Jesús Perdomo

SUMARIO: 1. El primer topónimo – 2. El pago de Castillos y los trabajadores – 3. Se equivocó la bandera – 4. Los laburantes del Palmar – 5. De médanos y cañonazos

 

1. El primer topónimo

 

¿Cuánta antigüedad le podemos calcular a la palabra “CASTILLOS” usada como topónimo, es decir, nombre que identifica un punto geográfico?

“Castillos” tal vez sea el topónimo más antiguo y estable en toda la extensa área del Río de la Plata. Veamos.

“El Río de la Plata fue descubierto por el piloto español Juan Díaz de Solís en 1516…”. Esta es la verdad aceptada, oficial, legal, pero… ¡falsa! Porque, la primera expedición europea que ingresó al Río de la Plata era portuguesa y venía – circunstancialmente- comandada por el cosmógrafo italiano Américo Vespucci. Fue a fines de febrero de 1502. El hombre, cuyo nombre- merecido o no- ostenta todo nuestro continente, descubrió nuestro ancho Río de la Plata.

Desde hace bastantes años, esto es un hecho aceptado por los historiadores, particularmente gracias a las minuciosas y detectivescas investigaciones del Cnel. (R) Ronaldo Laguarda Trías.

Claro está, la expedición Vespucci- 1501/1502- fue “de contrabando” y se mantuvo en secreto… por el famoso Tratado de Tordesillas. A los portugueses les estaba vedado cruzar esa línea imaginaria hacia el oeste, pues estarían ingresando a mares y territorios españoles y por lo tanto prohibidos.

Según Laguarda Trías, Vespucci no sólo descubrió el Río de la Plata 14 años antes que Solís, sino que bautizó un Cerro –el para nosotros muy conocido “Monte Vidi”- y siguió viaje hacia el Sur, llegando casi hasta las Malvinas, antes de retornar y darle cuenta al Rey portugués, Don Manuel.

Pues bien, imaginemos la situación. A estos primeros exploradores del 1500 que, desde Europa han cruzado el Atlántico y ahora bajan navegando y observando con curiosos ojos la costa derecha, después de dejar atrás el litoral de Brasil, la primera novedad geográfica llamativa que les sale al cruce, y les “rompe los ojos”, es el peñón arisco de “los Castillos”, nos referimos a la isla con sus “torres” de piedra alzándose 50 metros sobre el mar. Imposible de no tenerlas como una referencia ineludible.

Para aquellos hombres medievales- portugueses, españoles, italianos- resultaba obligado, inevitable, contemplar esas “torres” de roca viva y gritar: “¡Castillos!”. En realidad, el grito ha de haber sido en principio: “Castilhos”… De seguro, el bautismo de nuestra actual Isla del Marco se pronunció en portugués, por boca del vigía lusitano de aquella pionera expedición Vespucci.

No conocemos cartografía inmediata a dicho viaje que recoja el topónimo “Castillos”. No es nada de extrañar. La exploración Vespucci- ilegal en sí misma – obviamente no podía dejar referencias. En años siguientes, las primeras expediciones que llegaron (incluida la de Magallanes, 1520) dejaban documentados escasísimos topónimos y, los que aparecían, eran- abrumadoramente- hagiográficos, es decir, nombre “de Santos”, río San Cristóbal o San Salvador, bahía de Todos los Santos, cabo Santa María. Nombres aplicados según el día del Santoral en que se producía el descubrimiento.

El Archivo de Indias (Sevilla) conserva dos croquis o mapas- verdaderos mamarrachos geográficos, pero valiosísimos como documentos- que, en la “boca del Río de la Plata” (sic) indican: “ISLA DE LOS CASTILLOS”. Luego de los prolijos estudios de Laguarda Trías, esos croquis pueden fecharse por 1520. Publicamos copia parcial de uno de ellos acompañando esta nota. Es la referencia cartográfica de “Castillos” más antigua que conocemos, a la fecha.

