéndolo al individualista “yo”. La necesidad de compañía y afecto, de sentirse parte de un todo que trascienda su propia persona, madura con el individuo desde el momento mismo en que éste tiene uso de razón. El núcleo vecinal a partir del cual se formó y fundó el pueblo de Lascano en un lejano 1876, fue madurando esta cuestión en un proceso de algo más de una década. Aquel caserío que había ido surgiendo casi espontáneamente, en el partido de las Tres Islas, jurisdicción de la villa de Rocha, departamento de Maldonado – oficializado por decreto del Superior Gobierno de fecha 10 de febrero de 1876 – tenía, además, la impronta de los inmigrantes, llegados de lejanas tierras en búsqueda de paz y trabajo. Las “morriñas” de la aldea que quedó atrás, la soledad impuesta por un determinismo geográfico innegable y las ansias de salir adelante, ambientaron la unión, más allá de la vecindad. Por eso, entre otras cosas, no es de extrañar que, a poco andar, nada más que once años después del documento fundacional, naciera una institución social que hoy es la más antigua del departamento de Rocha. De eso trata este artículo, recargado básicamente en el tiempo del Centro de Instrucción y Recreo (CIR) bastante menos conocido, pero mucho más ilustrativo de otros usos y costumbres, y para recrear ese tiempo existe un único soporte: el de los documentos, a falta de testimonios orales. Lo aquí escrito por cierto no agota ni mucho menos una muy rica historia de ya un siglo y cuarto.

2. Instrucción y Recreo: dos buenas razones

El Club Progreso (no Club Social Progreso, como erróneamente suele decirse) fue fundado el lunes 5 de septiembre de 1887, con el nombre de Centro de Instrucción y Recreo, denominación que mantuvo a lo largo de 32 años, hasta que una Asamblea de socios celebrada el 19 de octubre de 1919 reformó los Estatutos y le cambió el nombre por el actual. Quienes suscribieron el acta fundacional como socios fundadores fueron 31 vecinos, todos varones como era de estilo en la época, representativos de la sociedad lascanense de entonces y que se comprometían a pagar un peso de cuota social mensual. Sigamos el texto del acta: “En el pueblo de Lascano (…) reunidos los señores que al final suscriben (…) dijeron (…) que siendo evidente que el aislamiento de los elementos componentes de una sociedad es opuesto ostensiblemente al progreso y bien entendidas conveniencias de la misma, en sus diversas manifestaciones e intereses, y considerando urgentísima la necesidad de llenar ese sensible vacío a favor de la aproximación no solo de la juventud sino de todas aquellas personas que por su carácter, posición o condiciones sociales y aspiraciones progresistas deseen cooperar a la consecución de tan altos fines (…) acordaron: Queda fundada en esta localidad de Lascano una Sociedad de recreo e instrucción que se denominará Centro de Instrucción y Recreo (…)”. La pulcra redacción de este documento, cuyo texto íntegro se hallará en el apéndice documental, débese al preceptor (maestro) del pueblo, el balear José Capó y Bernat, quien junto al procurador Bernardo Machado, el escribano Ramón Rubiños López, el jefe de la Oficina de Rentas y Correo Rafael C. Riestra y el fuerte comerciante José Antonio Otamendi, en definitiva los ciudadanos ilustres e ilustrados del lugar, conformaron el núcleo central de la primera Comisión Directiva de la entidad que nacía. Los 31 socios fundadores, siempre de acuerdo al acta, fueron: José Capó y Bernat, Jesús Fernández, Félix Caprio, Mariano A. Murguía, Bernardo Machado, Ramón Rubiños López, Juan B. Labeque, José V. Soto, Adelino Fernández, Cornelio C. Vera, José Antonio Otamendi, Carlos Puerto, Fernando Cerviño, A. F. Huelmo, Francisco A. Fernández, Miguel Lascano, Paulino Silvera, Romualdo Morell, Miguel Etcheto, Ramón Guitart, Rafael C. Riestra, F. Herbozo, Olegario Fernández, Juan Suburú, Estanislao M. Cambre, Juan Ibarbourou, José J. Lorenzo, Juan Mora, Justo Cabrera, Francisco P. Lacruz y Julio Gabito.

3. Una orquesta de guitarras y un conserje sin sueldo

El escribano Ramón Rubiños López fue el primer presidente del C.I.R., cuya sede inicial fue una pieza ubicada en la entonces calle De Cebollatí (actual Ituzaingó), entre San Ramón (hoy 25 de Agosto) y Del Alférez (actual Sarandí), alquilada a don Estanislao Mauricio Cambre, por la suma de 7 pesos al mes. Los nombres de las calles corresponden al nomenclátor antiguo de Lascano, no oficial aunque reconocido en documentos de época (ejemplo, escrituras notariales), que fuera desplazado luego que la Comisión Auxiliar Económico Administrativa del pueblo aprobara, en 1888, el definitivo. Los fundadores se tomaron seis meses para preparar la solemne inau- guración de la institución, que coincidió con el baile de Carnaval dado el domingo 12 de febrero de 1888. Para esta velada, y la que tuvo lugar dos días después, la Comisión Directiva encomendó a don José Antonio Otamendi comprar en Rocha las masas y licores que conformarían el bufé y al mayoral de diligencia don Felipe López contratar, también en Rocha, la orquesta para la ocasión, a falta de una en el pueblo, optando el mandatado por el conjunto de guitarras de Maximino Dixández, quien terminaría radicándose en Lascano y dirigiendo, meses después, la banda popular de música que él mismo formó y que fuera la primera con que contó esta población. Además, se resolvió colocar en el salón social una alfombra de arpillera donada por el ya citado Otamendi y a ambos costados de la puerta de ingreso a la sede dos faroles que regalara otro consocio, el platero español José V. Soto. El primer conserje fue Alejandrino Fernández, con tan solo 15 años (había nacido el 21 de noviembre de 1872), quien trabajaba gratis, situación que surge de la lógica incontrastable de los hechos. Al no haber quedado dinero en Tesorería luego de los dos bailes de Carnaval, don Felipe Herbozo (su cuñado) propuso que no se le pagara sueldo, contando para ello con la autorización respectiva del padre del joven funcionario, don Francisco Antonio Fernández, uno de los fundadores de la localidad.

