Juan Gabito Bourgougnoux

 

SUMARIO: 1. Aclaración previa – 2. Escenario – 3. La escena – 4. En escena – 5. Cae el telón

1. Aclaración previa

En primer lugar este es un trabajo donde no existió documentación. Está basado en la memoria, lo que no supone una excepcionalidad, sino la simple utilización de un elemento orgánico que todos poseemos. Por lo menos hasta ahora.

En segundo lugar el referirse solamente a música instrumental, no abordando otros géneros, se debe al desconocimiento del autor respecto al desarrollo y cultivo de los mismos y por lo tanto centramos nuestro trabajo en torno a la música de conservatorio.

 

2 . Escenario

 

 

Corría la década del ´40 del siglo XX, años dorados para nuestro país y otras regiones de Latinoamérica, porque llegaban los dividendos monetarios del horrible derramamiento de sangre de Europa, Asia, África y Oceanía. Mientras tronaban los cañones y morían millones de seres humanos; para los que quedaban vivos salían del puerto de Montevideo millones de latas de “pucherito” del Frigorífico Nacional, carne, lana, cueros, paté del Swift y corned beef del Armour. Y a cambio venían divisas que aliviaban nuestras viejas penurias.

Como a un costado del camino, Rocha era una gran casa de familia, tranquila y segura, a salvo – eso nos parecía – de toda contingencia. Ciudad pequeña, limpia, con población mayoritariamente de clase media y orgullosa de su pulcro lenguaje. En muchas de sus antiguas casonas existían pianos – que por lo general pulsaban las niñas – o guitarras que se encargaban de destemplar los varones más afectos a la pelota que al arte.

El aislamiento – que en parte se vivía porque los medios de comunicación, ya fueran mecánicos, escritos u orales, no se hallaban aún desarrollados o porque nuestra propia idiosincrasia así lo determinaba – contribuía al mantenimiento de costumbres de vida, hábitos de trabajo y a una educación cuidadosa que fueron desde cierto punto un signo distintivo de aquella Rocha aún secular.

En su pequeñez aleteaban, sin embargo, algunas inquietudes producto casi siempre del aluvión migratorio del siglo anterior y principios del que se estaba viviendo. Como las inquietudes musicales, por ejemplo, que ya no se limitaban a las guitarreadas o payadas en pencas cuadreras o galpones rurales, sino que convergían en diletantes, en profesores más o menos elementales, o en conjuntos que animaban reuniones de variadas características.

Y así recordamos, entre otros muchos, a los hermanos Miguel y “Quico” Rótulo con su llamada “Orquesta del Tiempo ´el Jopo”, a Leonardo Gómez y su particular estilo de tocar milongas con su guitarra como nunca más hemos escuchado, a Manuel Sosa y su maestría interpretando zambas o a don Ulpiano Machado con su pequeña academia de calles 19 de Abril y Leonardo Olivera donde enseñaba guitarra, de la que surgió, sin ser el único pero sí el más destacado, Pantaleón Davezac, lamentablemente un ilustre desconocido entre nosotros aunque fue maestro de maestros en su género.

Pero aparte de esas manifestaciones que podríamos denominar primarias o populares, tenía la música académica, la de conservatorio, un lugar más selecto y por lo tanto menos popular. Por allí andaban nada menos que José Agustín Peri, el maestro de piano que trataba de enseñar música en escuelas y liceo, José Yanneo, el irascible violinista director de la Banda Municipal, Atilio Alicastro, pacífico y sapiente sub-director de esa banda y gran teórico musical, las hermanas Gimeno, con su conservatorio ubicado en Julián Graña y 25 de Mayo donde hoy existe un comercio; el ya mencionado Pantaleón Davezac que habiéndose perfeccionado se transformó en un profesor de fuste, y la recién llegada María Élida Marquizo, que conocimos en 1938 como practicante de magisterio en la antigua Escuela Ramírez, la que antes de obtener su título de maestra ya ejercía su profesorado musical en casa de su tío, el químico farmaceútico Polonio Garicoits, ubicada en 18 de Julio casi 25 de Mayo, representando al Conservatorio Kolischer de Montevideo. A esto debe agregarse que en dependencias de la Intendencia Municipal funcionaba una Escuela de Música, en la cual los Maestros Yanneo y Alicastro capacitaban a los aspirantes a ingresar a la Banda Municipal, y profundizaban los conocimientos de los músicos estables de la misma.

 

 

3. La escena

 

 

Agustín Peri

Agustín Peri

Como ya numerosas familias aspiraban a que sus hijos, sobre todo sus hijas, obtuvieran una enseñanza musical más completa y seria, algunos caracterizados vecinos que por supuesto eran gustadores y partidarios del género musical académico, como el Dr. Rosalío Domínguez, don Ulpiano Machado, la Sra. Julieta López de Habb y otras personas, formaron una comisión que se apersonó al entonces Intendente Municipal Arq. Arístides Lezama, para plantearle su aspiración respecto a la apertura de un Conservatorio que funcionaría bajo la égida municipal, con el respaldo de esa misma que pasaría a denominarse Consejo Directivo.

