1. Introducción

 

En vísperas de cumplirse el quinto centenario del descubrimiento oficial del Río de la Plata, queremos dejar planteadas algunas consideraciones respecto de las fechas y las oportunidades de las expediciones portuguesas y españolas que se disputaron las rutas y la propiedad de las tierras descubiertas y a descubrir.

Y, como corolario, estudiar las expediciones y los diarios de viaje a la vez que analizar las derrotas trazadas en los mapas o planisferios, incluyendo los accidentes geográficos y los nombres asignados, muchas veces en acuerdo con el santoral o en homenaje a los lugares de origen de los monarcas o de los propios descubridores.

Es generalmente aceptada la fecha del 2 de febrero de 1516 como la de la llegada de la expedición al mando del piloto mayor de la Casa de Contratación, Juan Díaz de Solís, al anchuroso río que luego sería llamado de la Plata. De las tres carabelas que componían la pequeña armada se desprendieron botes para desembarcar algunos tripulantes en la costa, entre los que se encontraba el propio Solís, algunos oficiales y el capellán, acompañados de soldados con arcabuces. Poco después debió haberse tomado posesión en nombre de la Corona de Castilla y procedido a celebrar una misa solemne en honor de Nuestra Señora de la Candelaria,[1] nombre con el que se bautizó la bahía circundante y la playa de blanca arena en la que apoyaban los pies.

Con todo, el carácter de primera expedición (y por tanto de descubridora) no es aceptado por la mayoría de los historiadores, ni incluso entre los americanos entre los que se cuentan José Toribio Medina, de Chile, Enrique de Gandía y Roberto Levillier, de Argentina, y Rolando Laguarda Trías, de Uruguay, quienes concuerdan en que no fue el primer navegante europeo en llegar a estas costas, que ya habían sido avistadas y visitadas anteriormente en nombre de la Corona de Portugal, descubrimientos que fueron mantenidos en secreto para evitar disputas por invasión de dominios y controversias diplomáticas.

Por lo tanto la expedición de Solís será la del descubrimiento oficial, de la que quedó constancia escrita y acta de toma de posesión labrada para la Corona del reino que representaba.

En este presente trabajo queremos demostrar la relación entre las expediciones, los diarios de bitácora y narraciones de viajeros con la cartografía consecuente, así como sobre la procedencia de los nombres asignados a los accidentes geográficos, investigación que consideramos apasionante y cuyo desarrollo en profundidad comprometemos para un próximo número de la Revista Histórica Rochense.

 

2. De cartas y mapas

 

Mapa de Cantino (1502)

Mapa de Cantino (1502)

La moderna historiografía entiende que la primera expedición en aventurarse por el Atlántico Sur y alcanzar, no solo el Río de la Plata, sino la latitud de las costas patagónicas, fue una portuguesa realizada en secreto entre 1501 y 1502 al mando de Gonzalo Coelho. Y que transitoriamente le fue traspasado al florentino Américo Vespucio, que acompañaba la expedición en su carácter de experto en el cálculo de las distancias y mediciones.

Se tienen datos de este viaje gracias a sus Lettere, en las que Vespucio describió las tierras visitadas y narró sus peripecias con datos que inspiraron a los cartógrafos para trazar el contorno de parte del continente sudamericano. Para los cosmógrafos del momento la principal y casi única fuente de datos la constituyeron estas cartas que en realidad fueron dirigidas a personajes florentinos pero tuvieron una inmensa e insospechada difusión en toda Europa gracias a la imprenta. La primera carta fue escrita en Cabo Verde el 4 de junio de 1501, la segunda en Lisboa en 1502 y la tercera, conocida como Mondus Novus, las tres dirigidas a Lorenzo de Pierfrancesco de Medici, Il Popolano, así como la carta conocida como Fragmentaria, de la que no se conocen destinatario ni fecha, y la propiamente nombrada Lettera, fechada en Lisboa el 4 de septiembre de 1504, dedicada a Piero Soderini, amigo de infancia y personaje de Florencia.

Historiadores, entre los que se encuentra el uruguayo Rolando Laguarda Trías, sostienen que las cartas auténticas son dos: la escrita en 1501 en Cabo Verde y la escrita en 1502 en Lisboa y que debemos basarnos en ellas para estudiar el desarrollo de la expedición de 1501-1502, la que verdaderamente nos importa para el tema del Rio de la Plata, aunque sin dejar de lado las otras respecto de los datos que puedan estimarse como reales y no contradigan las auténticas.

