Juan Antonio Varese

SUMARIO: 1. Cuando “Bélgica” llegó a Rocha – 2. Parada antes de la Antártida – 3. Las dunas del “Cap Polonio” – 4. La expedición al Sur

 

1. Cuando “Bélgica” llegó a Rocha

 

Que las solitarias playas del cabo Polonio y en especial los extensos médanos, bastante más elevados de como los vemos hoy en día, fueran observados y admirados por los ojos de meteorólogos y geólogos europeos de fines del siglo XIX no deja de ser una nota interesante para la historia de la región. Y más aún si consideramos que estos investigadores integraban una de las más famosas expediciones a la Antártida, lo que significó un gran avance para el mundo científico de la época.

Como veremos, la expedición se realizó por iniciativa de un noble belga de marcada vocación aventurera y la detención frente al cabo Polonio se debió a una decisión del capitán del “Bélgica” que no se animó a adentrarse en aguas del Río de la Plata a causa de un  terrible pampero, lo que dio lugar a que buscaran refugio frente a las costas de Rocha. Y a que algunos de los tripulantes, entre ellos un meteorólogo polaco, aprovecharan la oportunidad para realizar observaciones sobre las dunas del lugar.

 

2. Una parada antes de la Antártida

 

 

El conde Adrien de Gerlache (1866 – 1934), curioso personaje que se distinguió por sus exploraciones en aras de la geografía y la ciencia, dirigió una expedición belga a la Antártida entre los años 1897 y 1899, la que tomó renombre por haber sido la primera en pasar un invierno en la región.

Seguramente que el viaje que realizó hacia Groenlandia en 1895 lo motivó a continuar por la senda de las exploraciones polares. Un año después, en 1896, cuando llegó a sus oídos la noticia de que la proyectada por el sueco Adolf Erik Nordenskjöld para recorrer la Tierra de Graham en la Antártida no había podido concretarse por falta de fondos, tomó la idea para sí y para su propio país, dirigiendo sus iniciativas a la influencia del rey Leopoldo II de Bélgica. Pese a que el país tenía comprometidos sus esfuerzos hacia las recientes colonias africanas, el rey apoyó la iniciativa y logró que De Gerlache recibiera la colaboración de la Real Sociedad Geográfica Belga, que lo apoyó con 200.000 francos y que se le sumaran los aportes conseguidos mediante una suscripción popular.

Los objetivos del viaje fueron trazados con claridad; se proponía explorar la región y encontrar el lugar exacto del polo sur magnético pero también y concomitantemente, coexistían intereses de corte económico, ya que sería factible el hallazgo de nuevos yacimientos de materias primas y a la vez incrementar las tierras coloniales belgas mediante la toma de posesión, procedimiento habitual en la época.

Una vez conseguidos los fondos, la primera medida fue la adquisición de un buque apropiado para navegar por los mares de hielo. En Noruega se encontró un buque ballenero botado de 1884, el “Patria”, de fuerte construcción y casco de acero. Se le compró en la suma de 70.000 francos, y se lo sometió a varias reformas y sustanciales mejoras entre las que se contaban el refuerzo del casco y el cambio de timón, la colocación de un nuevo propulsor, una nueva caldera y la construcción de una caseta sobre el puente, destinada a los laboratorios. La embarcación, rebautizada con el nombre de “Bélgica”, contaba con velamen y una máquina auxiliar a vapor de 150 H.P., y sus dimensiones eran 30 metros de eslora, 7 de manga y de 5 metros de puntal.

El 16 de agosto de 1897, finalmente, el “Bélgica” dejó atrás el puerto de Amberes. Además de la tripulación de expertos marinos iba a bordo un grupo de científicos de reconocido prestigio, entre ellos el teniente y astrónomo belga George Lacompte, el zoólogo rumano Emile Racovitza y el geólogo polaco Henryk Arctowski. Lo acompañaban otros científicos y marinos, por entonces prácticamente desconocidos, como Roald Amundsen, quien ocupaba el cargo de segundo oficial. y llegaría a ser en un viaje posterior a la Antártida, en 1912, el primer hombre en pisar el Polo Sur geográfico.

Desde el principio la expedición estuvo signada por contratiempos, no ajeno a los cuales fue la falta de médico de a bordo puesto que el elegido abandonó la expedición en el puerto de salida. En Río de Janeiro debieron recalar para recibir al Dr. Frederick Cook, estadounidense de origen alemán, quien pasaría a ocupar las funciones de médico de a bordo. Y también como fotógrafo aficionado. Desde la ciudad brasileña la siguiente escala prevista era el puerto de  Montevideo, previo a dirigirse hacia el Atlántico Sur.

Pero una circunstancia fortuita obligó a la pequeña embarcación a detenerse unos días frente a la ensenada de Castillos.

 

 

3. Las dunas (que ya no son) del Cap Polonio

 

 

Croquis del Cabo Polonio realizado por el metereólogo polaco Henryk Arctowski.

Croquis del Cabo Polonio realizado por el metereólogo polaco Henryk Arctowski.

El 9 de noviembre de 1897 la fragata “Bélgica” ancló en las inmediaciones del cabo Polonio, al abrigo y protección de las islas de Torres. Un pampero furioso y desordenado que bramaba desde el sur, obligó a la pequeña embarcación, que solo disponía de un motor auxiliar, a echar anclas frente a la playa de “la Calavera”. No era un lugar ideal ni mucho menos pero las islas Rasa y Encantada ofrecían cierto reparo a la furia del oleaje. Las cercanas luces del faro del Polonio, inaugurado en 1881, infundían ráfagas de serenidad en medio del paisaje desierto.

Esta obligada escala fue aprovechada por los científicos de a bordo para bajar a tierra a estudiar el terreno. Desde el barco la costa se presentaba escarpada, en la que llamaba poderosamente la atención la altura de las dunas que dibujaban una línea zigzagueante entre el Cap Polonio (como lo llamaban ellos) y el cerro de la Buena Vista.

La tarde del 9 fue imposible descender a tierra firme, pero al día siguiente, habiendo mermado el temporal, una pequeña comitiva de cinco científicos se trasladó hasta la costa.

Una vez en tierra se encontraron con una playa totalmente desierta, en la que los únicos vestigios de presencia humana lo fuera alguna chalana que partía del cabo con pescadores o el personal de la zafra de lobos. Luego de una visita al faro, desde donde hicieron señas a los compañeros que habían quedado en el barco, Henryk Arctowski se dedicó a recorrer los médanos para estudiar el fenómeno de las dunas. Precisamente en Polonia, su tierra natal y en Bélgica, la de adopción, había realizado estudios y mediciones de los médanos costeros. Le resultaba un paisaje en cierto modo conocido y a la vez uno de sus temas predilectos, sobre el que ya había realizado observaciones y escrito algún trabajo en revistas de sociedades geográficas europeas.

Lo que más les llamó la atención fueron las formas y disposición de los médanos respecto a la línea de la costa. Lejos de ser paralelos, se disponían en forma oblicua. En los días siguientes, Arctowski y sus compañeros las exploraron de un lado y de otro, recorriéndolas en dirección al arroyo de las Valizas y luego en dirección a la costa del Sur o de la Ensenada.

Al regreso a bordo Arctowski trazó sendos dibujos y de la disposición de las dunas sobre la playa. Señaló que la base de la costa era rocosa – la roca aparece en el cabo mismo y en sus inmediaciones –, pero el resto quedaba cubierto totalmente por las arenas. Las dunas iban a morir sobre la misma playa, bien cerca de la línea de la marea. Por eso mismo anotó que, vista desde el barco, la costa ofrecía una apariencia tan engañosa que lo llevó a cuestionarse si no sería resultado de la erosión.

Sin embargo, y gracias a una observación más detenida, concluyó que las crestas se alineaban, a diferencia de lo que había visto en el norte de Europa, en direcciones paralelas y de alguna manera crecientes hacia el interior. Las estribaciones laterales no podían ser vistas debido a la proyección de una duna sobre la siguiente, por lo que tampoco las distancias podían ser bien apreciadas. Vista desde el barco la orientación de las arenas corría del S 40º E en dirección SE al NO. La copia del croquis, que acompañamos, da una idea del perfil de las dunas, las que según el científico se caracterizaban por la constancia, la regularidad y la simplicidad de sus formas.

La altura máxima de ellas rondaba entre 55 y 57 metros, y la media de 20 a 25, mientras que las más pequeñas tenían menos de 10 metros de altura. En cuanto a sus formas, señaló que eran ligeramente curvilíneas, con la concavidad vuelta hacia el NE, y que desde el SO la parte cóncava de cada una formaba una punta ligeramente cónica.

En tierra pudo observar que aumentaban su imponencia, tanto en altura como en espesor, en su recorrido del Sur hacia el Norte, Arctowski y sus compañeros atravesaron cinco estribaciones a lo largo de una distancia aproximada de 5 kilómetros, encontrando que las distancias medias eran de entre 500 y 600 metros.

Otro detalle que destacó fue la ausencia de vegetación puesto que no existían trazos más allá de la fosa que se encuentra después de la duna más alta.

En conclusión, mostraron su sorpresa por la analogía que presentaban las dunas del Polonio, en una suerte de metáfora, con un campo nevado en las altas regiones de los Alpes. Desde el punto de vista de las formas, concluía que no se podría encontrar un ejemplo de médanos más regulares y simples. Respecto de su disposición sobre la línea de la costa, sus observaciones no hacían más que demostrar que los vientos predominantes llegan siempre del Sur.

El resultado de estas anotaciones fue presentado por Arctowski ante la Sociedad Belga de Geología y publicado en el Boletín de la Sociedad de Geología, Paleontología e Hidrología, durante 1901.

En resumidas cuentas y siguiendo el informe: “Las dunas del Cap Polonio son un monumento natural de un interés meteorológico evidente pues demuestran ser la resultante de la acción de los pamperos”. Y como todo patrimonio natural es necesario e imperioso su protección.

 

 

4. La expedición al Sur

 

 

El “Bélgica” atrapado entre los hielos, según el lente de Frederick Cook,  médico y fotógrafo de la expedición

El “Bélgica” atrapado entre los hielos, según el lente de Frederick Cook,
médico y fotógrafo de la expedición

Retomando la narración del viaje de esta curiosa expedición, tras la breve escala frente a la costa rochense y otra en Montevideo para reaprovisionarse, continuaron la ruta hacia el Sur. El 1º de diciembre de 1897 arribaban al puerto de Punta Arenas, en el extremo austral de Chile. Luego de cargar combustible, el personal científico realizó estudios de la fauna, flora y geología de la parte sur de la Tierra del Fuego, y desde allí se dirigieron hacia la costa occidental de la península Antártica, alcanzando, en enero de 1898, la costa de la Tierra de Graham, lugar al que no se llegaba desde hacía sesenta años.

Durante la travesía, se vieron inmersos en una tempestad que obligó al “Bélgica” a navegar muy despacio por el peligroso estrecho entre la costa de la Tierra de Graham y un significativo archipiélago al Oeste, que De Gerlache llamó “Estrecho de Bélgica”, pero que más tarde fue renombrado en su honor como “Estrecho de De Gerlache”. Continuaron viaje por el estrecho de Bransfield y luego por la bahía Hughes. Surcando esas aguas, prosiguiendo la serie de infortunios, el 22 de enero uno de los marinos cayó al agua y se ahogó pese a los intentos por rescatarlo.

El equipo científico se dedicó a cartografiar las nuevas tierras y realizaron importantes estudios de biología, geología y física; el geógrafo Lacompte procedió a determinar las coordenadas de los puntos salientes; el físico Danco determinó los parámetros magnéticos allí donde pudo desembarcar los instrumentos; el zoólogo Racovitza descubrió y recogió ejemplares de una especie de díptero, varios especímenes de minúsculos ácaros, así como musgos, líquenes y gramíneas, además de realizar observaciones de pingüinos, petreles y otras aves; el geólogo Arctowski coleccionó ejemplares de rocas de gran utilidad para determinar la constitución geológica de aquellas tierras; y el doctor Cook obtuvo fotografías de gran valor documental.

Cruzaron el círculo polar antártico el 15 de febrero de 1898 y se dirigieron a la Tierra de Alejandro I (Isla Alejandro I), llegando a la latitud 71°31′S 85°16′O, en medio del mar de Bellingshausen. El día 16 fue divisada la costa pero una barrera de hielo impenetrable les impidió aproximarse a ella, por lo que siguieron hacia el Oeste para explorar la orilla del banco de hielo. El 28 de febrero se encontraban en los 70º 20’ Sur y 85º Oeste. A pesar de lo avanzado de la estación y los riesgos que ello aparejaba, decidieron continuar hacia el Sur con la intención de explorar aquella zona hasta entonces desconocida.

El “Bélgica” llegó al punto más al sur al que se había llegado hasta el momento y la exaltación por el logro y los descubrimientos realizados hicieron que Adrien de Gerlache desperdiciara la oportunidad de buscar un lugar donde pasar el invierno. Prácticamente sin dificultades habían alcanzado los 71º 31’ Sur y 85º 16’ Oeste, pero desde aquí fue imposible continuar más al Sur, teniendo el “Bélgica” que virar hacia el Norte. Una semana después solo había conseguido navegar unas 8 millas con gran esfuerzo. Al no encontrar una salida en el Mar de Weddell, se dieron cuenta que iban a quedar atrapados en el hielo, cerca de la isla de Pedro I. A pesar de los esfuerzos de la tripulación para liberar el barco, el 2 de marzo éste quedó inmovilizado en el hielo, los esperaba un largo y duro invierno para el que debían prepararse si querían sobrevivir.

El 21 de marzo empezó la noche polar de 186 días y ese mismo día el médico de la expedición, Frederick Cook, escribió: “Estamos presos en un interminable mar de hielo… Nos hemos contado todos los relatos, reales e imaginarios, que conocemos. El tiempo cae sobre nosotros mientras la oscuridad avanza lentamente”. Varias semanas después, el 17 de mayo, les alcanzó la oscuridad total, que duró hasta el 23 de julio.

La nave derivaba sobre una placa de hielo que cambiaba constantemente de aspecto. En general se presentaba compacta, mostrando en ocasiones grandes lagunas o canales que no tardaban en cerrarse. Las bajas temperaturas mantenían a los hombres fríos y húmedos, quienes se apiñaban entre sí para mantener el calor. Los días pasaban lentamente, y poco a poco la moral de estos hombres comenzó a debilitarse. Algunos incluso padecieron “ataques de locura”; se dice que uno de los marineros, por ejemplo, abandonó el barco “anunciando que iba a volver a Bélgica”. Sin embargo, y gracias a los esfuerzos y conocimientos de Cook, el médico de la expedición, lograron superar el invierno; se dice que Cook organizaba actividades para entretener al personal y obligó a todos a ingerir carne fresca de pingüinos y focas para prevenir el escorbuto, enfermedad que ya había empezado a hacer presa entre los tripulantes.

Siguieron varios meses de dificultades, con el barco atrapado en la banquisa, pero a principios de noviembre el hielo comenzó a partirse, aunque en esta oportunidad los intentos por liberar al buque y su tripulación fallaron. Tras la primera claridad del 21 de julio de 1898, la tripulación reanudó los trabajos de investigación realizando sondas y observaciones astronómicas, mientras partidas de trineos inspeccionaban los alrededores de la placa helada. En octubre las grietas, canales y claros comenzaron a hacerse más numerosos, aunque seguía habiendo días en que el hielo permanecía compacto. En enero de 1899, el “Bélgica” todavía permanecía atrapado en el hielo y la posibilidad de pasar allí otro invierno se estaba convirtiendo en realidad. A sólo 600 o 700 metros se encontraba una inmensa mole de hielo de más de tres kilómetros de diámetro, y en torno a ella se divisaban numerosas venas de agua o canales. Decidieron entonces intentar cortar un canal en el hielo para permitir que la embarcación pudiera escapar. La debilitada tripulación utilizó dinamita, sierras y diversas herramientas para abrir el canal. Finalmente, el 13 de febrero de 1899 se pudieron dar algunas vueltas de hélice, y el 14 a las 2 de la mañana el “Bélgica”, por primera vez desde el 2 de marzo de 1898, era capaz de moverse por sí mismo, abandonando por fin el lugar de la invernada.

Tardaron casi un mes en cubrir 7 millas, y el 14 de marzo el “Bélgica” – que demostró ser un barco mucho más resistente de lo que se esperaba – salió del hielo. La expedición, con los diecisiete supervivientes, emprendió la vuelta a Amberes, a donde llegó el 5 de noviembre de 1899. Allí fueron recibidos como auténticos héroes, siendo condecorados por el rey Leopoldo II en persona.

Las condiciones habían sido muy difíciles, pero igual así se las habían ingeniado  para realizar una importante investigación en distintos ámbitos, datos científicos que fueron recogidos en una magna obra de 60 volúmenes, la que se convertiría en un clásico de consulta para los científicos y exploradores venideros.

En 1900, Frederick Cook publicó un libro sobre su experiencia en ese viaje – “Through The First Antarctic Night 1898-1899: A narrative of the voyage of the ´Belgica´ among newly discovered lands and over an unknown sea about the South Pole”, Nueva York, Doubleday & McClure Co. – y en 1901 lo hizo Adrien de Gerlache – “Quinze mois dans l’Antarctique” –, quien obtuvo en 1902 el premio de la Academia de las Ciencias francesa.

De Gerlache realizó algunas expediciones más por el Ártico y en 1903 se embarcó de nuevo con una expedición encabezada por Charcot, pero la abandonó en Buenos Aires.

Su hijo, Gastón de Gerlache, continuó las ambiciones exploratorias de su padre e integró la segunda expedición belga a la Antártida, entre 1957-1958 y 1960.

 

 

 

 

Bibliografía

 

Arctowski, Henryk: “Les dunes du Cap Polonio (sur la cote de Uruguay)”, trabajo publicado en el Bulletin de la Societé  Belge de Géologie, de Paléontologie et d´Hydrologie. Tomo XV. Bruselas, 1901. (Copia de este trabajo nos fue proporcionada por el Profesor Daniel De Álava Granese, de la Facultad de Ciencias (UdelaR),  a quién agradecemos su valioso aporte para la realización de este trabajo.

Varese, Juan Antonio: “Rocha, tierra de aventuras” Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2002

Varese, Juan Antonio: “La legendaria expedición de Shakleton a la Antártida”, conferencia brindada en la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial.

Adrien de Gerlache de Gomery”, artículo consultado en: es.wikipedia.org

Adrien de Gerlache”, artículo consultado en: http://www.ejercito.mde.es

 

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