SUMARIO: 1. Introducción – 2. La recepción – 3. De quién se trata – 4. Sus comienzos – 5. El pedigüeño y su Hospital –
6. El educador – 7. El gestor cultural – 8. El deportista – 9. El servidor público – 10. La Avenida – 11. De cómo un estudiante “bolchevique” puso nombre al himno de los tangos – 12. La injusticia – 13. Apéndice documental
1. Introducción
Hay seres humanos providenciales y él fue uno de ellos. Temperamental como todo aquel por cuyas venas corra sangre italiana, recto, servicial, muy culto, blanco e hincha de Peñarol, el doctor Roberto Introini atravesó con galanura y enjundia casi seis décadas de la historia lascanense del cercano siglo XX. Uno de los días de mayor felicidad personal debe haber sido aquel domingo 16 de julio de 1950, en que, además de cumplir 57 años, Obdulio Jacinto Varela y otros diez leones enmudecieron Maracaná, obteniendo para Uruguay la mayor hazaña deportiva de todos los tiempos, para él un regalo muy preciado.
El Introini múltiple -“el de La Cumparsita”-, primer secretario de la Liga Universitaria de Deportes, médico de cuerpos y almas, pionero de la aviación sanitaria del país, gestor del viejo Hospital (Sala de Auxilios) que fue orgullo de Lascano, impulsor de la enseñanza secundaria entre nosotros, fundador de la Banda de Música (hoy municipal) y el Coro Popular, servidor público, se refleja en las páginas que siguen, con los perfiles de su personalidad singular y de una obra comunitaria difícil de dimensionar por lo compleja y abarcativa en tan corto lapso de tiempo y reducido espacio.
2. La recepción
En medio de una bien servida mesa de pastas, regadas abundantemente con un buen mosto, la colectividad italiana lascanense celebraba, en el domicilio de su connacional Piero Abba, cincuenta y un años de la gesta de unificación italiana protagonizada en 1870 por Víctor Manuel II, Cavour y un viejo conocido de los rioplatenses: Giusseppe Garibaldi. Era el 20 de septiembre de 1921.
De pronto, la voz estentórea del dueño de casa, médico y veterano de la Sanidad Militar italiana en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), llamó a silencio para presentar a un joven colega, arribado a la villa trece días antes con intenciones de radicación, invitado especial a la celebración. Se trataba de Roberto Introini Carabelli, de 28 años cumplidos ha poco, hijo de inmigrantes italianos, quien tras las palabras de recepción, respondió: “Creo saber bastante de esto, de la fecha y su significado. Tengo una hermana llamada Roma Capital de Italia”.
A su arribo a Lascano, el 7 de septiembre de 1921, el semanario “El Lascanense” le había dado la bienvenida a través de un breve suelto donde se consignaba que Introini poseía “elevada cultura, carácter bondadoso y sentimientos humanitarios”, y que la población había hecho “una gran adquisición” (sic). Tocaba a su fin la era del doctor Eugenio Rodolfo Egger, filántropo y referente de la medicina regional, que marcó muy fuertemente a Lascano durante dos décadas (1902-1922), y comenzaba el tiempo de Introini, quien cumpliría con creces el pronóstico del pequeño periódico local.
3. De quién se trata
Roberto Introini Carabelli (o Garabelli, que algunos documentos como su partida de defunción así lo consignan) nació en Montevideo el 16 de julio de 1893, hijo de Roberto Introini Scandroglio, sastre establecido en la calle Convención arriba del Teatro Artigas, y de Ángela Carabelli (o Garabelli) Scaltritti, siendo el menor de siete hermanos: Ángela, Juan, Luis, Ema, Dándalo, Duilio, Roma y él. Una curiosidad: su partida de nacimiento, que hemos tenido en nuestras manos, dice “Intruini”. Es que los lombardos usan la “u” por la “o”, y ya veremos más adelante qué importancia tuvo esto.
Cursó estudios en su ciudad natal, culminándolos con la obtención del título de médico-cirujano, el 4 de diciembre de 1920. Ya recibido se radicó, temporalmente y por unos meses, en la localidad de Fray Marcos, departamento de Florida, emprendiendo luego viaje a Lascano, donde echaría raíces, formaría familia con Haydée Araújo, criaría a sus hijos (Ángela Delia, Haydée y Roberto), ejercería las múltiples facetas de su compromiso con la comunidad que lo acogió (tal vez, a lo largo de nuestra historia de 140 años, de ningún otro vecino pueda decirse que hizo tanto en tantas actividades) y falleció, luego de casi 60 años de residencia entre nosotros, el 22 de noviembre de 1980, a consecuencia de accidente vascular encefálico, de acuerdo al certificado de defunción expedido por su yerno, el médico Ovidio Ruben Tomasco Schultze.
4. Sus comienzos
Seguro estoy de no exagerar si afirmo que necesitaría disponer de todas las páginas de la presente edición de la RHR para desarrollar documentos e información de prensa que refieren a la actuación como médico del doctor Roberto Introini Carabelli en Lascano y su zona de influencia, incluyendo las notas de agradecimiento público de centenares de sus pacientes. No siendo ello posible, se resumirán en adelante algunos aspectos de aquella gestión.