Aceptada la sugerencia por el señor Intendente se fijó para días más tarde otra reunión con el mismo grupo de vecinos agregándose varios profesores de música, entre ellos el maestro Yanneo y la profesora Marquizo, representante en Rocha – como ya se dijo – del Instituto Kolischer, acordándose la puesta en funcionamiento de un Conservatorio Municipal de Música, para lo cual fue arrendado por el municipio el hermoso edificio de dos plantas de la calle Ramírez que hoy ocupa Difusora Rochense y que había sido sede de la Inspección Departamental de Escuelas, siendo designado en ese mismo acto el maestro José Yanneo como Director del nuevo establecimiento.

Como puede apreciarse, en síntesis se trató de la fusión de la Escuela de Música y la dirección y alumnos del Instituto Kolischer, que desde ese momento no funcionó más en Rocha.

 

 

4. En escena

 

 

Así las cosas, en abril de 1945 comenzó a funcionar el Conservatorio Municipal de Música. Como siempre sucede con las iniciativas más loables: poco bulto, mucha ilusión y un entusiasmo de pueblo que crece.

Sus primeros profesores: José Yanneo, María Élida Marquizo, Gertrudis Pioli, Olga Presa, Pantaleón Davezac, Atilio Alicastro, Elena Corbo Domínguez y tal vez, no tenemos absoluta certeza, José A. Peri.

El renglón administrativo fue confiado a Haydée Cánova, que tiempo más tarde era sustituida por Yolanda Pereyra de Manzoni que se adjudicó el cargo por concurso, quién durante muchos años desempeñó sus funciones con eficacia y responsabilidad.

El alumnado estaba compuesto por los discípulos  que atrajo Marquizo desde el Conservatorio Kolischer y otros que se incorporaron al emprendimiento. Los alumnos de hogares en buena posición económica pagaban la matrícula establecida, y los provenientes de familia humildes eran becados por la Intendencia, que también de esa forma contribuía a la formación musical pretendida. Como se ve, ya en épocas pretéritas existían subvenciones, lo que demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol. Eso sí; existía por parte del becado una contrapartida, que era contracción al estudio.

Ya al comienzo de la actividad se dieron los previsibles choques entre dos personalidades fuertes y no proclives a las negociaciones. El más serio, por no utilizar la palabra espectacular, se produjo cuando el director Yanneo no admitió que los alumnos de la profesora Marquizo provenientes del Kolischer, prosiguieran allí sus estudios en los mismos grados que en éste cursaban sin rendir una previa prueba de suficiencia. Esto ocasionó la inmediata reacción de Marquizo, que se sintió agraviada en su veta profesional porque Yanneo, al dudar de la capacidad de sus alumnos, dudaba de la suya propia, lo que se tradujo en una violenta discusión entre ambos en el hall de planta baja del establecimiento, ante el estupor de alumnos y profesores que escuchaban el intercambio de disparos de grueso calibre entre ambos docentes. Pero, finalmente, el titán que había en aquel malhumorado y mal ataviado director, se impuso a la joven, rubia y fina Venus enfurecida: todos los alumnos provenientes del Kolischer rindieron exigentes pruebas de suficiencias.

Consolidado su funcionamiento, el Conservatorio recibió también como alumnos a músicos locales que aspiraban mejorar sus conocimientos, ya que ellos explotaban comercialmente el rubro musical al frente de conjuntos orquestales que actuaban en cafés, confiterías, clubes y bailes de la ciudad. Recordamos a Domingo D´Elía, violinista y compositor, a “Pancho” Teibo, bandoneonista y pianista y al pintoresco Luciano Lamberti, pianista de una orquesta llamada Timberland, que luego de ser propietario del Cine “Edison”,  pasó a desempeñarse como boletero y portero del Teatro “25 de Mayo”.

A cierta altura de sus actividades, el Conservatorio comenzó a tomar nuevos profesores, generalmente alumnos que habían culminado sus estudios y recibido sus títulos. Y aparecieron entonces Iris Brunet, Selva Paz, Mirta Oyarvide, Elia Schiavo, Mabel Freire, Diana Barboza, Cecilia Olivera, “Yolita” Cabrera y Agustina Schiavo Dianessi, a cuya memoria debemos parte medular de este relato.

La culminación de estudios de los alumnos daba lugar a exámenes a cuyo cargo se encontraban encumbrados maestros provenientes de Montevideo, tales como Juan Protasi, José Tomás Mujica, Lida Indart, Néstor Rosa, Olga Pierri y otros, formando mesas que funcionaban en el salón de la Intendencia Municipal. Por otra parte, y en procura de ampliar conocimientos en materias tales como armonía y contrapunto, asistían al Conservatorio maestros de esas disciplinas con quienes tomaban clases los alumnos de cursos superiores e, incluso, el ya citado Domingo D´Elía.

Se había afianzado, pues, el Conservatorio Municipal de Música, que incluso dictaba también clases de danza a cargo de la profesora Susana Mondino, de cuyas aulas surgieron talentos tales como Beethoven Davezac, brillante concertista de guitarra que actuó en Europa donde reside, o Amílcar Rodríguez Inda, otro excelente guitarrista, guiados ambos por la sapiencia del padre del primero, Pantaleón Davezac, y años más tarde por Janira Da Cunha, pianista que logró su licenciatura en Historia de la Música, quién durante varios años ofreció conciertos en Madrid y ejerció allí su labor docente.

Y de otras tiendas, del Conservatorio del Colegio San José, surgió la gran pianista que fue María Mercedes Luna, que durante muchos años recorrería Europa con sus conciertos.

Culminaban ya los dorados años ´40, tan ricos en intelectos de todas las disciplinas. Coincidentemente en Rocha, conjuntamente con la música académica, habían cobrado vuelo poetas como José Carduz Viera y Alberto Barboza Blanco – también poco reconocidos – y comenzaba su ascendente carrera magisterial Rosalío A. Pereyra, mientras una jovencita llamada María Elena González Pioli desarrollaba sus inquietudes y funciones en la UNESCO.

Pero no se crea que esto era cosecha del azar. Rocha tuvo siempre un arraigado espíritu cultural, que se fomentaba desde el hogar, desde la escuela primaria donde sacrificados y eminentes maestros sembraban la semilla del conocimiento, llegando hasta el antes solitario liceo en el cual un grupo de formidables profesores la hacían fructificar. Todo se consolidaba en el sólido basamento de la fundamental premisa de enseñar y educar.

En el Conservatorio Municipal – esperamos recibir el perdón por el desvío – culminaba la fructífera tarea directriz de José Yanneo, que se retiró dando paso a un nuevo director procedente de Montevideo, el cual fue reemplazado al poco tiempo por la profesora Beatriz Tousset, violinista de una orquesta sinfónica propia, que conjuntamente con María Élida Marquizo, realizó una destacada tarea fortaleciendo más aún el prestigio ya adquirido por la institución.

Llegaron entonces a Rocha, por iniciativa de una u otra, importantes músicos nacionales y extranjeros que actuaban ya en el Teatro “25 de Mayo”, ya en el Club Social Rocha. Recordamos así a Hugo Balzo, que con uno de sus alumnos ofreció un concierto a dos pianos en el Teatro (un piano de cola fue prestado por la señora Isabel Olivera y el otro por la Profesora Marquizo); a Fa­nny Ingold, Nibia Mariño, Victoria Schenini, Enrique Iniesta y su esposa, el francés Paul Loyennet, Lida Indart, Oscar Nicastro, Israel Scholbert, María Vichnia, la francesa Eliane Richepin, Martínez Oyanguren, el conjunto de cámara del Sodre, el conjunto de guitarras de Olga Pierri, y – ya en el escenario del Cine “1° de Agosto”- al polaco Witold Malkucinsky, considerado el más grande intérprete de Chopin, que con su piano de cola y su traje totalmente blancos deslumbró con su arte a una sala totalmente colmada.

 

 

5. Cae el telón

 

 

Hugo Balzo, célebre pianista uruguayo que actuara en el Teatro “25 de Mayo”

Hugo Balzo, célebre pianista uruguayo que actuara en el Teatro “25 de Mayo”

Creemos haber descripto el panorama que Rocha ofrecía con su música que, casualidad o predestinación, se inició con la fundación del Conservatorio Municipal. Queda para el reproche – por lo menos a nivel personal – el hecho que ni el Conservatorio ni otro centro social y cultural del medio, hayan dado la oportunidad de brindar también conciertos a músicos de la talla de José Yanneo, José Agustín Peri y Pantaleón Davezac. Hasta hoy los rochenses hacemos de la modestia un pecado.

Pero, en definitiva, y aunque algo se sacrificara, nuestra cultura musical fue una luz que nos encendió el orgullo. El Conservatorio afortunadamente hoy continúa funcionando y en un lugar digno, luego de su peregrinaje por lamentables locales donde el desinterés y la desidia lo habían arrojado. Pero la juventud ya mayoritariamente parece no interesarse por las formas académicas de la música, lo que corre paralelo a nuevas normas y formas de vida. El facilismo, el desbordado avance tecnológico – que mal utilizado no conduce al progreso- y otras expectativas que se tornan cotidianas, parecen haber paralizado algunas facultades del ser humano y no solamente entre nosotros, sino a nivel general.

Hoy son otros tiempos, otros hombres, otros valores, otra manera de pensar, otras necesidades que al parecer nos acucian. Lo que se hizo, hecho está; y los que tuvimos las fortuna de vivirlo y ahora de contarlo, lo añoramos pero, como no puede ser de otra manera, aceptamos el presente porque lo estamos viviendo.

De todas formas todo aquello ya es historia. Y de la buena.

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