La expedición partió de Lisboa el 15 de Mayo de 1501, compuesta de tres naves. Como en teoría no debían traspasar los límites fijados por el Tratado de Tordesillas―370 leguas al occidente del archipiélago de Cabo Verde, que para Vespucio llegaban hasta el río Cananor, más tarde llamado Cananea―, aunque la verdadera y secreta finalidad del viaje era ir más allá, para evitar problemas diplomáticos y que el jefe de la expedición quedara exento de responsabilidad, el mando de las naves le fue traspasado a Vespucio bajo el título de jefe provisorio o accidental, lo que permite subrayar que el hecho y la gloria recaigan en él.

Mapa de Waldseemüller (1507)

Mapa de Waldseemüller (1507)

Al regreso de la expedición los cartógrafos portugueses recogieron las descripciones en nuevos mapas. En 1502 apareció el conocido como de Cantino ―catalogado entre los coleccionistas como Kunstmann II― de autor anónimo y cuya realización responde al encargo del conde Ercole D’Este, duque de Ferrara, y su nombre al del diplomático Alberto Cantino, quien fue el encargado de llevarlo hasta Italia para entregárselo al conde. En el mismo año apareció un nuevo mapa, esta vez bajo la autoría de Nicolás de Caverio.

Luego que las Lettere fueran publicadas y difundidas a través de la imprenta, sus datos fueron recogidos en un mapa de 1504, llamado de Maiollo, con notorias semejanzas a los anteriores.

Waldseemüller (detalle de aproximación  al Rio de la Plata).

Waldseemüller (detalle de aproximación al Rio de la Plata).

Pero el mapa verdaderamente importante fue el realizado por Martín Waldseemüller[2] en 1507, en el que figura por primera vez el nombre de América. En el frontispicio se encuentran la imagen de Claudio Ptolomeo a la izquierda y la de Vespucio a la derecha. Por primera vez y sin duda alguna se hablaba de un Novus Mundus, dejando de lado la errónea concepción mantenida por Colón de que había llegado a la India o a unas islas ubicadas entre Europa y el continente asiático.

Para nuestro trabajo lo importante es que dentro de los nombres asignados figuran el de río Jordán (río de la Plata), pináculo Detentio (cerro de Montevideo) y San Antón (cabo San Antonio), límite sur sobre la costa argentina.

El nombre de Jordán le habrá sido asignado por la probable llegada en fecha 13 de enero, coincidente con el festejo del bautismo de Jesús en el bíblico río Jordán. Y también, aunque indirectamente, habrán dado nombre a Montevideo por cuanto hay autores que afirman la posibilidad de que algún miembro de la expedición hubiera subido el cerro que se eleva junto a la bahía y grabado sus nombres y fecha de estadía sobre una roca, costumbre inveterada de los viajeros de todos los tiempos. Rolando Laguarda Trías señala que la pauta la da la expresión «Vidi», que habría sido encontrada en 1519 por gente de la expedición de Magallanes:V (espucci) i (nvenit) di(501), es decir, «Vespucio descubrió 501».

El retorno comenzó el 7 de abril de 1502 y el arribo a Lisboa se produjo el 7 de setiembre de dicho año después de una duración total de 15 meses y 26 días.

 

3. Otra expedición en el Plata

 

La siguiente expedición que tocó el Río de la Plata, previa a la llegada de Solís, fue la de Esteban Froes y Juan de Lisboa, compuesta por dos carabelas con 70 tripulantes cada una, zarpada en febrero de 1514 con rumbo directo a la costa del Brasil.

Luego de traspasar la Cananea (los 25º grados de latitud sur) pasaron por la isla de San Francisco del Sur, en Santa Catarina, a partir de donde la costa se volvió inhóspita y desierta, máxime sobre el litoral del actual Río Grande del Sur.

En julio de 1514 arribaron a lo que parecía ser la boca de un estrecho o desembocadura de un gran río. La punta o cabo, que ambos podría ser, fue bautizada con el nombre de Santa María, sobre los 35° de latitud sur, la actual Punta del Este.