4. El lío de la biblioteca

Fue un episodio paradigmático del axioma popular: “pueblo chico, infierno grande”. Según da cuenta el licenciado Uruguay R. Vega Castillos, la Comisión Auxiliar Económico Administrativa, instalada en el pueblo de Lascano con fecha 27 de enero de 1885, contaba con 168 libros, con los cuales intentaba abrir una biblioteca pública, sin conseguir su objetivo por dificultades operativas. De acuerdo al citado autor “mientras tanto, en el seno del Centro de Instrucción y Recreo se intercambiaban ideas en cuanto a la necesidad de poner en funcionamiento” la misma, por lo cual “como resultado de estas inquietudes, el Centro hace las gestiones ante la Comisión Auxiliar para que le sean entregados los libros hasta entonces guardados” en ella, y “con fecha 4 de abril de 1888 se firma el documento por el cual se adjudica la biblioteca, comprometiéndose el Centro a proporcionar un local adecuado y personal para su correcta atención”. Apunta, además, que “el servicio de la biblioteca recibía como contrapartida un subsidio mensual otorgado por la Junta Económico Administrativa de Rocha, para su mantenimiento”. Pese a este acuerdo, a poco andar surgieron dificultades. Sigamos a Vega Castillos: “En el mes de junio de 1889 empieza a enrarecerse el clima entre ambas instituciones. Se le exigía al Centro la colocación de avisos comunicando horarios y el servicio que se ofrecía (N. del A.: el pueblo no contaba con periódicos y las comunicaciones se hacían mediante la colocación de volantes informativos “en los lugares más públicos”). Como además se habían dado malos entendidos, no aclarados en tiempo y forma, en cuanto a que la biblioteca era pública, no siendo necesario ser socio del Centro para acceder al préstamo de libros, el presidente de la Comisión Auxiliar de Lascano plantea en el seno de la misma la iniciativa de bloquear el pago del subsidio que la Junta Económico Administrativa de Rocha abonaba. Resultó aprobada y se procede en consecuencia. La argumentación se fundaba en que se consideraba que el Centro de Instrucción y Recreo no había cumplido con su parte de las condiciones pactadas en ocasión de entregarle la biblioteca”. La Comisión Directiva del C.I.R. también expresó lo suyo, en carta pública fechada el 10 de julio de 1889 y enviada a la prensa rochense, con la firma del presidente, Ramón Rubiños López, y el secretario, José Antonio Otamendi. Allí se señalaba que “este Centro, al entrar a administrar las existencias de la indicada biblioteca, ha dado fiel y amplio cumplimiento a las condiciones en que la recibió, pues es notorio que no sólo no negó ni pudo negar la consulta o lectura de libros a todos los que los solicitasen, sino que se complacía y complace, cumpliendo un deber, en ofrecerlas y facilitarlas sin excepción alguna, lo mismo que la mesa de lectura, al público en general, entregando libros a domicilio y a largas distancias, e invitando a todas las personas a frecuentar el local, y utilizar de ese modo los beneficios de aquellas dependencias”. Siguió un breve pero intenso período de confrontación, asumiendo finalmente la tarea de mediadores el comisario Ramón Correa y el ya citado Felipe Herbozo. Volvemos al licenciado Uruguay R. Vega Castillos y su crónica: “La celebración de un homenaje al brigadier general Juan Antonio Lavalleja va a motivar a los mediadores, que redoblando esfuerzos acercan a las partes. (…) El incidente se superó. Lascano volvía a contar con biblioteca pública. Los protagonistas, así como hicieron gala de su carácter para defender lo que consideraban correcto, también supieron mostrar su don de gentes para superar la situación”.

El segundo edificio propio del Club Progreso (a la derecha)   en su actual ubicación y la Plaza Gral. Artigas de Lascano (1916)

El segundo edificio propio del Club Progreso (a la derecha)
en su actual ubicación y la Plaza Gral. Artigas de Lascano (1916)

 

