Néstor Sabattino Dossi

SUMARIO: 1. Introducción – 2. Un repaso de la época – 3. La Comisión de Recepción – 4. El Programa Oficial –
5. Una “casa de príncipes” – 6. El optimismo al máximo –
7. El frenesí de los rochenses – 8 ¡Terminen el teatro! –
9. Comienzan los problemas – 10. El Coronel Solari –
11. Una noche para el estreno – 12. Febrero: nuevas esperanzas, otras frustraciones – 13. Epílogo

 

 1. Introducción

 

A decir verdad, si alguna cosa nunca le gustó a Enriqueta, fue levantarse temprano. Esa mañana no era la excepción, y por lo tanto a las diez y media de la mañana, la encontraba sentada en la baranda de su casa de la calle Misiones, todavía en ropas de dormir. Allí saboreó el primer mate que le alcanzaba Maura, su acompañante de tantos años.

Procuraba disfrutar un rato de aquellos benignos y casi primaverales días de agosto. Los ralos canteros de su jardín lucían un tanto deslucidos, pero, allí estaban ellas, sus “violetas de los Alpes”, enfrentando el invierno, florecidas, en una explosión de verde y otros múltiples colores.

Enriqueta amaba sus violetas, casi diría que era una coleccionista de las mismas. En ese sentido, en la ciudad de Rocha, solo era seguida, muy lejos, en su afición, por el escribano Diego Costas, quien, en su jardín de la calle Rincón, también las cultivaba con especial esmero. Ambos se visitaban y a menudo intercambiaban plantas y consejos.

En esa mañana, tan ensimismada estaba Enriqueta con aquellas enormes flores de un rosado intenso, recién nacidas, que casi no había notado la presencia de sus teros. Con ellos mantenía diariamente, una relación casi humana. Estaba orgullosa de ellos.

Ahora se paseaban los dos a su alrededor, con sus cortos desfiles, entre recelosos y altaneros, y a una llamada de su patrona, vinieron confiados a picotear a sus pies.

“Todos hablan maravillas de  los teros de “Lola” Anza – decía siempre – pero los míos no les deben nada”.

Si  “Serapio” o “Pancracio” o “LFante”, habían  sido los cronistas del final del siglo XIX;  si faltaban todavía algunos años para que “Alba de la Sierra” sentara sus reales, desde “La Palabra”, Enriqueta fue la cronista social por antonomasia del principio del siglo XX. Mujer culta, con un especial don para el relacionamiento, fue ojos y oídos de gran parte de la actividad social de la Rocha de esa época. Infaltable en todo acontecimiento mundano, ya fuera en la ciudad como en las temporadas de playas. Poseedora de una fina ironía, de un medido sentido del humor, sabía manejar los hilos y los tiempos de una sociedad, en la que lograba penetrar, con agudeza algunas veces, con condescendencia, y hasta con piedad, en otras, según fuera necesario, para volcar así sus crónicas en “La Democracia” y otros periódicos de la ciudad, las más de las veces en forma anónima y otras con el seudónimo de “Enriqueta”.

No recuerdo  cuando, ni en que circunstancias la conocí. Tampoco cual era su verdadero nombre.  Pero, qué  importa eso.

Lo cierto es que, en una de esas tardes, en la que Enriqueta, ya con muchos años encima y en medio de una conversación, en las que solía caer en pronunciados silencios melancólicos, me miró fijo y me dijo: “Sabes una cosa, hijo: ¡Rocha es un pueblo de tremenda mala suerte!”

En su cara menuda me pareció, que la anciana procuraba, buscarse donde ya no estaba. Pero sus ojos vivos, estaban llenos de una cómplice picardía.

Percibí que algo interesante se venía. Se inclinó un poco hacia adelante y, casi como susurrando, me dijo: “Mira, esto sucedió hace muchos años, pero hoy yo quiero contarte aquella vez que Williman nos dejó plantados.”

Y mientras Maura seguía paseándose por la casa como un fantasma, yo suspiré hondo y me dispuse a escucharla con atención.

 

El Dr. Williman, Jefe del 4º de Guardias Nacionales en 1904

El Dr. Williman, Jefe del 4º de Guardias Nacionales en 1904

 

2. Un repaso de la época

 

 

En el año 1909, Rocha estaba exultante.

Con las consabidas limitaciones de siempre, se respiraba un notorio afán de progreso, y todo indicaba que esta sociedad se encaminaba hacia un período de bienestar.

Avances importantes en la producción del campo, iniciación de las tareas de desecación de los bañados a través de canales en el Norte, apertura de la licitación para las obras en el Puerto de La Paloma, se complementaban con mejoras y adelantos notorios en la ciudad.

Así, se veían crecer edificios importantes en el centro de la misma. Terminaban las obras en el Palacio Municipal; otras residencias particulares de singular estilo y refinamiento, comenzaban; el “Hotel Arrarte” ya estaba funcionando; al Teatro de la “Sociedad Porvenir” le faltaba poco para su finalización.

Como si esto fuera poco, la suerte estaba del  lado de nosotros: caía, por primera vez, “La Grande” en Rocha con el premio mayor de la “Lotería de Reyes”, de 50.000 pesos, y además, la ciudad se aprestaba a archivar definitivamente sus vetustos faroles, para recibir la luz eléctrica.

Los comerciantes y artesanos diversificaban sus actividades y aumentaban sus ofertas tanto en cantidad como en calidad. Albañiles y carreros, hojalateros y herreros, quinteros y carroceros, barberos y sastres, relojeros y joyeros, tenderos y carpinteros, vendedores de baratijas y aguateros, entre otros, trabajaban a pleno.

Es, en el seno de esta Rocha optimista y esperanzada, a mediados del mes de setiembre de 1909, donde cayó, el rumor primero, y la noticia, después: muy pronto, antes de fin de año, nos visitaría oficialmente el Sr. Presidente de la República, Dr. Claudio Williman.

¡Que más se podía pedir! Era la primera vez que un Presidente nos visitaba. Se trataba entonces de aprovechar esta oportunidad.

¿Estaba Rocha preparada para ello? Por supuesto que no. Había que trabajar duro; faltaba poco tiempo; iba a ser una larga tarea contra reloj.

Pero había un sentimiento generalizado: no podíamos pasar vergüenza.

 

 

3. La Comisión de Recepción

 

 

El fin de año estaba ahí nomás. Urgía ponerse a trabajar de inmediato.

A principios del mes de octubre se realizaron las primeras movilizaciones con el fin de obtener el concurso de un número importante de ciudadanos, para integrar una Comisión de Recepción para la visita presidencial.

Desde un primer momento, se trató de fijar un criterio amplio, ya que se consideraba que la visita del Presidente era una magnífica oportunidad para todos los rochenses. Era indispensable pues, que el mismo, se llevara la impresión de una sociedad unida y capaz de sortear las diferencias políticas en pos del engrandecimiento del departamento.

En principio se realizó una reunión pequeña, en el “Hotel Uruguayo”, con dos representantes prestigiosos e indiscutibles, por cada uno de los partidos: el Dr. Julián Graña y el Dr. Julio Bonnet, por el P. Colorado y los Sres. Ernesto Pérez y Víctor Barrios por el P. Nacional.

Tenían ellos como objetivo, hacer un llamado general, para entonces sí, nombrar una Comisión de un número considerable de miembros, atento a las innumerables tareas que tendrían que ser encaradas.

Días después tuvo lugar la asamblea en el “Teatro Nuevo”, con la participación de más de 300 personas. De allí salió una Comisión de 27 miembros, con un Ejecutivo de 9.

Puesta ésta en fun­cionamiento, en las primeras de cambio, comienzan a vislumbrarse las discrepancias. No iba a ser fácil, soslayar los recelos de los blancos, frente a una visita que consideraban más política que otra cosa. No iban fácilmente a colaborar en una agenda donde los colorados tratarían por todos los medios de arrimar mucha agua para sus molinos. Pero a la vez, la expectativa creada y la efervescencia que se palpaba en la población por esta visita, los obligaba a no permanecer al margen de los acontecimientos venideros. Comenzó entonces una puja, que condujo a la realización de una nueva asamblea, donde se destacaron claramente, varios sectores, y hubo que proponer una estricta votación para tomar decisiones.

Días después, se produjo en la nueva Comisión, la primera baja: el Comandante Víctor Serrato.

En ocasión en que el citado militar, que se encontraba afincado en nuestra ciudad al frente del 5to. de Cazadores, paseaba en carruaje por el Paso Real, en compañía de sus hijas, cayó muerto en forma fulminante. Cuarenta y ocho horas después su cuerpo, acompañado por algunos integrantes de su Unidad, era trasladado a La Paloma para embarcarlo hacia Montevideo.

Hubo que esperar su sustituto para comenzar a solucionar algunos problemas relacionados con dicha repartición oficial.

 

 

4. El Programa Oficial

 

 

A comienzos del mes de noviembre, en base a los contactos con la capital y a las informaciones recibidas, la Comisión ya tuvo establecido un borrador del Programa Oficial:

1er. Día:   3 pm: Inauguración de las Obras en el Puerto de La Paloma

4 pm: Viaje La Paloma-Rocha, durante el cual será escoltado por grupos de jinetes que se irán sumando en el camino

7,30-8.00 pm: Recepción en la entrada de la ciudad. Acompañamiento por las calles de la misma, hasta la casa de Don Benjamín Graña, alojamiento del Presidente

10 hs pm: Marcha con antorchas

2º.Día:       9 am.  Reparto a los pobres

10 am: Visita a la Jefatura y Edificios Públicos

4 pm: Inauguración de la Exposición Regional de Ganadería y Lanas en La Rural

6 pm: Desfile de Escolares

8,30 pm: Banquete en la Sociedad Porvenir

9.30 pm: Fuegos Artificiales

3er. Día:    9.am: Visita a los alrededores de la ciudad

4 pm: Juegos Populares

5 pm: Lunch en la Intendencia Municipal de Rocha

9 pm: Velada Oficial en el Teatro de La Porvenir

Retreta en la Plaza Pública

Fuegos artificiales

Cada una de estas actividades, implicaba necesariamente, un desafío, tanto para las autoridades como para la población en general, que le tocaría participar en ellas.

A partir de entonces, la ciudad toda entraría en un vértigo sostenido con el fin de no dejar nada al azar.

 

 

5. Una “casa de príncipes”.

 

En la segunda jornada de encuentros, Enriqueta me estaba esperando con el té servido.

Esta vez tenía sobre la mesa un enorme carpetón azul, de tapas durísimas, de esas que se atan a los costados con unas tiras de tela.

Lee – dijo –, y me alcanzó un pequeño formulario de muchos años y escritura casi ilegible.

A ver si puedes leer algo, tú que tienes mejor vista.

La verdad, poco se podía leer allí, pero al final, aparecían claras estas líneas: “… y debo agradecer muy especialmente a los dueños de esa casa de príncipes, donde fui alojado y agasajado de forma tan especial..”.

– Sí amigo, este es el telegrama que envió el Dr. José Pedro Ramírez, cuando volvió a la capital después de haber estado dos días entre nosotros, en su recordada visita del año 1903. Dentro de los muchos que envió en esa oportunidad, éste era para agradecer todas las atenciones que recibió de los rochenses. Y allí, se hizo referencia en forma especial, al matrimonio de Don Benjamín Graña y su esposa, Doña Olegaria Barrios de Graña.

– ¡Cómo no recordar aquella visita!  Yo la seguí muy de cerca.

– Recordarás, seguramente, que el Dr. Ramírez había sido Senador por el Departamento de Rocha y había tenido destacada actuación en el proceso de creación del mismo; que había donado su sueldo como Senador para la construcción de una Escuela en esta ciudad. Por lo tanto, los rochenses siempre soñaron con recibirlo con los mayores honores, pero una y otra vez esa posibilidad se desvanecía. Unas veces por los múltiples compromisos del gobernante, otras, por las dificultades para enfrentar ese largo y penoso viaje, que, hay que decirlo, desalentaban al más entusiasta de los viajeros.

– En el otoño de 1903, ya nombrado Ministro de Gobierno por el Presidente Batlle y Ordoñez, y comprometido por múltiples invitaciones, decidió, por fin, emprender una visita de varios días a nuestra ciudad.

– Fue recibido magníficamente.

– Recuerdo, que lo estábamos esperando con otras amigas, en la esquina de Cabo Santa María y Castillos. Allí se había levantado uno de los varios “arcos de triunfo”, que se construyeron con flores y ramas, a lo largo de esa calle, para que el ilustre visitante pasara por ellos. Y cabe decir también que, en recordación de ese acontecimiento, la citada calle pasó a llamarse, desde entonces, “Dr. José P. Ramírez”, en el único homenaje de ese tipo a una personalidad viva, de que tengamos noticia.

– Esta visita se terminaría abruptamente dos días después, cuando no se había completado ni la mitad del programa previsto. Quedaron en el camino, plaquetas que no se entregaron, regalos que no pudieron llegar a su dueño, actos y ceremonias frustradas en los que se había puesto tanto empeño, reuniones tan esperadas, ¡en fin…!

– El Dr. Ramírez fue llamado de urgencia desde Montevideo, por el Presidente. Los hechos políticos que tendrían su desenlace en 1904, habían comenzado. Y se hacía imprescindible la presencia del Ministro del Interior en la Capital.

– ¡Qué pueblo de más mala suerte!

Luego de un instante para el suspiro y el silencio, Enriqueta sirvió té para los dos.

Entonces aproveché para intentar encauzarla en el tema que nos convocaba, y evitar que la memoria de la amiga tomara por esos inevitables senderos en que se bifurcan a menudo, nuestros recuerdos. Pronto me habría de arrepentir, cuando me percataría, de que todo se unía perfectamente.

Bueno, – dijo Enriqueta – es hora que volvamos a 1909.

¿Dónde podían alojar los rochenses al Sr. Presidente? ¿En el vetusto y rústico “Hotel Roma”? Por supuesto que no. Quedaba el recientemente inaugurado “Hotel  Arrarte”. El mismo fue pensado para recibir al resto de la numerosa delegación, pero no tenía ni el alhajamiento ni la intimidad adecuada para alojar a un Primer Mandatario, que además llegaba con su familia.

Una vez más se debió recurrir a la residencia de la calle Chuy, de Don Benjamín Graña.

A pesar de que la misma estaba lujosamente amueblada, sus propietarios se propusieron, en los escasos días que faltaban para la llegada de Williman, mejorarla sustancialmente. Los hermanos Baranzano, se ocuparon contra reloj, de ajustes, lustres y tapizados. Se encargaron nuevos muebles a Montevideo. Mientras que una cuadrilla de diferentes operarios, se preocupaban de sus fachadas y jardines.

Iban a ser días muy agitados para Don Benjamín: como Presidente de la Asociación Rural, debía dirigir con premura la organización de la Feria Exposición  Regional, con expositores y visitantes de toda la región, que no querían perder la oportunidad de estar presentes en tal importante evento. Como Presidente de la “Sociedad Porvenir”, tenía sobre sus espaldas, una sala de teatro todavía sin terminar, donde se habían previsto desarrollar los actos más lucidos de la visita presidencial. Y encima de todo esto, tendría al Sr, Presidente, alojado en su propia casa.

Era, a todas luces, una tarea muy pesada para un solo hombre. Pero nadie dudaba que la misma iba a ser encarada con la voluntad de hierro y el poder de convicción, que todos le reconocían a Graña.

– Pensándolo bien, ahora en perspectiva, estoy segura que mi ciudad, no ha tenido para con este destacado vecino, el justo reconocimiento que el mismo se ha merecido por su afán de servicio.

 

El Dr. Williman, Ministro de Gobierno  de Batlle y Ordóñez

El Dr. Williman, Ministro de Gobierno de Batlle y Ordóñez

 

6. El optimismo al máximo

 

 

A comienzos del mes de diciembre, Rocha explotaba de comentarios y noticias positivas.

En forma paralela, aumentaba también el peso de las responsabilidades, la premura de los plazos y la inmensa tarea que había por delante.

Las noticias llegadas de Montevideo, fijaban para el 21 de enero próximo el arribo de la delegación presidencial.

Como si todo pudiera cambiar en días, se establecieron nuevas ordenanzas para la limpieza e higiene de la ciudad y para la construcción y mantenimiento de las veredas céntricas. Se fijaron también nuevas disposiciones en materia de seguridad edilicia para públicos y privados, atendiendo fundamentalmente a la inminente puesta en funcionamiento del servicio  de la luz eléctrica.

El edificio Municipal, si bien ya en funciones, distaba mucho de estar terminado. Por lo pronto sus fachadas exteriores permanecían sin revocar. Para ello se hizo de apuro un llamado a precios, adjudicando la obra a la empresa Aníbal Massarini de Montevideo, provocando el consabido enojo de los contratistas locales que se habían presentado al llamado.

También había que convocar a los pobres; entonces:

“Aviso a los pobres: Debiendo efectuarse un reparto de víveres a los pobres de la localidad, con motivo de los festejos en honor a S.E., el Sr. Presidente de la República, en su próxima visita a esta ciudad, se avisa a aquellos pasen a inscribir sus nombres en el local de la Intendencia Municipal, de 3 a 5 de la tarde desde el 3 al 8 de enero próximo, a fin de tener el derecho a gozar de aquel beneficio. Rocha 31 de diciembre de 1909. La Comisión.”

Por otra parte, se adjudicaron las obras para la construcción del Puerto de La Paloma, comenzándose las mismas de inmediato. En pocos días llegaban en el vapor “Solís”, unas decenas de obreros, casi todos de origen griego, además de equipo pesado para el comienzo de los trabajos en la escollera de cierre.

La firma Caprario y Cía., resultó favorecida con la concesión para la explotación de la línea ferroviaria, La Paloma-Rocha- Lascano-Treinta y Tres.

Mientras tanto, nuevos detalles se conocían provenientes de la Capital:

El Presidente, vendría acompañado de por lo menos tres Ministros de Estado – Obras Públicas, Interior y Hacienda – y por el Sr. Intendente de Montevideo.

Posiblemente, saldría de Montevideo el día 15, permaneciendo en Punta de Este hasta el 20, alojado en “el Chalet del Sr. Seijo”. De allí partiría hacia La Paloma en el Crucero “Montevideo”, usándose para la ceremonia de bienvenida, la Banda del citado navío.

Se nombró la Comisión de Damas, integrándola con las Sras. Olegaria Barrios de Graña, Sara Zárate de Llana, Celedonia  Martínez de Melo, Luisa B. de Martínez y las Srtas. Margarita López y María Borsani.

En una de sus primeras medidas, se decidió incluir en el Programa Oficial, una Comida Popular en el Parque Machado. Se manejó también la idea de cambiar el nombre a la calle Chuy por “Dr. Claudio Williman”.

Por suerte la población parecía adaptarse rápidamente a los ensayos con las lámparas eléctricas, y en el teatro de los Rocca sucedía lo siguiente:

Con luz eléctrica: Las circunstancias de haberse intercalada la sesión cinematográfica con la función teatral de esta noche y siguientes, hace que se puedan desterrar las lámparas a kerosene, que tanto contribuyen a elevar la temperatura del Teatro, siendo sustituidas por las de luz eléctrica, con las cuales ya estamos familiarizándonos afortunadamente. Solo este detalle constituye un atractivo no despreciable para las funciones teatrales que van a sucederse.” (La Democracia).

 

7. El frenesí de los rochenses

 

Encontré a Enriqueta en la cama.

Estaba bien, pero algunos dolores y el frio de la tarde que comenzaba, aconsejaban tener esa elemental prudencia. Es más, la vi de muy buen ánimo, gesticulando más de lo de costumbre, como queriendo sacar hacia afuera, de una vez por todas, el torbellino de sus recuerdos.

Sin más preámbulos, así comenzó:

Amigo, estamos ya ubicados en el mes de enero de 1910, y realmente me cuesta demostrarte, la magnitud de lo que yo llamaría, el estado de frenesí de los rochenses de por entonces. Muchas  familias que tenían por costumbre trasladarse hacia la costa, huyendo de los calores del verano, curiosamente, no lo habían hecho. Toda la ciudad, distaba mucho de ofrecer  el típico letargo del estío.

Las noticias, a menudo contradictorias, llegaban por tropel, unas veces a través del telégrafo y otras de boca de viajeros recién arribados a Rocha, que alardeaban de tener las últimas novedades. Podríamos decir, que todo era como un gran juego del “teléfono descompuesto”.

Por empezar con algo, ¿cómo iríamos vestidos los ciudadanos, a los diversos acontecimientos sociales que originarían la presencia del Sr. Presidente de la República?

Ante tal demanda, hacia meses que circulaban en gran forma, figurines y catálogos de tiendas de Montevideo, que ofrecían los distintos comercios locales.  La “Casa Pagola”, “La Montevideana” de Fernández e Izmendi, la “Casa Llana”,” La Económica” de Rubio Hnos., la “Casa Cotelo”, “La Confianza” de Galarza, por nombrar solo las más importantes, llamaban permanentemente, la atención de sus clientes para que eligieran sus atuendos y lo hicieran pronto, a los efectos de poder cumplir en tiempo y forma con sus encargos .

Por otro lado los caballeros, más simples y austeros en sus requerimientos, se veían ante el hecho de que, a esa altura, era muy difícil encontrar un sastre, que les tomara un nuevo pedido. Salvo frente a una demanda de algún cliente muy considerado, ni Pintos, ni Larroca, ni Paciello, ni Di Candia, como tampoco Calderón o Di Giuda, los sastres más conocidos de Rocha en aquella época, podían aceptar nuevos compromisos. Directamente, no había más tiempo.

Fue cuando Cotelo, apuntando a las confecciones, salió a ofrecer “trajes de casimir de 14 a 22 pesos, trajes de jacket de 26 a 30 ps.,  y con forro de seda, de 32 a 35 ps.”.-

Las principales barberías y peluquerías para hombres, ya habían reservado muchos turnos para esos días. Pero, ¿y las damas?

No existían peluquerías de mujeres en la ciudad. A decir verdad, tampoco estas requerían muchos cuidados especiales, en ese sentido. Pelo largo cepillado, cayendo natural o trenzado para las jovencitas, y cabello recogido en distintas formas, para las señoras, rematado en un adorno con sombrero, o en un sombrero con adorno, era lo usual.

Pero esta ocasión era especial, y ya a fin de año, comenzaron a llegar algunos profesionales de Montevideo – narró Enriqueta –. Recuerdo que yo me atendí con uno que estaba establecido en el “Hotel Alsina”, el Sr. García, que se presentaba como, “coiffeure para damas de la acreditada Casa Paris”. Iba a domicilio, y siempre andaba con una especie de cajón donde llevaba “postizos” y otros accesorios, para lograr peinados y efectos desconocidos entre nosotros  y que solo se veían en las revistas.

Las costureras y sombrereras también trabajaban contra reloj. Y ni que hablar de los zapateros. Borsani y Cítera, entre otros, se veían desbordados, entre los pedidos de medida, y encargos de última hora que había que hacer a la Capital.

A un pedido de Enriqueta, Maura bajó una caja que se encontraba encima del ropero. Al abrirla, entre los pliegues de un fino papel de seda, apareció una profusión de flores y hojas.

Quiero mostrarte el sombrero que yo elegí para esa ocasión. Fue un regalo que me hizo mi amiga,  María Pradere.

Mientras la dueña de casa  buscaba un nuevo acomodo en la cama, yo pensaba, que no sería distinto el panorama de las Boticas de la ciudad: Juan Revella desde su Botica “Normal”, Eustaquio  Solagoistia, con la Botica “del Pueblo”, y Santiago Pradere de la Botica “Nueva”, aprovecharían, a su manera, este creciente movimiento, en este inusitado verano rochense.

Los cocheros se preparaban también, con nuevas y bien presentadas caballadas, los relojeros y joyeros vislumbraban nuevas oportunidades. Virginio anunciaba la inauguración de su fábrica de refrescos.

En la Plaza Independencia, con su nuevo alumbrado eléctrico, se levantaba  con rapidez el Palco de Honor; las escuelas ensayaban una vez más su participación en el desfile y el cura desde la Iglesia miraba con sobrado recelo todo ese movimiento, donde no le habían dado “arte ni parte.”.

Estos “batllistas” – reflexionaba,-mientras seguía regando con esmero los plátanos recién plantados en su vereda.

 

 

8. ¡Terminen el Teatro!

 

 

Terminar el teatro, ya se había convertido en un clamor local.

Y sobre esto nos habíamos propuesto charlar hoy con Enriqueta. Pero teníamos otro  tema pendiente.

Se podría sostener que no había ningún recibimiento, ningún festejo, ninguna celebración sin la presencia de una Banda Musical.

¿Qué pasó con la Banda?

Para ello nuestra amiga tenía desplegado un montón de viejos apuntes y recortes sobre la mesa de la sala, e inclinada sobre ellos, ojos y lentes procuraban distinguir algunas cosas especiales.

Todo empezó, – dijo – cuando la Comisión anunció, que se proponía  traer una Banda de Montevideo.

Esto significaba dejar de lado el concurso de la Banda Popular local, la cual venía ensayando desde hacía algún tiempo con la dirección del castillense Belarmino Faget, y el concurso de otros músicos de esa localidad.

Esto causó un enorme revuelo. Rocha siempre había tenido una tradición de Bandas. Desde muchos años atrás, grupos de entusiastas músicos aficionados, solían reunirse en grupos más o menos organizados, para participar de los diversos acontecimientos de la sociedad rochense. Eran los tiempos del liderazgo de Don Emiliano Gabito, de Félix Arrieta, de Petrozelli, de Mantovani, de Salvador Redín. De la “Estudiantina”, de  la “Lírico Rochense”, de la Banda Departamental.

Pero era otra ahora la situación. La ocasión, los intereses y ambiciones, dificultaban los necesarios entendimientos.

Me acuerdo ahora, cuando unos meses antes de la situación que estamos tratando, mi amigo, Ángel María Rivero, me había pedido que colaborara con él, en una comisión Pro-Banda que le tocaba presidir. No pude negarme, y estuvimos un tiempo trabajando en la consolidación de esta banda, llegando a formar un grupo de colaboradores que pudieran, con una contribución mensual, solventar este equipo de músicos, que, por lo menos, animara las retretas de la Plaza. Según mis apuntes, logramos el concurso de 92 voluntades, juntando la suma de 88 pesos. Se partía de un aporte de $20, que hacía la Junta Económico-Administrativa, para incorporar colaboraciones, que iban de los $ 2.oo a los 0,50 cts.

Con ello, debíamos enfrentar un presupuesto que se integraba de la siguiente manera:

-Un Maestro, $35 – seis ejecutantes a $6 c/u – dos a $5 – tres a $4 – dos a $3 – un cobrador $2 – alquiler de casa $5. Sumaba esto, $106, por lo se daba un déficit mensual de $11, el cual era aportado por los miembros de la Comisión Pro Banda.

¡Si, amigo, así se hacían las cosas en esos tiempos!

-¿Y cómo se enfrentaba la situación ahora, cuando se estaba esperando al Presidente? – pregunté.

Bueno, en esta oportunidad, nosotros no intervenimos, pero tengo algunos detalles interesantes para aportar. Los integrantes de la Banda, eran conscientes de que esta era una ocasión muy especial. Justo es decir que se habían venido preparando desde hacía algún tiempo y que no querían pasar vergüenza. Querían también estar bien vestidos, y para ello, comenzaron por pedir un traje nuevo para cada uno de los 22 integrantes. Como remuneración solicitaron $ 40 para el Profesor y $ 10 para cada músico.

Evidentemente no hubo arreglo, ya que a los pocos días partía para Castillos el Prof. Faget y la Banda se disolvió. Era otro problema más a solucionar.

A esta altura se imponía una pausa. Y mientras tomábamos el té, con la amiga seguimos discurriendo sobre distintos temas, más bien divagando sin orden pero con renovado placer. Teníamos que encarar, de aquí en adelante, el tema del Teatro, ese que no se terminaba nunca.

Enriqueta empezó con una de sus acostumbradas frases iniciales, donde, en pocas palabras, parecía resumirlo todo:

– El “Teatro de La Porvenir” fue un capricho. Como todas las cosas importantes que se levantaron en Rocha.

 Primero, fue el capricho de un rentista llevado por la voluntad y el empuje de un grupo pequeño de entusiastas: y apareció el “Teatro Progreso”; después fue la tozudez de los hermanos Rocca: y apareció el “Teatro Excelsior”. Ahora era el empuje emprendedor de don Benjamín Graña apoyado por Don Justo Aldunate, y alguna otra cabeza con ideas al respecto.

La construcción del Teatro de la Sociedad Porvenir comenzó en 1908, con la dirección esporádica del Ing. Víctor Grille, funcionario itinerante del Ministerio de Fomento, con el cargo de Inspector Regional, y por lo tanto con responsabilidades  en varios departamentos, el proceso de la obra no estuvo exento de innumerables dificultades, donde sobresalían siempre las de tipo financiero.

Una y otra vez se debió recurrir a diversos empréstitos bancarios, con la garantía siempre de los dos socios antes nombrados.

Llegado el mes de diciembre de 1909, la Comisión Organizadora del recibimiento del Sr. Presidente de la República, contaba con esa sala, como sede principalísima para los actos protocolares y sociales de dicha visita. O sea, había imperiosamente  que finalizar la obra.

En principio se planeó su inauguración para el 15 de enero de 1910, con una gran velada bailable, pero, por parte del Maestro de Obras Ricardo Ribot, quien había tomado a su cargo el proceso final de la obra, se le hizo ver a la Comisión de La Porvenir que dicho acto, en realidad, iba a ser un obstáculo para la finalización de los trabajos en las terminaciones de la sala y sobre todo en la instalación de la luz eléctrica.

Se decidió, entonces dejar para el 21 de enero, con la presencia del Primer Mandatario, la esperada inauguración. ¿Qué mejor oportunidad que ésa?

Si la comisión estaba nerviosa con la terminación  del Teatro, no le iba en saga la ansiedad y la inquietud de Jaime Capdevila. El citado artista, al frente de su compañía, permanecería en Rocha tres largos meses.

En principio, actuando en la sala de los Rocca, y luego esperando la finalización del Teatro nuevo, y entonces, tener el honor de actuar en presencia del Sr. Presidente de la República.

Era curioso ver de la manera en que los integrantes de esta Compañía se integraban a nuestra ciudad con total naturalidad. Como no recordar a Antonio Escribano, un verdadero galán que tenia enloquecidas a todas las señoritas rochenses. Varios de sus integrantes, no obstante, decidieron marcharse ante el paso de los días sin novedades.

Ahora Enriqueta reía abiertamente, y hurgando unos segundos en su carpetón, extrajo una vieja y amarilla fotografía:

-Mira, acá estamos  en el Paso Real, con Malvina González y Pilar García, dos de las integrantes de la Compañía Capdevilla… Nos hicimos muy amigas.

 

Williman (primero sentado a la izquierda) y  Batlle y Ordoñez (primero sentado a la derecha)

Williman (primero sentado a la izquierda) y
Batlle y Ordoñez (primero sentado a la derecha)

9.  Comienzan los problemas.

 

Ya se dijo que los primeros días de enero, fueron de plena y vertiginosa actividad en la ciudad.

En el plano rural, Don Benjamín Graña, había renunciado a la Sociedad Porvenir, para dedicarse de pleno a la organización de la Feria Regional, donde este importante sector de la actividad del Departamento, a través de la Asociación Rural de Rocha, trataría de exhibir toda su pujanza.

En La Paloma, todo estaba dispuesto para el comienzo de las obras del Puerto, y se tenía la esperanza que el Presidente, se llevara una buena impresión del proyecto que se iniciaba.

Se dispuso que la oratoria fuese breve, y para ello se designó al Dr. Juan Carlos Blanco para el recibimiento en La Paloma; al Dr. Julián Graña para la bienvenida en la ciudad; al Sr. Alfredo Samonetti para ofrecer el banquete y al Sr. Eliseo Marzol, intendente en funciones, para la inauguración en la Exposición Rural.

En eso se estaba cuando el día 13 de enero, llegaron a Rocha los primeros rumores sobre un alzamiento revolucionario en el alto litoral.

Ello fue suficiente para que en forma inmediata presentasen renuncia a la Comisión Organizadora, los miembros nacionalistas, Víctor Barrios, Ernesto Pérez, Héctor Lorenzo y Losada, José Mesías, Gregorio Anza, Guillermo Belloni  y Segundo Olid.

Frente a esto,  se consideró a nivel  local la conveniencia de una postergación, ya que se deseaba que el Sr. Presidente fuera recibido con total éxito.

No obstante, las noticias de Montevideo, infundieron tranquilidad: desde la Presidencia se confirmó la llegada del Primer Mandatario para el 22 de enero. Vendría acompañado por su esposa, la Sra. Carmen Martínez, sus hijos y su cuñada, la Sra. Martínez Santos.

Además de varios de sus Ministros, llegaría el Intendente Municipal de Montevideo, Dr. Daniel Muñoz, el Jefe de Investigaciones Sr. Arturo Brizuela y dos edecanes.

Se anunció también, que el Presidente traería medallas conmemorativas de la iniciación de las obras del Puerto de La Paloma, para repartir entre los concurrentes a la colocación de la Piedra Fundamental del mismo.

La Comisión local, no quiso ser menos, y encargó a la casa Manzoni, un conjunto de medallas para entregar a la delegación: una de oro para el Presidente, varias de plata para las demás autoridades nacionales, y muchas otras para los demás participantes de los distintos actos.

Paralelamente, otros grupos de trabajo se ocupaban de otros tantos aspectos de la visita.

Por ejemplo, el banquete. Desde varios días atrás se  venían colocando los respectivos tickets  para el mismo. Se estableció que el costo del cubierto era de $10, estando disponibles en la “Confitería D´Alto”, el “Hotel Uruguayo”, la “Confitería del Globo” y el “Hotel Roma”. La vestimenta sería “de paseo”.

Llegó también desde la ciudad de Buenos Aires el chef que se encargaría de la preparación del menú: el Sr. Miguel Sagao.

Don Miguel H. Lezama ocupaba desde hacía ocho años la Jefatura de Policía del Departamento. Obvio es decir que todos estos avatares habían llenado su despacho de múltiples trabajos, que derivarían en otros tantos problemas y desafíos. Pero entre todos ellos, uno, en especial, lo venía preocupando desde hacía meses, y que, a días nada más, de llegar la comitiva presidencial, todavía no tenía respuesta para su solución: en verdad, Don Miguel, no estaba dispuesto a presentar a sus subalternos de una forma inadecuada, frente a las principales autoridades de su gobierno. Necesitaba uniformes nuevos, botas y polainas nuevas para la Urbana y lo mismo para el personal de “Las Chacras”, con el agregado de que eran escasas e impresentables sus cabalgaduras y arreos.

No teniendo novedades al respecto, no vaciló en tomar la diligencia e irse hasta Montevideo, a insistir personalmente con sus pedidos ante el Ministerio.

Otro grupo de colaboradores, se encargaba de que todo estuviera presentable en el Hospital local, donde la preocupación principal era si se podría llegar a tiempo con la instalación de la luz eléctrica.

Se tuvo noticias que al Puerto de La Paloma, había llegado el vapor “Solís” con una chata de remolque, trasportando la Escolta Presidencial, un Escuadrón del 1ero. de Caballería con sus respectivos equipos, al mando de un Alférez, y que éste esperaba órdenes.

En horas, se aguardaba la llegada de Pablo Varzi, Pro Secretario de la Presidencia, que se adelantaría para ultimar los últimos detalles.

Y así, mientras el Palco de la Plaza entraba en sus últimos detalles, las Escuelas continuaban con sus ensayos, destacándose “la Escuela Ramírez con sus alumnos vestidos de segadores, y la Escuela de Varones que dirige la Srta. (Felicia) Banat, constituyendo el  Batallón Infantil.”

Llegó el 16 de enero, cuando cayó la segunda mala noticia: había fallecido en la Capital el Dr. Juan Carlos Blanco.

Y el 21 de enero, es decir un día antes de la anunciada llegada del  Presidente, se recibió el lapidario telegrama del Senador Repetto, dirigido al Dr. Julián Graña, entonces diputado colorado por el departamento:  “el viaje ha sido suspendido.”

Los rumores sobre los movimientos revolucionarios, se sucedían. Y en medio de grandes crecientes, por decreto del Poder Ejecutivo, asumió la Comandancia Militar del Departamento el Coronel  Francisco Solari.

Se ordenó que el vapor “Puerto La Paloma” que se encontraba en el citado puerto, regresara de inmediato a Montevideo, a la vez que se decretó la intervención telegráfica.

En la diligencia de ese mismo día 21, “…llegaron varios de los Profesores de música que fueron contratados para formar la Orquesta que debió actuar en las fiestas de la recepción del Sr. Presidente, además de varios garçons, que había hecho venir el Hotel Uruguayo para el servicio de banquete que se debería servir en el Teatro de La Porvenir”.

 

 

10. El Coronel Solari

 

 

Primera espada del Partido Colorado en el Departamento, el Coronel Francisco Solari, asumió la Comandancia Militar del mismo, medida habitual, en los casos que una situación de emergencia lo requiriera, produciéndose desde ese momento, un desplazamiento de las autoridades constituidas, para configurar un verdadero régimen de excepción.

A comienzos de ese año 1910, los sucesos se habían originado en el litoral norte del País, con el famoso episodio del vapor “Piaggio”, el cual se había localizado, navegando hacia la costa uruguaya con un cargamento de armas, más revolucionarios orientales, con la participación de un militar argentino, el Coronel Escola, lo cual dio pie a un serio incidente diplomático.

Solari, era un recio militar de la época, pero a pesar de ello, sus actitudes francas, su palabra de honor y recto proceder, habían hecho que, a pesar de las diferencias y las pasiones  a  menudo desatadas, fuese especialmente reconocido entre amigos y adversarios, como interlocutor válido para la comunicación y el diálogo.

Tomadas las primeras y habituales medidas de precaución y las consabidas arreadas de caballos en la campaña, por parte de las fuerzas gubernamentales, la Comandancia se apresuró a comunicar a la población, que “el Departamento está tranquilo”.

El periódico oficialista “El Triunfo”, informó que: “…en Rocha no ha ocurrido nada de mayor importancia. (…) Don Miguel Pereira, Jefe del Nacionalismo rochense, ha permanecido tranquilo en su establecimiento de Chafalote. (…) Pedro Chiribao que reviste en filas del Nacionalismo, con el grado de Sargento Mayor, se ha ausentado hace unos días de su establecimiento del Alférez. (…) Isaac Saravia, que había sido aprehendido en los montes del Cebollatí, y conducido a Montevideo, fue liberado por orden directa del Presidente Williman.”

Pero no era fácil dominar los ímpetus de algunos mandos inferiores y de la soldadesca, acostumbrados a proceder con excesos. He aquí algunos de esos episodios que aparecen con la filosa pluma de Ramón Cerdeiras: “En las últimas 48 horas: Aparte de las arreadas de caballos y gentes que desde ayer vienen haciéndose en el Departamento, por orden superior, más bien o más mal interpretadas, según es uso y costumbre entre nosotros, medidas que, agregadas a la supresión de los Giros Postales, llevan la alarma a todas direcciones y hacen ´disparar´ a las gentes de nuevo para los montes, provocando las molestias inevitables, hay que consignar que:

a) La muerte de Juan Sosa, vecino de India Muerta, a manos de su cuñado Justino Molina. El cadáver llegó a Rocha antes de que la Policía se hubiere enterado (más de 12 horas);

b) Dos incidentes en las Chacras afuera de la ciudad, sin que la Policía se hubiera enterado;

c) Un guardia civil dio planchazos a un pobre moreno en plena vía pública, sin que la víctima hiciera uso de otra arma que su propia lengua, más o menos desarreglada;

d) Por último,“entrada triunfal” del Sub Comisario Píriz, en su flete, por el Paso de la Estiba, obligándonos tomar el agua para el abastecimiento de la ciudad, los aguateros, allí donde existe un guardia permanente, para impedir que se bañen o den de beber a sus caballos.

Tiene “carta blanca” para entrar al Paso de la Estiba, donde no les es permitido  a los demás de su raza.

Además omitimos el regreso de “Su Eminencia” el Jefe de Policía, de su viaje a la Capital de la República”.  (“La Democracia”, l7 de enero de 1910)

Un Mangazo: Ayer de tarde, el habitualmente poco ordenado del Capitán Dámaso Rodríguez, se encontró en paraje próximo al Paso de la Cruz, con el carrero Antonio Brañas, hombre de buenos antecedentes, según se nos informa.

El mencionado Oficial, sin duda interpretando a capricho órdenes superiores, quiso imponerle a Brañas, que lo acompañase, dejando bueyes y carretas abandonados.

 Negóse Brañas a tal imposición, en términos moderados, haciendo las reflexiones del caso, las que fueron contestadas con insultos y amenazas por parte del Cap. Rodríguez, sacando armas a relucir. Pero Brañas pudo ´madrugarlo’, propinándole un mangazo en la cabeza.

Dando aviso a la Policía, esta fue a intervenir, representada por varios guardias civiles, al mando del Sub comisario Piriz. Brañas fue conducido a la Cárcel, y puesto a disposición de la Justicia.

Y el Cap. Rodríguez, ¿por qué no?. Se nos informa que el mismo invocaba órdenes del Comandante Militar, pero no podemos creer que estas fueran tan rigurosas, como para imponer a un modesto trabajador que dejase abandonados sus intereses, cual si estuviéramos próximos a librar una batalla campal.

Esperamos que el Comandante Militar, velando por su propio prestigio, hará que el Cap. Rodríguez, sea entregado preso, a la acción de la Justicia.” (“La Democracia”, 19 de enero de 1910)

“Se nos dice que anteayer, del otro lado de Garzón, una comisión de requisa de caballos, hizo desprender los de una Jardinera de un expendedor de tabacos, dejándolo ´plantado´ en la vía pública. Estos comisionados, son ´más realistas que el Rey´, cometiendo barbaridades de todo calibre.

Lo que queda apuntado, es una de las tantas.” (“La Democracia”, 21 de enero de 1910)

 

Medalla conmemorativa acuñada a la espera de la visita de Williman a la Asociación Rural de Rocha

Medalla conmemorativa acuñada a la espera de la visita de Williman a la Asociación Rural de Rocha

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11. Una noche para el estreno

 

 

En aquella calurosa noche de verano, cuando los últimos rayos luminosos del día se resistían a desaparecer tras la sierra, el cochero don Amabilio Cedrés, haciendo una vez más, gala de su puntualidad, tocaba la corneta de su carruaje en la puerta de la residencia de Enriqueta.

Escasos minutos después, la dueña de casa, acompañada de dos amigas, salían, ayudando a una tercera con notorias dificultades para desplazarse. El coche tomó con dirección a la Plaza Independencia.

Mientras el coche circundaba la Plaza, distinguieron de lejos el Teatro, profusamente iluminado. Esa primera impresión fue suficiente, para que todas ellas tuvieran la convicción de que el paisaje del principal paseo céntrico de la ciudad, definitivamente había cambiado.

Con un movimiento intenso de gente y carruajes a su alrededor, descendieron sobre la calle Chuy, adecuadamente regada por personal municipal. Todo el mundo se apuraba para ubicarse en sus respectivas localidades y no perder ni un solo instante del acontecimiento de esa noche.

¿Es que acaso alguien pensaba que los rochenses, excitados y ansiosos por la venida del Presidente, se  iban a quedar relamiéndose las heridas de la frustración? De ninguna manera.

Allí estaban todos, damas y caballeros, luciendo sus mejores galas, dispuestos en esa noche del 22 de enero de 1910, a participar del estreno del Teatro de “la Porvenir”.

Empezando por Enriqueta, con su vestido gris de seda con unas pequeñas fantasías de colores, donde se destacaba un prominente broche de oro y piedras; y por supuesto el peinado de García, coronado con el sombrero de María Pradere.

Entre saludos mientras se cruzaba con conocidos, procuraba con sus amigas, llegar por la callejuela, para visitar antes que nada a las muchachas de la Compañía, y demás artistas, para desearles suerte.

Entrando luego por el hall, y apenas pisó la alfombra, le costó subir los escalones. Eran tantos los conocidos, que le pareció que estaban todos, y lo peor, ¡que no iba a haber lugar para todos!

Por allí, la Sra. de Grille, más allá, Secundina, Luisa Bula, Encarnación Crouciée y Fortunata, y Vicenta y Margarita Oficialdegui, también Adela Graña y las chicas de Amaral, en fin, ya tendría tiempo de verlas a todas, de estar con todas.

Ahora debía ubicarse en el lugar asignado, y subiendo hacia la tertulia, tomó asiento, y se dispuso a disfrutar el panorama que se abría ante sus ojos. Deseó por un momento, tener muchos pares de ellos, para ver y registrar tanto despliegue.

Porque entonces, por primera vez, tuvo conciencia de cuál era su verdadera misión esa noche: tenía que verlo todo, tenía que grabarlo todo en su mente, para contárselo a sus lectores, en la crónica vespertina del diario de mañana. Había que sacar algún apunte, y así lo hizo durante toda la noche. Al fin y al cabo, la principal cronista social de la ciudad, al fin tenía un motivo mayor para dar riendas sueltas a su histrionismo periodístico.

Al otro día cuando los lectores de “La Democracia” recibieron en sus casas la acostumbrada edición de la tarde, se encontraron con la siguiente crónica:

 “La función de anoche: De gran lucimiento ha resultado el estreno del Teatro de la Sociedad Porvenir en la noche de ayer.

Media hora antes de dar principio a la función anunciada por la Compañía Dramática que dirige el eximio actor Sr. Capdevilla, todas las localidades se hallaban agotadas. Palcos bajos, balcones y plateas, todo estaba vendido desde la tarde, y en el paraíso había también un lleno, no quedando desocupado más local que el de la Cazuela, que solo era ocupado por tres miembros del femenino.

Esa circunstancia dio lugar a que desde la Cazuela se hiciese también Paraíso, lo que, en nuestro concepto, constituyó un error, que, ni la compañía debió cometerlo, ni la Autoridad, consentirlo, desde que aquel local, se había anunciado en los carteles, ´para mujeres solamente´. Y eso debió respetarse fuese lo que fuese.

Ese error dio lugar a algunos desórdenes como era de esperarse en aquel departamento del Teatro, en los que tuvo que intervenir la Autoridad metiendo presos a los promotores.

A partir de estos, que son detalles mínimos con relación al conjunto, la función de anoche tuvo un exitazo, social y artísticamente.

El moderno teatro tuvo un estreno felicísimo, ofreciendo en un hermoso golpe de vista su completo lleno, con nuestra sociedad lujosamente ataviada, luciendo allí por damas y caballeros, la indumentaria con que se hallaba preparada para la recepción presidencial, tan inoportunamente hecha suspender por los desgraciadas sucesos de actualidad.

La iluminación instalada por la empresa de luz eléctrica, dio los mejores resultados, contribuyendo en gran parte, a la animación y brillo del social acontecimiento.

Todas las principales familias se habían dado cita en aquel hermoso recinto, construido y preparado bajo la inteligente dirección del Ing. Víctor Grille, quien fue objeto de muchas y sinceras felicitaciones.

La Compañía Capdevilla, había hecho venir, con motivo de las fiestas que iban a realizarse, y de la inauguración del nuevo Teatro, vistosos decorados de su propiedad que tenían en Buenos Aires, y eso suplió, en buena parte, el pobre efecto de un ´telón de boca´ pintado en cuatro días, por un joven aficionado a la escenografía, caído aquí hace algunos días y que, entre otras habilidades escenográficas, ¡ha tenido la ´muy original´ de proyectar sombras de cordones o de cuerdas, en un cielo sin nubes!.

El drama titulado ´El Honor´ de un gran fondo moral y saludables enseñanzas, ha gustado muchísimo, habiendo tenido una feliz interpretación por parte de casi toda la Compañía que en él ha tomado parte. La Comedia ´Granete´, en la que el Sr. Capdevilla hizo derroche de ´vis cántica´, sin incurrir en ridículas payasadas, mantuvo perenne la hilaridad en el selecto y numeroso auditorio durante mucho rato, haciendo olvidar a muchos, que tocaba en el reloj las dos de la madrugada de hoy al terminar el lucido espectáculo.”  (“La Democracia, 23 de enero de 1910)

 

José Claudio Williman, Presidente de la República (1907-1911) - Sello en homenaje

José Claudio Williman, Presidente de la República (1907-1911) – Sello en homenaje

 

12. Febrero: nuevas esperanzas, otras frustraciones

 

 

Como queriendo olvidar el enero lleno de nerviosos acontecimientos, nuevas familias  de rochenses, se volcaron hacia la costa.

Se había establecido, por parte de las autoridades, un nuevo Reglamento de Baños, estableciéndose las siguientes zonas:

Para las señoras: “Zona comprendida entre la casilla de Rafael Giannattasio y la de Ricardo Ribot; el Puerto chico y la parte Este del Faro”

Para los hombres: “Entre el Hotel de Techera Hnos, el Muelle y la parte Este del Faro”.

En su artículo 5to. establecía: “Los bañistas están obligados a usar el traje que la decencia impone”.

Los trabajos en el Puerto continuaban. Se levantaban pesadas grúas, guinches, el muelle de madera, y se había instalado una pequeña usina generadora de electricidad para mover esta maquinaria. Se construyó una vía para que circularan por ella las vagonetas que transportaban los pesados bloques de roca que, extraídos de la Isla Grande, eran colocados en la escollera.

El Puerto nuevo, era pues, el paseo obligado de esa temporada.

Mientras tanto, en la ciudad, nuevas redes comienzan a tejerse.

Por lo pronto, las autoridades se empeñaban en dejar claro que el Sr. Presidente Williman, “nunca desistió de venir a Rocha”, y que todo se redujo a una simple postergación. En ese sentido se procurió ubicar unanueva  fecha entre los últimos días de febrero y principios de marzo.

Buscando mayores certezas, viajó una delegación a Punta del Este, para hablar directamente con el Presidente, formada por Don Benjamín Graña, Alfredo Samonatti, Eliseo Marzol y Román Arrarte.

Pero a la llegada de ésta, el Primer Mandatario ya se había retirado del Balneario, debiendo regresar simplemente con el trascendido de que se “habría” fijado una fecha, para las fiestas de Pascuas, alrededor del 27 de marzo.

Habiendo llegado los primeros días de ese mes sin grandes novedades, se decidió enviar a Montevideo una nueva comisión integrada esta vez, por José María Llana y Alfredo Samonatti.

Allí se encontraron con muy malas noticias: el Presidente no podría salir de la Capital. Para ello contribuyeron, entre otros hechos, el luto de su esposa por la muerte de su abuela (¡!); el luto del Ingeniero Lamolle, Ministro de Obras Públicas; el luto de Ricardo Espalter, Ministro del Interior por la muerte de su madre. A esto se sumaron los compromisos contraídos a último momento por el Presidente, frente a la visita del Presidente argentino, Roque Sáenz Peña.

A pesar de que se estableció una nueva fecha para octubre de 1910, los rochenses consideraron que todo esto ya era demasiado.

Definitivamente, ya no creían más en nada.

Muy desinteresadamente, recibieron el “premio consuelo”, con la llegada, a mediados de marzo, del Ministro de Guerra, el General Eduardo Vázquez – quién combatió al frente del ejército gubernista contra Saravia en Masoller -, que llegó al Puerto de La Paloma, a bordo del vapor “Oyarvide”, en compañía de su esposa, Sra. Teresa Spikerman.

Luego de ser recibido, recorrió las obras portuarias, en compañía de autoridades del Partido Colorado y del Comandante del 5to. de Caballería, Mayor López; almorzando en el Hotel de Techera, para pasar a alojarse en el establecimiento de campo del Coronel  Solari, en la zona de “Lomas”.

Al otro día, el Gral. aprovechó la tarde para venir hasta Rocha, “en un sulky, con caballo blanco”, en compañía de un comerciante montevideano y su esposa. Estuvieron en la Confitería de D´Alto, para comprar unas masas, y luego en la Peluquería de Gonella, “sin que casi nadie se enterara”.

En la próxima jornada, el 17 de marzo, volvieron a la ciudad, para alojarse en el “Hotel Uruguayo”.

A expreso pedido del Ministro, no hubo recibimientos ni homenajes, habiendo incluso prohibido al Comandante, la formación de una Guardia de Honor, en  su visita al Cuartel.

 

 

13. Epílogo

 

 

Claudio Antolín Williman García, con 44 años cumplidos, había jurado como Presidente del Uruguay, el 1º de marzo de 1907.

De origen humilde, supo desde joven labrarse un porvenir con esfuerzo, trabajo e inteligencia. Participante de la “Revolución del Quebracho”, se graduó más tarde de abogado, a pesar de sus confesas inclinaciones por las ciencias físico-matemáticas. Fue Profesor y Rector de la Universidad, Capitán del Ejército Gubernamental en la guerra civil de 1904, para ocupar más tarde un puesto de Ministro en el gabinete de José Batlle y Ordoñez.

Era un Profesor, un Docente, y no precisamente, lo que se entiende por “un político”.

Justamente, esa característica hizo que el líder colorado, lo eligiera para ocupar ese interregno entre sus dos presidencias, buscando un poco de respiro en su proceso de reformas y no arriesgando que alguien, con dotes o ambiciones de caudillo, pudiere hacerle sombra en su indiscutido liderazgo partidario.

En 1910, casi llegando al fin de su mandato constitucional, el Presidente Williman, podía exhibir con orgullo un cúmulo de logros en su gestión. Reformas positivas en el sistema electoral, sobre todo en lo concerniente al derecho de las minorías; reorganización de los distintos Ministerios; importantes obras en la caminería nacional; inauguración del Puerto de Montevideo; sustanciales avances en la Política Internacional, sobre todo en el manejo de las relaciones siempre difíciles con la República Argentina, que culminaron con la firma el Tratado Ramírez – Sáenz Peña, en materia de límites en el Rio de la Plata; en fin, todas cosas con las cuales cualquier gobierno se sentiría exitoso.

No obstante algunos nubarrones se presentarían en el firmamento de Williman,  sobre el final de su actuación.

Los sectores nacionalistas, no estaban dispuestos a soportar calladamente una nueva postulación a la Presidencia de José Batlle y Ordoñez, y al conocerse su nominación para un nuevo periodo, se produjeron de inmediato levantamientos armados. Los mismos tuvieron su inicio a principios de 1910, con contingentes venidos desde territorio argentino, que contaban con la desembozada colaboración del gobierno de ese país. Este hecho provocó enérgicas protestas del gobierno de Williman, frente a su par argentino Figueroa Algorta, aplazando el estallido del movimiento revolucionario.

Los hechos se reavivaron hacia el mes de octubre, con la invasión del país por tropas nacionalistas al mando de Basilio Muñoz. Frente a este hecho se decretó la movilización del Ejército y las Guardias Nacionales, que comprendían  a unos 30.000 hombres.

Frente a todo esto, fácil es comprender que el Presidente Williman, no tenía ni tiempo, ni oportunidad, ni ganas de ocuparse de Rocha. La política del país, en aras del eterno péndulo, miraba ahora hacia Brasil.

Aprovechando las tirantes relaciones con la Argentina, el país del norte, se avenía a concretar los acuerdos que en materia de límites, establecía el compartimento  del rio Yaguarón y de la laguna Merín.

Pero, ¿que pasaba a todo esto en la ciudad de Rocha?

Así  lo recordaba Enriqueta:

– Tengo que decirte, que había pasado el invierno, y que los rochenses habían olvidado totalmente al Presidente Williman. Fue por esa época que perdimos a un vecino respetado y admirado por todos los rochenses: el Dr. Julián Graña.

-Pero llegada la primavera, sucedió algo inesperado.

Ahora Enriqueta reía abiertamente.

Todos los rochenses nos sentíamos brasileños; aparecían banderas brasileñas por doquier: aprendimos canciones y marchas brasileñas, y entonando las mismas, marchamos por las calles de la ciudad, en procesión, lanzando vivas a la Nación del norte.

Como si esto fuera poco, arrancamos las chapas de la calle Cebollatí, que a partir de ese momento, pasó a denominarse “Barón de Río Branco”. No eran pocas las casas que tenían en las paredes de sus salas una foto colgada del citado Ministro de Relaciones Exteriores brasileño.

Muchas figuras referentes locales, se entregaron de lleno a las actividades políticas, y sin  novedades de importancia, se llegó al verano. Muy pronto los calores se hicieron sentir, y la población buscó el mejor modo a su alcance para soportarlos. Unos, en sus patios, barandas y parrales: otros en los ´recreos´ y cursos de agua de los alrededores: mientras que algunos tuvimos la oportunidad de escaparnos hacia la costa.

El grupo de amigos de siempre, el  reencuentro con los consecuentes visitantes de todos los años, y ese casi diario peregrinaje del Puerto al Faro y del Faro al Puerto, buscando las reuniones más animadas y concurridas.

Hablando de Williman y esas cosas, me viene a la mente lo que sucedió aquella cálida noche de febrero: recuerdo que durante ese día y el anterior, habíamos visto pasar varias veces al carrero Larrecharte, llevando muchas carradas de leña hacia el faro. Y esa noche muchos pudimos presenciar como Don Juan Pezzolo, encendía una enorme hoguera, que desde el Cabo Santa María, pretendía saludar el pasaje del Vapor “Re Vittorio”, a bordo del cual, regresaba de su larga estadía europea, Don José Batlle y Ordoñez.

Todavía me acuerdo, que se nos había hecho muy tarde, y cuando regresábamos a nuestra casilla en el Puerto, nos salvó, Luisita França, que era una niña chica, ayudándonos con su farol a cruzar hacia la Isla Grande, cuando el canal ya estaba bastante crecido.

Enriqueta se echó hacia atrás en su sillón, suspiró hondo y mantuvo por unos instantes, sus ojos entrecerrados. Yo la había escuchado con atención, casi sin mover un músculo. Y entonces, los dos tuvimos la clara impresión de que todo había terminado.

Amigo, creo que te lo he contado todo – me dijo -, y ahora quiero que te lleves un pequeño presente, un recuerdito de todo esto.

Levantándose, no sin esfuerzo, tomó del aparador una pequeña cajita azul, y me la ofreció con ternura. Cuando tiré de la cinta de seda del estuche, me encontré con la efigie de Williman, que aparecía solemne  en la medalla acuñada por los rochenses en aquella oportunidad. No supe que decir, y le agradecí a Enriqueta, más con la mirada que con mis palabras. Me acompañó hasta la puerta, a la vez que nos hacíamos mutuas promesas de rescatar nuevos temas para encontrarnos nuevamente.

Cuando salí a la calle, de la tarde solo quedaba un fino festón dorado recortado en la Sierra de los Rocha.

Yo no la escuché, pero estoy seguro que mi amiga, mientras cerraba la puerta de su zaguán, murmuraba entre dientes:

Pero, ¡qué pueblo de más mala suerte!

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