Como quedara dicho se radicó en la entonces villa de Lascano el 7 de septiembre de 1921, dando consultas en el “Hotel Herrera”, prestigioso establecimiento del ramo instalado entonces donde hoy está el Centro Cultural Lascanense “Herlinda Lovisetto de Eizmendi”. Con fecha 30 de junio de 1923, “El Lascanense” informaba que el doctor Introini ya había establecido su consultorio “contiguo al Hotel Herrera, calle Ituzaingó”.
Ya en 1930, otro aviso de prensa daba cuenta que “ha trasladado su consultorio para la casa frente a la plaza, contiguo a la iglesia, calle 25 de Agosto”, donde atendía de “10 y ½ a 12 y de 14 a 18”, tras haber hecho Policlínica en el Hospital “de 8 a 10”. En la década siguiente lo encontramos definitivamente instalado en su residencia de calle Ituzaingó, frente a la plaza, donde vivió el resto de su vida y en la que falleció.
En 1922 el doctor Introini se convirtió en uno de los primeros médicos uruguayos en utilizar la aviación para llegar con los recursos de la ciencia al medio del campo (ver Apéndice Documental). Aprovechando la presencia en la entonces villa de Lascano de un aviador argentino, lo contrató dos días, uno para ir a la zona de San Luis y el siguiente para llegar hasta Alférez, lugares desde donde requerían sus servicios con cierta urgencia.
El 24 de marzo de 1923, el ya citado periódico local “El Lascanense” (al que volveremos muchas veces en esta historia) daba cuenta de lo siguiente: “Asistencia médica gratuita para los pobres. (…) los doctores (Roberto) Introini y (Piero) Abba, impuestos de las necesidades de la clase pobre, han resuelto instalar en la Comisaría local una Policlínica gratuita, que funcionará todos los días de 11 a 12 y que en breve se iniciará una suscripción para conseguir los fondos necesarios a fin de donar los remedios correspondientes. Desde el 19 ha quedado librada al servicio dicha clínica. La realización de la idea de los estimados facultativos es altamente humanitaria y merece nuestras felicitaciones, y las de todos en general”. En ese mismo año, el 7 de julio, desde las páginas del mismo semanario, se consignaba que “ha sido nombrado médico supernumerario de Servicio Público en la localidad, el doctor Roberto Introini”.
Tras la Policlínica en la Comisaría, compartida con su colega doctor Abba, vino el turno del Dispensario Antisifilítico, habilitado el 21 de enero de 1924 y a su cargo. Tratando de morigerar la incidencia de la sífilis, enfermedad de transmisión sexual de vasta propagación entonces, funcionaba en un local ubicado sobre calle Ituzaingó casi 25 de Agosto (donde hoy está la galería comercial y de profesionales), a pocos metros de la plaza principal.
La tradición oral de los lascanenses repitió a lo largo de décadas que las mujeres llegaban al Dispensario de día, a plena luz del sol, e ingresaban por la puerta principal, mientras los hombres eran recibidos de noche y por una puerta lateral, en medio de mayor discreción. Esto habla de una sociedad machista e hipócrita. ¿Era la culpa del doctor Introini? Rotundamente no. Lo dicho: la sociedad era -¿es?- machista e hipócrita. Se manejaba desde esos presupuestos.
5. El “pedigüeño” y “su” hospital
El Hospital o Sala de Auxilios -hoy Centro de Salud de Lascano, dependiente de ASSE- es el “hijo mayor” del doctor Introini. Lo pensó, lo ideó, lo planteó a las autoridades, lo consiguió y lo dirigió. Llama la atención lo rápido de este proceso -apenas 5 años-, en un país en que todo ha sido -es- siempre demasiado lento. Sin dudas que su impronta personal mucho tuvo que ver en el asunto.
El 9 de abril de 1923, mediante aviso en la prensa, la Asistencia Pública Nacional manifestaba interés en adquirir una hectárea de terreno con destino al futuro edificio del Centro Asistencial. Tras recibir varias ofertas, se optó por la de donación hecha por la señora Mercedes Graña de Eizmendi: una fracción de terreno con frente a la calle perimetral Libertad, límite Este del antiguo barrio Gamón.
En un enaltecedor gesto de desprendimiento, el súbdito italiano Antonio Tissoni, artesano del tallado de la piedra, entregó al doctor Introini los títulos de varios terrenos de su propiedad, que seguramente eran todo su capital hecho a trabajo, para iniciar la obra con el producido de su venta. La misma fue adjudicada a la firma “Malzoni y Rótulo-Contratistas de obras”, de la ciudad de Rocha.
El 29 de marzo de 1925 se colocó la piedra fundamental del edificio, en presencia del director de la Asistencia Pública Nacional, doctor Julio Martirené, utilizándose para cubrirla una cuchara de bronce usada ya en 1825 en oportunidad de similar ceremonia en el edificio del actual Hospital Maciel.
Justificando la necesidad de la Sala de Auxilios, “El Lascanense”, en su edición del 18 de diciembre de 1926, comentaba: “Está por demás decir con qué alegría será recibida esta noticia (la de su habilitación) entre el elemento necesitado de la localidad y de nuestra campaña, que desde hace largos años atrás clamaba con justa razón para que un establecimiento de salud fuera habilitado en este centro de población, para que tuvieran albergue pacientes que con todas dificultades y peligros tenían que ser trasladados a Rocha, Treinta y Tres y Montevideo, a falta de un Hospital que los librara de esos inconvenientes y vicisitudes”.
Dos semanas antes, el 4 de diciembre, el periódico referenciado daba cuenta de lo siguiente: “El Consejo Directivo de la Asistencia Pública ha designado recientemente director interino para la Sala de Auxilios que se librará al servicio público en breve en esta localidad al distinguido facultativo doctor Roberto Introini”. Y remataba: “Ha estado muy acertado el Consejo al hacer esta designación, pues el agraciado, a más de su preclara inteligencia, une a sus dotes un entusiasmo poco común para ejercer su apostolado, condiciones estas, y otras, que han consagrado al simpático galeno”.
Finalmente, el sábado 5 de mayo de 1928, apareció en “El Lascanense” el aviso que se reproduce: “La Comisión Pro Hospital de Lascano comunica al pueblo que mañana, a las diez horas, el Hospital será públicamente habilitado para entrar en funciones, e invítalo a concurrir al acto durante el cual hará uso de la palabra el doctor (Julio) Martirené, director general de la Asistencia Pública”. El programa de festejos del domingo 6, por la inauguración del Hospital, incluyó el acto protocolar en sí, un almuerzo campestre en la Sociedad Fomento, una retreta en la plaza pública, un thé danzante y un baile en honor de la Dirección de la Asistencia Pública Nacional, en Club Progreso. Amenizó los actos la Banda del Batallón de Infantería Número 6, de Treinta y Tres.
La contundencia de los documentos -siempre- exime de mayores comentarios. Repasemos el detalle estadístico de la Sala de Auxilios en su primer año de actividad, del 6 de mayo de 1928 a igual fecha de 1929: “Policlínica a cargo del doctor Roberto Introini. Consultas durante el año: 2.189. Policlínica de niños a cargo del doctor Enrique Ipharraguerre. Consultas durante el año: 1.153. Hospitalizaciones durante el año: 161. Intervenciones: 46. Curaciones: 1.543. Partos: 9. Radioscopías: 156. Aplicaciones eléctricas: 305. Vacuna antitífica: 406. Defunciones: 10. Policlínica dental a cargo del dentista Julio Cacheiro Castro. Extracciones: 505. Curaciones: 336. Obturaciones: 59. Farmacia. Recetas expedidas para el servicio externo e interno: 6.123. Laboratorio. Análisis de orina y sueros: 176. Análisis microscópicos: 38”.
Otro testimonio revelador sobre lo que fue aquella asistencia pública embrionaria en una localidad pequeña del interior como Lascano, lo dejó consignado “El Lascanense”, edición del 29 de junio de 1929: “Antes de ayer (sic) los distinguidos facultativos doctores Roberto Introini y Enrique M. Ipharraguerre, en el Hospital le hicieron la cauterización del trigémino al moreno (sic) Inocencio Silvera, con excelente resultado. El operado padecía de hace muchos años de parálisis, estando postrado en cama y efectuada la operación, se levantó por sus medios, caminó, levantó los brazos y subió al auto, sin ayuda de nadie. Es de hacer constar que para conducirlo al Hospital se lo tuvo que sacar en brazos, tal su estado de postración. El enfermo tuvo una reacción completa, siguiendo lo más bien. Preparó el galvano-cauterio el señor Enrique Lefase, quien recibió felicitaciones por la esmerada preparación. Hoy el doctor Introini operó a una anciana señora que fue al Hospital sosteniéndose con muletas, las que tiró después de la cauterización, llorando de contenta”.
Con fecha 12 de noviembre de 1938, “El Lascanense” recogió expresiones del entonces viceministro de Salud Pública, bachiller Juan Raso Moreno, el que, en referencia al director del Centro Auxiliar de Salud Pública afirmaba que “el doctor Introini -justicia es hacerlo resaltar- ha sido, más que un entusiasta, un enamorado de ese Centro Auxiliar. Y con el mismo amor se han agrupado sus colaboradores a su alrededor, dando de sí lo mejor, para bien de la población, y haciendo gala del más absoluto desinterés, ya que a pesar de sus muchos años de servicios, las finanzas de Salud Pública no permitieron una remuneración. (…) al doctor Introini, en el Ministerio, lo tenemos catalogado con el honroso título de ‘pedigüeño’; siempre está pidiendo mejoras para su Centro Auxiliar, que es pedir bien para su pueblo. Si sus pedidos no han totalmente cristalizado en realidad, es porque los recursos de Salud Pública, en su infinito prorrateo, no daban para tantas mejoras. Pero me enorgullezco de hacer resaltar el interés que él siempre se tomó por obtenerlas, y que yo hoy aquilato, reviendo viejos y nuevos expedientes”.
La aplicación de medidas profilácticas fue un desvelo permanente del doctor Introini. A su insistente petitorio se debió la radicación en Lascano de una asistente social, la señorita Lydia Chans, en ese mismo año 1938. Este hecho fue revolucionario para la época y la citada profesional, integrada totalmente al medio y al Hospital, fue la gran responsable de la aplicación con éxito de políticas de prevención ante enfermedades en aquel tiempo preocupantes, como por ejemplo la difteria.
Dando fe de lo anterior, en junio de 1939, el diario montevideano “El Pueblo” informaba: “Datos que hemos recogido nos dicen que en el Centro Auxiliar de Salud Pública de Lascano, a cargo del doctor Roberto Introini, se ha llegado a la cifra modelo de 100 por 100. 798 niños, es decir toda la población escolar de aquella villa, han sido inmunizados contra la difteria”.
El día llegó en que se volvió impostergable la necesidad de contar con una ambulancia para el traslado de enfermos, y otra vez el doctor Introini su puso en campaña. Convocó a un grupo de damas que se integraron en Comisión Pro Ambulancia, presididas por su esposa Haydée Araújo de Introini, para todos en Lascano “la Chichita”. Sus gestiones llegaron a buen fin cuando el 26 de enero de 1955 el matrimonio conformado por Francisco Méndez Ferreira y Alicia Cotelo Freire donó al Hospital el citado vehículo, primero de su historia. Las otras donaciones -dinero en efectivo, animales vacunos, vellones de lana- se utilizaron para construir el garaje para la ambulancia.
Un último aspecto, no menos importante: lo cristalino de la gestión administrativa del Hospital. El doctor Introini tuvo de administradores durante el tiempo en que fue director, a Ignacio Nogueira, primero, y a Andrés Otamendi, después. Todos los años, la prensa local publicaba los llamados a licitación, bajo bases escrupulosamente redactadas y luego cumplidas, para la compra de carne, leche, pan y leña.
Si no nos dejamos ganar por la subjetividad, nadie debería abrigar dudas de la justicia de que el Hospital, Sala de Auxilios, Centro Auxiliar, Centro de Salud o como se llame, de Lascano, lleve el nombre del doctor Roberto Introini Carabelli. Sin embargo, tres trámites legislativos que se han iniciado no han culminado. Al margen de la propuesta del senador Ernesto Amorín Larrañaga (ver Apéndice Documental), con fechas 6 de diciembre de 2005 y 23 de junio de 2010, el diputado José Carlos Cardoso presentó dos iniciativas similares. Ninguna de las tres avanzó hasta completar el trámite parlamentario.
6. El Educador
El nombre del doctor Roberto Introini se inserta en el proceso educativo lascanense en 1931, diez años después de su radicación en la localidad. Fracasada la posibilidad de aprobación del proyecto de ley que sobre instalación de un Liceo oficial en la villa de Lascano presentara -en 1926- el diputado doctor Julio E. Bonnet, los profesionales del medio comenzaron a pensar en un Liceo privado. Abrió sus puertas el 6 de abril de 1931, con una interesante matrícula de alumnos, pero la experiencia fracasó al no conseguirse que las autoridades de Enseñanza Secundaria de la época autorizaran la toma de exámenes para que aquellos revalidaran los conocimientos adquiridos en el año. En aquel Liceo privado del 31 -hoy olvidado-, Introini fue codirector – junto a sus colegas Enrique Mario Ipharraguerre y Artemio Machado – y profesor de Geografía.
Trece años después -en 1944- fue profesor fundador del Liceo popular que impulsara la maestra Herlinda Lovisetto de Eizmendi, el actual Instituto de Secundaria de la ciudad, teniendo a su cargo el dictado de la asignatura Historia, lo que hizo durante 30 años. El Espacio Liceal número 174 (“El Lascanense”, edición del 9 de junio de 1956) informaba: “El doctor Introini, presidente honorario. Al proceder a la renovación de la directiva que en el año en curso regirá los destinos de la Asociación de Profesores y Funcionarios de nuestra casa de estudios, fue elegido presidente honorario el doctor don Roberto Introini, destacado integrante del cuerpo docente. Con tal pronunciamiento, el profesorado y el personal administrativo han deseado exteriorizar una vez más su adhesión cordialísima a la simpática figura del prestigioso educador. Bien merece ese homenaje el doctor Introini, catedrático de Historia y maestro de la amistad”.
Era por demás interesante la forma de enseñar de Introini, en una materia generalmente árida para el interés del estudiante. Fueron memorables sus clases de Historia local y regional, cuando convocaba al Liceo a antiguos vecinos de Lascano para que compartieran con los jóvenes sus recuerdos de otros tiempos. Para no cohibirlos, colocaba a los invitados de espaldas a la clase, y teniéndolos él a su frente comenzaba a interrogarlos, induciendo a aquellos vecinos, a veces humildes obreros sin escuela, a expresarse en el lenguaje popular.
7. El gestor cultural
La cultura y su difusión popular fueron temas que obsesionaron al doctor Introini. En materia teatral, de la muy montevideana Troupe Ateniense presentó “Tutankamón”, de Soliño y Fontaina, dos veces. La primera fue el 7 de noviembre de 1925, y “El Lascanense” así lo informaba: “Esta noche se llevará a efecto, en el salón del Club Progreso, la gran Velada Literario-Musical patrocinada por la distinguida Comisión de Damas ‘Pro Hospital Lascano’, y dirigida en la parte artística por el doctor Roberto Introini. El programa que se desarrollará es muy bonito, destacándose la graciosa opereta Tutankamón, en 4 actos”.
Insistió con esta puesta en escena casi un cuarto de siglo después. Fue el 27 de agosto de 1949, también en Club Progreso y ahora en 5 actos, al igual que en 1925 bajo su dirección. En este caso se conoce el reparto actoral: Tutankamón, Alido del Barrio; Frutilla, Artigas Eguren; Artigas, Martín Martínez; El Viejo, Jorge Boronat; La Actriz, Lilia Cardoso; El Pueblo, Hugo Nogueira Mendoza; Apuntadora, Enilda González; Pianista, Carmen Anastasía; Decoraciones, profesora María Esther Sallato; Director Escenográfico: Eudoxio Dimitroff.
Introini presidió la Comisión Popular que organizó la Escuela y Banda de Música fundada el 25 de agosto de 1936 y dirigida por el maestro Camilo Boronat Puig. Le acompañaron en este cometido: vicepresidente, Gabriel López Cadenas; secretario, Osvaldo G. Vigliola; tesorero, Ernesto Croce Luciani; vocales: Odolfo Trinca Coronel, Severo Melgarejo y Gilimer Pose Alcántara. Esta Comisión actuó hasta el 19 de julio de 1939, en que traspasó tareas y responsabilidades a la Junta Local, ante la inminente municipalización de la agrupación musical, que se concretó con fecha 1 de enero de 1940.
Fue también Introini el promotor del movimiento coral organizado en la ciudad. El profesor Enrique Jorge Boronat recuerda: “(En 1952) en esta ciudad había un médico con dos pasiones: la Medicina y la música, sin ser músico. En sus veraneos por La Paloma conoció a Néstor Rosa Giffuni, artífice del movimiento coral en la zona Este del Uruguay y que en ese momento dirigía un coro por él formado, en la ciudad de Rocha. El citado médico, Roberto Introini Carabelli, aprovechó la oportunidad para invitar y organizar la presentación del coro de Rocha en la ciudad de Lascano, seguramente con la pícara intención de que los simpatizantes por el canto se entusiasmaran y también Lascano tuviera su coro. (…) Estos hechos desembocaron en que el doctor Introini pusiera en contacto al maestro Rosa Giffuni con el profesor Francisco Méndez Viera para que éste formara un coro”. A partir de ahí -en 1953- nació la Coral Lascanense, la cual, 25 años después -en 1978- pasó a llamarse oficialmente Asociación Coral Lascanense “Dr. Roberto Introini”, en memoria de su fundador.
8. El deportista
El 30 de julio de 1930 se inauguró oficialmente el Estadio Centenario de Montevideo. El arquitecto Juan Scasso -su “padre”- invitó a Introini mediante telegrama: “El 30 inauguramos el Estadio. Si no vienes se suspende”. Allá marchó el doctor junto a otros vecinos, en un Ford del 27 propiedad de Máximo Olivera, que debido a los malos caminos y las lluvias recientes debió ser sacado del barrial con la ayuda de caballos frente a la actual entrada a Represa de India Muerta, y con bueyes en Los Talas.
Introini fue toda su vida simpatizante del Club Atlético Peñarol, a pesar de lo cual también fue… ¡socio fundador del Club Nacional de Football! ¿Cómo se explica tal contradicción? Cuando el 14 de mayo de 1899 se funda la institución tricolor, sus hermanos mayores se hacen socios e igualmente hacen socio al hermano menor, que aún no había cumplido 6 años. En aniversarios importantes de Nacional, Introini recibió reconocimientos y distinciones, incluyendo medallas conmemorativas.
Fue además fundador y primer secretario de la Liga Universitaria de Deportes. La idea de la fundación de la “Liga Universitaria de Football” (su nombre original), entre el 3 y el 5 de mayo de 1914, surgió de una “barra” llamada “la cumparsa” (otra vez el tema de la u por la o), formada por estudiantes de Medicina. Lo de “la cumparsa” era porque el grupo formaba una comparsa en las fiestas de la primavera. La primera Comisión de Neutrales, votada por unanimidad, estuvo integrada por: presidente, Arístides Lupinacci; vicepresidente, Gotardo Bianchi; secretario, Roberto Introini; tesorero, José Laurino; secretario de actas, Eduardo Descamps; vocales: Walter Martínez, Ideofonso Gómez, Mario Bordabehere, Luis A. Colombo, Luis A. Langón, Oscar Belan y Juan C. Plá.
9. El servidor público
El aislamiento -determinismo geográfico mediante- conspiró contra el progreso de Lascano durante décadas. Cuando en 1936 se trataba en el Parlamento el proyecto de ley sobre construcción de la carretera (carretero como decimos aquí) Lascano-Corral de Palmas-Cebollatí, viajó a Montevideo una delegación de la autodenominada Comisión Vecinal Pro Mejoramiento Local. Esta delegación -histórica verdaderamente, por la claridad y contundencia con que expuso ante los legisladores la argumentación que aceleró el proceso de aprobación de la citada norma legal- estuvo integrada por: doctor Roberto Introini, José Bautista Urrusty, Francisco Méndez Ferreira, José Pedro de Ángeli, Isidoro Seco y Dantón Solís Cambre.
Poco tiempo después de esta incursión capitalina, el doctor Introini recibía una breve misiva del entonces ministro de Obras Públicas, Martín R. Echegoyen, concebida en estos términos: “Montevideo, octubre 10 de 1936. Señor presidente de la Comisión Fomento de Lascano. Doctor Roberto Introini. Tengo el agrado de acusar recibo a su telegrama y nota de fecha 8 del corriente, solicitando la construcción de la carretera Lascano – Corral de Palmas – Cebollatí. En respuesta me es grato llevar a su conocimiento que, estando muy adelantada la confección del proyecto respectivo, tan pronto esté terminado, este Ministerio dispondrá la iniciación de las obras de construcción de la carretera solicitada. Saluda a usted muy atentamente. Martín R. Echegoyen”. Así fue en efecto, por lo menos hasta el paraje hoy conocido como “Punta del Carretero”, incluido el nuevo puente de hormigón sobre el arroyo Quebracho, abriendo la comunicación vial más al Norte.
Al concretarse el proceso de liquidación de la vieja Sociedad Fomento de Lascano -para dar paso posteriormente a la actual Asociación Fomento Rural de Lascano-, el doctor Introini fue designado para integrar la Comisión Liquidadora, junto a José Bautista Urrusty y Aroldo Nepomuceno Fernández. Fue encomiable el trabajo del terceto -sobre todo de Introini, actuando como secretario-, realizando una tarea a conciencia, transparente, y que facilitó todas las etapas del proceso de transición interinstitucional.
10. La Avenida
El doctor Roberto Introini es recordado en el nomenclátor lascanense a través de su nombre en una avenida, al Sur de la ciudad, en el comienzo del antiguo Camino Departamental a Rocha. Fue un homenaje en vida, los más lindos homenajes; él estuvo presente, un mes y días antes de su muerte.
En la edición correspondiente al viernes 17 de octubre de 1980 del diario montevideano “La Mañana”, su corresponsal en Lascano -doctor Jorge Graña- reseñó los actos: “Se efectuó un homenaje popular al doctor Roberto Introini Carabelli, organizado por una Comisión formada para ello y cuya iniciativa se generó en el Centro Comercial (e Industrial) de esta ciudad. El homenajeado recibió así el reconocimiento de esta población donde ejerciera la Medicina en una larga trayectoria (…) Formó su hogar en esta ciudad sin ser lascanense, pasando así a integrarse a la vida lugareña. (…) La Junta de Vecinos del departamento de Rocha, ante un planteo que se le efectuara por la Comisión Organizadora (lo aprobó) y ahora una calle, Continuación Misiones, lleva su nombre, para que las generaciones futuras sepan de su existir en la vida de Lascano. Tras el descubrimiento de una placa (…) se llevaron a cabo una serie de actos en el Club Progreso. Los mismos comenzaron con palabras de Juan Luis Sabatino, presidente de la Comisión Organizadora, prosiguiendo con la actuación de la Banda Municipal de Lascano. A continuación le fueron entregados al homenajeado recuerdos de diversas instituciones del medio y de todos aquellos que, a cualquier título, quisieron estar presentes, perpetuar el momento y reavivar los recuerdos de una vida cuyo existir no ha sido estéril. Posteriormente se hizo un intervalo con la actuación del Coro Liceal, como adhesión de esa casa de estudios de la que fue fundador. Finalizó el acto central de homenaje al doctor Roberto Introini Carabelli con la actuación del Coro Popular que lleva su nombre, y del que también fue fundador y activo participante. El homenaje no fue solo local; lo acompañaron concurrentes de diversos puntos del país, que testimoniaron que las ‘semillas’ de su vida continúan permitiendo esta cosecha de recuerdos”.
11. De cómo un estudiante “bolchevique” puso el nombre al himno de los tangos
Del diario “La Mañana”, edición del 9 de diciembre de 1966, extraemos: “Desde Durazno escribe Ludovico Stefanoli, señalando que una fuente auténtica para hallar la verdad (sobre el origen del tango La Cumparsita) está en la ciudad de Lascano (Rocha), por estar afincado allí el médico Roberto Introini”. Aclaremos que Stefanoli tenía por qué saberlo, ya que fue gerente de la sucursal del Banco República de Lascano durante algún tiempo. Sigamos la crónica de La Mañana: “El corresponsal (…) Artigas Barrios Fernández, de inmediato responde: ‘aquí es cosa conocida, cosa de todos los días, la historia del gran tango, porque el doctor Introini fue amigo íntimo de Gerardo Matos Rodríguez, a quien cariñosamente llamaban Pato Pekín, por no tener dinero y ser grandote como los patos de esa raza. Cuando el tango estaba naciendo, su tango, La Cumparsita, Matos Rodríguez formaba parte de la troupe estudiantil llamada Bolchevique (los bolches de esa época fueron médicos, abogados, escribanos, contadores, odontólogos, agrimensores, profesores universitarios, funcionarios de gobierno y bancarios). Sería largo dar nombres. Baste indicar que la memoria de Introini señala a Alfredo Correa Luna, Asdrúbal Casas, los hermanos Augusto y Alberto Martínez, César L. Gallardo, Julio Miguel Travella, Juan Bautista Bidegain, Andrés Suárez y Arístides Lupinacci. Siguió enumerando, pero aquí colocamos el etcétera”.
Ovidio Ruben Tomasco Schultze, médico como él e hijo político del doctor Introini tras haber desposado a su hija Haydée Introini Araújo, en su libro “Cuándo, cómo y donde fue creada La Cumparsita” (edición del autor, año 2005), señala que: “La Cumparsita se ha constituido sin duda en la expresión más pura y genuina de la música popular uruguaya de todos los tiempos. Ocupa el primer lugar entre todos los tangos rioplatenses por derecho propio, habiendo adquirido una asombrosa difusión universal, con innumerables grabaciones orquestales y arreglos musicales cuya versatilidad parece no tener fin. Ninguna otra creación en la historia de nuestra música ciudadana, supo tener desde sus inicios y hasta después de muerto su autor, una trayectoria tan llena de vicisitudes como esta composición”.
Según el doctor Introini (cita del libro mencionado) “la comparsa o troupe Bolchevique (…) fue un conjunto coral creado para el Carnaval de 1917, de la cual formaba parte el Pato Pekín”. Tomasco Schultze agrega que “esta comparsa desfilaba sin acompañamiento instrumental, y con cierta frecuencia tarareaban y silbaban ‘esa composición musical’, que para todos era bien conocida, y a la cual no se le había puesto nombre. Prosiguió este profesional (Introini) diciéndonos que la confitería La Giralda y los alrededores del Parque Urbano, eran los lugares que más frecuentaban en sus recorridas cotidianas. Coinciden Asdrúbal Casas y Roberto Introini (en) que ‘en ese Carnaval, salieron a recorrer los cafés y algunos tablados, pero no actuaban oficialmente en los mismos. Su mayor satisfacción era la de quitarle público a los conjuntos profesionales. Para llamar la atención, se daban vuelta los sacos poniéndoselos con el forro hacia fuera y se ataban el pañuelo a la cara a modo de antifaz’. Ambos recordaban que cuando la comparsa actuaba en la Confitería La Giralda, luego de cantar las letras inventadas por ellos pasaban el sombrero. Recaudaban tres o cuatro pesos de aquella época… y tomaban chocolate. Roberto Introini nos afirmó lo que también relató Andrés M. Suárez: los estudiantes llevaban un estandarte en el que se leía este lema: En la parte superior: ‘Venimos del Bajo…Ysonzo’, y en la parte inferior: ‘Federación de Estudiantes del Uruguay’. El término ‘Ysonzo’ hacía referencia a un paraje de Italia que limitaba con Austria, donde en ese entonces se libraban cruentos combates durante la Primera Guerra Mundial. El estandarte era sostenido con el mango de un plumero y de un extremo de este colgaban unas zanahorias. El mencionado colega nos confió que ese estandarte fue confeccionado por los propios estudiantes con la tela de una bombacha o calzón, ‘de aquellos antiguos’, que les proporcionó una meretriz del ‘Bajo del Yerbal’, conocida como La Rosarina. De modo que este fue el estandarte original, con el que desfilaron en el Carnaval de 1917, y no el que aparece en la carátula de la primera edición de la partitura de La Cumparsita”.
Con motivo del Día del Patrimonio 2013, la bachiller Mariángela Santurio Scocozza, docente ayudante del Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, preparó una monografía titulada “El tango en la Medicina”. De la misma extraemos: “La Cumparsita surgió en la primera sede de la Federación de Estudiantes del Uruguay (FEUU), calle Ituzaingó 1292, entre Buenos Aires y Reconquista. Es el Himno Popular y Cultural del Uruguay a partir de un decreto presidencial del 2 de febrero de 1998. (…) Al momento de estrenar la pieza en la FEUU, se lo presentaría como un ‘tanguito’, ante la falta de un título adecuado. Entre los integrantes de la troupe comenzó a resonar una serie de nombres, hasta que el por entonces bachiller Roberto Introini Carabelli (médico) sugirió denominarla como llamaban los inmigrantes italianos del entonces Parque Urbano (Parque Rodó) a los pequeños grupos de estudiantes que allí concurrían a entonar sus piezas musicales. Los italianos allí asentados, de predominante origen lombardo, quienes sustituían la o por la u, ‘aquí viene la cumparsa de estudiantes’, fueron los reales responsables del título de la obra. (…) La primera edición de La Cumparsita fue impresa en 1917, para ser ejecutada en piano, por la empresa importadora Casa Breyer, donde en su partitura original el autor (Gerardo Hernán Matos Rodríguez, Becho o el Pato Pekín) dedicaba la obra: ‘Dedicado a mis estimados amigos y compañeros, los bachilleres: Andrés Suárez, Arturo Carcavallo, Arístides Lupinacci, Alberto Martínez, Alfredo Martínez, Carlos Martínez, Eduardo Martínez, Augusto Martínez, Carlos Castelar, Enrique Berget, Asdrúbal Casas, Aníbal Casas, José Lourido, Mario Bordabehere, Miguel Marsiglia, Juan Bianchi, Gerardo Bianchi, Alfredo Berta, Alberto Tusso, Walter Correa Luna, Julio Travella, Alfredo Fabiani, Menotti Crottogini, Raúl Netto, Rogelio Naguil, Alfredo San Román, Roberto Introini, Domingo López, César Seoane y César Bergallo’.
Rosario Infantozzi, en un trabajo titulado “De Matos Rodríguez, La Cumparsita”, material cedido a TangoTour, pone en boca de Matos Rodríguez lo que sigue: “La Federación de Estudiantes del Uruguay tenía en aquel entonces su sede en la calle Ituzaingó 1292, entre Reconquista y Buenos Aires, en una vieja, enorme y destartalada casa de bajos, en cuya planta alta vivía el señor Echeverrito, el propietario, con su familia. Era verano y en las tardes de calor nos íbamos a disfrutar de la brisa del mar y de unos helados riquísimos que preparaban en un tambo que había en el Parque Urbano, al que llamaban La Vaquería. Llegábamos en pelotón, provocando suspiros a las niñas y dolores de cabeza a las madres y las abuelas, que no siempre veían con buenos ojos nuestro desenfado. Cada vez que la barra en pleno aparecía por allí, el mozo italiano que siempre nos atendía le advertía al propietario, en su cocoliche: ‘¡Attenti!… ¡Alla Madonna!… Eccole que la cumparsa de los estudiantes’, porque no le salía decir comparsa. Fue a Introini, al futuro doctor Roberto Introini, a quien se le ocurrió la idea de que la comparsa se llamara así. Y como una comparsa de Carnaval siempre es muy numerosa y nosotros -los que nos animábamos a salir- no éramos tantos, de cumparsa derivó a cumparsita”.