¿La boca del Río de la Plata frente a la Isla de Castillos? Así lo explica Laguarda: “Según demostró brillantemente Paul Groussac, el ‘Cabo Santa María’ de los descubridores estaba situado en la actual ‘Punta del Este’, pero este lugar no constituía buena recalada, pues carecía de ‘marcas’ que permitieran individualizarse desde lejos y sólo se advertía su presencia cuando ya se estaba sobre él. En cambio, el islote de CASTILLOS GRANDES era un excelente punto de recalada, pues al ser reconocible desde lejos, le ofrecía al navegante la imagen del “castillo de popa” de una carabela (de ahí el nombre) y esta visión le permitía al piloto una fácil identificación, para recalada, desde lejos…”

Isla de Castillos Grande

Isla de Castillos Grande

Era tan notoria, marcada e identificable, la Isla de los “Castillos”, que arrastró hacia ella la “boca del Plata” en los primitivos mapas portugueses, robándosela al “Cabo Sta. María” (Pta. del Este), que sería la correcta.

Además, como lo descubrieron aquellos pioneros marinos, la isla de los Castillos se alza como alto mojón indicador, señalando una ensenada abrigada del pampero, con “lago de agua dulce” y leña alrededor, y la boca de un río de buena pesca en agua dulce. ¿Qué más podían pedir?

He aquí nuestra tesis: Como topónimo, “Castillos” no nació del nombre de un Santo, colocado por azar del día de descubrimiento. Tampoco fue adjudicado por algún jefe de expedición, a quien se reservaba el derecho de “bautizo” oficial. No, “Castillos” fue nominación espontánea, plebeya, de algún anónimo marinero, unánimemente asumida por sus colegas, dada la asociación de imagen que “rompía los ojos” por doble similitud: con “castillos de piedra” y con “castillo de carabelas”…

Ese nombre se manejó, inicialmente, entre marinería rasa, poco a poco- por el peso de su evidencia- se fue imponiendo, hasta colocarse en los viejos “roteiros” portugueses y, finalmente, saltar a la cartografía, tal el caso de nuestros “croquis” del 1520.

El sabio alemán Lessing- citado por Laguarda Trías- proclamó: “En el estudio de la antigüedad, a menudo es más honroso encontrar lo verosímil que lo verdadero…”

¿No es, acaso, muy “verosímil” pensar que el primer impactado por las altas torres rocosas de la “ISLA DE LOS CASTILLOS” fue el vigía portugués de la primera expedición que entraba al Plata, la de Vespucci, por fines de febrero de 1502?

 

 

2. El pago de Castillos y los trabajadores

 

El mes de mayo puede llamarse el Mes del Trabajo. Para los uruguayos comienza con una celebración de Día Mundial de los Trabajadores, -pacífica y ordenada aquí- contrastando con la violencia que vemos en otros puntos. Pero no siempre ha sido así. ¿Qué pasaba con los trabajadores hace casi un siglo por estos lares?

Tenemos que sumergirnos en el pasado. Es increíble, pero por 1924 tuvimos un órgano de prensa expresamente dedicado a la defensa del trabajador. En efecto, tenemos a la vista dos ejemplares, sobados y frágiles de un periódico publicado en Castillos, diciembre de 1924, que salía bajo responsabilidad de Lucas Valdés y Domingo Presa. Se titulaba “EL FUTURO” y era el órgano de la Unión Obrera Castillense. ¿Cuál era su línea de ideas? Veamos. Así leemos en un editorial:

“En todas las épocas del dominio secular del capitalismo, la mayoría de las naciones viéronse periódicamente sacudida por intensas revoluciones… Sin embargo, tanto en Europa como en América, todas las revoluciones cuajaron en nuevo despotismo. Ni la Revolución Francesa (1789/93) ni la Revolución Rusa (1917) pudieron, a pesar de sus empeños gloriosos, establecer regímenes de fraternidad y justicia humanas. El espíritu de libertad, encarnado en las multitudes revolucionarias, sigue sin poder traducirse en conquistas reales y verídicas. La causa de este retraso en el advenimiento de la libertad es muy compleja. Las revoluciones políticas- unas veces por circunstancias adversas y otras por las traiciones de sus jefes y abanderados- terminaron por elaborar con su fuerza triunfos parciales de partidos y sectas que, al asumir la dirección de los destinos colectivos, abdicaron de todo principio de nivelación económica, subyugando con sangrientas tiranías a las masas y a los núcleos libertarios…”

Para el entendido no es difícil notar aquí la marca ideológica del anarquismo, corriente que tuvo mucha fuerza en el movimiento sindical uruguayo a fines del siglo pasado y comienzos del actual. Pero ¿cómo defendía “El Futuro” los derechos de los trabajadores de aquí, de Castillos? Bajo el título la noticia, leemos:

   “Hace ya varios años que se hizo efectiva la ley de pensiones a la vejez y, sin embargo, en esta villa se encuentran más de una docena de viejos que hace más de tres años gestionaron la pensión y aún no la han recibido… ¡ni noticias! Una injusticia es lo que se hace con estos pobres desgraciados: después de haber gastado todas sus energías cuando jóvenes- para acumular el capital con que se enriquecieron muchos burgueses- se encuentran hoy viejos, pobres, enfermos y sin hogar, y para colmo de sus desdichas ni les pagan aún esos miserables reales… Son ellos Faustina Rocha de 75 años, Ezequiel Correa, de 70 años, Higinia V. de Carrasco, de 74, Amaro Bustamante, de 65, Narola Rocha, de 63…”.

En otro orden de información, “El Futuro” comenta la novedad del cine en Castillos. Bajo el título “Biógrafo Miní” anuncia:

   “El domingo este biógrafo inició la primera función de abono con la cinta ya anunciada. La opinión del público sobre el éxito futuro de la cinta (¿?) se encuentra dividida, siendo en su mayoría pesimista…”

Nos deja en ayunas sobre qué “cinta” era. Pero ya eran las previsiones. Tal como si hubieran tenido la “bola de cristal” y- ya en 1924- hubieran previsto la crisis del cine que íbamos a sufrir a fines de los ´80 y que más allá de reconversiones se arrastra hasta hoy.

 

 

3. Se equivocó la bandera

 

¡Mira papá, se equivocaron de bandera!…

La pequeña le tiraba de la manga a su padre señalándole a un abanderado que venía ingresando a la Plaza de Castillos, en la mañana de un reciente 18 de julio.

En efecto, se trataba de la Bandera Nacional, pero, con un detalle extraño: si se contaban sus franjas, azules y blancas, sumaban el número… ¡diecinueve! ¿Equivocación tal vez?

La asombrada niña desconocía que la primitiva bandera uruguaya, efectivamente, contó con 19 franjas, o mejor dicho, con 9 franjas azules separadas por 10 franjas blancas. Así fue aprobada por el Gobierno Provisorio de Canelones, entre la Convención Preliminar de Paz de 1828 hasta pocos días antes del 18 de julio de 1830, cuando fue cambiada por el pabellón actual.

Ahora bien ¿qué hacía aquella vieja y obsoleta bandera en la Plaza de Castillos, en un no lejano 2015?  Sucede que- está documentado- la última vez que se había izado formalmente el Pabellón de las 19 franjas (en todo el país) sucedió en la Plaza de Castillos, durante 1909, cuando los “butiaseros” festejamos el reconocimiento oficial, por el gobierno, de nuestra villa fundada “privadamente” en 1866.

¿Por qué razón los castillenses desempolvaron el viejo pabellón de las 19 franjas, en esa ocasión?… ¡Profundo misterio!

El hecho es que, en 1999, para festejar los 90 años del reconocimiento oficial, diligentes alumnas de costura de la UTU-Castillos cosieron las engorrosas 19 franjas, logrando una bandera “exclusiva” de la muy butiasera ciudad. Recientemente, también Canelones recuperó la vieja enseña que había visto nacer.

Detalle curioso: esa primitiva bandera mostraba los nueve departamentos (nueve listones azules) del momento, pero- sin saberlo- también estaba “profetizando”  los diecinueve que, en definitiva, tendría nuestra República.

 

 

4. Los laburantes del palmar

 

En 1919, a diez años de promulgada la ley de las 8 horas de trabajo, se fundaba la “Federación Obrera Rochense” (F. O. R.) para la lucha por estos cuatro objetivos:

 

1º- No excederse de la jornada de 8 horas diarias de trabajo.

2º- Obtener aumento de salario.

3º- Crear un fondo de reserva destinado a sostener a sus asociados durante una huelga.

4º- Establecer una biblioteca para cooperar a la ilustración de todos sus asociados

Leídos, al día de hoy estos cuatro objetivos nos conmueven por su sencilla claridad, el sentido solidario y ese afán de superarse por la “ilustración” que da la biblioteca.

Un año después, en agosto de 1920- tal vez como filial de la rochense – nace la U. O. C. “Unión Obrera Castillense”, una especie de “PIT- CNT butiacera”.