5. Tras recomponer relaciones

Poco tiempo después de estos episodios, con fecha 20 de setiembre de 1890 la Comisión Auxiliar Económico Administrativa de Lascano comunicaba a la Junta Económico Administrativa (J.E.A.) de Rocha sobre la existencia “de una biblioteca pública en el Centro de Instrucción y Recreo” la que contaba “con 425 volúmenes”. Años después, el 25 de diciembre de 1896, la misma autoridad municipal lascanense informaba detalles del C.I.R., en un documento que es una verdadera radiografía del pueblo, dirigido al coronel Julio J. Martínez, presidente de la J.E.A.. Allí se consignaba: “La población no cuenta más que con una Sociedad denominada Centro de Instrucción y Recreo, la que fue formada el 25 de agosto de 1887, y como su nombre lo indica, se ocupa de instrucción a la vez que de recreo. En dicho Centro social han tenido lugar varias veladas literarias, tanto de adultos como infantiles. Además, por precepto expreso del Reglamento que la rige, celebra fiestas, sean de una u otra índole, en todos los adniversarios (sic) patrios. Actualmente la Sociedad cuenta con un capital de tres mil trescientos pesos y un número de cincuenta y seis asociados, los que pagan un peso de ingreso. Tiene edificio propio, situado en la calle Ituzaingó, con frente a la Plaza General Artigas. El edificio costó mil nuevecientos (sic) pesos, habiendo desprendido la Sociedad solamente doscientos noventa pesos. El resto, o sean mil seiscientos diez pesos, le fue donado por el vecindario de esta Sección y por varios comerciantes de la capital de la República. Tiene una biblioteca bien surtida, la que está abierta al público, pero no pudiendo llevar obras a domicilio si no (sic) los asociados. Costea escuela de música.” El último apunte de la comunicación que antecede nos ilustra – en forma de titular – sobre una de las rutinas del Centro de Instrucción y Recreo en aquel tiempo: alentar la formación y costear escuelas y bandas de música. La primera de ellas – segunda en la historia del pueblo, tras la dirigida por Maximino Dixández, formada en 1888, ya citada – fue la llamada “Banda del Centro”, a cargo de Juan Pedro San Martín, cuya presentación formal ocurrió el 19 de abril de 1891.   6. Un club zafral En Crónica de Lascano, Volumen I, 1875-1900, se lee: “La entrante Comisión Directiva del Centro de Instrucción y Recreo ha resuelto (en enero de 1898) abrir el salón social durante el verano los días martes, sábados y festivos, en horas de la noche, mientras que en el invierno dicho salón se abrirá todos los días, de 8 y ½ a 10 y ½ p.m.. A su vez encargó al conserje, don Valentín Latorre, cuidar de mantener el salón, muebles y útiles de servicio en perfecto estado de limpieza; también tener las lámparas con queroseno. La sala de lectura de esta institución mantiene suscripciones a los diarios ‘El Siglo’ y ‘La España’ de Montevideo y ‘La Democracia’ de Rocha. En otro orden, se acordó que las retretas de la Banda de Música costeada por el CIR deben darse, de aquí en más, en el centro de la plaza pública y no en la puerta del Club como aconteció hasta ahora”.

7. De enero a agosto y de agosto a enero

Una breve nota periodística firmada por quien se escudó en el seudónimo de “Dick”, aparecida en “El Lascanense” en 1917, consignó: “(El Centro de Instrucción y Recreo) se decoró indudablemente con un inmerecido prestigio intelectual, que tenía la base en la pretendida Biblioteca, cuando la juventud semianalfabeta de entonces se nutría espiritualmente en aquellos novelones donde fatalmente hay una mujer mala que se llama Marta y un ángel de bondad, rubia como el sol, perfecta mujer, llamada María. La Biblioteca encarnaba el súmmum de emoción para las gentes de entonces. (…) Todas las inquietudes y aspiraciones de la juventud se colmaban en las famosas fiestas del 25 (de agosto), por las que soñaban las muchachas de enero a agosto y las comentaban de agosto a enero. Eran los tiempos del ‘bufé pago’, en que las hoy abuelas, perfumadas con Kananga, se contorneaban en sus vestidos de zaraza, saludando con sus risas y sustos fingidos la escandalosa expansión de la ‘graciosa (gaseosa) de bolita’. Los tiempos de shiotis con maniobras y la mazurca con reverencias; de las pastillas grandotas en forma de corazón y media luna; de los ingenuos confites con inflamados versos amatorios, que venían como de encargo para los mozos de expresión corta, cuando la frase esquiva no acudía a formular la declaración que esperaba la moza mordiendo la varilla del abanico de papel. Vivió el Centro (de Instrucción y Recreo) sus mejores días en esa época”.

Invitación de época (década de 1900 a 1909)

Invitación de época (década de 1900 a 1909)

8. Anfitriones del Marqués de las Cabriolas. El acta número 2 de 1905, con la delicada caligrafía de entonces, es una pintura de preciosismo literario con rango documental: “En el pueblo de Lascano, a treinta y uno de enero de mil novecientos cinco, reunida la Comisión Directiva de este Centro en el local de la Secretaría, bajo la presidencia del señor Armando Fernández y con asistencia de los señores Francisco Eizmendi, Aquilino Silva, J. Aranguren y R. Tisnés, se declaró abierta la sesión. Después de un cambio de ideas en el que se dejó traslucir el deseo vehemente de colocar a este Centro en una altura en que pueda descollar sobre Centros de la misma índole, la Comisión resolvió, por unanimidad, que en honor del Marqués de las Cabriolas, que dentro de poco se encontrará paseando su risa juguetona entre nosotros, se den dos bailes, los cuales se efectuarán, el primero el cinco de marzo próximo y el segundo, el día siete del mismo mes, para los cuales se solicitará el concurso de todos los admiradores del que será nuestro huésped. Se resolvió por unanimidad dirigirse por nota a los señores Juan Pedro San Martín y José María Estévez, solicitando del primero su adhesión valiosa a este Centro para reorganizar la Banda de Música que deleite a los habitantes de este pueblo, sumidos en profundo letargo, como asimismo concurrir a los bailes cuando la Comisión crea conveniente, y su concurso a las fiestas populares de práctica, e indique presupuesto que cobrará a este Centro en ambos casos; al señor Estévez dirigirle nota en igual sentido respecto a los bailes, pidiéndole indique honorarios que cobraría si aceptara hacer funcionar la orquesta en los seis bailes que cree la Directiva serán los que se efectuarán durante el presente período”. 9. El primer Casino La ya citada Crónica de Lascano, Volumen II, 1901-1920, destacó: “La Asamblea de socios del Centro de Instrucción y Recreo dio aprobación hoy (22 de julio de 1906) al pliego de condiciones para el establecimiento del servicio de Casino, con el agregado de café, billar, confitería y demás anexos. El único oferente al llamado público efectuado ha sido el señor Francisco Eizmendi, con quien ahora se negociará la adjudicación de estos servicios que por primera vez se incorporan a esta institución. Las bebidas a venderse y el billar deberán ser de primera calidad y en el primer caso deberán cobrarse los precios corrientes de plaza. Los gastos de iluminación serán de cargo del contratante, el que pagará seis pesos mensuales de alquiler. El CIR se compromete a la construcción de un aljibe de tres metros y medio de diámetro por tres y medio de profundidad, además de una pieza de material. (ese aljibe fue el mismo desde el cual se abasteció de agua a los vecinos más pobres, en oportunidad de la alarmante en el verano de 1934) El contrato será por cuatro años y el señor Eizmendi debe instalar el Casino en un plazo máximo de cuatro meses luego de aprobado el contrato entre las partes.”

10. Aquella Semana Agostina

La maestra Juana María Salvá, privilegiada protagonista y testigo de aquel tiempo, en oportunidad de hablar en CX 22 Fada Radio, el 21 de agosto de 1938, dejó sus recuerdos: “(…) está el Lascano de toda aquella juventud sana de cuerpo y espíritu, llena de romanticismo, con sus trovadores a la luz de la luna, al son de sus guitarras y violines. Trovadores que prematuramente volaron a la región del Infinito. Y está el Lascano de ayer, apartado de todos los demás núcleos de población, pero sintiendo vibrar en sus entrañas las fibras del más puro patriotismo. ¡Cómo revive en estos instantes su clásica Semana Agostina, conmemorando con veladas infantil y de adultos, en aquel su Club Social que tan bien respondía a su nombre Instrucción y Recreo, el fausto aniversario de nuestra Independencia! ¡Cómo tenían acceso a esparcimientos populares, durante esa semana, todas las clases sociales! ¡Cómo se prodigaban consuelos al desvalido, socorro a todos los necesitados! ¡Con cuánto entusiasmo patrio estaba la población toda en pie, firme, gozosa, al rayar el alba, para oír la Diana ejecutada por la Banda Popular, bajo la batuta inteligente de aquel culto espíritu artístico que se llamó Juan Pedro San Martín! ¡Cómo latía el alma de emoción cuando lentamente era izada la enseña patria a los acordes de nuestro Himno! La Patria allí vivía, allí latía con pujanza y fe, y sus héroes y sus glorias tenían altar prominente en el alma de aquella pequeña colectividad. En aquel ambiente sano y puro, apartado de toda idea egoísta, se forjaba el porvenir. Todos para uno y uno para todos, debió ser la consigna. Tan espiritual y tan íntimamente transcurría la vida en espera de días de proyecciones más amplias a la incansable actividad. Y atraídos por ese ambiente de superior cultura arribaron más de una vez a Lascano hombres de ciencia y hombres de arte. Y en una de aquellas inolvidables reuniones sociales, el Centro de Instrucción y Recreo abrió de par en par sus puertas para oír el hermoso recital poético que le ofrecía (Carlos) Roxlo, el insigne autor de ‘Flores de Ceibo’ y ‘Cantos de la Tierra’, conjuntamente con el bardo rochense (Leandro) Arrarte Victoria.”

11. ¡Qué lirismo!

La siguiente crónica del ya citado periódico local “El Lascanense” nos transporta a un tiempo que se nos antoja mágico: “Los elementos (de la sociedad local) (…) se dieron cita en la tarde (del 6 de enero de 1910) para realizar un simpático acto de grata trascendencia, con motivo de la entrega de fondos que la Comisión Pro Kermesse efectuaba a la Directiva del Centro de Instrucción y Recreo. Con tal motivo, la expresada Directiva del Centro había preparado en el espacioso salón del kiosco de la (Sociedad) Fomento de Lascano un espléndido lunch con el que obsequiaba y retribuía a la laboriosa Comisión de Damas que en tal acto hacía entrega de la bonita suma de $ 946.66, producto de su incansable labor. La mesa, adornada con profusión de flores que embalsamaban el fresco ambiente que allí se respiraba; el brillo cristalino de las copas dispuestas a recibir el espumoso Clicot; la batería de confituras y botellas que lucían sus plateados cuellos como ostentando el saneado pergamino de su más alta alcurnia; formaban tan armonioso conjunto, que solo faltaba para su complemento el marco decorativo de las distinguidas damas y caballeros invitados al acto. Estos no se hicieron esperar y sentados alrededor de la encantada tabola, se dio principio a saborear el delicioso néctar en un ambiente de franca y agradable sociabilidad. El señor Tomás Marzol, a nombre de la Directiva del Centro, ofreció el lunch con alusivas frases, brindándose por el triunfo y colosal éxito de la Comisión Pro Kermesse, quien a su vez, por intermedio de la distinguida institutriz señorita Juana María Salvá, en bien conceptuado discurso, agradeció el acto de deferencia. Después de ejecutadas varias piezas de música, en las que se desempeñaron, en el violín la señorita Juana Mautone, y en el mandolino (sic) la señorita Nicasia Larrosa, acompañadas de jóvenes aficionados, se dio por terminada la brillante fiesta social.”

12. Prohibido patinar.

Con fecha 17 de julio de 1911 el comisario Ramón Pintos y Lascano reportaba al Juez de Paz, Juan Carlos Sánchez: “Pongo en conocimiento de Vd. que en la noche del día de ayer, siendo las 11 p.m., se presentó ante esta Comisaría el vecino de esta Villa don Francisco Cuence, denunciando que momentos antes un grupo de jóvenes de la localidad entraron al salón del Centro de Instrucción y Recreo, que él posee en arrendamiento, donde tiene establecido café y billar, y se disponían a patinar sin su consentimiento. Visto esto el señor Cuence pidió al señor Ladislao Mariño, miembro de la Comisión Directiva de dicho Centro, se apersonara a dichos jóvenes diciéndoles no salieran a patinar que él no les permitía, habiéndole contestado el señor Mariño que había dado cumplimiento a su pedido pero que no sabía si lo atenderían. Momentos después salió el señor Antonio Ubaldo Muzante patinando por el salón, saliéndole a su encuentro el nombrado Cuence, quien le manifestó que no le permitía patinar, de lo que resultó que un grupo de jóvenes lo avanzó, unos con sillas y otros a puño, hiriéndolo en la frente y costado derecho de la cara. De dicho grupo solo recuerda el señor Cuence haber visto a los señores Gabino Otamendi, Ernesto Croce y Antonio Ubaldo Muzante, y algunos otros que no tiene presente quienes eran. Dicho señor, con tal motivo y para poder hacerse respetar, solicitó el auxilio de la Policía, la que se encontraba en observación fuera del local, entrando de inmediato el suscrito y procediendo a la detención de los señores nombrados.”

13. Informe de un corresponsal viajero

El diario montevideano “El Siglo”, en 1913, publicaba: “Otra de las instituciones que hace honor a Lascano es el Centro de Instrucción y Recreo, Sociedad que cuenta con un capital de $ 7.000 (siete mil pesos), con local propio en cuyo recinto está instalado el Casino Social, sala de lectura, de música, Biblioteca con 3.000 volúmenes, salón de baile (donde realiza sus sesiones de skating la Sociedad Atlética y Recreativa). Cuenta aproximadamente con 100 socios, constituyendo éstos lo más caracterizado de la sociedad lascanense. Su Comisión Directiva la constituyen un grupo de entusiastas y progresistas vecinos que trabajan por conseguir el mayor adelanto intelectual de sus componentes; para ello realizan periódicamente Veladas Dramático-Musicales, con el concurso de valiosos elementos, entre los cuales se distinguen, principalmente, la incansable educacionista y poeta señorita Juana María Salvá, que dirige con beneplácito general la Escuela de Varones de 2do. Grado; la señorita Orfilia Alonso Blanco, elemento de significación y entusiasmo (que dirige la Escuela de Niñas); y la señorita farmacéutica María Velia Torres, profesora de piano, que coopera con todo su entusiasmo juvenil y con toda la savia de sus profundos conocimientos a los triunfos que conquista la mencionada Sociedad. La (Comisión) Directiva compuesta de los señores: presidente, Estanislao M. Cambre; vicepresidente, Manuel B. Silvera; secretario, Escribano Lino E. Méndez; prosecretario, Gabino Otamendi; tesorero, Eduardo F. Garra; bibliotecario, Antonio Ubaldo Muzante; vocales, Laudelino E. Mendoza, Pascual Atilio e Inocencio V. Araújo, se halla empeñada en la construcción de un amplio local para actos sociales de dicho Centro, que resultará, a no dudarlo, una bella obra en concordancia con las exigencias de esta importante sociedad y de acuerdo con la cultura de sus componentes.”

14. El edificio de los balcones

El 25 de agosto de 1895 el Centro de Instrucción y Recreo “inauguró solemnemente” – según palabras del acta labrada en la ocasión – su primer edificio propio, una pequeña construcción levantada en un terreno de 20 metros de frente por 40 de fondo, entre lo de Alejandro y José Mautone y el solar destinado a escuela pública (hoy asiento del Municipio, tras una permuta entre Primaria y la Intendencia de Rocha), donado por el socio Felipe Herbozo. El constructor fue el súbdito italiano Luis Coduri, uno de los primeros pobladores del pueblo de Lascano. Pasaron veinte años y en 1915 la Comisión Directiva del C.I.R. acordó aceptar la propuesta de los constructores rochenses Américo y Francisco Brigantti, para levantar allí mismo el nuevo edificio de su sede social – más amplio -, por la suma de $ 5.658. Este edificio, el de los clásicos balcones desaparecidos tras la reforma de la década de los años ’50, estaría de acuerdo con las exigencias y el confort que, a esa altura de su historia, demandaba la institución social. El dinero necesario para la construcción se obtuvo mediante la colocación de acciones. La prensa local de la época destacó el gesto del vecino señor Afodosio Barrios, quien colaboró con $ 100, el valor de diez acciones. En noviembre de ese año llegaban para establecerse en la villa los citados Brigantti, con sus obreros, procedentes de la ciudad de Rocha, a los efectos de iniciar los trabajos de construcción. La obra demandó unos nueve meses y el 23 de agosto de 1916 (vísperas de un nuevo aniversario de la fundación de la institución), las autoridades del C.I.R. recibieron las llaves de manos de los constructores.

15. El CIR ha muerto, ¡viva el Progreso!

Retornamos a Crónica de Lascano, Volumen II, 1901-1920, para leer: “Una Asamblea de socios cumplida hoy (19 de octubre de 1919) ha resuelto reformar los Estatutos y cambiar de nombre a la institución social local. De esta manera llega a su fin la fecunda historia del Centro de Instrucción y Recreo, entidad fundada 32 años atrás, el 5 de septiembre de 1887, y nace a la vida Club Progreso, continuador de aquella. El CIR marcó toda una época y una etapa en la población de Lascano, siendo especialmente importante su protagonismo en el afianzamiento de nuestra cultura intelectual y física. Como centro natural de reuniones sociales, ha facilitado la unión de las personas y el necesario intercambio de opiniones entre quienes comparten un mismo lugar de residencia. Su salón recibió expresiones artísticas de relieve, tanto del medio local como llegadas de otros lugares. Dentro de las reformas sustanciales introducidas en esta jornada a los Estatutos se cuenta la posibilidad, de ahora en más, de alquilar el local social para reuniones y conferencias políticas y religiosas, algo que hasta ahora no estaba permitido.”

16. Compendio de íconos

Alfredo Samuel Vigliola y Luis Alberto de Herrera flanquean a un efusivo niño orador desde los balcones del Club Progreso (1922)

Alfredo Samuel Vigliola y Luis Alberto de Herrera flanquean a un efusivo niño orador desde los balcones del Club Progreso (1922)

Esa reforma de Estatutos abrió las puertas – que volvieron a cerrarse tras la nueva redacción dada a los mismos en 1957 y aún hoy vigente – a manifestaciones cívicas memorables. Desde los míticos balcones del ahora Club Progreso hablaron a la multitud congregada en la calle y sobre la plaza pública, José Batlle y Ordóñez y Luis Alberto de Herrera, en 1922, y Alfredo Baldomir, en 1938. En su interior, Washington García Rijo, con sólo 17 años de edad, dijo su primer discurso político, tras subirse ágilmente a una mesa, tratando de que no se dispersara una concurridísima asamblea de batllistas abstencionistas, también en 1938, luego de que alguien gritara a voz en cuello, dirigiéndose a uno de los oradores: “¡miente!”, lo que provocó una suerte de estampida humana hacia el exterior del edificio, por temor a incidentes mayores, en tiempos en que las diferencias de opinión se dirimían a balazos. La cultura, en sus más diversas manifestaciones, ha pasado y paseado por esta institución más que centenaria. Hacer una nomenclatura de personalidades ilustres cuyo arte impregnó las paredes de Club Progreso – las actuales y las que ya se tiraron abajo – excedería en demasía el espacio de la crónica que nos ocupa. Lo mismo es válido para la música y los músicos, desde las “típica” y “jazz” locales, hasta orquestas y cantantes de fama nacional e internacional. Amén que su salón haya sido el hábitat que hospedó – y hospeda – a cuánto evento uno pueda imaginarse. Sus bibliotecas – la del lío ya reseñado, la Monarquía del Libro de 1928 y años siguientes, y la Artigas-Rodó – proveyeron de literatura de los más variados géneros y material de estudio a varias generaciones de lascanenses. Las veladas literario-musicales del ayer y los certámenes estudiantiles y familiares – “Feliz Viaje”, el último de resonancia – fueron pretextos para la integración que galvaniza las relaciones intergeneracionales. Pero en nuestra memoria colectiva está también el Club Progreso de las cantinas de Raúl González Latorre, el “Tito”, y de Miguel Ángel Correa; del proscenio del edificio antiguo – antes de la reforma de 1955-1957, del arquitecto Lucas Ríos y el constructor José di Marco -, donde actuaba una orquesta hasta las 9 de la noche en que empezaba la función de Cine Artigas, para reenganchar a la medianoche, cuando terminaba la misma; de la empresa cinematográfica de Alcides Ginés Latorre, que daba funciones en el salón social, al cual el espectador ingresaba teniendo la pantalla a sus espaldas; del casín, la carolina, la timba (“el garito” en la jerga popular) donde se jugaban gruesas sumas de dinero, y hasta una peluquería que estuvo instalada en el área de la cantina; del “reservado” para familias, también en la zona de la cantina; del escudo – el libro abierto y sobre él la mano sosteniendo la esfera -, de autoría de los maestros Julio Pérez Corbo y Nelly Graña Techera; del baile aniversario del 25 de agosto, de rigurosa etiqueta, con presentación de señoritas en sociedad y elección de reina y cortejo, la primera fue Marta Fonseca en 1958. El club de Milton Velázquez, integrado a él de tal forma que durante muchos años fueron sinónimos y nadie aquí concebía al uno sin el otro. Para el centenario institucional, Milton se propuso reunir a 100 reinas, una por año, y el 25 de agosto de 1987 las presentó; fue tal vez su noche más gloriosa. Fue también Velázquez quién oficializó la pareja de padrinos del Club. Primero fueron don Omar Graña y doña Guillermina “Mina” Barrios, luego Edison Battut y Enilda “Nené” Graña, y por último Vandy “Chocho” Beledo y Aurora “Yaya” Amestoy. Falleció el 12 de septiembre de 2005 y poco después la Comisión Directiva que presidía la señora Mary Pacheco propuso dar su nombre al salón social, tema aún no resuelto.

Raquel Corbo, Reina del Centenario de Lascano en el Club Progreso, con Juan Luis Sabatino y Jorge Boronat (1976)

Raquel Corbo, Reina del Centenario de Lascano en el Club Progreso, con Juan Luis Sabatino y Jorge Boronat (1976)

 

17. El reverso ignominioso

Contaban los antiguos que hubo un tiempo en que en Lascano los infantes y las prostitutas tenían prohibición expresa de andar por las veredas, debiendo caminar por la calle. Para ser justos, hay que hablar también del Club Progreso al que solamente podían ingresar quienes eran socios, entre los que no estaban los soldados, las “mujeres de la vida” ni los negros. Ese fue el tiempo de la moral hipócrita, cuando una cosa era el Club Progreso y otra cosa era el pueblo, sobre todo si se trataba del pueblo pobre y negro. Como lacerante postal de entonces está el gesto de los integrantes de una Comisión de Carnaval de otrora, cuyos miembros, parados en la puerta del club, arrojaban a los componentes de las agrupaciones populares las monedas de un “premio”, por eso mismo muy mísero. El primer negro que obtuvo permiso para ingresar a la sede, de todas maneras estaba limitado: no podía sentarse, debiendo permanecer de pie. No obstante lo cual no cabía en sí de gozo: ya era un “negro usté”. En 1960 otro negro osó presentar solicitud de ingreso ante la Comisión Directiva; fue rechazado, en un contundente signo de racismo. Esto desencadenó la inmediata renuncia del secretario, el escribano y abogado Carlos del Barrio, frontalmente discorde con la resolución de la mayoría. Por esta visión elitista y racista, buscando espacios allí cerrados para ellos, otros lascanenses habían fundado a su tiempo la Sociedad Artesana, en 1935; el Club Ansina (de negros), en 1941; y el Club El Fogón, en 1944, aunque debe apuntarse que este último también tuvo prejuicios racistas, superados tras una memorable y multitudinaria Asamblea de socios en 1958.

18. En síntesis

Como todo aquello creado y manejado por humanos, ni el viejo Centro de Instrucción y Recreo ni el actual Club Progreso han sido instituciones perfectas. Lo que no obsta para señalar que, en una perspectiva de cosmovisión, han sido muchos e imposibles de valuar los aportes que hicieron al mejoramiento de esta comunidad en el más variopinto muestrario de acciones que imaginarse pueda. Eso, y reafirmar que es trampear la Historia mirar los hechos del pasado con los ojos del presente, nos conduce a convenir que a lo largo de 125 años esta institución ha sido sinónimo de Lascano. Lo que en el fondo es cuestión nada despreciable.

“Becho” Eizmendi en su juventud en el Club Progreso

“Becho” Eizmendi en su juventud en el Club Progreso

 