Dentro del estuario penetraron unas 50 leguas y mientras el río se iba estrechando las aguas se volvían oscuras y peligrosas. Bautizaron una de las islas como la De Flores, posiblemente en homenaje a que Esteban Froes (Flores en español) fuera el primero en divisarla. La expedición, mantenida también en secreto por Portugal, recorrió el ancho río y lo bautizó con el nombre de Santa María.

Durante el tornaviaje los dos navíos se separaron. El de Juan de Lisboa, llegado a la isla de Madeira, dio con un agente comercial de la familia Függer a quien se le hizo un relato sobre la expedición que fue trascripto en la Nova Gazeta da Terra do Brasil,[3] principal fuente de información sobre dicho viaje, uno de cuyos originales se custodia en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro.

 

4. Finalmente llega Solís

 

La tercera expedición a considerar de las que llegaron al Río de la Plata es la de Juan Díaz de Solís. Es la que todos admitimos, la del descubrimiento oficial por cuenta de las Coronas de Castilla y de Aragón. Ésta había partido con la misión de encontrar un estrecho que comunicara el Atlántico con el Mar del Sur, como se llamaba entonces al Pacífico, para llegar a las codiciadas islas Molucas por la ruta de Occidente. Pero la muerte de Solís mientras ocurría la expedición y el consiguiente y anticipado regreso a Sevilla significó su fin. Mientras que nosotros, en el Río de la Plata, festejamos la llegada de Solís, para los españoles de la época el viaje habrá significado un verdadero fracaso y pérdida de tiempo.

La expedición, partida de Sanlúcar de Barrameda el 8 octubre de 1515, estaba equipada con tres pequeñas carabelas y 60 marineros. No quedó registro escrito en virtud de haberse perdido el diario de bitácora que debió haber llevado Solís o alguno de sus oficiales. Afortunadamente, suponemos que Antonio de Herrera, uno de los más importantes cronistas de Indias, por los datos referenciados, lo tuvo a la vista al momento de escribir la crónica.

Luego de recorrer las costas de Brasil y de 114 días de navegación, la expedición llegó a las aguas barrosas del río de la Plata. El 20 de enero de 1516 pasó frente a unas islas que llama de Torres, frente al Cabo Polonio, llamadas así en homenaje al cuñado de Solís, Rodrigo de Torres, que tomó el mando de la expedición durante el regreso.

El 2 de febrero pasaron la isla de Lobos, a la que llamó San Sebastián de Cádiz, y anclaron en la bahía de Maldonado, donde bajaron a tierra para tomarla en posesión en nombre de la Corona de Castilla. Se alzó un puñado de tierra, se clavó una cruz al son de una trompeta y, en presencia del escribano Alarcón, se bautizó el lugar con el nombre de Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria ya que ese día se festejaba la fiesta de la Virgen de la Candelaria, popular festejo que se celebraba en las islas Canarias.

Antonio de Herrera lo narra de la siguiente manera:

“Pasaron el Cabo de las Corrientes y fueron a surgir en una tierra en 29° y corrieron dando vista a la isla de San Sebastián de Cádiz, a donde están otras tres islas que dijeron de los Lobos, y dentro el Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria que hallaron en 35°, y aquí tomaron posesión por la Corona de Castilla”.

El derrotero prosiguió hacia el oeste penetrando en una extensión de agua dulce que denominaron Mar Dulce y que gradualmente fue cambiando de color, producto del arrastre de las tierras interiores, que Herrera describe de la siguiente manera:

“Fueron a surgir al Río de los Patos en 34 grados y un tercio, entraron luego en un agua que por ser tan espaciosa, y no salada, llamaron Mar Dulce, que pareció después ser el río que hoy llaman de la Plata y entonces dijeron de Solís. De aquí fue el Capitán con él un navío que era una carabela latina reconociendo la entrada por la una costa de el río, surgió en la fuerza de él cabe una isla mediana en treinta y cuatro grados y dos tercios”.

Continuaron la exploración del río a bordo de una de las carabelas pasando frente a un río que denominaron de los Patos, posiblemente el Santa Lucía, e hicieron escala en la isla que bautizaron de San Gabriel, frente a la actual ciudad de Colonia y luego en otra isla que llamaron de Martín García, en virtud del despensero de tal nombre fallecido a bordo y enterrado en ella.

Luego de la muerte de Solís a manos de los indígenas, actualmente se cree que de la etnia guaraní, su cuñado Francisco de Torres tomó el mando de la expedición y ordenó el regreso, previa escala en la isla de Lobos para aprovisionarse de carne, que salaron para utilizar como alimento y de pieles para vender en Sevilla, matando más de sesenta anfibios antes de emprender el tornaviaje.

En la isla de Santa Catalina naufragó una de las carabelas. Los sobrevivientes quedaron a vivir en la isla mientras que el resto continuó viaje hasta llegar a Sevilla el 4 de septiembre de 1516.

 

5. Magallanes continúa la misión de Solís

 

La siguiente expedición, la de Fernando de Magallanes, completó la misión encomendada a Solís, descubriendo el estrecho y terminando por llegar a las Molucas. Pese a los contratiempos en que no estuvieron ajenos los motines, los naufragios, el hambre y la muerte en la lucha con los aborígenes e incluso la del propio capitán Magallanes, los sobrevivientes, tan solo 18, lograron regresar a Sevilla a bordo de una de las naves, la Nuestra Señora de la Victoria, al mando de Sebastián Elcano. De esta expedición quedaron cuatro registros escritos. Para la descripción técnica y geográfica contamos con el diario de Francisco Alboy para la narración de los episodios tenemos la suerte de contar con la extraordinaria obra de Antonio Pigafetta.[4]

La expedición, compuesta por cinco naves, partió el 20 de setiembre de 1519, tres años después de Solís, desde Sanlúcar de Barrameda.

El 8 de enero de 1520 arribaron a la entrada del río de Solís, a un cabo que llamaron Santa María, actual península de Punta del Este y quedaron explorando el estuario hasta el 6 de febrero. Continuaron viaje por el río, al que Albo y Pigafetta llamaron de Solís, en homenaje a su descubridor, a diferencia del autor de otro diario de viaje escrito en portugués, que lo denominó San Cristóbal tal cual figura en el mapa de Maiollo de 1527. Pasaron frente a un río que llaman de los Patos, probablemente el Solís Grande, que por entonces tendría más caudal, equidistante entre el cabo Santa María y el Monte Vidi, montaña como un sombrero, descripta así por Francisco Albo, o sea el cerro de Montevideo, frente al que pasaron el 10 de enero. Dieron nombre también al Cabo San Antón (cabo San Antonio) el nombre de cabo Polonia, sobre la costa de la actual provincia de Buenos Aires, nombre que no fue recogido por la toponimia posterior.

Luego de esos días, fundamentales para la historia del Río de la Plata, continuaron viaje rumbo al sur.

Mapa de Nuño de Toreno, 1525

Mapa de Nuño de Toreno, 1525

A partir de entonces quedaron registrados algunos nombres como el de Patagonia, en base a la impresión que les produjo el tamaño de la huella de los indígenas sobre la nieve, vestidos como andaban con pieles que les llegaban hasta la rodilla y envueltos sus pies en abarcas de cuero rellenas de paja, razón por la que dejaban gigantescas pisadas sobre la nieve, lo que llevó al mismo Magallanes a llamarlos Patagones.

Ya en la zona del estrecho le dieron nombre al cabo de las Once Mil Vírgenes y a la bahía de Todos los Santos, en razón de haberla alcanzado el primero de noviembre. Mientras estaban en una de sus largas esperas observaron fuegos en el bosque, de ahí la denominación de Tierra del Fuego. El estrecho interoceánico al principio fue denominado Todos los Santos, pero luego le fue cambiado por el de Magallanes en homenaje a su descubridor. Y como el océano al que accedieron se mostraba en un día sorprendentemente tranquilo lo llamaron con el nombre de Pacífico. Así fue que quedó descubierto el pasaje hacia el Mar del Sur.

Sebastián Elcano al regreso de la expedición, en 1523, dibujó un planisferio del perfil atlántico sobre pergamino en el que figuran los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay.

En 1525 el cartógrafo sevillano Nuño de Toreno, designado por Carlos V como «maestro de hacer cartas de navegar», presentó la carta universal Salviatti con detalles sobre la costa atlántica desde Terranova hasta el estrecho de Magallanes; increíblemente la península de Yucatán aparece todavía dibujada como una isla. La línea de demarcación está perfectamente delimitada en la ubicación donde solían colocarla los españoles. Nuño de Toreno había sido en encargado de preparar los mapas para la expedición de Magallanes y luego, junto con Diego Ribeiro,[5] preparó los necesarios para la expedición de Joffre García de Loaysa.

Al año siguiente el cartógrafo y piloto Juan Vespucio, sobrino de Américo y custodio de toda su documentación, presentó su Carta Universal con referencia a los nuevos descubrimientos.

 

 

 

6. Caboto y la última expedición

 

La siguiente y última expedición que debe considerarse importante a los efectos cartográficos y toponímicos sobre el Río de la Plata, es la de Sebastián Caboto.

Partió de Sanlúcar de Barrameda en abril de 1526, bajo la expresa orden y clara misión de repetir el viaje de Magallanes y llegar a las Islas Molucas para afianzar la soberanía española y obtener un nuevo cargamento de especias y valiosas mercaderías.

Los historiadores discuten todavía si Caboto se desvió del destino fijado en las capitulaciones firmadas con Carlos I por voluntad propia o a causa de la fatalidad lo que le llevó a cambiar de planes.[6]

Mapa de Diego Ribeiro, 1529

Mapa de Diego Ribeiro, 1529

Pero lo cierto es que después del naufragio de la nave capitana en la isla de Santa Catalina, resolvió cambiar el rumbo y dirigirse al interior del continente en busca de las riquezas que los náufragos de Solís, los cuales habían convivido con los indígenas, le comentaron que existían al remontar los ríos: un territorio rico en oro y plata, al que consideraban que podría llegarse navegando los ríos Paraná y Paraguay.

Dio el nombre de Santa Catalina a la actual isla de Florianópolis, bautizada en homenaje a su esposa, doña Catalina Medrano.

Ya en el río de Solís, en abril de 1527, llegó hasta la actual costa de Colonia donde encontraron al grumete Francisco del Puerto, el único sobreviviente de la matanza de la expedición de Solís, que había sido perdonado y había convivido con los indígenas. Luego de establecer un primer campamento en un lugar denominado San Lázaro, probablemente sobre la ribera del río San Juan, nombre de santoral con segura referencia al personaje bíblico que fue resucitado.

Más tarde Caboto envió a uno de sus hombres a buscar refugio para las naves, quien ubicó un campamento a orillas de un río afluente del Uruguay, el río San Salvador, en cuya confluencia decidió construir una fortificación como defensa contra posibles ataques de los indígenas al que llamaron de San Salvador, recientemente descubierto por un equipo de arqueólogos de la Comisión del Patrimonio. Se trata, en consecuencia, del primer asentamiento establecido por los españoles en la región.

Mapa de Alonso de Santa Cruz.

Mapa de Alonso de Santa Cruz.

Caboto, al frente de las naves de menor calado, se internó en el río Paraná donde, a la altura de la confluencia entre los ríos Carcarañá con el Coronda, fundó otra posición fortificada en territorio de la actual provincia de Santa Fe, a la que llamó fuerte de Sancti Spiritu.

Recorrió la zona en busca de la Sierra de la Plata remontando el Paraná y el río Paraguay hasta inmediaciones de la hoy ciudad de Asunción, donde logró contactarse con los indígenas que se mostraron amigables, aceptando el trueque de diversos objetos de metal.

Luego del incendio de Sancti Spiritus se resolvió el regreso a España, después de tres años de penurias e infructuosa búsqueda. Quedaba abierta la leyenda de la Sierra de la Plata y de los tesoros del Rey Blanco, junto con la de la nunca encontrada Ciudad de los Césares.

Al regreso esperaban a Caboto una serie de juicios pero también varios cartógrafos de la Casa de Contratación ávidos de conocer detalles geográficos de la zona.

Hacia 1535 figura uno de los mapas más interesantes de la época en conexión con la cartografía del descubrimiento. Alonso de Chaves, que desempeñó el cargo de piloto mayor interinamente durante la ausencia de Caboto, fue luego nombrado «cosmógrafo fabricante de cartas marítima e instrumentos de navegación en la Casa de Contratación» en 1528. Fue también el autor de la obra Espejo de navegantes.

