Alejo Umpiérrez

 

SUMARIO: 1. A modo de introducción – 2. Tiempos de fragua – 3. A la guerra – 4. Al borde del averno – 5. La apoteosis del retorno – 6. Profeta en su tierra – 7. Del uniforme al overol – 8. Tiempo de deporte – 9. El político que todos tenemos dentro – 10. Subsistiendo en Subsistencias – 11. Prensa, oposición y prisión – 12.  Más allá de la pluma – 13. Las últimas batallas – 14. El reposo del guerrero

 

 

1. A modo de introducción

 

Diría que pocos rochenses – especialmente quienes peinan canas – no conocen a la figura de Domingo López Delgado en grandes trazos. Este artículo trata de bucear más profundamente en su vida para mostrar en un breve pantallazo toda su ya larga existencia, para ver en él al hombre que hay más allá de aquel que fue y volvió de la Segunda Guerra Mundial.

Este artículo no es un homenaje ni un reconocimiento. López Delgado no los necesita porque a esta altura sería uno más en sus 94 años de existencia. Si debe seguirse la máxima de que los homenajes se hacen en vida; con él se ha cumplido y con creces por merecimiento propio. Desde las multitudes que lo recibieron en 1945 a él y sus camaradas en el puerto de Montevideo, hasta la plaza Independencia de nuestra capital departamental colmada de días después; pasando por múltiples distinciones y ofrendas que ha recibido desde el gobierno de Francia hasta de las instituciones de toda índole en nuestra tierra; incluyendo homenajes de sus pares como el rendido por la Junta Departamental de Rocha en 2006, del que tuvo el honor de participar el autor.

Se trata por lo tanto de no reducir su vida a los cuatro cruciales años – que sin duda modelaron su peripecia vital – en que actuó en la contienda bélica que enlutó al mundo. Después de ello su vida continuó y han transcurrido más de seis décadas. Su existencia es mucho más rica; hablamos de un hombre amante de la libertad, actor político de su tiempo, deportista, periodista, entre otras facetas.

Poseedor de una personalidad vigorosa, de un principismo inflexible y fuerte carácter que lo distinguieron durante su vida. Fue polémico y combativo. Lo motejan popularmente como “Tábano” y la sabiduría de la gente no se equivoca. Nunca un apodo tan bien puesto para una persona. Aguijón permanente acicateando espíritus y conciencias.

Sigue siendo un placer hablar con él. En principio nada parece descubrir el guerrero que fue en el anciano que vemos. Pero basta charlar un rato para ver la lumbre chispeando en sus ojos pequeños y sentir su voz grave elevándose para sentir su esencia intacta.

Por lo tanto se trata este escrito de una aproximación histórica a un hombre, quién afortunadamente vive entre nosotros y sin duda integra parte de la mejor historia de nuestro solar.

 

 2. Tiempos de fragua

 

Nació en la Rocha de principios del siglo XX, en un ya lejano 9 de octubre de 1917, fruto del matrimonio de Domingo López Corbo y María Sabina Delgado Espino. Su infancia transcurrió en la ciudad natal en la casa familiar ubicada en la calle 25 de Agosto aunque había nacido en la calle Treinta y Tres.

Desde temprano mostró su carácter rebelde y quizás contribuyó a ello el tempranero divorcio de sus padres, en tiempos en que el divorcio era de reciente consagración legal y no resultaba bien visto en vastos sectores sociales y más en el lejano interior del país. La vida transcurría durante el año lectivo con su madre y en las vacaciones marchaba a tiempo completo al campo de su padre, tomando contacto con las rudas faenas camperas. El campo paterno no estaba muy lejos, se ubicaba en la zona de “Chafalote”, en las cercanías de la Villa 19 de Abril. Las primeras aproximaciones a los temas políticos la tuvo muy posiblemente con su padre quién era un connotado adherente herrerista de la zona, al que recuerda como un hombre que ayudaba a todo el mundo sin pretender ni aspirar ninguna posición política.

Cursó estudios hasta tercer año del liceo, el que no aprobó, y luego marchó a trabajar y vivir en el campo con su padre. Esto no fue una opción sino una imposición paterna ante su negativa a continuar con los estudios

Su primera juventud estuvo marcada no sólo por el divorcio de sus padres; sino también por la crisis del ´29 que llevó a la ruina a su padre y le acarreó el suicidio y el de una de sus hermanas.

A la muerte de su padre, se mudó con su madre y dos hermanas al hogar de su tío Ramón Ángel Delgado, conocido médico de gran prestigio en su época, mientras el importante patrimonio paterno se diluía en medio de la debacle económica.

Debido a su carácter difícil y levantisco se tomó una decisión: enviarlo al Ejército como forma de disciplinar su espíritu. Así a los 17 años marchó a la capital nacional y fue enrolado viviendo su iniciática experiencia de cuartel desde 1934 a 1941, en el 1º. de Caballería en primera instancia y luego en el 5º. de Ingenieros. Su padrino para la incorporación al ejército fue el conocido político herrerista rochense Alfredo Samuel Vigliola quién a solicitud de su familia facilitó su integración acompañándolo personalmente a “Guito” – así era su sobrenombre entonces – a una entrevista con un importante General de la época que lo derivó a su primer destino militar.

La disciplina resultaba muy dura y no le sentaba bien. De política ni se hablaba y las noticias del mundo exterior llegaban casi de forma verbal ya que la radiofonía nacional estaba en sus comienzos y la lectura de periódicos escasa. Eran tiempos de la dictadura de Gabriel Terra. Durante un lapso integró la guardia del presidente y en tal carácter recuerda haber hecho vigilancia acampando en la casa presidencial – no la del gobierno sino la propia del dictador en Agraciada y Capurro – en el Prado, en los días subsiguientes al atentado del Dr. Bernardo García sobre Terra en el Hipódromo de Maroñas.

  Intentó continuar estudiando en el liceo nocturno y llevó con varios de sus camaradas una vida de bohemia que hizo naufragar su intento de culminarlos. Tuvo su primer noviazgo con una hija del conocido empresario librero de la época, Leonel Sureda, cuyo local estaba por entonces enfrente de la Universidad.

Los problemas disciplinarios eran permanentes y ello lo tenía en una precaria situación donde a causa de su conducta no tuvo un solo ascenso.

Durante todos esos años el contacto con Rocha fue escaso y la relación con su familia distante. Antes de ir a la Guerra, vino por última vez a su tierra en la Semana de Turismo de 1941. Visitó la ciudad con la decisión tomada de marchar al frente de lucha sin comentar nada con la familia. Recuerda hasta el día de hoy una ácida discusión que mantuvo con quién fuera combatiente de la Revolución de 1904 y poco más tarde el único intendente herrerista que ha tenido el departamento de Rocha hasta hoy, el Sr. Blanco Pereira Núñez, en el entonces Café Larzábal con motivo del conflicto bélico y el tercerismo que propiciaba Luis A. de Herrera y otros tópicos del momento. Tal discusión terminó con un par de frases admonitorias. Pereira Núñez ante la postura beligerante en pro de los Aliados de López Delgado le espetó: “Y entonces porque no te vas para allá”; respondiéndole el increpado: “Y quién te dijo que no me voy”, levantándose y yéndose del bar.

 

3. A la guerra

 

Profesaba por entonces un encendido amor a Francia y la cultura francesa, algo común en el Uruguay de esa época. El ataque nazi con la consiguiente ocupación de Francia y la pasión por la libertad fueron determinantes en su decisión.

“¿Era posible que no ardiera nuestra sangre con la misma intensidad que el fuego que devoraba al viejo continente? Nada haríamos por el bienestar común discutiendo con los estrategas de café y colocando banderitas de colores sobre los mapas para marcar el avance de los ejércitos en pugna; era el momento de tomar las armas. ¿Quijotada? Puede ser. A muchos les causó risa. ¿Qué era un hombre más en aquel caos de hierro y fuego?

   ¡Nada! Y afirmo que si todos los hombres amantes de la liberad hubieran pensado así, Francia no habría contado en sus filas con 150.000 voluntarios.

Fui a la guerra arrastrado por mi amor a Francia, madre de la civilización, y fui a la guerra para poder gritar bien alto: ¡He defendido con mis brazos los ideales de la democracia y tengo derecho a ser un hombre libre!”[1]

En igual sentido años más tarde expresaba: “¿Por qué fui a la guerra? Fui porque por encima de todas las cosas amo a la libertad y diré si se me permite que la amo con el instinto, como un animal salvaje y como tal la defiendo.[2]

Impulsaron la determinación también la incómoda situación militar en que sobrevivía – había estado detenido por golpear a un superior poco antes – así como su innegable espíritu aventurero.

Pero su primera voluntad fue combatir en cualquier ejército aliado. Un día leyendo un diario vio un artículo titulado “Jóvenes uruguayos se embarcan como voluntarios a la guerra”. Se tomó un ómnibus hacia el centro y concurrió a la embajada inglesa donde se llevó el chasco de que no estaban enrolando; pero allí le dijeron que había una organización de “Francia Libre” – no su embajada por razones obvias de que respondía al gobierno de Vichy –  que sí estaba enganchando milicianos y para allí marchó y logró inscribirse como voluntario.

Salió en noviembre de 1941. Nadie de su familia se enteró ni fue a acompañarlo en un puerto pletórico de gente despidiendo a los bravos orientales que tomaban su decisión de intervenir en un lejano conflicto en aras de la libertad mancillada por el nazismo. La única despedida fue una carta a uno de sus hermanos que trabajaba en “La Caja Popular” (más tarde Banco La Caja Obrera), comunicándole que cuando recibiera esa carta ya estaría en medio del océano, enrolado en el ejército de Francia Libre.

Este no había sido el primer impulso. Con 19 años había pensado en marcharse a defender el gobierno republicano español en la Guerra Civil (1936-1939) y no lo había concretado. En 1939 iniciada la guerra se había presentado en la embajada francesa, antes de la ocupación nazi, y había sido rechazado porque sólo se aceptaban como soldados a los franceses o hijos de franceses.

López Delgado no fue el único rochense que tomó igual paso, también se embarcó aquel día Pedro Milano, un joven de Villa 18 de Julio, con el que volverían sanos y salvos a Rocha al final de la Segunda Guerra Mundial; pero – pirueta fatal del destino – moriría al ser atropellado parado en una esquina por un vehículo a poco de finalizar la guerra en la ciudad de Las Piedras.

Los jóvenes combatientes orientales, junto con argentinos y chilenos, se embarcaron en el “Northumberland” el 11 de noviembre de 1941. El viaje fue larguísimo y sin contratiempos. Pasó por Trinidad y Tobago y Canadá para ir hasta Inglaterra.

A los pocos días de arribar recibieron nada menos que la visita del Gral. De Gaulle quién les dirigió un encendido discurso respecto del cual nada entendió el por entonces poco ducho criollo en las lides del idioma de Víctor Hugo. Pero la emoción de todas maneras carcomió sus entrañas y confiesa que rompió a llorar cuando al final de la para el ininteligible arenga sonaron los acordes del inmortal himno “La Marsellesa”.

Luego de un breve entrenamiento militar en las cercanías de Londres partieron primero con rumbo a Durban, en Sudáfrica, donde arribaron tras 41 días de navegación; para luego de una breve estadía zarpar hacía Suez y de ahí a Beyrouth en el Levante. Fue ahí donde se le asignaron destinos sobre los que no fueron consultados; en el caso de nuestro historiado, después de una breve entrevista se le dijo: “A la Legión”. Y desde ahí al infierno.

Así por mero azar llegó a la Legión Extranjera, cuerpo militar de leyenda.

 

4. Al borde del  averno

 

López Delgado sobre un Junkers 88 nazi derribado en el desierto libio

“Pozo del diablo”. Ese el significado en nuestra lengua de Bir-el-Hakeim. Tal nombre era el correlato exacto con la realidad. Un lugar desértico, de temperaturas insoportables de más de 40 grados en el día y varios grados bajo cero durante la noche; perdido en medio de la nada del desierto de Libia, pero llamado a ser por virtud de la guerra un paso obligado para las tropas alemanas en su aspiración de llegar a El Cairo.

Allí casi 4.000 soldados de “Francia Libre”, integrados por una brigada de la Legión Extranjera, soldados franceses propiamente, así como por españoles, sudamericanos y soldados coloniales de Senegal y Tahití dirigidos por el Cnel. Köenig resistieron a 30.000 hombres, en su gran mayoría italianos de las veteranas divisiones “Ariete” y “Trieste” así como a varias divisiones “Panzer” del “Afrika Korps”, mítico cuerpo expedicionario alemán comandado por el no menos mítico Erwin Rommel, el “Zorro del desierto”.

Fueron más de 15 días entre mayo y junio de 1942, bajo el cañoneo incesante así como el ataque permanente desde el aire de los bombarderos en picado Junkers 87, los famosos “Stuka” de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana. Allí estaba López Delgado combatiendo al pie de un obús de artillería antitanque, racionado al igual que sus compañeros con un litro de agua diario bajo el sol abrasador del desierto.

Así recuerda el combate López Delgado: “¡Distancia mil metros!, ¡objetivo en frente! ¿Visto?, ¡Visto! … Fuego a discreción ordenó Artola sin dejar de mirar con sus gemelos. ¡Atención! ¡Fuego!. A la derecha… a la izquierda, iba indicando Artola (….) Las armas automáticas entraron en acción y nosotros atendíamos los tanques con obuses perforantes y cuando nos daban tiempo dirigíamos nuestra boca de fuego contra la infantería tirando granadas rompedoras. Cuando alguna de éstas estallaba en medio de los ítalo-alemanes, eran muchos hombres que quedaban despedazados. El ataque se detenía, volvían los aviones y la artillería nos lanzaba encima otra lluvia de obuses de todos los calibres; ya sabíamos que al terminar esto se lanzarían de nuevo sobre nosotros, porque estaban haciendo enormes esfuerzos para quebrar nuestra resistencia”[3].

Luego de 16 días evacuaron el lugar rompiendo el cerco al grito “En avant la Legion”, bajo protección de la aviación inglesa (la RAF) pudieron llegar sanos y salvos 2600 combatientes de los 3700 que habían integrado el núcleo sitiado.

El momento en que fue rescatado lo recuerda así: “La luz de ese nuevo día, de ese inolvidable amanecer del 11 de junio de 1942 nos pareció más diáfana que nunca, más hermosa que nunca. Con las primeras luces de la mañana un camión inglés vino hacia nosotros, ya completamente agotados. Los ocupantes nos miraban asombrados: ¿‘Bir-el-Hakeim’? nos preguntaban. Sí, contestamos, agua, water, water, agua. Nos lanzamos todos al mismo tiempo sobre el agua que había en el camión (… ) Nuestra alegría fue tan grande cuando vimos a los amigos de la América del Sur; nos abrazamos llorando y riendo (…) El convoy llevaba los despojos fatigados, rotos, deshechos de lo que fueron la fuerza que defendiera Bir-el-Hakeim.”[4]

Las fuerzas del Eje sufrieron casi 3.000 bajas y una importante pérdida de tanques que debilitaron el instrumento esencial de la guerra en el desierto.

Tal combate fue un punto de inflexión en la guerra del norte de África, determinó el comienzo del fin de la hegemonía bélica germana desarrollada hasta fecha, que ya comenzaba a tropezar en las estepas rusas.

Había sido el bautismo de fuego de Domingo López Delgado. Iría luego del desierto hasta la nieve. Seguirían El-Alamein, su contraofensiva y el fin de la campaña en África del Norte; la campaña de Italia –integrando las fuerzas que ocuparon Roma-; la liberación de Francia, la recuperación de Alsacia perdida en la guerra de 1870; hasta el derrumbe del nazismo, el arribo de la Paz, la llegada de la desmovilización y el arribo a París.

Al ingresar a su amada Francia a través de los Alpes, profundamente emocionado rememora en su libro: “Después de haber pisado tierra francesa, podíamos tener el consuelo de que si el destino nos había marcado para morir en este caos, caeríamos en tierra de héroes y de pensadores, de ideales y de grandeza. (…) En todas las poblaciones éramos entusiastamente aclamados por una multitud de gente enloquecida de alegría ante nuestra presencia. Nos arrojaban flores, y si se detenían los camiones éramos de inmediato asaltados y entonces se nos abrazaba y se nos besaba hasta ahogarnos. Por un pueblo así ¿quién no daría gustoso la vida? Aquello era la apoteosis de la libertad, que había por fin roto las cadenas que la oprimieron y la humillación durante largos y duros años, era en fin, la Francia que revivía”.[5]

El lunes 5 de abril de 1945 su diario personal expresaba su euforia: “Terminó la guerra!!! Desde las 6 de la tarde se anunció el armisticio. Estamos tirando tiros con toda clase de armas…”

En sus pasajes por París conoció a una joven muchacha francesa con la que trabó un fuerte vinculo afectivo luego continuado en amistad que dura hasta hoy día, la que se sostuvo durante décadas vía carta y recién habiéndose visitado nuevamente en 1985 cuando nuestro historiado viajó a Francia. En ese marco de amistad ella y su marido también en años recientes han visitado el Uruguay.

Mientras tanto ni Rocha ni el país habían estado ausentes de lo que ocurría con los bravos orientales en la guerra. Los diarios tanto locales como nacionales noticiaban regularmente de la situación de ellos en mérito a cartas que escribían a sus familiares y donde contaban su suerte propia y la de sus amigos o por comunicaciones oficiales.

El 30 de agosto de 1945 salió de París, con los demás compatriotas, en ferrocarril rumbo al puerto de La Palisse, donde tomaría el viejo barco “Groix”, que lo traería definitivamente a nuestra Patria.

Finalizaba su experiencia guerrera. Volvió con varias condecoraciones sobre su pecho; entre otras la “Medalla Colonial”, la “Medalla al Voluntario”, el “Cordón de la Cruz de Guerra con Palma” y “Medalla del Herido” por haber sido batido en El-Alamein, la batalla que fue el principio del fin para el nazismo en África del Norte.

Pero por sobre todo volvía con la experiencia de la guerra; la más pavorosa que la vida puede reportar a un hombre. Algo que nunca olvida y que le hizo expresar “Vi miseria y grandeza moral; vi valientes y cobardes, vi, en fin, al hombre desde su ángulos más admirable y desde el más degradante. (…) Sobrevivimos dejando siempre atrás, como rojos jalones que marcaban el paso de la gran estupidez humana, cementerios, destrucción y sueños muertos” [6]  y aún más categóricamente: “La guerra es el más abominable y estúpido de los crímenes[7].

 

5. La apoteosis del retorno

 

El legionario junto a su madre y hermanos al regreso de la guerra en el Puerto de Montevideo

Montevideo era una fiesta. El 21 de setiembre de 1945 arribaron los combatientes uruguayos de Francia Libre a nuestro país. Una multitud de familiares y curiosos colmaba el puerto montevideano. “¡YA ESTÁN CON NOSOTROS! El pueblo recibió a los voluntarios que ayudaron a salvar la Libertad del Mundo” rezaba el matutino “El País” a cuatro columnas. “El Día” titulaba “Uruguayos, argentinos, paraguayos y chilenos que pelearon por un ideal regresan vencedores- Entre lágrimas de alegría y abrazos de sus familiares fueron recibidos los héroes”. “Cordial acogida le fue tributada a los veinte uruguayos que lucharon en África y Europa” titulaba a cuatro columnas y página completa el vespertino “El Plata” en su interior mientras que en tapa titulaba “Llegaron los voluntarios uruguayos”. Eran ellos el Capitán Jacques Duprey, los Sargentos Jefes Gregorio Martínez y Jorge Ricaud; el cabo jefe Pedro Milano, los cabos Anton Salaverri, Domingo López, Pedro Laborde, Jean Weill, Enrique Metivier y José Real de Azúa, los soldados Fulvio Zerpa, Vicente Gómez, Otto Uriarte, Luis Marenales, Héctor Errazquin, Moisés Graziani, Pedro Recarte, Víctor Guendler y José Hontivedo. Parte de los recién arribados habían combatido en la Primera División Francesa Libre y los restantes en la Legión Extranjera.

Más tarde se publicaría una lista completa de los uruguayos que actuaron en la contienda en el bando francés cuyo número ascendió a 70, sobre un número estimado de 200 que participaron en los distintos ejércitos. No todos volvieron, por ejemplo Aguedo Sequeira, compañero de López Delgado, murió en combate cerca de Túnez.

Ese día y los subsiguientes se acumularon homenajes. En el Puerto al atracar el vapor se interpretó el Himno Nacional ejecutado por la orquesta policial. Inmediatamente bajaron los voluntarios y todo fue indescriptible. Pasado el primer momento de emoción con la Banda Policial al frente se dirigieron los voluntarios y ciudadanía en general en marcha a pie hasta Plaza Independencia en una apiñada multitud que caminó por las calles Colón y Buenos Aires con sus balcones, azoteas y veredas abarrotadas. En los balcones del edificio de Casa de Gobierno los esperaba el presidente Dr. Juan José de Amézaga, los Ministros de Defensa Nacional Gral. Alfredo Campos y el de Transporte y Obras Públicas, Tomás Berreta junto a otras autoridades. Frente al monumento a Artigas volvieron a sonar los acordes del himno patrio y de “La Marsellesa”, en medio de los aplausos de la multitud y luego se dirigieron al Palacio Estévez donde fueron recibidos por el Presidente y ministros.

Domingo López recuerda la promesa del entonces Presidente: “A estos muchachos habrá que ubicarlos en alguna parte, ayudarlos en algo”, aunque amargamente continua su recuerdo diciendo: “Hasta el día de hoy no he tenido noticias… Todo fue tan grande como pasajero[8].

Los días siguientes fueron de homenaje en homenaje. La Alianza Francesa, “El País”, el Centro Militar, la Sociedad Francesa de Enseñanza, entre muchos otros.

 

6. Profeta en su tierra

 

  En Rocha se había conformado una comisión de homenaje integrada por todos los prohombres de aquel entonces para la recepción de quienes consideraban sus héroes del terruño: López Delgado y Milano. La comisión la integraban, entre otros, el Dr. Carlos Julio Rivero, quién era presidente del Club Social Rocha, el Dr. Mario Anza Vigliola y el Escribano Próspero Rubert, quién luego tanto incidiría en su vida.

Cuando me relató la recepción se quebró la voz de Domingo y temblaron sus manos. Recuerda que llegaron a las 9 de la noche en un motocar expreso a la Estación de Ferrocarril, donde los esperaba una compacta masa humana. De allí en más todo fue una enorme caravana, cuadras y cuadras de autos con banderas nacionales y a bocina abierta. Al pasar frente a la Escuela Artigas descendieron, estaban todos sus estudiantes formados en la explanada con sus abanderados. La escuela era donde había hecho sus primeros estudios. La gente desde allí comenzó a llevarlo en andas. El exigió que igual tratamiento fuera hecho a Milano, quién por ser de Villa 18 de Julio era un desconocido para los habitantes de la capital departamental. Así fueron arropados en el calor humano y en hombros se los llevó hasta el ahora cerrado edificio del Banco La Caja Obrera en 25 de Agosto y General Artigas. La plaza estaba ocupada por miles de personas. Allí los esperaba el intendente Arístides Lezama y ambos recibieron una medalla de oro con un escudo de Rocha esmaltado en su centro rezando a su respecto “Homenaje de su pueblo al voluntario rochense Domingo López Delgado, soldado de la Libertad”. Les fue entregado a cada uno un Álbum con la firma de miles de ciudadanos agradeciendo su actitud ante la situación que había vivido el mundo. Terminada la ceremonia se dirigieron al Club Social Rocha para un agasajo solo para socios de la institución generándose molestias en la gente que deseaba estar cerca de sus voluntarios. De todas maneras luego siguieron reuniones en los días siguientes en distintas instituciones culturales, sociales y deportivas en homenaje a sus soldados; así como la Junta Departamental.

Pedro Milano esa misma noche en medio de la muchedumbre encontró la mujer de su vida, quién se convertiría poco después en su esposa.

López Delgado al respecto del sentimiento de la gente cuando le preguntamos si en aquel entonces se sintió un héroe o la gente lo consideraba tal al margen de sus sentimientos, nos dijo: “Yo era soldado. Tengo el orgullo y el honor de haber hecho lo que hice pero nunca me sentí un ser extraordinario, de esos ídolos con pies de barro, que cuando la primer lluvia le moja los pies se derrumban … Domingo López Delgado es una persona y lo que el pueblo hizo aquella noche era a otra persona”[9].

Poco después de su llegada comenzó una gran cantidad de gente a exhortarle que escribiera un libro sobre su experiencia guerrera. El fue esquivando tal encargo en el entendido de que no había hecho nada extraordinario y por otra parte no se sentía una pluma avezada. Tampoco tenía dinero para financiar tal empresa, había llegado con su uniforme de legionario y poco más. Pero debió ceder a la cariñosa presión popular cuando se creó una Comisión Pro Financiación del Libro del Voluntario Rochense Domingo López Delgado, donde la gente voluntariamente dio su aporte económico para culminar exitosamente la publicación.

López había llevado un Diario con breves anotaciones día a día mientras estuvo en la guerra. Así escribió dos libretas que hoy se conservan en el Museo Departamental “Milton de los Santos”, las que tuvo la fortuna de no perder jamás a pesar de las dificultades vividas. Le pagaron un secretaría que escribió las memorias que él redactaba. El trabajo fue de un tirón y demoró pocos días. De el surgió “Diario de un voluntario rochense – En los frentes de lucha”. Encargaron su impresión a otro rochense, Héctor D´Elía, quién era propietario de una editorial. La tirada ascendió a 1500 ejemplares y el costo total fue de $ 1.126, tal cual reza la carta librada el 3 de setiembre de 1948 a Luis Larrañaga, presidente de la Comisión por parte del impresor.

El libro no es una historia rosa presentando a los soldados como héroes impregnados del amor a la libertad. Los muestra como seres humanos, débiles, falibles, temerosos y heroicos. Habla no solo de combates sino que también de borracheras, prisión, prostitutas, carcheos y dolor.

El inolvidable José Anacleto Ribot prologó el libro. Allí expresó recordando su regreso: “Por eso, cuando en la noche gloriosa del retorno a Rocha, el pueblo delirante le aclamaba, `Minguito´ lloró en nuestros brazos y sus lágrimas rodaron sobre su pecho fuerte de soldado, se enredaron en sus cordones de legionario, humedecieron sus cintas tricolores y dieron nueva pátina de gloria a sus medallas. Hoy nos ofrece su libro, con la misma sencillez, la misma naturalidad con que fue a la guerra y acaso con el mismo propósito: servir a la Democracia

El libro se halla en los anaqueles del “Imperial War Museum” y fue remitido al Mariscal Montgomery – su Jefe en el 8º. Ejército en África -, a Winston Churchill y a su Jefe de la Legión, el Gral. Köenig, teniendo en su archivo todos los acuses de recibo respectivos, especialmente la del último nombrado. Hoy es imposible encontrar un ejemplar de un libro cuya lectura pone la piel de gallina. Es tiempo de una reedición que esperemos que ocurra en breve.

El Estado Francés le sirve una pensión de excombatiente que cobra puntualmente dos veces al año. En noviembre de 2010 recibió el último homenaje de dicha Nación; un diploma de combatiente emitido a su nombre por el Ministerio para los Asuntos de los Excombatientes; que le fue entregado en mano propia por el integrante del parlamento francés, del diputado de La Mancha – Normandía Jean Gatignol y por el embajador francés en Uruguay que lo visitaron en Rocha; aunque ello pasara desapercibido en nuestro entorno.

Es el último sobreviviente en Uruguay y en América Latina de una pléyade de combatientes de la Libertad.

El último legionario.

 

7. Del uniforme al overol

 

  Los nuevos tiempos no fueron fáciles. Acallados los aplausos hubo que empezar una nueva vida. Contrajo matrimonio con María Antonia Mesías Saráchaga y en 1949 nació su primogénito Gonzalo.

López no pidió nada ni tampoco nada recibió de los gobiernos de la época. Algunos bienintencionadamente – como el diario rochense “Bandera Uruguaya” en una columna titulada “Ingratitud” – reclamaron por esta situación tratando de sensibilizar a los gobernantes de turno. El diario “El Imparcial”, dirigido por Eliseo Presa, recibió una carta de López Delgado publicada en 10 de abril de 1946. Allí éste expresaba: “En primer lugar quiero dejar constancia que soy absolutamente ajeno, como inspirador u otra cosa, del mencionado artículo, pero como me toca directamente – aun con el riesgo de ser desagradecido – desautorizo al autor a utilizar mi nombre para lanzar insultos y groseras imputaciones contra gobernantes, partidos políticos o personas.” Al finalizar luego de agradecer a Javier Barrios Amorín y diputados nacionalistas independientes (“aunque no tengo filiación política” aclaró por entonces, aunque ya a fines de ese año se incorporó a ese Partido) terminó diciendo: “No fui a la guerra para ganar una ubicación en la Aduana ni en ninguna oficina pública. Si fatalmente mañana el mundo se viera otra vez amenazado por la fuerza maldita del nazi-fascismo, de nuevo pondría mi brazo al servicio de los ideales democráticos y como ahora, no exigiría más recompensa que la de ser dueño de la impagable satisfacción de haber cumplido con mi deber de hombre libre.

Pero definitivamente hubo que empezar a trabajar. Tenía 28 años y carecía de profesión.  “Los primeros tiempos conseguí unas changas con Bernabé Vicente que era camionero. Me pagaba $ 1,50 por día. Salía en el camión a campaña en la zafra lanera, cargaba bolsas de lana y las descargaba en la estación del ferrocarril. Un día un trabajador de la estación me dijo `Pero compañero, ¿y para eso fue a la guerra usted?´; `¡El hecho de haber ido a la guerra no me inhibe de comer!´ respondí. Vivía entonces en la casa de mi madre. Después trabajé en la construcción. Empecé en el chalet de Pessolano, de la usina para arriba (…) me prestaron una bicicleta y me iba todos los días a las seis de la mañana. (…) Un día `Bibí´ (Luis) Larrañaga me encontró en la esquina de lo de Mario Anza Vigliola y me dijo `Ché Tábano, traigo una noticia para darte. Mañana te nombran en el Poder Judicial´. Y eso ¿de donde salió?, le pregunté. `Rubert´ me dijo. El escribano (Próspero) Rubert tenía mucho peso, iba a la Corte y nombraba. No le ponía la Corte ni un funcionario sin su consentimiento. Era el actuario del Juzgado. Luego trabajé también en la radio de locutor comercial, en Difusora Rochense en el tiempo de Abel Machado, cuando estaba en Julián Graña. Arriba estaba la Difusora y abajo la estación de servicio del `Tito´ Pereyra. Yo ya trabajaba en el Poder Judicial y acepté, me nombraron y junté los dos sueldos. ¡Era millonario!”[10] .

   Ese fue su trabajo hasta su jubilación, finalizando como alguacil del Juzgado Letrado de Rocha, donde trabajó hasta mediados de los años setenta del siglo pasado.

 

8. Tiempo de deporte

 

Equipo de fútbol de la Legión Extranjera que integraba Domingo López

El deporte siempre estuvo presente en su vida, aunque tuvo derivaciones imprevistas. Desde joven fue aficionado al futbol pero el primer deporte donde se destacó fue el box. Lo desarrolló de la forma menos esperada. En el “Northumberland” fue necesario matar el tedio. Por ello y para mantener entretenido a los miles de voluntarios que habitaban el barco en el interminable viaje se estructuraron campeonatos de boxeo. Lo invitaron y aceptó. Tenía algunos rudimentos del arte de los puños de su vida militar pero estos increíblemente le dieron argumentos suficientes como para transformarse en el campeón. Fue temido y participó durante la guerra en muchos torneos. En El Cairo, bajo la instrucción de un profesional francés campeón en su país, obtuvo el campeonato con copa incluida. A su retorno tuvo algunos adversarios sobre el ring, pero también en las canchas de fútbol, sufrieron su cross infernal, aunque esto último obviamente le acarreó diversas sanciones.

Participó en varios torneos de fútbol con un equipo representando a la Legión Extranjera durante la guerra, escuadra constituida en una verdadera torre de Babel. Vestían con camisetas rojas y verdes, los colores de la Legión. Él junto a Fulvio Zerpa eran los uruguayos del equipo, pero había españoles, griegos, franceses – de Francia y de las colonias – y un alsaciano medio alemán. En dos oportunidades jugaron contra equipos profesionales en Nápoles y en Nantes. Pero casi todos fueron torneos entre soldados, pero no se podía ocultar una sorda rivalidad cuando se trataba de partidos contra unidades inglesas. El partido más encumbrado transcurrió contra el equipo inglés del 8º. Ejercito Inglés en Trípoli, en un estadio donde el césped era inexistente. Se trataba de una final y las tribunas estaban atiborradas de soldados así como de las jerarquías militares más importantes, entre ellas Montgomery y Köenig. El partido finalizó en medio de una gresca infernal que ocasionó la retirada de los militares de mayor jerarquía ante la batahola.

Con la camiseta celeste de Rocha contra Maldonado en 1951.
En Rocha defendió los colores de River Plate.

La carrera futbolística continúo en nuestras tierras luego de su retorno, donde se destacó como zaguero derecho; llegando como máxima consagración a ser Campeón del Este con la camiseta de Rocha en 1950 – veterano ya, tenía 33 años – la que por entonces no era de color celeste como hoy. Eran tiempos en que se jugaba en el Estadio del Tenis dado que el “Sobrero” aún no había sido construido[11].

 

 9. El político que todos tenemos dentro

 

Era difícil que un hombre profundamente comprometido con la libertad y las ideas pudiera permanecer fuera de la arena política. Fue introducido de la mano de sus profesores de  juventud: José A. Ribot y Javier Barrios Amorín. El primero, en tiempos que trabajaba en Difusora Rochense, lo convenció. Se encontraban en la emisora cuando Ribot entraba para hacer una audición del Nacionalismo Independiente. Fue próximo a las elecciones de 1946 y ese año acompañó la formula de Ribot a la Intendencia y Barrios Amorín a la diputación.

López Delgado como orador en una trbuna nacionalista

Su primer discurso lo hizo escrito y fue corregido por Ribot; lo pronunció en un comité de la calle Lavalleja e Ituzaingó que era regenteado por Aquilino Silvera. Leyó dos o tres renglones, guardó la hoja, siguió improvisando sin leer más. Recuerda que habló contra Herrera – eran los tiempos de enfrentamiento feroz donde los blancos votaban en dos lemas diferentes y no acumulaban sus votos – aunque en esa elección no fue candidato a ningún cargo electivo. Se reconoce como un orador de barricada, fiel a su estilo combativo  y aún lo sigue siendo. De ello da fe el autor que escuchó su último discurso el 16 de junio de 2011 en la Asociación Rural de Castillos en presencia del Presidente del Directorio del Partido Nacional, Luis Alberto Heber, rememorando la lucha de Wilson Ferreira contra la dictadura y analizando lúcidamente la situación actual del país.

Pero 1946 constituyó un balde de agua fría. Fue el triunfo de Blanco Pereyra Núñez por el Herrerismo y la elección como diputado de Polonio Garicoits. “Nos ganaron sacando gente de los bañados. Allá afuera nos ganaban la elección, aquí le dábamos dos por uno. Éramos un partido de adoquín, de barrio, de ciudad; pero en el campo… El Nacionalismo Independiente era un Partido de grandes principios pero de pueblo había poca gente que supiera algo. Don José (Ribot) y Javier (Barrios Amorín) sí; pero los dirigentes de Montevideo…[12].

Su militancia prosiguió centralizada en Rocha básicamente en los Barrios López, La Cuchilla, Belvedere y Lavalleja, sin perjuicio de recorrer el departamento. Gustaba de trabajar con “Pepe” Aldunate por ese tiempo.

Luego, en 1958, arrasó el Partido Nacional ya unificado a nivel nacional y también en Rocha. El Dr. Lucián Canzani presidió el Ejecutivo colegiado departamental (Concejo Departamental), Carlos Julio Pereyra fue el vicepresidente del órgano y más tarde presidente. López Delgado fue electo por primera vez edil y se transformó desde entonces en un protagonista de primera línea durante todas las legislaturas a partir de entonces como lo atestiguan las actas de la Junta Departamental de Rocha. Así continuó en esa función hasta el golpe de Estado de 1973 que lo encontró siendo el presidente de la corporación.

Charles de Gaulle saludando a López Delgado (tercero de derecha a izquierda en la foto) en su visita a Uruguay

Es uno de los militantes fundadores del Movimiento Nacional de Rocha el 8 de marzo de 1964 que bajo la batuta de Barrios Amorín reunió a blancos de todo el Uruguay en el Teatro “25 de Mayo” de nuestra ciudad para fundar un movimiento crítico a la conducción y el gobierno nacionalista del período 1963-1967.

El 8 y 9 de octubre de 1964, bajo el segundo gobierno colegiado blanco del S. XX, se produjo la visita de Charles de Gaulle al Uruguay. Se organizó una recepción para los excombatientes de “Francia Libre” en el Club Uruguay en Montevideo, donde en su calidad de tal y siendo edil departamental, concurrió Domingo López Delgado a estrechar y hablar con su idolatrado General. Concurrió con su hijo Gonzalo que por entonces estaba en el Liceo Militar y recibió el saludo directo del mítico militar, que hizo un aparte especial para hablar con sus soldados.

Su casa fue siempre un centro obligado de reuniones partidarias, con el fin de alianzas o conspiraciones, tanto en democracia como en dictadura. Su hija Margarita recuerda reuniones realizadas en su domicilio a las que asistía el entonces presidente del colegiado Alberto “Titito” Heber  para reunirse con la dirigencia del M.N.R. estacionándose el auto matrícula número uno en la puerta de su casa. Esas reuniones eran auspiciadas por dos íntimos amigos y excamaradas de la segunda guerra y conspicuos militantes blancos: Anton Vicente Salaverry y Domingo López Delgado.

Con un estilo frontal y directo y un discurso encendido se constituyó en un referente político ineludible por más de una década en la arena política departamental hasta que cayó el telón de las instituciones el 27 de junio de 1973. Integró en ese período diferentes órganos, como Subsistencias, la Comisión de Control de la Carne, la Comisión Departamental de Trabajo y la Comisión, como presidente una vez más, que se encargó durante dos períodos legislativos (63-67 y 67-72) de la construcción del actual edificio de la Junta Departamental, manejando escrupulosamente los importantes fondos que estuvieron a su cargo. Fue siempre polémico pero profundamente respetado.

Recuerda con especial emoción cuando impulsó y logró la construcción en la Plaza “Baltasar Brun” de una estela recordatoria al General de Gaulle en 1972, erigiéndose una gran Cruz de Lorena. Le correspondió en la instancia pronunciar el discurso de la inauguración el 11 de noviembre de 1972 frente a autoridades nacionales, departamentales y el embajador de Francia. “El Pueblo de Rocha a Charles de Gaulle, Ciudadano del Mundo” reza la placa de la estela.

Publicamos en nuestro primer número el acta completa de la sesión del 9 de febrero de 1973, donde López Delgado se desempeñaba como Presidente y dio un durísimo discurso contra los militares alzados contra la legalidad.

El 27 de junio de ese año era día de sesión y en su cabeza planeaba la idea de hacer nuevamente una sesión incendiaria contra el autoritarismo que se instalaba en el país. No pudo hacerlo. Cuando llegó a la Junta se hallaba un militar con el fusil con bayoneta calada en sus manos bloqueando la entrada al desalojado organismo. “Me detuvo en la puerta y le dije `Soy el Presidente de la Junta´ y el milico me dijo muy firme `¡Aquí no hay Presidente, porque tampoco hay Junta!”, nos narró en su entrevista. Mascando impotencia ese día se dio vuelta y se marchó con la convicción de transformarse en su tierra en uno de los más férreos opositores a la dictadura que alboreaba en el país.

 

10.  Subsistiendo en Subsistencias

 

Merece un capítulo aparte su gestión en el órgano departamental de la Dirección Nacional de Subsistencias.

Como integrante de la Junta Departamental resultó electo Presidente de la Comisión Departamental de Subsistencias en 1959, cargo que hoy nos puede costar entender su importancia pero que en aquel entonces la tenía y de qué manera.

Las elecciones de 1958 significaron el desplome del modelo batllista en medio de un gran caos económico y financiero. Se había disparado la inflación y con ella naturalmente se produjo una escalada de precios. El país de las vacas gordas conocía por primera vez en décadas los valores de los bienes de primera necesidad por las nubes así como la escasez y las colas. Por otra parte los comerciantes hacían su juego – unos por prevención y la mayor parte por especulación – de acaparar stocks de alimentos que se compraban un día a un precio sabiendo que un mes después valdrían un diez por ciento más, con la consiguiente ganancia.

En la Plaza Baltasar Brum, López Delgado junto al Monumento que simboliza
la Cruz de Lorena

La ley de Subsistencias nació en 1947 en el marco de una declinación que se insinuaba al fin de la Segunda Guerra Mundial y su concepción estaba inscripta dentro del dirigismo estatal. Había surgido con el fin de controlar y fijar precios de referencia para un cúmulo de productos básicos que los comerciantes no podían vender a precio superior para evitar teóricamente el encarecimiento de los productos de primera necesidad. En realidad, tal cual lo demuestran las teorías económicas y los hechos, ello simplemente fue una buena intención que poco logró y disparó el mercado negro, el agio y el acaparamiento. Subsistencias luego lentamente languidecería hasta prácticamente desaparecer transformándose luego de la dictadura militar, con otros contenidos, en el Instituto Nacional de Alimentación.

Pero la Dirección en Rocha tuvo su momento de protagonismo y fue precisamente cuando a López Delgado le cupo actuar. Aquí no estaba constituida la Comisión Departamental y se organizó a raíz del desastre de las inundaciones de 1959, las más grandes que la historia registra, que generaron la escasez de productos y las prácticas comerciales ilegales.

En la sesión del 23 de abril de 1959 se reunió extraordinariamente la Junta con presencia de los ediles, la totalidad del Concejo Departamental (colegiado de gobierno integrado por el Dr. Héctor Lucián Canzani, Prof. Carlos Julio Pereyra y Francisco J. Machado por la mayoría blanca y Francisco Rocca Crelis y Mauro Silva por la minoría colorada), el Asesor Letrado de la Junta, Dr. Mario Anza Vigliola, el Fiscal Letrado Departamental Eduardo West y el Jefe del Batallón de Infantería No. 12 Tte. Cnel. Rodolfo H. Zubía. Estos dos últimos tendrían una importante relación en el futuro de López Delgado; uno por el ejercicio de su nueva función que lo mantendría en íntimo contacto confiriéndole casi un cheque en blanco para su actividad en Subsistencias a futuro; y el militar luego sería determinante para que hoy esté entre nosotros por lo que veremos más adelante.

En el seno del organismo se planteó la situación de emergencia que vivía el departamento y se tomaron distintas medidas para afrontar la situación. Entre ellas se designó una suerte de comité de emergencia y a los integrantes representantes de la Junta para la Comisión Departamental de Subsistencias. Esta quedó integrada por Domingo López Delgado como Presidente por el Partido Nacional y el edil Santiago Colombano por el Partido Colorado, instándose a Subsistencias a nombrar los miembros por el instituto, los que serían designados poco después[13].

Esta Comisión tomó una Subsistencia devastada, sin mercadería ni locales en el interior del departamento ni en los barrios de la capital. Tenía tan solo una báscula, una balanza, un funcionario, un local y una deuda con proveedores de $ 4.568,62.

El batallar de López Delgado duró hasta mayo de 1967. Fueron 8 años de ardua labor acompañado primero por Colombano y finalmente por el conocido periodista Alfredo Núnez Silvera, ambos ediles colorados.

Durante su actuación – especialmente en los tiempos iniciales – desarrolló una inflexible acción contra los especuladores que significó llevar a incautar grandes cantidades de mercadería, clausurar comercios y poner en prisión a muchos infractores; exactamente dieciséis. En su labor no reconoció cintillos políticos ni poder económico. Uno de los que sufrió su acción fue un conocido político de su tiempo y correligionario quién fuera edil en ese entonces, decomisándosele un cargamento de yerba, a pesar de ser a la sazón Vicepresidente de la Junta Departamental de Rocha. Otra operación resonante fue cuando efectuó un decomiso de papa de más de 10.000 ks. a unos conocidos hermanos, los más importantes productores del rubro en Rocha, mediante un operativo policíaco que implicó un allanamiento. Para tales actuaciones siempre actuó estrechamente con el Poder Judicial y los fiscales, como lo fueron en su momento los doctores Chávez Miranda y West.

Todo esto le significó fuertes enfrentamientos e incluso un intento de duelo cuando se publicó un artículo que señalaba “La dictadura en Subsistencias de López Delgado”, articulo bajo la firma del dirigente colorado el “Capitán” Ubal.

Pero luego de un par de años todo se normalizó aceptándose la actuación de corte honrada y decidida de su gestor.

Su labor fue proficua, Subsistencias pasó a tener puestos de distribución en todos los rincones del departamento – desde Cebollatí hasta Puerto de los Botes – así como en los barrios de Rocha.

La gestión a su cargo finalizó cuando las personas e intereses que tocó fueron más fuertes que su recia personalidad y los apoyos recibidos. En mayo de 1967 se produjo el desenlace de la historia en Subsistencias. En 19 de Abril, el día 6 del citado mes, la policía detuvo un cargamento de portland en situación irregular – carecía de toda la documentación requerida en esa época – que pertenecía nada menos que al famoso jurista Eduardo Jiménez de Aréchaga, propietarios de campos cerca de la frontera, quién había sido subsecretario de Relaciones Exteriores en 1951 y que poco después sería Ministro del Interior de Pacheco Areco en 1968 y años más tarde Juez del Tribunal de La Haya. No titubeó, fiel a sus principios, la orden fue terminante: decomisar los bienes en infracción. Recibió presiones de todos los órdenes, llamadas intimidatorias, la noticia tomó repercusión nacional; pero no dio marcha atrás. La Junta Departamental de Rocha, a pedido de López Delgado, recibió todas las explicaciones de su representante en el órgano pero se lavó las manos, diciendo carecer de información suficiente al no tener la versión de Subsistencias de la capital nacional, no sin dejar de reconocer la correcta actuación de su Presidente[14].

Subsistencias intervino el 20 de mayo la Comisión Departamental y desplazó a sus autoridades y entregó la mercadería decomisada a su titular.

Así finalizó otra de sus quijotadas. Del déficit y el vacío local inicial ahora Subsistencias era un ente reconocido y prestigiado que se entregaba atiborrado de mercadería y con un superávit en caja de $ 217.894, todo bajo acta, de la misma manera que había recibido lo que era un desquicio.

El Centro Comercial de Rocha, a pesar del poco simpático rol que llevaba adelante López Delgado frente a ese gremio, expresó mediante una carta pública su apoyo al Presidente saliente. “El Centro Comercial e Industrial de Rocha ante los hechos de pública notoriedad que terminaron con la intervención de la Comisión Departamental de Subsistencias declara su franco apoyo a la gestión de ésta, que siempre ajustó su proceder a estrictas normas legales, resaltando la labor del presidente saliente que personalmente actuara sancionando a infractores a las leyes que tienden a reprimir el agio y la especulación. Rubens Testa, Presidente; Santiago Pradere Machado, Secretario[15].

Se fue así con la frente en alto, sin arriar ninguna bandera y con el reconocimiento popular y gremial a su labor.

 

11. Periodismo, oposición y prisión

 

  Como complemento y parte de su acción política desarrolló una incesante actividad periodística por más de una década. En 1964 se inició la publicación de “El Civismo”, órgano de prensa del recientemente fundado Movimiento Nacional de Rocha. Su nombre recordaba al periódico de igual nombre a que a principios del S. XX regenteara Ernesto F. Pérez, varias veces diputado por Rocha en representación del Partido Nacional. Los directores del quincenario eran Carlos Julio Pereyra, Mario Amaral y Ernesto Amorín Larrañaga. Inicialmente fueron redactores Gerardo Tejera Barrios, Jorge Mego, Diamantino Amaral y Domingo López Delgado, para luego quedar únicamente la Redacción Responsable a cargo del último nombrado quién fue el único que desempeñó dicha función bajo la dictadura hasta el cierre definitivo del periódico.

López Delgado era poseedor de un excelente discurso pero también de una muy buena pluma. A poco de iniciarse la publicación se produjo el deceso de Javier Barrios Amorín que consternó a toda la población rochense al margen de su adhesión política. A López Delgado le correspondió llevar adelante en representación de la Junta Departamental el discurso de despedida de quién había sido su maestro y líder. En un tramo de su alocución manifestó: “Y si es cierto que la vida es un relámpago entre dos eternidades, la suya fue un destello fulgurante cuya luz iluminó a algunos y encegueció a otros. Los que creemos haber sido iluminados por esa luz seguiremos adelante llevando en alto la bandera de sus principios e ideales que la muerte arrancara de sus manos y que hoy, nosotros, con profundo dolor, recogemos y hacemos de ellas nuestro escudo y nuestra espada para los combates que en su homenaje libraremos[16].

Producida la ruptura institucional, “El Civismo” se transformó en un portavoz opositor. El 3 de setiembre de 1973 la Jefatura de Policía de Rocha a instancias del Ministerio del Interior determinó la clausura “preventiva” de la publicación y la detención de su redactor responsable López Delgado, todo ello bajo la firma de quién había sido su íntimo amigo en el pasado, el Cnel. Alfonso D. Féola. Los Resultandos de la resolución decían que “en dicho órgano de prensa se publican artículos de corte sumamente violento (…) que atribuyen propósitos dictatoriales al Poder Ejecutivo” y considerando que con “dicha actitud con evidente propósito de descrédito hacia el gobierno se incita a una perturbación de la tranquilidad y el orden público[17].

Estuvo detenido varios días y se lo condujo a la Justicia Penal ordinaria, a cargo del Dr. Forni Bell (digno magistrado luego destituido por la dictadura) quién luego de un procedimiento sumario, donde el funcionario receptor era su amigo y correligionario Nelis Ferreira, el popular “Cara de Guinda”, fue puesto en libertad.

Tras su liberación el 14 de setiembre fue objeto de una cena en su homenaje sobre la cual por carta el Jefe de Policía Féola inquirió por los motivos de su realización. Fueron contestados con elusivas palabras por el Esc. Ángel Rocca López como presidente del MNR, llevándose a cabo el homenaje previsto. Confiesa López en la entrevista realizada: “Al propio Forni yo le llevaba `El Civismo´ clandestinamente”.

Para “El Civismo” la referida no sería esa la última clausura, nuevamente fue sancionado el 2 de octubre de 1975 a raíz de lo publicado en los ejemplares 244 y 245, aunque el quincenario había dejado de ser tal para transformarse en mensuario en medio de dificultades financieras y de libertad de expresión. Se fundamentaba el decreto de cierre en que en sus páginas “se formulan en forma reiterativa conceptos lesivos al proceso de recuperación institucional que lleva a cabo el Gobierno Nacional”. La clausura fue por 20 ediciones y la resolución llevaba la firma del dictador Juan María Bordaberry y las de Hugo Linares Brum y Walter Ravenna, ministros de Interior y Defensa de la época.

Reconocimiento a los soldados de la Segunda Guerra Mundial
entregado por el gobierno francés

La actitud rebelde y opositora de todas maneras continuó. Aunque corta vida tuvo de ahí en más la publicación. En su ejemplar 248 de 31 de mayo de 1976, apenas dos números luego de su reaparición, se publicó en portada un editorial bajo las iniciales D.L.D. titulado “Sacudimientos de horror” referido al asesinato en Buenos Aires del senador frentista Zelmar Michelini y del Presidente de la Cámara de Diputados, el nacionalista Héctor Gutiérrez Ruiz.

Allí escribió: “Indignación, estupor, asombro. Tres exteriorizaciones del sentimiento que, al paso que va el mundo, llegará un momento en que parecerán cosas de remotas épocas, pero verdad es que termina de colmarse nuestra capacidad de asombro ante la oleada de vandalismo que desde hace mucho tiempo, demasiado tiempo, nos está azotando. Primero fueron los crímenes y atentados cometidos por los tupamaros; recientemente y aún cuando esto estamos escribiendo, la aparición en nuestras costas de cadáveres salvajemente mutilados, y cuando el misterio aún está por develarse, los dos ciudadanos uruguayos mencionados aparecen acribillados a balazos.

   Ya ni interesa analizar las ideas de las víctimas; como en todos los casos son seres humanos bárbaramente asesinados. Lo único que interesa es la tremenda comprobación de que andan por el mundo gentes depravadas, marginados de todo sentimiento generoso, capaces de torturar quebrantando huesos, desgarrando carnes, derramando sangre y rompiendo hasta el alma y la mente de otros hombres, otros hermanos que caen indefensos en sus manos, tal vez por el único delito de no pensar como ellos.

    Para esos individuos existe solo un medio de combatir las ideas: la muerte del otro. Sus cerebros de bestias no son iluminados ni por el más débil rayo de luz. La violencia es su credo, su ideal, su divisa. La cobardía más abyecta es el sentimiento predominante de sus espíritus en sombra; el odio la única fuerza dinámica que los mueve. No saben ni quieren saber si por su crueldad, por su rechazo del amor los hombres clavaron a Cristo en la Cruz y Él, por amor, pidió su perdón al Señor porque no sabían lo que hacían.

   Hoy nos estamos crucificando a nosotros mismos sabiendo lo que hacemos.

    Que nadie olvide que como dijo John Donne, ningún hombre es una isla, por eso, cuando un hombre muere todos morimos un poco. Y cuando doblen las campanas no pregunten por quién doblan; están doblando por todos: por los muertos, por los que matan, por los que mandan matar, por los inocentes y por los culpables. Es el triste doblar de campanas por una humanidad extraviada”.

Las cosas habían cambiado para peor. La dictadura se había afirmado y ensoberbecido. Ya no se cuidaba forma de clase alguna y semejante editorial fue un fustazo en el rostro de los mandamases de turno. Fue López Delgado a parar con sus huesos a un calabozo. Lo llevaron a La Paloma y luego de una breve estadía marcharon con él a Punta del Este. Lo trasladaron sin conocimiento siquiera de las autoridades militares locales por decisión del C/N Jorge Náder, involucrado en diversas causas de violaciones a los derechos humanos. Con casi 60 años se le encerró en una pieza minúscula sin luz natural ni artificial, sin colchón ni abrigo alguno. Comenzó una huelga de hambre. “Dieciséis días a pura hambre y todos los días me ponían un plato y no toqué uno solo. Me ponía boca arriba, trataba de vaciarme de todo, me entraban unas ensoñaciones y al cuarto o quinto día empecé como a flotar. (…) ¿sabías como dormía? Apoyado contra la pared, sentado apoyando la cabeza en un gabán que llevaba, los huesos me dolían todos, no daba más[18]. Luego del ablande recibió un colchón y una frazada y se le prometió entrevistas con autoridades por lo que abandonó su medida. La “entrevista” fue un interrogatorio con Nader. Éste se sentó brutalmente a horcajadas en una silla y le preguntó quienes eran los autores de los artículos de “El Civismo” de varias ediciones. Solamente se refirió identificando a los artículos de su autoría y sin delatar a los autores de los restantes. “¡No! Tú me vas a decir hijo de puta, otros más duros que tú han cantado, tú también vas a cantar[19] amenazó Nader. Ante la reiteración de la negativa, repitió López en sustancia lo que refiere en la carta citada más abajo. Pegó el militar un trompazo en una mesa, sacó su pistola y siguió a los gritos insultando. Recuerda López que pidió una tregua al militar y en ella, en plena angustia lloró pensando en su familia y el desamparo que les esperaba a su esposa y tres hijos. Luego del resuello retomó su posición inicial y así se mantuvo.

Desde la cárcel clandestinamente escribió a sus hijos “En este episodio me preocupa el futuro de uds. y de la vieja y sé que lo he comprometido seriamente, pero en la alternativa de un futuro económico malo con un nombre limpio o un futuro cómodo con un padre sin honor ni dignidad por ser vergonzante delator, elegí lo que me pareció mejor para uds.”[20].

La detención duró más de un mes. Luego lo llevaron a Montevideo, a la Prefectura Nacional Naval, donde estuvo detenido en una misma celda con dos jóvenes militantes tupamaros con quienes sostuvo encendidas discusiones ideológicas; solo recuerda que a uno le decían “El Gallego” y el otro era de nombre Artigas. Nunca más supo de ellos.

Un día se produjo el milagro. Lo llamaron, le ordenaron que se vistiese y asease y lo llevaron a una sala. Allí estaba encumbrado como uno de los militares más importantes de su época el ahora Gral. Rodolfo Zubía. El mismo que lo había conocido en Rocha como edil, Presidente de la Comisión Departamental de Subsistencias y ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Estaban allí también González Ibargoyen y Paladino, Comandantes de la Aviación y la Marina respectivamente. Zubía lo trató familiarmente y le preguntó la razón por la que se encontraba allí. López Delgado relató lo relacionado a los artículos de “El Civismo”, refiriendo que era un periódico del Movimiento de Rocha. El General le dijo “Así que con los tupas”. López Delgado le expresó su  posición contra todo tipo de ideología totalitaria y por ello había combatido en la Guerra Mundial. Terminado el interrogatorio – siempre llevado a cabo por Zubía – se le dieron garantías de que nada le ocurriría y pocos días después volvería en libertad a Rocha. Y así fue.

En otra oportunidad yendo a declarar encapuchado a los Juzgado Militares de la Avda. 8 de octubre, el Juez Militar Azarola al saber de su presencia salió de su despacho a saludarlo. Recuerda que jamás sufrió un apremio físico y entiende que la razón de tanta consideración para con él fue su pasado de soldado en la última conflagración mundial que le otorgaba un halo protector ante los militares que sentían una suerte de admiración por su actitud personal.

Increíblemente el último ascenso en el Poder Judicial lo obtuvo estando preso en Montevideo. Fue el cargo de Alguacil con el que se jubiló.

Se cerraba así la época de periodista. Poco antes del cierre definitivo de la hoja, en abril de 1976, se había despedido del Mariscal de Campo Bernard Montgomery, “Monty”, su jefe máximo en África del Norte fallecido pocos días antes, con un “Hasta pronto, mi General[21].

 

12.  Más allá de la pluma

 

De todas maneras la actividad opositora no se limitaba a la periodística. López tenía la costumbre en tiempos de escasez a inicios de la dictadura de ponerse en la cola de todos los comercios y empresas de transporte para empezar a arengar a la gente y despotricar contra el régimen imperante.

El 24 de marzo de 1974 se dirigió mediante una misiva a Jean Français, embajador galo en nuestro país. Lo hizo ante la condecoración a otorgarse al Dr. Justino Carrere Sapriza por el Gobierno de aquella nación, recordándole su vinculación con el gobierno de facto y las actitudes antidemocráticas del legislador pachequista. Después de recordar que se sentía francés de corazón, expreso: “Puede creerme que esa condecoración le enajenará a Francia, entre los orientales honestos bastantes simpatías y recibirá bastantes reproches. (…) No pienso excusarme por el tono empleado en esta carta. Sé que me asiste razón. Solo espero que Ud. piense como vuestro Voltaire: `Desapruebo todo lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo´. Naturalmente su condecorado de hoy no piensa así ni lo pensó nunca cuando aplaudía y apoyaba los apaleamientos al pueblo, las torturas y la prisión de hombres libres por el delito de no pensar como su amo de turno.” El 1 de abril de 1974 el embajador le respondió fundando su respuesta. “C´est parce que je connais bien tout votre attachement pour mon pays que je reponds a votre lettre”, le contestó el embajador en reconocimiento a su foja de servicios por Francia. Explicó que la condecoración respondía a que Carrere Sapriza había sido fundamental para la ratificación en el Senado del Convenio de Cooperación Franco-Uruguayo suscripto en 1964 cuando De Gaulle visitó Uruguay. Naturalmente tal explicación no convenció a López Delgado.

Comunes fueron también las volanteadas contra la dictadura, tanto a principios como al final de la misma, las que muchas veces hacia en soledad o en la compañía de su amigo y correligionario el Prof. Julio Pérez Corbo.

López Delgado junto a Wilson Ferreira Aldunate

En los tiempos de la salida democrática se lo vio nuevamente activo. Participó en la campaña del Plebiscito por el No en 1980 recorriendo todo el país, ante las proscripciones que impedían a los principales dirigentes actuar. En medio de una campaña de miedo desatada por la dictadura, asimilando al voto por el NO con el marxismo y los tupamaros, en Salto expresó que si bien existía un agradecimiento a las FF.AA. por aplastar a la sedición ello “no daba para monumentos”. Manifestó que “Estamos embarcados en una lucha en la que nos enfrentamos a todo el poder de un Estado rico, con las flacas fuerzas de un pueblo empobrecido. Un pueblo empobrecido económicamente pero que ha enriquecido su fibra espiritual. Un pueblo que sabe lo que quiere. (…) No nos importan los riesgos que podamos correr. La libertad no se pide, se exige. Ningún ciudadano puede votar esta Constitución porque ha sido hecha con la obsesión dominante de la doctrina de la seguridad del Estado[22]

 

 13. Las últimas batallas

 

Su último cargo fue el de convencional electo en las elecciones internas de los partidos políticos en 1982 por la lista EAC del Partido Nacional, en época de prohibición del uso de los números históricos de las listas partidarias cambiadas a la fuerza por letras.

El 16 de junio de 1984 tuvo el honor de viajar en el “Ciudad de Mar del Plata” acompañando a Wilson Ferreira Aldunate en su retorno a Uruguay tras años de exilio. Respecto de él recuerda: “Su sonrisa era una salida de sol”.

Siguió militando en la reapertura democrática e impulsó la candidatura municipal de “Bibí” Rocca y una lista de ediles que fueron una pléyade de importantes nombres para su época: el Esc. Juan Ángel Delgado, el Prof. Julio Pérez Corbo, el Dr. Amadeo Molina Faget, el Esc. Carlos Ernesto Aguiar, el Esc. Alberto Rocca, el Profesor Leonidas Larrosa y su hijo el Dr. Gonzalo López Mesías. A pesar de ser Rocca el candidato más votado el triunfo electoral correspondió a Adauto Puñales Lascano por el Partido Colorado.

Paulatinamente por diferencias cada vez más fuertes se fue alejando del M.N.R. sin que ello empañara su amistad de toda la vida con su líder Carlos Julio Pereyra.

Apoyó más tarde en 1989 la candidatura de Irineu Riet Correa, obteniendo el nacionalista el sillón municipal. Fue entonces que desempeñó con su particular impronta la última función pública que tuvo a su cargo. El novel intendente creó una Oficina de Asuntos Internos que ejercía bajo la dirección de López una superintendencia de los funcionarios municipales en materia disciplinaria. En tal función recorrió todas las dependencias supervisando el funcionamiento, tanto en el interior como en la capital. Fiel a su estilo debutó con un sumario a seis funcionarios en Castillos a los que cesó por irregularidades.

Poco más tarde, en cumplimiento coordinado con las políticas implementadas por el Ministro de Medio Ambiente y Ordenamiento Territorial, Juan Chiruchi, del gobierno nacionalista 1990-1995, se comenzó a realizar el ordenamiento costero efectuándose diversas demoliciones en el Cabo Polonio. Quién supervisaba tales medidas con el Juez Letrado de la época a nivel municipal, con 73 años a sus espaldas, era nuestro historiado, quién concurría con su hijo el Dr. Gonzalo López como abogado y con un revolver en la cintura debido al clima de confrontación existente con diversos pobladores. Recuerda quién esto escribe ver en los expedientes judiciales la peculiar manera de marcar López Delgado las fincas a demoler: con una Cruz de Lorena en sus paredes.

 

 14. El reposo del guerrero

 

Hoy vive en su domicilio con su esposa y compañera de toda su vida, en la paz del hogar y en medio del amor de su familia. Continúa siendo un hombre de debate que opina con conocimiento de causa. Gusta de un cigarro y un whisky cada tanto. Acostumbra a ir todos los días a buscar el periódico que lee de cabo a rabo. A la ida o al retorno, siempre con paso lento, charla con algún que otro vecino que lo saluda.

Es parte de nuestra mejor historia departamental. Las nuevas generaciones poco lo conocen por lo que este artículo trata de traerlo vivo y fresco a nuestro presente.

Para no olvidar.

El autor de este artículo con López Delgado, en el homenaje que le tributara la Junta Departamental (2006)

 


[1] Domingo López Delgado – “Memorias de un voluntario rochense – En los frentes de lucha” CISA 1948 .

 

[2] La Mañana, 10 de abril de 1969

 

[3] Domingo López Delgado, ob.cit. pag. 63

 

[4]  Ob.cit. pag. 71 y 72

 

[5]  Ob. cit. Pag. 146

 

[6] Matutino “La Mañana”, reportaje citado

 

[7] Semanario “Gallo”, 16 de diciembre de 1961

 

[8] Reportaje del autor a López Delgado

 

[9] Reportaje del autor

 

[10] Reportaje del autor citado

 

[11] Oscar Bruno Cedrés, “La gloria sale por el Este”, Revista Histórica Rochense No. 2, pág. 14

 

[12] Reportaje citado del autor

 

[13] Libro de Actas de la Junta Departamental de Rocha, 1959, Acta No. 9 de 27 de abril de 1959

 

[14] Libro de Actas de la JDR, 1967, Tomo I, Acta No. 10 de 25 de mayo de 1967

 

[15] “El País”, “Cuando el portland no es constructivo”, 26 de mayo de 1967

 

[16] “El Civismo” No. 2, 29 de junio de 1964, pag. 2

 

[17] “El Civismo”, No. 212, 3 de octubre de 1973, pag. 2

 

[18] Reportaje del autor

 

[19] Ídem

 

[20] Carta manuscrita remitida por Domingo López a sus hijos

 

[21] “El Civismo” 9 de abril de 1976, pág. 2 y 3

 

[22] “Tribuna Salteña”, 20 de noviembre de 1980, pag. 3

 

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