Amos, esclavos y morenos libres en el relato de la sociedad rochense
Alex Borucki, Karla Chagas y Natalia Stalla
SUMARIO: 1. La esclavitud en la Rocha del S. XIX – 2. Los esclavos del Comendador Correa – 3. Los esclavos de los humildes – 4. Situación luego de la abolición de la esclavitud – 5. La vida cotidiana de afrodescendientes en Rocha
1. LA ESCLAVITUD EN LA ROCHA DEL S. XIX
La esclavitud y el trabajo signaron la experiencia de los africanos y sus descendientes en el medio rural durante el siglo XIX. Peones, troperos, capataces, chimangos, maestros pedreros, quinchadores, carpinteros y labradores. Los esclavos y negros libres no sólo fueron sirvientes. Tampoco lo fueron las mujeres, quienes también trabajaron como zurcidoras, lavanderas, sembradoras, parteras y verduleras. De esta forma, el trabajo esclavo participó en la economía y sociedad de la campaña mucho más de lo que podría pensarse. En la década de 1830, las antiguas jurisdicciones de Cerro Largo, Tacuarembó y Rocha concentraban gran parte de la población esclava del país, constituyendo entre el 25% y el 30% de los habitantes en cada lugar. La mayoría de las familias de esas localidades tenían esclavos. En las villas predominaban los pequeños propietarios, quienes poseían la mayor parte de los esclavos, mientras que en los partidos había mayor concentración en pocos amos, generalmente estancieros.
En 1834, la población negra de la villa de Rocha y sus partidos alcanzaba al menos el 29%.[1] La población esclava de Rocha era en términos generales joven. El 38% era menor de 20 años, el 55% tenía entre 20 y 49 años de edad y el 7% era mayor de 50. La edad máxima de los esclavos encontrada en los padrones rondaba los 65 años. Los datos de 1854 testimonian un significativo descenso de esa población, pues hacia esa fecha eran el 14% de los habitantes.[2] El descenso fue más dramático entre los hombres, probablemente a causa de la militarización forzada de los esclavos, que devino en la abolición de la esclavitud en Uruguay durantela Guerra Grande (1839-1851).
Evolución de la población afrodescendiente por sexo. Rocha, Años 1834-1854
Fuente: Archivo General dela Nación-Fondo ex Archivo General Administrativo, Libro Nº 283, Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1820-1834-1836; Libro Nº285, Padrón de Maldonado y su jurisdicción. 1834; Libro Nº 282, Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1854-1857.
El padrón estadístico de 1834 también manifiesta que 128 (62%) hogares eran propietarios de esclavos. Los partidos de Rocha contaban con el 95% (457) de los esclavos de toda la jurisdicción. La mayor concentración de esclavos estaba en el partido de Castillos, con 138. La villa de Rocha albergaba solamente el 5% de los esclavos. Todos los hacendados de Rocha que poseían más de 1000 vacunos, también eran amos de esclavos. Era usual que los medianos y grandes hacendados tuviesen esclavos, pero esto no habilita a suponer directamente que los esclavos trabajaban sólo en la ganadería, sino más bien que los grandes estancieros concentraban una franja mayor de esclavos.
Relación de los propietarios de ganado según propiedad de esclavos. Rocha. Año 1834.
Cabezas de ganado vacuno
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Total de propietarios de ganado vacuno
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Cantidad de propietarios ganaderos con esclavos
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Porcentaje de propietarios ganaderos con esclavos
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Concentración de esclavos entre los propietarios ganaderos
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Más de 1000
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31
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31
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100%
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40%
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De500 a999
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43
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38
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88%
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29%
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De100 a499
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100
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55
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55%
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29%
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Hasta 99
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30
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4
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13%
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2%
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204
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128
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62%
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100%
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Fuente: Ver gráfico anterior.
Era frecuente que las haciendas con una producción más variada incorporaran esclavos. Las seis atahonas de Rocha eran propiedad de relevantes estancieros: Ignacio Uriarte, Domingo Sosa, Joaquín Techera, Antonio Fernández, Francisco Jerónimo de Brum y Juan Faustino Correa. Esos establecimientos, que poseían importantes rodeos, incorporaban grandes contingentes de esclavos. De los 43 establecimientos que además de haber poseído ganado explotaban cultivos o tenían árboles frutales, había 34 que empleaban esclavos. Esas unidades censales poseían en promedio 1247 reses, situándose la mayoría en las dos franjas más altas de propietarios de vacunos.
2. LOS ESCLAVOS DEL COMENDADOR CORREA
Don Juan Faustino Correa, estanciero brasileño cuya familia era de origen azoriano, se estableció en la zona de Castillos durante la ocupación luso-brasileña. Hacía 1834 en sus tierras coexistían cinco estancias que estaban distribuidas entre sus hijos. Allí trabajaban 61 morenos y pardos, constituyendo una significativa comunidad esclava asentada en el medio rural. En 1834, el establecimiento de Don Juan Faustino Correa abarcaba algo más de 28 suertes de estancia.[3] Correa constituía el mayor propietario territorial de Castillos y de toda la jurisdicción de Rocha, con 43 leguas cuadradas. Su estancia había sido denominada “El Oratorio” a causa de la capilla que allí funcionaba. [4]
Los campos de Correa se situaban entre las lagunas Negra y Merín, cerca de la frontera. Además la hacienda se favorecía del acceso fluvial, pues la laguna Merín y el arroyo San Miguel la comunicaban con el espacio riograndense. El terreno era próximo a las fortificaciones de San Miguel y Santa Teresa, con las cuales Correa pudo haber comerciado. Sólo a través de los campos de Correa era posible atravesar esa franja fronteriza si se quería evitar el control de ambas fortificaciones.
Mapa 1 Ubicación de los campos de Don Juan Faustino Correa. Año 1831
La línea discontinua representa la jurisdicción de Maldonado en 1831. La línea de triángulos rodea la superficie de la hacienda. El mapa se realizó en base a un plano que se reproduce más adelante. Ver Martínez Rovira, E. Entre el olvido y la memoria, Montevideo, Depto. de Publicaciones dela UdelaR, 1982, p 218.
Los establecimientos de los Correa poseían la mayor cantidad de esclavos en la jurisdicción de Rocha, representando el 12% de la población esclava. Además eran propietarios del 44% de los esclavos de Castillos. Más de la mitad de los esclavos que habitaban las haciendas eran hombres (34). El 80% (49) se situaba entre los 10 y 59 años, 11 tenían menos de 10 años y solamente una esclava tenía más de 60. El promedio de edad era de 18 años para las mujeres y de 22 para los hombres.[5] No se tiene noticia del empleo de mano de obra libre (conchabados, peones o jornaleros). Sin embargo, debieron contratar peones cuando las tareas de las haciendas requerían mayor fuerza de trabajo, como la yerra y el rodeo.
La unidad censal encabezada en 1834 por Juan Faustino Correa, de 61 años, era habitada por su esposa Águeda Días de Oliveira, y dos de sus hijos: Serafín y Faustino. Asimismo, poseía 24 esclavos y un rodeo de más de 10.000 reses. Pero en los campos de Correa no sólo había una estancia, sino cinco, pues allí habitaban cuatro de sus hijos con sus respectivas familias, que constituían diferentes unidades censales. El campo en donde cada uno había establecido su estancia era propiedad de su padre. Cada uno de los hijos estaba casado con familiares en cierto grado de consanguinidad o con miembros de familias azorianas con las que había lazos familiares previos.[6] Cada una de esas haciendas también tenía sus rodeos y planteles de esclavos. Francisco Faustino era propietario de 11 esclavos, Justino Faustino Correa tenía 10, Felicidad Correa y su marido Joaquín Terra poseían otros 10 y Ladislao Correa era amo de 6 esclavos.[7]
Este complejo de diferentes unidades de producción tuvo una particular ubicación en los bañados rochenses. Las estancias de Joaquín Terra, Francisco y Ladislao Correa, se ubicaban al suroeste, donde el campo era fácil de franquear. La zona noreste era anegadiza, constituyendo un límite natural. La estancia de Justino, al noroeste, era puesto de control sobre campos altos y fácilmente accesibles. La zona central era ocupada por la estancia de Don Juan Faustino, pero el casco de ésta (con iglesia y cementerio) se ubicaba al sur, cerca de los campos linderos. Los cascos de estancia rodeaban el perímetro de las tierras hacia el sur y el noroeste. El límite norte estaba defendido por los campos intransitables del Bañado de San Miguel yla Cañada Grande, siendo el linde orientalla Laguna Negra.La ubicación de los cascos de estancias y los límites naturales favorecían el control de campos extensos. De este modo, los Correa se resguardaban del abigeato y las fugas de esclavos.
Mapa 2 Ubicación de las estancias en los campos de Don Juan Faustino Correa. Año 1831 – Reproducción del plano confeccionado a partir de la mensura de Antonio Ventura Orta hacia 1831.Martínez Rovira, E, op cit, p. 218.
La familia poseía intereses en otras zonas de la frontera. El matrimonio de José Faustino Correa y Felicia Cardozo vivía hacia 1836 en Aiguá (Minas), en donde poseía una estancia con 7 esclavos. El hijo restante de Don Juan Faustino era el Mayor del Ejército Imperial, Faustino Juan Correa, casado con María Carolina Correa, quienes eran vecinos en Jaguarão.
A partir de 1843 la Guerra Grandecomenzó a afectar intensamente a las comunidades de frontera. El avance del ejército de la Confederación Argentinasobre el territorio oriental obligó a la mayor parte de los estancieros brasileños a migrar a Río Grande del Sur, trasladando sus reses y esclavos. Esto ocurría cuando aún la Guerrade los Farrapos (1835-1845) no había finalizado. El movimiento hacia Río Grande se suspendió tras la ocupación de la frontera por parte de las fuerzas de Manuel Oribe, que intentaron impedir el arreo de ganado al Brasil. No obstante, los brasileños incursionaron en territorio oriental con ayuda de los emigrados colorados que los habían acompañado. Justino F. Correa intentó recuperar sus reses y las de su madre, que aún permanecían en Castillos, con el auxilio del caudillo colorado Brígido Silveira, que había sido Comandante Militar de Maldonado entre 1846 y 1847, año en que fue obligado a retirarse a la frontera por las fuerzas del Cnel. Juan Barrios.[8]
Tras el fin de la guerra los estancieros brasileños retornaron a la campaña oriental. Al regresar, restablecieron sus haciendas arreando nuevamente ganado e introduciendo esclavos. Agueda Días y sus hijos Justino, Francisco y Felicidad regresaron a Castillos. Al parecer, Don Juan Faustino falleció durante el conflicto, pues desde 1849 sus hijos figuraban como herederos de los ganados.[9] Las haciendas Correa emplearon varios afrodescendientes luego de la guerra. Hacia 1854 allí vivían 17 peones morenos. La estancia de Águeda Días empleaba 3 peones de los cuales dos eran ex–esclavos. En el establecimiento de Justino trabajaban 4 morenos, entre los cuales había un antiguo esclavo. La estancia de Joaquín Terra concentraba la mayor parte de los peones negros: 7 hombres y 3 mujeres. Además en la estancia de Francisco vivía agregada una morena.
La reinstalación de las haciendas hizo imprescindible la incorporación de esclavos a los trabajos, lo cual debilitó la legislación abolicionista uruguaya. Para esa operación se ideó un artilugio legal denominado contrato de peonaje, que servía para introducir esclavos en las estancias brasileñas situadas en territorio oriental. Estos peones firmaban -siendo esclavos en Brasil- un contrato que los obligaba a trabajar por períodos de entre 15 y 40 años en Uruguay para pagar su manumisión, siendo pasibles de persecución policial si huían, y percibiendo un sueldo muy inferior al de los peones totalmente libres. Ladislao y José F. Correa emplearon esta operativa para introducir esclavos, convertidos en peones contratados, a sus estancias de Aiguá (Minas). Justino F. y Francisco F. Correa lograron con éxito introducir 8 esclavos a sus haciendas, por lo que buena parte de sus peones morenos de Rocha eran antiguos esclavos.
El 18 de setiembre de 1852 Juan F. Correa inició un reclamo por la huida de parte de sus esclavos, presentándose ante el Jefe Político de Maldonado denunciando la fuga de 8 esclavos que habían sido introducidos según su versión, para reparar sus haciendas, con el permiso del Presidente de la Provinciade Río Grande y de los Comandantes de frontera.[10] Además manifestó que había traído 4.000 reses para restituir la hacienda. La opción por la pecuaria determinó la necesidad de mano de obra forzosa en una zona despoblada. Los esclavos huidos habían reclamado su libertad ante las autoridades locales, pues ni siquiera eran peones contratados.
Aún cuando no fueron introducidos bajo los contratos de peonaje, Justino confesó conocer las disposiciones. Según su versión, los contratos debieron celebrarse en territorio oriental, pero no se realizaron por la huída de los esclavos. De esta forma, Justino se comprometió a efectuar los contratos tras la devolución de los esclavos. Una vez devueltos éstos últimos, serían contratados y forzados a trabajar como peones. El caso culminó a dos días de iniciado, cuando el Jefe Político de Maldonado, Quintín Correa, los entregó a su amo.[11] A pesar de no haber introducido a los esclavos bajo los contratos, los Correa apelaron a esa herramienta legal en una situación de ilegalidad. La influencia de una de las familias más poderosas de esa región contribuyó a que las autoridades locales actuaran rápidamente, a contrapelo de las disposiciones abolicionistas uruguayas.
3. LOS ESCLAVOS DE LOS HUMILDES
En las pequeñas unidades de producción también se empleó el trabajo esclavo. Los amos eran propietarios tanto del sujeto esclavizado como de su trabajo. En caso de no trabajar directamente para su amo, los esclavos lo hacían para otras personas. De esa labor el esclavo recibía una paga, la cual iba mayormente al bolsillo del amo. Esta práctica era denominada “conchabo”. Los amos se beneficiaban del metálico producido por sus esclavos, salvo los domingos y feriados, cuando los esclavos podían retener esa paga. Las viudas, los ancianos y los huérfanos de los sectores propietarios emplearon el trabajo de sus esclavos como forma de obtener un ingreso fijo. En ocasiones, el amo dependía exclusivamente del conchabo del esclavo para asegurar su subsistencia. En 1844 murió Francisco Couseiro en la villa de Rocha. De origen gallego, llegó a la Banda Oriental como soldado de la Fortaleza de Santa Teresa. Durante su vida se desempeñó como sastre y militar en Rocha y Porto Alegre. En palabras de Couseiro, él se mantenía a partir de las verduras que cultivaba y del conchabo de su esclavo José. Incluso había ahorrado en más de 6 años la suma de $192. El esclavo no sólo aseguró la subsistencia del amo, sino que le permitió reunir cierto capital a través de un riguroso ahorro. Se ignora el tipo de trabajo que realizaba José, pero se mencionó tangencialmente el servicio doméstico. Su amo, al referirse a la época en que había contraído matrimonio -lo cual había ocurrido antes de la Revolución Oriental- explicó que había comprado a José para ayudar a su mujer, manifestando que: “José que era todavía muy bozal pero salió tan vivo que en poco tiempo se hizo práctico en el cocinar y labar (sic) la ropa muy regularmente […]”[12]
4. SITUACION LUEGO DE LA ABOLICION DE LA ESCLAVITUD
Tras la abolición, algunos morenos y pardos continuaron dependiendo de sus antiguos amos. El padrón de Rocha de 1854 evidencia esta situación. Los morenos y pardos de algunos de los partidos de Rocha se distribuían en 155 unidades censales.[13] Los criollo-europeos encabezaban 149 unidades censales en las cuales vivían 154 (80%) morenos. Las restantes 6 (4%) estaban encabezadas por morenos y pardos, en las que se agrupaban 39 (20%) individuos.[14] Hemos encontrado diferentes vínculos entre los morenos y los jefes de hogar criollo-europeo. Al parecer 27 (18%) de los morenos establecieron relaciones laborales, a partir de contratos como peones o sirvientes. Otros morenos se vincularon como agregados a los establecimientos, habiendo sido 122 (79%), de los cuales 49 eran menores de edad.[15] Todos los morenos y pardos jefes de familia tenían más de 25 años. Tres de las unidades censales estaban lideradas por mujeres.
5. LA VIDA COTIDIANA DE AFRODESCENDIENTES LIBRES EN ROCHA
La vida material de los afrodescendientes libres dependió, en parte, de la relación que mantenían con sus patrones, de sus capacidades laborales (al igual que el resto de los sectores asalariados), de sus astucias y estrategias de subsistencia. El mucho o poco dinero aportado por los días de trabajo les permitía cubrir sus gastos. Ese fue caso del matrimonio de los “pardos” Bernardo Pírez (28 años) y Eugenia González (24 años), así como el de sus hijos Ángel y Juana.[16] La pareja poseía un solar en la villa de Rocha. La familia Pírez -como otros morenos libres- había sido beneficiada con la concesión de un solar, que les brindó la posibilidad de un sitio para construir su rancho. Además, eso los relacionó a otros vecinos con quienes compartieron su vida cotidiana.
Plano de Reconstrucción parcial del amanzanamiento de un sector de la villa de Rocha. Años 1844-1854
Fuente: Archivo General dela Nación, Archivos Judiciales, Juzgado Letrado de Rocha, Leg.13 a 21.
La vivienda y el lugar en donde ésta se hallaba delimitaban la vida diaria. En ese espacio no mediaban las antiguas relaciones amo-esclavo, sino que se entablaban vínculos entre hombres y mujeres que compartían similares condiciones materiales. Bernardo levantó su “ranchito viejo de 7 vs largo de palo a pique”, y la “cosinita de 4 vs”, seguramente con la ayuda de vecinos, compadres o amigos. Su vivienda al parecer no contaba con una división en piezas. La familia dormía en un “colchón y dos catres viejos” y se reunía a compartir sus comidas alrededor de una “mesa de pino”. Seis platos de lata, un cuchillo, media docena de cucharas y “tenedores ord.s” eran sus únicos utensilios de mesa. Eugenia tenía 2 ollas para cocinar sobre el fuego los ensopados, guisos y otras comidas. Además, poseían un “asador de fierro” en donde asaban la carne. Los Pírez complementaban su dieta con huevos, pues tenían cuatro gallinas. Asimismo, poseían un cerdo, que tal vez estaba siendo criado para hacer tocino o para una ocasión especial. Bernardo y Eugenia integraron el café a su dieta, pues tenían una “cafetera”, “una tasa” y varios “platillos de café de losa”.
La pareja guardaba en “un baul mayor y roto”, las ropas que utilizaban cotidianamente. El esposo tenía “2 camisas”, una de color y otra blanca, “1 par de calsoncillos” y un “sombrero de paño usado”. Su mujer usaba “1 bestido” y “un bisito” Varios pañuelos de diferentes materiales integraban su vestuario: de lanilla, muselina, granilla y seda. Ellos vestían a su hija Juana con “vestiditos” y “enaguas”, mientras que al varoncito con una “batita” y “calsoncitos”. Además de su ropa, Bernardo contaba con la montura de su caballo, compuesta por una apero viejo y otro “de suela en estado regular, pella asul, yerga labrada, freno de copas ord.a”.
Los conflictos matrimoniales no fueron ajenos a los Pírez. En la noche del 8 de abril de 1855, dentro del rancho y ante la vista de sus hijos, se inició una discusión entre los esposos. Joaquina González fue testigo de la escena, relatando que había ido “ala villa a buscar carne y medio de pan, que cuando bolvio encontro a su hermana y cuñado disputando”. Al parecer la querella había comenzado por un pañuelo que Eugenia había cambiado por otro a Carmen Florentina, hermana del “pardo” Apolinario Flores. El celoso Bernardo, tras intentar sin resultado rescatar el pañuelo, volvió a su casa. El pañuelo había sido entregado a un tal Luís Pereira, lo cual perturbó al marido. Al regresar Bernardo a su rancho, su esposa le comentó “que quería salir para casa de Rosalia [González] a tomar mate” a lo que éste se negó. Bernarda quería ir a la casa de su prima, que además de vecina, era la esposa del compadre Pedro Barrios. Es posible que Bernardo sospechara que allí Eugenia se encontraba con su “mancebo”. A tal punto había llegado la discusión que el vecino Pedro Barrios escuchó que “Bernardo decia a la muger Eugenia= Te ando marcando desde Semana Santa y la muger contesto= no me has querido decir nada por ser los días que heran y por eso me has hido a abochornar a las carreras” Bernardo probablemente sospechaba desde hacía tiempo la infidelidad de su mujer, pues la vigilaba en los espacios públicos: las carreras y los festejos religiosos. Sus celos lo llevaron a “abochornar” a su esposa delante del pueblo, haciendo conocido por los vecinos un conflicto privado.
La discusión pasó a mayores cuando Bernardo comenzó a perseguir a su mujer blandiendo un cuchillo. Eugenia gritó “socorrame que me mata Bernardo”, buscando ayuda en su vecino y compadre Simón Bustamante. Cuando llegaron al hogar de los Pírez, los vecinos encontraron a Eugenia muerta a cuchillazos. Al amanecer del día siguiente, los vecinos“vieron como á dos cuadras y media de distancia un bulto tendido en el suelo”. Era el cadáver de Bernardo con el cuchillo en la mano “con la punta inclinada para el cuerpo”. Los médicos anotaron que las heridas de Eugenia habían sido en la base del pecho y en la mano, mientras que Bernardo tenía 8 cuchilladas en el pecho. El 10 de abril de 1855 el párroco de Rocha, notificó al Alcalde Ordinario que acababa de sepultar los restos de Bernardo Pírez. El entierro fue realizado aunque todavía no era claro si Bernardo se había suicidado -de 8 puñaladas- o había sido asesinado por los vecinos y familiares de Eugenia.
A causa del infausto suceso quedaron huérfanos Ángel y Juana Pírez, y sin protección de ningún adulto Joaquina González (12 años), que estaba bajo el cuidado de la pareja. En general, la situación de los menores “de color” durante el período de abolición fue compleja, y recién en 1853 quedaron sujetos a las disposiciones generales de la minoridad, a los procedimientos de protección para cuando no podían estar con sus padres naturales o legales. Tales mecanismos situaban a los menores bajo responsabilidad de adultos que debían brindarles las mejores condiciones de existencia. En esa situación quedaron Ángel y Juana Pírez, así como Joaquina González.[17]
A Santiago Pírez, hermano de Bernardo, le fueron entregados ambos niños. El Defensor de Menores señaló que “la tierna edad de dhos menores hace necesario aun el Cuidado de personas que Pertenescan á sufamilia”, por lo que descartó la oferta de los padrinos de la niña. La joven Joaquina tuvo varias solicitudes de tutela: la de Víctor Cosse, la de Ramona Techera de Graña y la de Quintín Correa. El Defensor de Menores consideró el último ofrecimiento, pues Correa -que había sido Jefe Político del Departamento- se comprometía a brindarle a Joaquina “educación correspondientes a su estado y clase, vestirla, cuidarla en sus enfermedades como a persona de mi familia” Sin embargo, ella no pensó lo mismo y luego de tres meses bajo la tutela de Correa, se fue de su casa. Así se manifiesta que no siempre las óptimas condiciones materiales, que decían garantizar los tutores, aseguraban la felicidad de los menores. El pupilaje como figura jurídica pretendía asegurar la subsistencia y educación de los menores pobres o en situación de orfandad, aunque en ocasiones se degeneraba por el maltrato doméstico, fugando los jóvenes como forma de resistencia.
El trabajo esclavo en las estancias de los Correa y el episodio de los Pírez, ocurrido inmediatamente después de la abolición, constituyen algunas de las historias de los “morenos y pardos” que tuvieron cabida en el relato de la sociedad rochense en el siglo XIX.
[1] En 1834, Rocha y sus partidos contaban con 208 UC, siendo un total de 1846 personas. Los esclavos eran 480, constituyendo el 26% de la población, mientras que 50 (3%) eran libertos. La población blanca se distribuía en 1216 (56%) propietarios y sus familiares directos y 100 (5%) agregados, peones y/o capataces. Archivo General dela Nación, Fondo ex Archivo General Administrativo, Libro Nº 283, Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1820-1834-1836; Libro Nº 285 Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1834.
[2] La población total de la villa y sus partidos en 1854 ascendía aproximadamente a 1977 individuos. La población blanca era de 1599 (82%) habitantes. El resto lo conformaban 281 (14%) morenos y pardos, 16 (1%) chinas, 45 (2%) indios y 3 mestizos. Archivo General dela Nación, Fondo ex Archivo General Administrativo, Libro Nº285, Padrón de Maldonado y su jurisdicción. 1834; Libro Nº 282, Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1854-1857.
[3] Archivo General dela Nación, Fondo ex Archivo General Administrativo, Libro Nº 283, Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1820-1834-1836; Libro Nº 285 Padrón de Maldonado y su jurisdicción, 1834. El terreno había sido originalmente denunciado por José de Sosa ala Real Audiencia de Buenos Aires en 1786. Su mensura se realizó en 1788, siendo de poco más de 18 leguas cuadradas. En 1822 la viuda de Sosa vendió esas 18 leguas a Juan Faustino Correa, quien pidió en 1831 la realización de una nueva mensura. La misma arrojó como resultado que el territorio se había “extendido” a 21 leguas cuadradas. Además había 5 leguas de campo bajío pero aprovechable y otras 17 leguas cuadradas de bañados y esteros. Juzgado de Familia Nº1 de Montevideo. Sucesión Testamentaria del Comendador Domingos Faustino Correa.
[4] Aún persisten enla Estancia El Oratorio un gran potrero rodeado de un cerco de piedra (parcialmente destruido) y tres corrales de respetable altura, así como un cementerio semidemolido. Es posible acceder a la estancia partiendo de la ciudad de Castillos, a través dela Ruta 16, conocida como el Camino del Indio. Agradecemos a Blanca Repetto, así como a Humberto Ochoa y Nardone González y flía., por su hospitalidad durante nuestra visita a Rocha.
[5] Se considera laboralmente activos para el trabajo agropecuario a los esclavos de entre 10 y 59 años. A pesar de esto, se debe advertir que los niños y ancianos realizaban diversas labores en la estancia.
[6] Hacia 1834 Francisco Faustino Correa (40), era su primogénito y estaba casado con Florencia Correa (40) y tenía seis hijos, Zerafino (12), Faustino (10), Claudio (3), Joaquin (1),) Maria (4) y Joaquina (14). Justino Faustino Correa (36) vivía con Clara Faustino Correa (34) y sus hijos Aguedo (8), Martin (6), Ilario (4), Isaias (10 meses). Felicidad Correa (34) y Joaquín Terra (38) tenían dos hijos José (7) y Balbin (4 meses). Ladislao Correa (30) estaba casado con Joaquina Terra (28) y tenían tres hijos Juan (2) Felisbina (4), Fermina (7 meses).
[7] El grupo familiar constituía uno de los mayores propietarios ganaderos de la región. Hacia 1834 los Correa poseían un total de 14.600 cabezas, constituyendo el 21% del capital productivo de la familia. Las reses eran el 12% del ganado declarado en la jurisdicción de Rocha (117.191) y cerca del 54% del existente en Castillos (27.255). Se debe advertir que estas estancias seguramente tenían más cantidad de ganado que el consignado por la fuente. Estos datos proceden de un padrón de propiedad, no de un inventario o testamentaria. Los propietarios generalmente declaraban menos cantidad de reses de las que en verdad poseían, evitando así las probables exacciones del gobierno.
[8] Brígido Silveira realizó desde Brasil expediciones al territorio oriental desde 1847 hasta 1851, arreando los ganados de los hacendados brasileños refugiados enla Barra del Chuy. Silveira retornó luego de formarse la alianza contra Rosas y tras el derrocamiento de Juan F. Giró ocupóla Jefatura Política de Minas. Es posible vincular a los caudillos colorados y a los estancieros brasileños, a través del pago que recibían los primeros por recuperar las haciendas de los segundos, así como por abastecer a sus destacamentos que se aprontaban para ingresar a territorio oriental.
[9] Luego de la guerra, en los campos de los Correa había 10.835 cabezas de ganado, que eran el 74% del existente en Castillos (14.688).
[10] Archivo General dela Nación, Archivos Judiciales, Juzgado Letrado de Rocha, Leg. N°18, Letra C, Nº 905, Año 1852, “Don Justino Faustino Correa, reclamo de esclavos”, 18 de setiembre de 1852.
[11] A partir de tres diferentes vertientes es posible vincular a Quintín Correa con los reclamantes. Quintín Correa (1801-1865) provenía de una familia azoriana que había integrado el grupo fundacional de San Carlos. Fue comerciante en la villa de Rocha desde 1839 y además se desempeñó como caudillo colorado de la zona.
[12] Archivo General dela Nación, Archivos Judiciales, Juzgado Letrado de Rocha, Leg. 16, Letra C, Nº 757, Año 1844, “Testamentaria de Francisco Couseiro”
[13] Para realizar este análisis no hemos cotejado la población de la villa de Rocha (509) debido a que las unidades censales no estaban definidas. Tampoco hemos tomado en cuenta a 84 individuos de Garzón y a 56 de la 4ª Sección (Castillos), los cuales no fueron consignados en unidades censales. Asimismo, para el caso de Don Carlos se han incluido 33 mujeres correspondientes a los matrimonios consignados. De esta forma, la población total asentada en estos grupos ascendió a 1328 hombres y mujeres, distribuidos en 1043 (79%) blancos, 193 (15%) morenos y pardos, 59 (4%) indios, chinas y mestizos, además de 33 sin determinar (2%).
[14] Además, enla UC encabezada por el pardo Manuel Cardozo vivía Teresa Silvera de origen criollo-europeo.
[15] Quedaron fuera de éstas categorías 5 (3%) morenos y pardos.
[16] Archivo General dela Nación, Archivos Judiciales, Juzgado Letrado de Rocha Leg. 20, Letra G, N° 1081, Año 1855, “Sumario por muerte de Eugenia González y Bernardo Pirez”.
[17] Archivo General dela Nación-Archivos Judiciales, Juzgado Letrado de Rocha, Leg 20, Letra T, N° 1073, Año 1855, “Victor Cosse y otros sobre colocación de los menores hijos de Bernardo Pirez y Eugenia González,”