Asimismo debemos considerar la extraordinaria cartografía de Alonso de Santa Cruz. Participó como veedor de los armadores en la expedición al mando de Sebastián Caboto y al regreso se destacó como cosmógrafo e historiador, sin duda una de las figuras claves en la casa de Contratación de Sevilla. Su obra capital, el Islario general de todas las islas del mundo, se compone de 111 mapas que representan todas las islas y penínsulas del planeta y muestran todos los descubrimientos realizados por los exploradores europeos desde 1400 hasta el siglo xvi.

A partir de la expedición de Caboto el río de Solís pasó a llamarse río de la Plata en función de la ilusión generada sobre las riquezas de la Sierra de la Plata. De 1544 datan el mapamundi de Sebastián Caboto, en el que se delinea ya a California, y el Atlas del genovés Battista Agnese, compuesto por 15 láminas a página completa, con mapas detallados y figuras geográficas, en el que aparece por primera vez el nombre de río de la Plata.

Mapa de Battista Agnese, 1539

Mapa de Battista Agnese, 1539

[1]  La celebración de la Virgen de la Candelaria o Nuestra Señora de la Candelaria tiene su origen en Tenerife, España. Su etimología deriva de candelero o candela y refiere a la luz que guía hacia el buen camino y la redención. La fiesta se celebra, según el calendario litúrgico, el 2 de febrero.

[2] Cartógrafo y geógrafo alemán, es autor, entre otras cosas, de un gran mapa del mundo y de un pequeño globo terráqueo, acompañados de un tratado geográfico llamado Introducción a la cosmografía, que contenía el relato de los viajes del navegante italiano Américo Vespucio, y de una Carta Marina (1516), otro gran mapamundi con importantes correcciones y mejoras. En sus obras apareció por primera vez el nombre de América aplicado a las tierras que se acababan de explorar.

«Un cuarto continente fue descubierto por Americus Vesputius. No hay ninguna razón de peso para no dar a esta parte del mundo el nombre de su descubridor Americus, un hombre ingenioso y de mente clara. Por tanto se debería dar a estas tierras el nombre de Amerige, es decir Tierra de Americus, o América, pues también Europa y Asia llevan nombre de mujer.» (Martin Waldseemüller)

[3]  La Nova Gazeta o Newen Zeitung Auss Presilly Landt es un panfleto raro, fue escrito en 1514 por un alemán no identificado, al servicio de los banqueros Függer. Contiene datos interesantes sobre la vida de los aborígenes y del trueque practicado con los navegantes portugueses. Un ejemplar original fue descubierto por historiador brasileño Vernhagen en 1838, un verdadero hallazgo de carácter histórico documental.

[4]  El de Albo, de menos vuelo imaginativo y valor literario que el clásico de Pigafetta y tal vez menos técnico que el de Punzorol, resulta el más metódico, detallado en lo geográfico y abocado a los datos técnicos. El de Pigafetta, de más valor literario, incluye la narración de pasajes de gran interés y otros ricos en el paisaje y fantasiosos en la descripción de los aborígenes y en la existencia de monstruos conforme a la mentalidad de la época, en resumen una mezcla de realidad y fantasía que lo ha transformado en uno de los libros clásicos de la historia de la humanidad.

[5]  Nombrado cosmógrafo de la Casa de Contratación de Sevilla, participó en la preparación de los mapas llevados en la Expedición de Magallanes-Elcano. En 1523 fue nombrado «maestro de hacer cartas, astrolabios y otros instrumentos de navegación», y finalmente sucedió a Sebastián Caboto como piloto mayor del reino. En 1524 participó como integrante en la delegación española en la Conferencia de Badajoz, para resolver la disputa hispanoportuguesa sobre las islas Molucas.

En 1527 se encargó de realizar el Padrón Real, el mapa maestro oficial a partir del cual se hacían las cartas de navegación usadas en todos los barcos españoles, considerado el primer mapa científico del mundo.

[6]  Sugerimos la lectura del libro A orillas del descubrimiento, de Alejo Cordero, Valerio Buffa y Juan Antonio Varese. Torre del Vigía Ediciones, Montevideo, 2013.

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