19. Apéndice documental

19.1 Acta de fundación del Centro de Instrucción y Recreo   “En el Pueblo de Lascano, a cinco días de septiembre de mil ochocientos ochenta y siete; reunidos los señores que al final suscriben, previo acuerdo sobre los motivos determinantes de esta convocatoria, dijeron, después de cambiadas al respecto las ideas y opiniones oportunas: que siendo evidente que el aislamiento de los elementos componentes de una sociedad, es opuesto ostensiblemente al progreso y bien entendidas conveniencias de la misma, en sus diversas manifestaciones e intereses; y considerando urgentísima la necesidad de llenar ese sensible vacío a favor de la aproximación, no sólo de la juventud sino de todas aquellas personas que por su carácter, posición o condiciones sociales y aspiraciones progresistas deseen cooperar a la consecución de tan altos fines, como los de remover esos obstáculos, propendiendo así a la sociabilidad y a la difusión de todas las ventajas que ella proporciona, concurriendo incidentalmente o como uno de los propósitos que encierra la idea fundamental de esta convocatoria, a inculcar en la forma que los Estatutos respectivos acuerden, no sólo las nociones y estímulos que animen aquel espíritu de concordia y armonía, uniendo en un solo pensamiento civil, moral y social las individualidades aisladas, si que también la instrucción que se esté en disposición de dar a los jóvenes que forman parte de esta sociedad, o que quieran concurrir a disfrutar de sus beneficios, tanto más útiles y aceptables cuanto no a todos es posible obtenerlos en oportunidad de las escuelas públicas, o por falta de las mismas; completando todos esos propósitos con el recreo, que no sólo modifica, suaviza la índole y el carácter personal, sino que a la vez contribuye a la higiene en virtud de las expansiones honestas que proporciona, acordaron: Queda fundada en esta localidad de Lascano una sociedad de recreo e instrucción que se denominará Centro de Instrucción y Recreo, y se compondrá de todos los señores presentes como socios fundadores y de los que se adhieran al pensamiento con la misma calidad, suscribiendo la presente acta. El objeto de la sociedad es el que a grandes rasgos queda expuesto anteriormente, siendo materia del Reglamento que se forme, la extensión, forma y condiciones de los medios que se pongan en práctica para lograr los fines que constituyen el desiderátum que informa la idea explanada últimamente. Que con el propósito de que esa idea tome una forma práctica con toda la urgencia que requieren los vacíos que se tratan de llenar, los señores presentes desde luego, a pluralidad de votos, eligieron de su seno a D. Bernardo Machado, D. Ramón Rubiños López y D. José Capó y Bernat, para que confeccionen a la mayor brevedad posible un proyecto de Reglamento que someramente contenga las disposiciones que han de regir la sociedad. Una vez hecho ese trabajo, de que quedan encargados, lo presentarán, previo aviso a la Asamblea, que se formará de todos los señores socios, en la cual se discutirá, modificará y sancionará, según la Asamblea lo considere conveniente. Acordaron a la vez fijar la cuota de un peso mensual con que deben concurrir los individuos de que se componga la Sociedad, debiendo empezar a satisfacer a contar desde el 1 del mes inmediato siguiente a la sanción del Reglamento, para hacer frente a los gastos ocurrentes y subsistencia de este Centro, sin perjuicio de lo demás que respecto de socios suscriptores o accidentales dispongan los Estatutos y de lo que éstos prevengan acerca de la forma y condiciones de cobro. Expuestos así los móviles determinantes de esta reunión, de promover y fomentar la sociabilidad, las luces y el recreo, y no siendo para más el acto, se labra la presente, que firman los señores asistentes para constancia: José Capó y Bernat-Jesús Fernández-Félix Caprio-Mariano A. Murguía-Bernardo Machado-Ramón Rubiños López-Juan B. Labeque-José V. Soto-Adelino Fernández-Cornelio C. Vera-José Antonio Otamendi-Carlos Puerto-Fernando Cerviño-A. F. Huelmo-A ruego de Francisco A. Fernández, por no saber firmar, Bernardo Machado-Miguel Lascano-Paulino Silvera-Romualdo Morell-Miguel Etcheto-Ramón Guitart-Rafael C. Riestra-F. Herbozo-Olegario Fernández-Juan Suburú-Estanislao M. Cambre-Juan Ibarbourou-José J. Lorenzo-Juan Mora-A ruego de Justo Cabrera, por no saber firmar, Bernardo Machado-Francisco P. Lacruz-Julio Gabito”.   19.2 Carta renuncia del Dr. Carlos del Barrio Lascano, 11 de abril de 1960. Sr. Presidente del CLUB PROGRESO. Don Ignacio Nogueira. Presente. De mi consideración: Por intermedio de la presente me dirijo a la Comisión Directiva que Ud. preside, con la finalidad de dejar sentado por escrito las palabras con que me retiré de la última sesión del 6 de abril. Desde mi ingreso a esa Comisión Directiva, llevado por el ánimo de adhesión a la institución que he sentido y siento, siempre procuré servirle en la mejor forma que me fuera posible de acuerdo a mi modesta capacidad, procurando las realizaciones que propendieran a salir del estancamiento o rutina en que la misma se encuentra según mi leal entender. Quizás equivocado, o por lo menos desentonando con una gestión administrativo-social conservadora, fue poco lo que pude concretar de mis ideas, habiendo quedado de ellas sólo constancia en las actas de sesiones. Nada de esto hubiera interesado, puesto que en última instancia debo pensar en el error mío, ya que el respeto por las mayorías es la guía de mi pensamiento democrático. Pero lo ocurrido en la referida sesión del día 6 próximo pasado, afecta de tal modo mis más íntimas convicciones, que me imposibilitan permanecer en el cargo que me confió un núcleo de asociados de la institución. Cuando con una resolución se puede afectar la personalidad humana sin un fundamento racional que la avale, se comete una injusticia que excede el ámbito en que actuamos. Antes, durante y después de la consideración del asunto, guardé la íntima convicción (ante rumores circulantes) de que cada uno meditaría el alcance de la decisión que tomaba. Aún hoy creo que la conciencia y la serena meditación harán a más de uno arrepentirse de la infamia, pues me cuesta creer que lo que vemos sucede en otros países, para escarnio de los mismos, pueda pasar en nuestro Uruguay y aún en nuestro ambiente aldeano. No pretendo fundamentar mi oposición a la discriminación racial, porque ello está en la misma naturaleza de las cosas. Creo que la única diferencia que podemos hacer entre los hombres es la que admite nuestra Carta Constitucional: la de los talentos y las virtudes. Cuando se conoce una persona que actúa en nuestro mismo ambiente, moralmente sana, que aún tiene el estudio que muchos no han podido por el sacrificio de sus padres, que con honradez ha luchado y lucha en la vida, que es capaz de tener amigos y saber honrarlos, la afrenta intentada al rechazárselo por el color de su piel, sólo puede ser un golpe más que forje una personalidad, que la haga incapaz de odios ni rencores ante la ignorancia. Si fue mi error el creer que no existía la vanidad del color en mis compañeros de Comisión, por él pago el desengaño que me asola. Poniendo en sus manos mi renuncia indeclinable, lo saluda: Dr. Carlos del Barrio.

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