Con emoción conservamos un carné de socio, el Nº 109, de la U.O.C. De entrada observemos que, por ese lejano tiempo y en un Castillos pequeñito, un sindicato obrero con, por lo menos, 109 socios, “no es moco e´pavo”…

¿A quién perteneció ese carné de socio de la U.O.C.? A Severo Aparicio, oriental, 20 años, jornalero, de estatura regular, cutis moreno, barba lampiña y que tiene instrucción. Se ve que así es porque Severo Aparicio firma con letra clara y pareja.

Por su parte la F. O. R. había conseguido 15 casas comerciales que le hacían descuento a sus socios:

Casa Diez, La Victoria, Botica Pradere, Tienda Los Buenos Muchachos, Dentista Ignacio Garaza (¡camarada él, grandes descuentos!), entre otras. También dos platerías, Manzoni y Fernández, hacen descuentos. Los muchachos de la FOR serían “proletarios”, pero también tenían su derecho a la coquetería…

¿Habría comercios castillenses que otorgaran descuentos a los socios de la Unión Obrera Castillense?

No lo sabemos.

El último artículo, el 67, del Reglamento Gremial de la U. O. C. nos conmueve: “En caso de fallecimiento de un compañero asociado, la sociedad deberá concurrir “en masa” a su sepelio, rindiendo así un póstumo tributo al compañero…”

Fue más allá la U. O. C. Por 1924, tuvimos en Castillos, como lo refiriéramos antes, un órgano de prensa exclusivamente dedicado a la defensa del trabajador. ¿Quiénes integraban, por 1924, la Comisión Directiva del gremio “butiacero”?. “El Futuro” nos lo responde: Domingo Presa, Presidente; Lucas Valdés, Secretario; Marcelo Corbo, Tesorero; Rafael Romero, Ángel Solari, Marcelino Méndez, Francisco A. Correa, Prudencio Muñiz, Honorato Velázquez y Florencio Campos, vocales.

Tiempos de pioneros.

 

 

Acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee  protagonista de la Batalla del Río de la Plata

Acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee
protagonista de la Batalla del Río de la Plata

 

5. De médanos y cañonazos

 

Apenas está clareando el día en el pago de Balizas, cuando empieza a escucharse un sordo y potente tronar.

Los paisanos baliceros miran para arriba, buscando las nubes de tormenta que expliquen los truenos, pero el cielo luce limpio y claro, sin una nube.

Pero, entonces, ¿de dónde vienen esos truenos? La gente balicera anda desconcertada: no hay tormenta ni relámpagos, pero se oyen claritos los truenos. ¿Qué está pasando?

Se impone aclarar el misterio. Algunos paisanos aguzan el oído y se percatan de que el incesante tronar viene desde el lado del mar. Entonces, montan a caballo rumbo a la costa oceánica, escalan los altos médanos y, desde allá arriba,¡el misterio se les vuelve más espeso!

A lo lejos, justo en la raya del horizonte, cuatro sombras grises- una grande y tres más chicas- están vomitando deslumbradores relámpagos, seguidos de los profundos truenos que tanto los intrigaron.

Los paisanos baliceros jamás tenían visto aquellos extraños bultos, que les parecían monstruos, de “otro mundo”. Más de uno, por las dudas, se hizo la señal de la cruz…

Tiempo después, desde sus aparatos de radio, a batería y cargador, los baliceros vinieron a comprender, por fin, lo que habían visto aquella mañana del 13 de diciembre de 1939.

Habían tenido el “privilegio” de presenciar- ¡ellos, los únicos!- el comienzo de la primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente debe haber sido quizás la única batalla naval en la historia que pudo seguirse desde la tierra.

La “Batalla del Río de la Plata”, o la “Batalla de Punta del Este” (que resulta más distinguido) ¿Pero por qué no llamarla la “Batalla de Balizas”?

Porque aquí, frente a los dorados médanos de la costa rochense – enfrente a Balizas -, empezó el cañoneo entre el acorazado “Graf Spee”, alemán, y los cruceros “Ayax”, “Exeter” y “Aquiles”, ingleses. Para los vecinos de la zona, paisanos azorados, fue algo inolvidable. Habían sido involuntarios testigos de una guerra que iba a devastar al mundo.

Y así la primera batalla naval de la última guerra mundial… ¡fue balicera!

Tags: