Julio Dornel

 

SUMARIO: 1. Los primeros adelantados – 2. El primer Fossati – 3. Don Silvio – 4. La fábrica – 5. Un recuerdo

Fábrica de tabacos de Silvio Fosatti en la década del 30

 

1. Los primeros adelantados

 

Las primeras construcciones de la frontera se levantaron a pocas cuadras del arroyo, separadas por  la línea divisoria, que determinaba los límites entre ambos países. Del lado brasileño, la histórica Posada de diligencias de don Joao Silva y el Club Social “Luz y Vida”  centralizaban la poca actividad que se desarrollaba por aquellos años. En territorio uruguayo la Receptoría de Aduanas, la Escuela Pública Nº 28 y algunos ranchos de barro y paja brava iban delineando senderos en la pequeña aldea. Sin embargo, el paso del tiempo fue marcando el comienzo de una nueva etapa en el desarrollo social y económico de este enclave fronterizo.

Frente a la posada, pero del lado uruguayo se instaló el 18 de febrero de 1925  la primera industria del norte rochense: la Fábrica de Tabacos de don Silvio Fossati. Las conquistas logradas durante el siglo pasado estuvieron íntimamente ligadas con los primeros habitantes de la frontera, entre los que podemos señalar las casas de José Rodríguez, León Ventura, Juan Francisco Méndez y algún rancho como el que ocupaba el guardia aduanero Isidoro Machado y los modestos edificios que correspondían a la aduana y la comisaría. Desde la llegada de los primeros “adelantados”, la familia Fossati se fue transformando en  un aporte importante para el desarrollo socio-económico de esta población.

Para referirnos  a la corta historia de esta frontera romántica y generosa nada mejor que transcribir siquiera  algunos párrafos de un  trabajo del historiador local Wilkins Machado, donde extrae de su vasta producción, impresiones imborrables originadas en el paisaje cautivante y envolvente de este pueblo fronterizo. Es fácil comprobar en estos trabajos que la investigación de Machado denuncia una temática inspirada en los orígenes de Chuy, analizando en breves pantallazos la fisonomía, costumbres y evolución del rancherío inicial: “Arroyo Chuy … y en tus aguas el yaguareté sació la sed y el indio altivo refrescó sus heridas, con tus frutos calmó su apetito y en las sombras de tu monte gaucho, forjó la historia de tu nombre ausente. Chui te llamó porque el trinar de los chuis lo despertaron un día, el mismo día que empezaste a hacer tu historia con nombre, historia tan límpida como tus aguas, o quizás  mientras ensimismado pensabas en la toldería  lejana, se te ocurrió llamarlo chué por la cantidad de tortugas que observabas  desde tu nostálgico silencio. Te visito el español y el portugués, pero tenías alma y una historia de pájaro libre, tan libre como tu senda  que se inicia en el Brasil y se confunde en el atlántico. Fuiste historia y lo eres; hiciste historia y la haces y como colofón fuiste padre de un Chuy tan libre como tus pájaros, tan perseverante como tus tortugas o tan altivo como el indio que el nombre te dio. 1888 … policromía de azul y verde, cielo y campo. La vista perdiéndose  en el infinito y el hombre confundiéndose  y mezclándose en ideologías e idiomas, duro batallar diario para subsistir en un medio aislado y falto de recursos. Mezcla de productos de mil revueltas, amalgamados con contrabandistas y troperos por excelencia, enamorados del peligro, ocultos en los montes, fieros custodios de matutes que pretenden traducir en monedas. Un comercio, una comisaría, una aduana y cinco ranchos. Chuy 1888. Pasan los años, se amplían las sendas formando caminos, la diligencia trae a cuestas  la civilización mientras nuevos vecinos asientan sus reales en esta zona trayendo el progreso. Llegó la diligencia, cita obligada de nuestros antepasados y la natural curiosidad por saber lo que pasa más allá, donde la vista se pierde buscando una razón para este acá.  Domingo, una penca cuadrera da motivo a una  reunión de categoría, se hacen negocios, se arregla un matute, a veces una reyerta pone la nota distinta. Pioneros de Chuy, hombres, mujeres y  niños, conjunción de ideas en busca de superación, soñando quizás muchas veces con un viaje maravilloso, casi imposible, prometedor de mil aventuras.”

 

 

2. El primer Fossati

 

 

Don Antonio Fosatti

Como lo señalara Machado, “un comercio, una comisaría, una aduana y cinco ranchos” integraban el rancherío inicial, sobre una abstracta línea divisoria que intentaba sin éxito separarnos del país vecino. Allí estaban las primeras autoridades destinadas a custodiar la seguridad y la economía, conjuntamente con los comerciantes que vislumbraban mejores años para sus actividades.

Los datos biográficos de don Silvio nos llevan de la mano a las raíces familiares de sus antepasados, en las postrimerías del siglo XIX, cuando llegaron a la frontera en busca de la tierra prometida. De esta manera vamos transitando por páginas olvidadas de la historia local, cargadas de nostalgias y recuperadas en algunas oportunidades por el talento de algunos historiadores o de los propios familiares.

En nota remitida  a la Junta Administrativa de Rocha en el año 1888, los vecinos comunican que se había constituido una Comisión local que tendría como único cometido trabajar por el desarrollo zonal: “En el Chuy, el día 31 de enero de 1888, reunidas las personas nombradas por la Honorable Junta Administrativa del Departamento, resolvieron con arreglo a la nota Nº 50 de fecha 17 del mismo mes, proceder al nombramiento de los respectivos cargos de presidente y secretario , recayendo el primero en Antonio Fossati y el segundo en León Ventura”. Se trata del primer documento oficial que menciona a un integrante de la familia Fossati por estas latitudes.

La pionera generación de los Fosatti en nuestra frontera nos presenta a don Antonio Fosatti como el primer integrante de una estirpe, que además de las actividades judiciales desarrolladas – si bien no había culminado sus estudios jurídicos – se radicó  en Chuy. La actividad como Juez de Paz la desarrolló durante largos años.

Como era costumbre por entonces los Jueces eran prohombres en sus entornos sociales y desarrollaban importantes actividades comunitarias. Cuando las autoridades de Instrucción Primaria resolvieron trasladar hacia Chuy la Escuela Nº 28 que funcionaba por entonces en Cebollatí, se formó una comisión que fue presidida por Antonio Fossati Arnelli. Este Fossati no solo llevó la labor directiva de la novel comisión sino que fue quien cedió un amplio local de ladrillo y techo de paja para su funcionamiento. La ceremonia inaugural del primer centro de estudios local se celebró el 11 de setiembre de 1905 con una matrícula de 30 alumnos, entre los que – para ejemplo de los demás padres de la zona – se encontraban los tres hijos mayores de don Antonio; Silvio, Dantón y María Laura.

 

Decomiso de tabaco frente a Aduana de Chuy. A la derecha Don Silvio Fossati y al fondo el carguero de caballos con el contrabando de tabaco

 

3. Don Silvio

 

 

Lata de tabaco Don Antonio en homenaje al padre del fundador de la fábrica

Silvio Fossati fue el hijo mayor de Antonio y nació el 21 de abril de 1890 en esta frontera. Fue un niño muy avanzado, recitaba poemas en las fechas patrias. Cuando jovenzuelo, sintiendo el llamado de la divisa que apasionadamente abrazó su madre, quiso adherirse al alzamiento revolucionario, pero fue disuadido ante el nacimiento de su hermano menor. Sí participó en el breve alzamiento revolucionario encabezado por Basilio Muñoz en 1910.

Siendo joven casi perdió la vida cuando fuera arrastrado desde la playa al mar en La Coronilla salvándose milagrosamente.

El inicio de sus actividades comerciales comenzó con un hotel a los 18 años. Fue por entonces que se batió a duelo con un cliente que habló mal de su padre. Como resultado casi perdió la vida por una puñalada que le abrió el vientre, sobreviviendo gracias a los urgentes auxilios que se le practicaron.

Su temple y filiación nacionalista se puso a prueba en otra instancia donde con otros partidarios blancos tomó a la fuerza la balsa que cruzaba el arroyo San Miguel, la que estaba copada por colorados que no dejaban pasar a votar a quienes no fueran de su filiación política.

Hace algunos años, con motivo del 1er. Encuentro de la Familia Fossati, realizado en Montevideo, la profesora Sonia Fossati – a quién pertenecen también los datos precedentes y que es hija de don Silvio – se refería a su padre en los siguientes términos, consignado el peculiar y casual ingreso en el mundo del tabaco que le marcaría la vida: “Casado con Juana Dolores Silveira Dondero, cuando ésta tenía tan solo 16 años, en 1919, se transformó muy pronto en padre de familia, mientras la turbulencia de su juventud lo llamó a sosiego. Aunque no por ello dejó de vibrar su pasión política y años más tarde, cuando la dictadura de Terra, él, blanco independiente y opositor, ayudaba a los batllistas  perseguidos a cruzar la frontera. Ya con varios hijos, en 1923 sucedió en el pueblo un acontecimiento que le cambió su rumbo. Adquirió en un remate judicial una importante carga de tabaco requisada por la aduana y asesorado por un amigo brasileño, hijo y yerno de alemanes de nombre Luiz Gütshov, residente en Pelotas, le permitió hacer algunas experiencias y en 1925 instala su fábrica propia, poniéndole el nombre de su padre “DON ANTONIO”, que lucía en grandes letras blancas en el techo del edificio. Fabricaba un tabaco negro al que llamó “Puritano”, recordando al mejor pingo que había tenido, puesto que era muy aficionado a las carreras de caballos. Tuvo gran éxito comercial y su tabaco se vendía en todo el país. Amó a su pueblo desde el arraigo que yo heredé. Siempre predominó en él la modestia, estaba en todas las inquietudes que surgían por aquellos años. Construía casas a pagar con un modesto precio a valor de un alquiler, fue factor importante en la construcción del Club Social y del primer edificio de la sucursal Chuy del Banco de la República.  Amplió progresivamente el liceo, que había comenzado sus actividades en un local cedido por Samuel Priliac.”

 

El emblemático tabaco “Puritano”

 

4. La fábrica

 

 

En esta oportunidad ofrecemos a nuestros lectores una síntesis muy abreviada de la trayectoria de la mayor industria que ha tenido esta ciudad, en un sector de fuerte competencia como lo es el tabaco.

Sus primeros distribuidores tenían la camiseta puesta: eran de su propia familia; Raúl Machado su cuñado que desde Rocha lo distribuía en la zona este y su hermano Dantón, que viviendo en La Paz, lo distribuía en la capital nacional y sus alrededores.

A principios de los años 30 del siglo pasado se elevó el edificio comercial e industrial en Chuy, que tuvo como ejecutor nada menos que a uno de los maestros pedreros que había trabajado en la reconstrucción del Fortín de San Miguel y en el Parador del mismo nombre: Gregorio “Coco” García.

En años de esplendor comercial pasaron por la empresa más de 2.000 funcionarios, destacándose además la calidad de los productos comercializados, que eran distribuidos en  todo el territorio nacional. El tabaco negro “Puritano” y el amarelinho “Don Antonio” fueron sus buques insignias; este último era presentado en papel y en lata, ostentando el retrato de su padre.

Recordando la trayectoria de la fábrica algunos vecinos que integraron distintas áreas de la empresa señalaron que la misma basaba su actividad en tres pilares que resultaron fundamentales para el éxito de la misma: adelanto en tecnología, abaratamiento de costos y capacitación del personal en todas sus áreas.

No pretendemos magnificar hechos comunes, sino reconocer el esfuerzo y la trayectoria de una familia que ha contribuido durante un siglo al desarrollo zonal. Entre datos biográficos y fechas discutibles que nos acercan los lectores van surgiendo algunos nombres que merecen evocarse por su activa participación en este emprendimiento industrial. Entre muchos obreros que pasaron por la fabrica podemos recordar a Rosa Santurio, Bartolo, el “Mulato” Mello, el “Jubilado” Noguera, Ulpiano Da Costa, el “Negro” Amaral, el “Comadreja”, el “Indio” Castillos, “Pelopincho”, Golobí y José Acevedo entre muchos otros.

El edificio de la fábrica en sus primeros años, contaba con las siguientes dependencias: un depósito, donde se preparaba la materia prima, una sala de máquinas para el picado del tabaco y otra para el horno, limpieza y envasado. El mantenimiento de esta industria se consideraba como un verdadero milagro al subsistir frente a los intereses económicos de poderosas organizaciones. Entre la empresa y la casa familiar estaba un gran predio con una gran variedad de plantas frutales, exóticas y autóctonas.

La empresa funcionó más de medio siglo, todo un récord para una industria “chacarera”. Por las puertas de su edificio pasaron durante 62 años  miles de obreros que de generación en generación fueron cimentando sus hogares con el trabajo diario. Sin embargo la dinámica impuesta por los cambios monetarios fue acorralando lentamente la que fuera una pujante industria, generando desocupación, hasta que llegó el cierre definitivo en el año 1987.

Empleadas empaquetando tabaco (Circa 1930)

Fueron más de 60 años a la vanguardia del desarrollo fronterizo, generando fuentes de trabajo para varias generaciones que nacieron, crecieron, estudiaron y formaron sus hogares, cumpliendo diversas actividades en la “fábrica” de Don Silvio.

Esta industria fue un verdadero milagro ya que en la zona nunca se cultivó  tabaco y el mismo se importaba de Brasil adentro – principalmente de la empresa “Fumo Sul”  – con los consecuentes costos pero que fue rentable mientras el tipo de cambio, los precios del tabaco y los cupos de importación lo permitieron.

No solo la actividad de Don Silvio se circunscribió al comercio. Corresponde señalar que la familia Fossati, entre otras muchas actividades, estuvo ligada permanentemente al deporte, con activa participación en el fútbol a través del equipo de San Vicente y también en el kart  defendiendo al equipo rojo, donde Armando y Alem Fossati lograron títulos nacionales.

En el año 1965 el representativo fronterizo alcanzó su máxima consagración con el triunfo nacional logrado por Armando en categoría individual y el triunfo por equipo al ubicar 5 competidores en los 10 primeros puestos.

 

 

 

5. Un recuerdo

 

Irineo Alves, uno de sus amigos, evocaba en la prensa local el 21 de abril de 1989, la personalidad y la trayectoria de don Silvio: “Hijo de don Antonio Fossati, Juez de Paz, nació el 21 de abril de 1890, siendo su madre la señora María Ventura Rodríguez. Con algunos años ingresó en la primera clase fundadora de nuestra escuela Nº 28, hoy denominada “República Federativa de Brasil”, siendo su director Elías Luzardo. Inició en forma experimental su fábrica de tabacos, la que fue inaugurada oficialmente el 18 de febrero del año 1925. Su inteligencia, dedicación, carácter y tino comercial, lo llevaron a imponer en todo el país el desarrollo de esta iniciativa con la venta masiva de los tabacos fabricados en Chuy; “DON ANTONIO”, “PURITANO” y “SAN LUIS”. Su fábrica fue factor preponderante para el desarrollo comercial, económico y social  de la frontera. En la década del 30 surgió otra iniciativa relacionada con el empadronamiento de calles y terrenos de nuestra incipiente población de acuerdo a un plano ejecutado por el agrimensor Facundo Machado. De esta manera nuestro pueblo fue tomando otra fisonomía. Años más tarde donó el terreno para la construcción del Club Social y construyó el edificio para lograr la instalación de la Sucursal del Banco de la República, inaugurada el 14 de abril de 1951. Conocí a don Silvio cuando era todavía un chiquilín y él amigo personal de mi padre y aparcero en el deporte de las riendas. Era propietario del caballo “PURITANO”, respetado en todas las competencias hípicas del país”.

 

Don Silvio falleció el 7 de febrero de 1975, dejándonos un recuerdo imborrable de su personalidad. Fue un hombre progresista por excelencia y su acción ciudadana es imborrable. Además de su faz empresarial señera el BROU local, el Club Social, el Liceo y hasta la propia necrópolis (“ahora ni muerto me sacan de aquí” bromeaba) son testigos de su obra imperecedera.

La explotación fue continuada por sus sucesores bajo la forma de una sociedad anónima  (Silvio Fossati y Cia S.A.) con sus hijos Alem, Ruben, Armando y su yerno Mario Fernández

Hoy todo es historia, el 27 de junio de 1987 se detuvieron las máquinas, el personal se fue lentamente como queriendo quedarse y las puertas se cerraron para siempre, marcando el final de una época.

El viejo local fue suplantado por un novísimo e importante Free-Shop, su maquinaria fue arrancada de cuajo por los empresarios – que no sabían la historia que cargaba dentro de cada fierro – y fueron tiradas detrás del Estadio Samuel Priliac.

Allí están hasta el día de hoy a la intemperie, mientras el herrumbre carcome los metales, esperando que alguna piadosa propuesta recuerde sus raíces y la destine a un museo que recupere la memoria de un girón sustancial en la vida de nuestra comunidad.

Ninguna calle recuerda el nombre de este prohombre local. Quizás es tiempo de reparar esta injusticia.

Tags: