Víctor Velázquez

 SUMARIO: 1. La identidad de los pagos – 2. Un “arroyo” que es río – 3. El pueblo de San Luis – 4. Un Trayano que fue Trajano – 5. – El hombre del maletín – 6. Testimonios – 7. Su “otro” mundo – 8. Balsas (también) sin olvido –  9. Doce por dos – 10. Por una vocal – 11. Sobre las balsas – 12. Anécdotas, recuerdos – 13. El Puente de “Las Canales” – 14. Palabras póstumas – 15. La canción – 16. El puente

1. La identidad de los pagos

 

Uno ayudó a parir gurises; el otro, vio llegar partos de progreso desde puentes y balsas. Puede admitirse que los dos parterearon vida, si por tal se entiende las venas comunicantes entre los hombres. Paisanos y contemporáneos, Trayano, el albañil devenido en partero que fue Trajano, y “Pindingo”, el balsero-puentero, fueron dos referentes del Norte rochense, de largas mentas y sencillez de ascetas. En San Luis al Medio y más allá.

Eso que se ha dado en llamar “el Uruguay profundo” conoce de historias parecidas, repicando de pago en pago. En el caso puntual de Rocha, la memoria colectiva de este solar esteño “donde nace el Sol de la Patria” se ha enriquecido – por ejemplo – con la patriada del chasque artiguista Francisco de los Santos; con Rivas, el último cuarteador; con la universalidad aldeana de “Lucho”; con la vigilia solitaria y sufrida de los fareros; con los sueños civilizadores del náufrago Amonte; con el empuje inclaudicable de Samuel en la frontera; con la simbiosis del negro “Macó” y el Cebollatí; con el heroísmo de Agosto Álvarez en Aguas Dulces; con la leyenda de la India Muerta; con el mágico violín de “Becho” Eizmendi; con los versos del “Gallineta” Silva y varios etcéteras. Historias de vida que fecundaron el folklore regional y – por qué no – abrieron ancho cauce a un proceso de identidad que subyace en lo diverso de nuestra impronta comunitaria.

De esa estirpe fueron estos dos personajes, cuyo ciclo vital atravesó buena parte del siglo XX. Ni tan cerca como para que los jóvenes tengan noticia, ni tan lejos como para que los viejos padezcan de olvido. Bucear en su vida y en su acción – en su cotidianeidad, por mejor decirlo – es asunto que trata este artículo, en la seguridad de quedar – cuando mucho – a mitad de camino del apasionante “in tótum” de uno y de otro. Y de los dos.

 

“Pindingo” del Puerto

“Pindingo” del Puerto

 

2. Un “arroyo” que es río

 

 

Todavía no habían llegado Andreoni, Martínez Bula ni los que vinieron después. La Naturaleza se manifestaba en estado puro, síntesis vital de un proceso de millones de años. A lo sumo, los túmulos o “cerritos” levantados por los pueblos originarios de la región aparecían como manifestación tangible de la presencia más o menos inmediata del hombre sobre ella, con ella.

Situémonos en 1891, y sigamos a José Arechavaleta: “El terreno en esta parte es completamente llano, cubierto de esterales, en medio de los cuales se encuentran las palmas diseminadas en toda esa parte del San Luis. En esta época, en plena floración, el terreno estaba completamente seco y la circulación era fácil, pero según lo que allí supimos, no sucede así siempre; con las primeras lluvias del invierno, toda la planicie se anega y los bañados desbordan, siendo muy difícil entonces la circulación por estos parajes. En las grandes lluvias el San Luis sale a veces de madre, convirtiendo aquella inmensa campiña en una laguna, sin más solución de continuidad que alguna que otra colina de poca elevación y los cerritos construidos por los indígenas que antes habitaban estos lugares. En semejantes circunstancias los animales se refugian en estos cerrillos, sobre los cuales pasan la mayor parte del invierno. Hubo años en que los vecinos mismos hallaron un refugio en estos antiguos cementerios, transformándolos en verdaderas viviendas”.

Cuarto mayor afluente de la laguna Merín, el río San Luis recibe las aguas de varios arroyos, formando una cuenca de casi 2.400 kilómetros. Nace en la cuchilla de La Carbonera y recorre 110 kilómetros.

También a fines del siglo XIX, en sus “Apuntes”, Benjamín Sierra y Sierra consignó: “La principal arteria de esta región (grandes bañados, pantanos o esteros) es el poco conocido San Luis, considerado sin fundamentos por muchos autores de geografía como arroyo, siendo en rigor un río o gran riacho, profundo y ancho canal que conduce las aguas de una gran zona al lago Merín. Por el caudal de sus aguas, por su considerable álveo, cuyas barrancas alcanzan hasta 20 metros, el San Luis debe ser estimado como uno de los más navegables de nuestros ríos de segundo orden. (N. del A.: De hecho, en la primera mitad del siglo XX, durante varias décadas un vaporcito dedicado al transporte de mercaderías hizo navegación de cabotaje desde La Charqueada hasta Santa Vitoria do Palmar, utilizando cursos de agua propios y compartidos con Brasil, entre ellos el río San Luis, llegando hasta un pequeño muelle o atracadero existente en las proximidades del pueblo San Luis al Medio). El San Luis es un río profundo: alcanza hasta 8 metros de calado. Su corriente es nula como ocurre también con la de casi todos los arroyos de aquella vertiente, debido a la semejanza de nivel que tienen con el receptáculo donde desembocan, o sea el lago (Merín). Tan lenta y tranquila es su corriente, aún en la desembocadura, que las aguas son fácilmente repelidas hasta muy lejos por los vientos, haciendo así casi todo el San Luis el papel de una ría. La galana vegetación de este río se halla muy combatida por la abundante población de aquellos lugares, y aunque existen aún en los desvastados sotos de sus riberas gruesos coronillas y elevadas ripias, son solamente vestigios de los bosques primitivos. El río San Luis tiene los siguientes afluentes: Punta Negra o Isla Negra o arroyo del Palmar, como también se le ha llamado, es corto y encajonado, y surte de las mismas aguas que el San Luis; el Sarandí o Sauce, barroso y de muy corta extensión; el arroyo del Potrero, que tiene la particularidad de correr hacia dos rumbos distintos y casi opuestos, pues nace en un bañado próximo y se dirige a San Luis por direcciones diferentes; quizá con más propiedad podría decirse que son dos arroyos con un origen común, Los Arroyitos, que desembocan en el Potrero; y además el Ceibo, India Muerta y Sarandí de los Amarales. La laguna Blanca o Guacha es un importante seno del San Luis; mezclan sus aguas por medio de un canal ancho y hondo, pero corto. El río San Luis admite pequeños vapores de guerra como el ´Río Apa´, que subió sin inconvenientes hasta unos 20 kilómetros de la confluencia en el lago (Merín)”.

En cuanto a la profundidad del San Luis – siempre se ha tenido por cierto en la zona que es el río más profundo del Uruguay -, fueron consultadas varias fuentes -además de Sierra y Sierra -, de lo que resulta: “de 2,3 a 3,7 metros y en los tramos finales 4,6 a 7,4 metros” (Descripción Geográfica de Reyes); “en algunos pasajes alcanza unos 8,5 metros; en su desembocadura, en bajante, alcanza 1,8” (Apuntes de Geografía Militar, Puig, 1945); “hasta 8,5 ms.” (Diccionario Geográfico del Uruguay, Orestes Araújo, ediciones de 1900 y 1912); “navegable en su mitad final, con dificultad de acceso en su barra” (La República del Uruguay, Giuffra, 1935). De forma práctica, se dice que un curso de agua es navegable cuando tiene al menos un metro de profundidad.

 

 

3. El pueblo de San Luis

 

 

Que su club social (Centro Unión y Trabajo) date del 1 de enero de 1906, da una idea de la antigüedad del asentamiento poblacional de tuvo como vecinos a Trayano y “Pindingo”, aún cuando oficialmente alcanzó la categoría de pueblo con fecha 5 de noviembre de 1952, el mismo día en que Castillos y Lascano pasaron de villa a ciudad. Con el nombre de San Luis (por el río) al Medio (por su curso). El río va en declive, desde sus nacientes hacia su desembocadura. De ahí que tengamos: San Luis Arriba, San Luis al Medio y San Luis Abajo, a medida que nos acercamos a la laguna Merín.

De desarrollo lento, como tantos pueblos de nuestro interior, supo de las mentas de fuertes comerciantes esparcidos por sus alrededores desde fines del siglo XIX hasta bien entrado el XX: José Antonio Otamendi, Garra y Arrosbide, Olivera Bender, José María García (en realidad Mohamed El Hom, un sirio-libanés de una vida interesantísima que algún día -más temprano que tarde-, deberá escribirse), Caticha, y otros. En el tiempo de apogeo de los personajes aquí recordados, existió un periódico -“San Luis” fundado y dirigido por el médico Miguel Dicancro -, como es de suponer de corta vida.

En este siglo XXI, San Luis al Medio “es un pequeño centro de servicios en un área agrícola cerealera, cuya base es la producción de arroz” (Uruguay pueblo a pueblo, El Observador). A propósito del ya citado José Antonio Otamendi, guipuzcoano de Zarauz (hoy Zarautz, según la nueva nomenclatura vasca), y el arroz, César Pintos Diago, biógrafo del ingeniero agrónomo José A. Otamendi, hijo del mencionado, en su libro “Otamendi, el hombre del pueblo”, cuenta una anécdota de cómo el cultivo del cereal en la zona pudo iniciarse bastante antes de lo que finalmente ocurrió. Refiere Pintos Diago que don José Antonio poseía una importante extensión de campo en Paso de Barrancas del San Luis, por lo cual, una vez su hijo obtuvo su título en La Plata (Argentina) con las más altas calificaciones – en 1907 -, decidió mandarlo Brasil adentro para que se interiorizara personalmente sobre los plantíos de arroz que allí existían, ya que le habían comentado que sus tierras podían ser apropiadas para desarrollar el cultivo. Para ello le dio dinero y un caballo. Cuando calculó, por la distancia a recorrer y el tiempo transcurrido, que el viajero estaría al regresar, no sin sorpresa se enteró que éste había cambiado el rumbo y acababa de pronunciar su primer discurso político en Santa Clara del Olimar Grande, en un acto de homenaje a Antonio Floricio “Chiquito” Saravia, el mítico guerrillero hermano de Aparicio, caído en Arbolito. El fervor partidario del “Ñato” Otamendi, caudillo civil en ciernes, había podido más.

 

 

4. Un Trayano que fue Trajano

 

 

Trajano Rodríguez

Trajano Rodríguez

Nació perdiendo, porque al inscribirlo le “robaron” 20 días, algo común en aquel tiempo. La joven Luisa Bernardina Rodríguez, de 23 años y profesión lavandera, declaró ante el Juez de Paz y Oficial del Registro del Estado Civil de Chuy, Antonio Fossati, el 1 de diciembre de 1905, que un hijo natural suyo, a quien pondría por nombre Trayano, había venido al mundo el 20 de noviembre anterior, a las 9 de la noche, en el domicilio de don José María Santurio, vecino de San Luis. Fueron testigos Gregorio Vidal y Gabino Cabrera y González, además de Elías Solano Lizardo, quien firmó a ruego de la declarante, por ésta no saber hacerlo.

En realidad el párvulo había nacido el 31 de octubre, por lo cual a esa fecha -1 de diciembre- estaba vencido con exceso el plazo legal para su anotación en el Juzgado de Paz fronterizo; no es difícil imaginar entonces el por qué del corrimiento. Apegado al dato real, una vez hecho hombre, el recién nacido, quien por usos y costumbres acomodaría su abrasilerado Trayano (producto sin duda de la pronunciación materna al inscribirlo, que fuera tomado literalmente por el funcionario y no de un voluntario cambio de consonante) al Trajano reivindicativo del lejano emperador romano, tuvo siempre la fecha del 31 de octubre como la de su cumpleaños.

Por línea materna, el niño era nieto del jornalero brasileño Cecilio Rodríguez y de Avelina Molina, mientras que en el casillero de los abuelos paternos, el documento inscripcional consigna “abuelos desconocidos”, al ser igualmente “desconocido” el padre.

 

 

5. El hombre del maletín

 

 

Trajano Quintín (es un misterio el por qué de este segundo nombre, que no figura en su partida de nacimiento ni tampoco en la de defunción, pero que tuvo por suyo y siempre usó) Rodríguez fue un auténtico “siete oficios”, de los que tanto abundaron en nuestra campaña: albañil, cachimbero, alambrador. A cierta altura de su vida llegó a poseer “unas cuadritas” de campo, en la zona de Paso de Barrancas del San Luis, y en la única época de bonanza económica que conoció se instaló con hotel y restaurante en el centro del pueblo San Luis al Medio, en una construcción de ladrillos sobre la calle principal, casi frente a la plaza pública, donde luego habría de vivir por muchos años.

Lo de los partos le surgió como una natural necesidad, al tener que “darse idea” para ayudar a su mujer, Exilda Teófila Amorín, para que naciera Trajano Dante, el mayor de la descendencia común. No hicieron “chancletas”, y el cuarteto de varones se completó con la sucesiva llegada de Felicio Nelso, Nevio Eliseo y Excelso Máximo.

Aquello le quedó como un sino, y durante su vida atendió (por sus cuentas) más de dos mil partos. Solía proclamar, con una singular mezcla de humildad y orgullo, que “nunca se me murió un gurí ni una madre”.

Su hablar enrevesado y pintoresco acercaba a la rueda coloquial cientos de anécdotas, y confirmaba que había trabajado en armonía con los doctores Víctor Galcerán Fonseca, Juan José Canclini, Roberto Mojoli Rolón y otros, “con quienes siempre me llevé bien”, remarcaba. Era sumamente respetuoso de los médicos y algunos de ellos, sobre todo los primeros en radicarse a San Luis al Medio – en la misma sintonía -, le fueron transmitiendo elementales conocimientos que luego profundizó con su experiencia de vida y leyendo antiguos Tratados de Medicina que fuera consiguiendo de distinta manera, y que en sus últimos años – aunque estaban ya desactualizados – mostraba como una suerte de patrimonio personal.

Con quien nunca hizo “buenas migas” – según confesaba sin ambages – fue con el doctor Miguel Dicancro, médico rural en el pueblo en los últimos años de la década de los años 50 del siglo pasado y protagonista de una recordada polémica pública, a través de la prensa, con sus colegas entonces radicados en Lascano, por situaciones dadas durante las inundaciones de abril y mayo de 1959. Con el resto – sea dicho de nuevo – coexistió y se complementó de manera armónica, reconociéndole ellos su conocimiento empírico, su innata capacidad de adaptación a las circunstancias y el innegable ascendiente que supo tener sobre aquellas gentes sencillas y buenas.

Su bien ganada fama se extendió a varias leguas a la redonda en torno a San Luis al Medio, alcanzando los parajes de “Rincón Bravo”, “Paso de Barrancas” del San Luis, “Puntas del San Luis”, “Campo Alto”, “La Coronilla de Cebollatí”, “El Ceibo”, “Costas de Pelotas”, “Los Arroyitos”, “Chico Loco”, “San Luis Abajo”, “Isla Negra”, “Sierras de San Miguel” y otros. Por lo menos tres generaciones de niños vinieron al mundo entre sus manos; los que sobreviven, aún lo recuerdan con veneración.

Adonde fuera, así lo llamaran para alambrar o hacer una cachimba, allá iba Trajano Rodríguez con su inseparable maletín, “porque en cualquier momento podían precisarme para un parto”. Aquel legendario maletín viajero contenía su instrumental y los medicamentos imprescindibles, llegado el caso: guantes, gasas, algodón, inyecciones de fuerza y anticoagulantes.

Otra faceta de su personalidad fue el desinterés material. Nunca cobraba, e iba donde fuera – por más lejos que quedara -, sin importarle si había escarcha o el sol “picaba”, totalmente al margen de la bravura de las correntadas tan comunes en la zona. Había una mujer a punto de parir, allí había que estar y allí estaba.

 

 

6. Testimonios

 

 

El Dr. Roberto Mojoli Rolón dijo al autor de estos apuntes que “la primera cosa que impactaba y conmovía al encontrarse uno con Trajano asistiendo un parto, era ver a ese negro menudo y buenazo haciendo una tarea que la sociedad y sus prejuicios reservan a las mujeres. Superada esa sorpresa y emoción, uno entraba a valorar -en su real dimensión- la importancia de su accionar en aquellas vastas soledades” del noreste rochense.

A su turno, el doctor Juan José Canclini Perrone – quien lo definió como “una persona muy capaz, cordial y buen amigo”- anotó por su parte que “en una época en que San Luis estaba prácticamente aislado, Trajano tuvo una significación muy importante desde el punto de vista de la obstetricia”. Yendo más lejos, remarcó que “además de ser un entendido, era un paisano de pura cepa y muy accesible”.

Canclini recordaba: “Conociendo la mentalidad y la manera de ser de la gente de la zona y su apego a Trajano, un día lo mandé llamar y le dije que siempre y cuando yo controlara la embarazada, no le iba a negar que hiciera partos, pero le exigía elementales normas de higiene, como ser lavado de manos, uso de guantes y demás; era la mejor manera de que yo pudiera estar al tanto de lo que pasaba con la paciente, en cada caso. El tema era que si uno le prohibía, igual iba a continuar haciéndolos, porque la gente estaba acostumbrada a él y lo llamaba”. Ese día – según Canclini – nació una amistad “de esas para toda la vida, porque yo lo atendí en Chuy hasta su fallecimiento”.

Canclini rememoró que trabajó junto a Trajano, como médico rural de la Policlínica de pueblo San Luis al Medio, de 1960 a 1976. En su memoria guardaba la siguiente anécdota: “El primer parto que yo atendí en la zona fue en el paraje ´Los Arroyitos´. La cosa no había ido muy bien y tuve que cruzar el arroyo a nado de caballo. Fue una situación muy fea, con un problema de hemorragia post parto, una retención de placenta. Trajano había pasado por la Policlínica diciéndome que iba a hacer un parto, pero no me dijo a quien. Resulta que era una señora a la cual – al tener el primer hijo – yo le había dicho que no podía tenerlos más en campaña, que debía ir a Lascano. Esperanzada en Trajano, puesta toda su confianza en él, no se movió, lo que da una idea de la ascendencia que él tenía sobre la gente. Al llegar yo la mujer casi no tenía sangre; solucioné el problema como pude y tuvimos suerte porque se salvó, al igual que la niña que acababa de nacer. Fue una lucha de 33 horas al lado de la enferma”.

 

 

7. Su “otro” mundo

 

 

Negro de piel, blanco de ideas políticas, fue siempre votante herrerista y las habitaciones de su casa en San Luis al Medio estaban prolijamente empapeladas – en una inusual decoración – con recortes del diario “El Debate” y retratos del viejo caudillo. Tampoco faltaba don José Artigas, aunque siempre lamentó no poseer un retrato del fiel Ansina, emblema de su raza. Se fue de la vida sin tenerlo; es que no es fácil conseguir retratos del compañero del héroe en su exilio paraguayo.

Una comisión de vecinos de San Luis al Medio y zonas rurales aledañas – en definitiva sus amigos – organizó para él un gran homenaje popular, el 25 de octubre de 1980, seis días antes de que cumpliera 75 años. Más de 500 personas colmaron el salón social del Centro Unión y Trabajo del pueblo, en una imponente demostración de cariño hacia quien consideraban – en buena medida y con justa razón – su benefactor. Esa noche le entregaron una medalla de oro con inscripción alusiva al acontecimiento y un álbum firmado por todos los presentes.

Varios años después vendió su casa a Orestes Pérez y se fue a vivir a Chuy, con su hijo Nevio y su familia. Allí falleció a las 10 y media de la mañana del 20 de marzo de 1991, a los 85 años, de “insuficiencia respiratoria” según consta en el certificado de defunción expedido por el Dr. Gustavo Rosso.

Trayano o Trajano Rodríguez, paisano negro de largas mentas. De profesión partero, aunque ningún documento oficial lo consigne, simplemente por el “diploma” de su experiencia de vida. Su recuerdo enriquece la historia regional.

 

 

8. Balsas (también) sin olvido

 

 

Según Julio Dornel (Edición del Interior, La Mañana, 29 de noviembre de 1973), “han pasado muchos años desde el momento en que las primeras balsas se convirtieron en un ‘símbolo de progreso’, al facilitar las comunicaciones entre los pocos pobladores (…) En el recuerdo (…) van desfilando, con un dejo de nostalgia, los nombres de los primitivos puentes o balsas de la zona: Puerto de Bender, Barra de San Luis, San Luis al Medio, Paso Barrancas, Isla Negra, Puerto Fermín Olivera, Paso del Ombú y muchos otros que se extendieron sobre el caudaloso San Luis y sus afluentes”.  Concretamente en San Luis al Medio, antes de “Pindingo” del Puerto fueron balseros Piedad Rocha y Juan José Cardoso.

 

 

9. Doce por dos

 

 

Don Antonio Fossati, el mismo Juez de Paz y Oficial del Registro de Estado Civil de la Quinta Sección (Chuy) que anotó a Trayano Rodríguez, registró la inscripción de Duvinoso Juan, hijo de Rogelio Mario del Puerto Machado y Paulina Cecilia Pérez Moreno, nacido en San Luis el 20 de octubre de 1908, a las 12 del mediodía. Por línea paterna, el recién nacido era nieto de Carlos del Puerto y Ceferina Machado, y por línea materna, de León Robustiano Pérez y Oresta Moreno. En este caso la anotación se hizo 18 días después del nacimiento, el 7 de noviembre, con los testigos Benjamín Estol y Antonio Méndez.

Don Rogelio Mario y doña Paulina Cecilia tuvieron numerosa prole, 12 hijos: Odórico, Duvinoso Juan, Rosendo, Amalia Veneranda, Paulina, Innumerable, Leonel, Oriental, Rogelio, Velia, Flores y Aquilino. En su posterior matrimonio con Obdulia Gómez -“Gita”-, “Pindingo” repetiría la cifra, teniendo también 12 hijos: Dante, Ulises, Dael, América, Yolanda, Amílcar, Oribe, Cesáreo, Numan, Mireya, Alipio y Marina.

 

 

10. Por una vocal

 

 

En Rincón Bravo, donde residía la familia Del Puerto-Pérez, vivía también una jovencita a quien llamaban “Pindinga”. La relación de vecindad, y un aparente mutuo interés entre ambos, hizo que comenzara a relacionarse a Duvinoso Juan con ella. Si no hubo amor, por lo menos sí una transferencia de apodo, y por “Pindinga” vino “Pindingo”. Y así fue conocido por el resto de su vida, a tal punto que, andando el tiempo y fuera de su círculo familiar, pocos supieron cual fue su verdadero nombre.

Desde su primera juventud, “Pindingo” trabajó en el campo, en chacras. Mucho después llegó a tener un criadero de nutrias, en sociedad con su hermano Aquilino, en Paso del Sauce, actual local de ferias de la firma Néstor Birriel Cal.

Hombre de estatura regular, de complexión delgada, pelo blanco corto, se lo recuerda siempre alegre, simpático, amable, servicial. Otro testimonio lo define como “muy conversador” y “un hombre criollo”.

Sabía leer y escribir, aunque siempre decía que “le hubiera gustado estudiar más”. Alguien de su familia comentaba que si esto hubiera sucedido “no se sabe donde podría haber llegado”, porque “era muy inteligente”.

 

 

 11. Sobre las balsas

 

Pindingo

 

La primera balsa de “Pindingo” – toda de madera – era tirada por un caballo tordillo. Después hizo otra – también de madera, de unos 12 metros de largo por 5 de ancho-, a pedal y ahí dio una muestra cabal de su comentada inteligencia.

Lograba darle movilidad a través de una especie de rueda de carro, con rayos igual que la rueda, y una masa ancha tipo de carreta. Le daba pedal con los pies y ayudaba agarrando los rayos con las manos. La maroma – a medida que giraba la rueda – se iba envolviendo en la maza y así daba vueltas. Cuando volvía, giraba a la inversa. Envolvía una cuerda y hacía girar la otra, como si fuera un torniquete. Un verdadero trabajo de ingeniería rústica.

En aquellos años, la balsa era la única posibilidad de cruce del río San Luis; estaba ubicada sobre la margen derecha del mismo, rumbo al Chuy, a una distancia de dos o tres cuadras del actual puente. Aguantaba más de 10.000 kilos, pero con lluvia no pasaban vehículos; sólo a pie o a caballo. Funcionaba de día, más si lo llamaban de noche, Pindingo (que fue balsero por más de una década, hasta 1965 cuando se habilitó e inauguró el puente que hoy lleva su nombre) igual atendía.

 

 

12.  Anécdotas, recuerdos

 

 

Siendo – como quedara dicho – la única manera de cruzar el río, se comprenderá que fueron miles las personas que utilizaron los servicios de la balsa de “Pindingo”. Entre ellos el maestro Donato Racciatti y demás integrantes de su prestigiosa orquesta típica, al promediar la década de los años 50, cuando llegaron al pueblo para el baile de inauguración del nuevo edificio del ya citado Centro Unión y Trabajo.

El permanente estado de buen humor del balsero lo resume la respuesta que dio a un grupo de damas “copetudas” que preguntaban a viva voz qué pasaba si llegaban a caer al agua; “yo las engancho del agujero de la nariz” les contestó.

“Pindingo” fue gran nadador, y así enseñó a sus hijos. “Me voy a mi quinta”, dijo cierta vez y partió hacia el lecho del río, para regresar de inmediato con las manos llenas de fruta fresca. Era lo que había quedado de la carga de un camión que había caído de la balsa. Aquellas famosas “margullidas” (barbarismo derivado de “margullón” o “maragullón”, nombre que se da al pato biguá, famoso por sus zambullidas para buscar su alimento debajo del agua) las recogió Julio Dornel en el informe periodístico ya citado: “Fue en un día de (Semana de) Turismo, hace muchos años, que apareció un camión ´Leyland´, matriculado en San José, que luego de realizar las maniobras correspondientes y cuando se encontraba sobre la balsa, comenzó a retroceder, no dándome tiempo a colocar los calzos de madera. Comprendí inmediatamente que se iba al río y que se me presentaba la oportunidad de poner en práctica mis experiencias en ‘margullidas de profundidad’. Cuando el camión se hundió en el río, me introduje en la cabina ayudando a salir a su conductor, un señor de apellido Ottonello, que en esos momentos se lamentaba por la suerte de sus hijos que se encontraban en la cabina. Comprendí que la situación era verdaderamente crítica y volví al fondo del río, sacando a dos niños y una niña en menos de un minuto”.

 

 

13.  El puente de “Las Canales”

 

 

Su correligionario, el nacionalista Isidoro Vejo Rodríguez era ministro de Obras Públicas del segundo colegiado blanco, en mayo de 1965, cuando se inauguró el puente sobre el río San Luis. Ese día le ofrecieron a “Pindingo” el empleo público de “guardapuente”, en una suerte de compensación por el trabajo de balsero que perdía.

Pocos meses después construyó otro puente – de madera y con barandas – en “Las Canales”, sobre el arroyo Isla Negra. Su vocación de pontífice podía más.  Era en el “Camino Viejo” al Chuy, como quien va para “San Luis Abajo”, rumbo a la laguna Merín, a unos cinco kilómetros del pueblo.

Ahí también cobraba peaje. Le costó no pocos dolores de cabeza obtener la respectiva autorización; las autoridades no querían dársela argumentando distintas razones cada vez que preguntaba “por el expediente”; varios políticos lo ayudaron en sus gestiones, entre ellos el entonces concejal departamental colorado Washington García Rijo.

 

 

14. Palabras póstumas

 

 

Duvinoso Juan “Pindingo” Pérez del Puerto falleció rumbo a los 98 años, a las 6 de la tarde del 25 de mayo de 2006, en San Luis al Medio, a causa de “senilidad” según el certificado de defunción firmado por el doctor Gerardo Arambillete Hontou. Al día siguiente, José Carlos Cardoso, diputado nacionalista por Rocha, escribió en el diario departamental “El Este”: “Ayer murió ‘Pindingo’. ‘Pindingo’ del Puerto. A orillas del San Luis, donde vivió. Donde vivió y amasó su existencia. Al mismo ritmo que el río. Un símbolo del Rocha rural, agreste, trabajoso, lejano”.

Y el entonces edil herrerista Silvio Cardoso y compañero de ideas del fallecido, con su inconfundible decir poético, estampó en la misma publicación: “´Pindingo´, viejo balsero, se dejó llevar por la corriente mansa del San Luis rumbo a la laguna de las aguas eternas, cargando las arrugas casi centenarias, talladas en su rostro de viejo bueno”.

 

 

15. La canción

 

 

Menos mal que no se quemó el disco”, repetía “Pindingo” del Puerto – con su innato optimismo -, parado frente a las cenizas de su casa, tras un incendio devastador. Hablaba del long play que le habían regalado, y que incluía el milongón de Ángel Iroz, cuya letra dice:

 

“Entre palmares de vieja data

adonde nace siempre el sol nuevo

está Pindingo metiendo el remo

de su leyenda entre dos luceros.

 

Rodeado al Norte por arroceras

ese camino obligado al Chuy

pasando justo en 18 de Julio

cuando se arranca desde San Luis.

Yo soy “Pindingo”, viejo balsero,

construyo puentes de troncos nuevos

dejo el paisaje pintado a cielo

como las aguas como un siñuelo.

 

Tengo mi fama, cobro peaje

en aquel puente que he construido

con troncos nuevos que están curados

en lunas viejas de mucho olvido.

 

Remo de abajo, soy el más criollo

y según dicen ahi por el pago

todo gurí que por ahi ’ta guacho

es rama joven del tronco patrio.

 

Por este puente que han levantado

estas dos manos que están abiertas

han trasnochado las esperanzas

contrabandeadas en mil carretas.

 

Adormecidas sobre las aguas

mis ilusiones se hicieron sueños

paré rodeo sobre la balsa

pa’ entropillarla en San Luis al Medio.”

 

Durante 15 años, “Los Zucará” (Julio Víctor González y Humberto Piñeiro) cantaron y popularizaron, sobre todo en la zona, la canción pero no conocían personalmente a “Pindingo”, ni él a ellos. El autor de esta sinopsis fue testigo de su encuentro. En 1982, para el Tercer Festival de Integración Regional (hoy Festival del Asado con Cuero), Adauto Puñales decidió invitar a Lascano al viejo balsero – con el pretexto de homenajearlo en la plaza pública – y a los integrantes del legendario dúo rochense, para que fueran partícipes de tal homenaje. Los tres vivieron intensamente el momento del encuentro, con el pueblo por testigo. Ellos, por finalmente conocer a aquel personaje de largas mentas que había inspirado la poesía de Iroz; él, por estar frente a frente con quienes habían musicalizado y cantaban aquella canción que lo pintaba de cuerpo entero.

 

 

16.  El puente

 puente pindingo

 

Puentero y balsero, famoso por sus ‘margullidas’ en las aguas del río más profundo del Uruguay para rescatar personas y bienes, este hombre singular atravesó casi un siglo de la vida regional, de la que fue protagonista principalísimo en más de un capítulo”. Así comienza la exposición de motivos del proyecto de ley presentado -con fecha 5 de julio de 2006- por la diputada (suplente) por el departamento de Rocha (PN, Lista 71) señora Mary Pacheco, proponiendo el nombre de “Duvinoso Juan del Puerto Pérez – Pindingo” para el puente sobre el río San Luis, kilómetro 30 de la Ruta Nacional número No. 19 “Horacio Arredondo”.

Cumplidas las instancias de discusión del tema en ambas Cámaras (comisiones y plenarios respectivos), con fecha 14 de julio de 2009 el Parlamento transformó la iniciativa en ley nacional.

Puede decirse perfectamente que fue justicia.

 

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