Doña Ángela Carabelli, madre del doctor Introini, también tiene lugar en esta historia. En el ya citado libro de Tomasco Schultze, hallamos una confesión de Humberto E. Grieco, quien dice: “(hay) una versión informada por un familiar de uno de los estudiantes a través de una amiga suya, que manifiesta que la señora Ángela Carabelli de Introini, italiana, ante sus dificultades con el idioma español, cada vez que toda esa muchachada se reunía, les decía ‘ya se van de cumparsa’, en vez de decir comparsa”.
Cuando el tango que nos ocupa cumplió 85 años -en 2002-, la publicación infantil El Escolar (diario El País) informó que “el curioso nombre fue elegido por los amigos en recuerdo de la madre del futuro doctor Roberto Introini, una italiana con dificultades para expresarse en español, que reprochaba a su hijo que en Carnaval se fuera de ‘cumparsa’, por decir comparsa”.
Un último apunte para ilustrar, desde los recuerdos de Introini en la ya comentada entrevista con Artigas Barrios Fernández para el diario “La Mañana”, sobre como intervino (o quiso intervenir) el director orquestal argentino Roberto Firpo en el comienzo de la difusión masiva de “La Cumparsita”. Contaba Introini que luego de una entrevista entre ambos, Firpo le dijo a Matos Rodríguez: “Mire amigo, su tango es bueno pero si lo edita con su nombre no se lo toca nadie. Yo le propongo editarlo así: La Cumparsita, tango, Firpo-Matos. Por otra parte yo vivo del tango; usted, no”. La reacción -lógica- fue de rechazo a tal proposición, y entre los amigos estudiantes reunieron los fondos necesarios y el tango salió con la firma de su único y verdadero autor.
A algunos parecerá exagerado, rimbombante tal vez, el título elegido para presentar este artículo. Pero no. Véase: si Roberto Introini Carabelli fue contemporáneo y amigo de Gerardo Matos Rodríguez, integró la Federación de Estudiantes del Uruguay y la troupe Bolchevique, y por ende vio nacer el tango La Cumparsita, fue privilegiado testigo de ello, y más que testigo fue partícipe directo y activo al proponer su nombre; si luego -recibido de médico- se vino a vivir y trabajar entre nosotros, y aquí se quedó hasta su muerte; lo del título: LA CUMPARSITA VIVIÓ EN LASCANO.
12. La injusticia
Un hombre de las dotes que hemos reseñado en los diferentes capítulos que anteceden -sin mácula-, no debiera haber sido nunca víctima de acto alguno de esos que denigran al ser humano. Sin embargo lo fue.
Habiendo sido tolerante, no todos lo fueron con él. En 1941, en pleno desarrollo la Segunda Guerra Mundial, algunos inadaptados confundieron su posición de neutralidad y su ascendencia italiana con supuestas simpatías hacia el fascismo, y enchastraron con alquitrán el frente de su residencia frente a la plaza General Artigas. El último vestigio de las manchas fue sacado de la pared, casi 60 años después, por su hijo Roberto Introini Araújo. Bajo el título de “¡Eso no es justo!”, “El Lascanense”, edición del 19 de julio de 1941, dedicó un suelto a informar del desaguisado: “Días atrás, las casas de dos respetables vecinos aparecieron con manchas de alquitrán, puestas por manos anónimas. El hecho ha sido acremente censurado, más cuando se ha hecho con una persona a quien el pueblo le debe grandes beneficios, y que no merece, por ningún concepto, lo que se ha hecho”.
13. Apéndice documental
– CENTENARIO DE UN VIAJE HISTÓRICO
“El año 1914 tuvo como escenario del primer encuentro internacional entre estudiantes universitarios a la ciudad de Montevideo. Nada más halagador y de mejor augurio que el resultado conseguido en el primer año de existencia de nuestra Liga (Universitaria). El equipo uruguayo, formado por: Soria; Crespo y Pesquera; Marín, Rébori y Nin Lavalleja; Raúl y Carlos Bastos, Landeira, Campisteguy y Pérez se había consagrado, obteniendo una brillante victoria por 3 tantos a 1 sobre el equipo similar argentino.
Al año siguiente recibimos una invitación de los camaradas argentinos para realizar la revancha en Buenos Aires. Partimos el 8 de octubre, en el Vapor de la Carrera. Los dioses, como queriendo asociarse a la alegría que nos causaba este viaje, el primero que se realizaba (a Argentina) en la historia deportiva estudiantil del Río de la Plata, nos fueron propicios. Una noche hermosa, un viaje ideal, donde el canto, la charla alegre, el copetín y la timba -por no ser menos- hicieron el resto por acortar las horas de la travesía. Así nos alcanzó el alba a la entrada del Puerto de Buenos Aires. Una hermosa mañana primaveral parecía anunciarnos, con todo su esplendor, un día feliz. Nuestra sorpresa fue comprobar que al atracar el barco en el muelle no había un alma que nos esperara. La espera fue desesperante. En eso estábamos cuando atinó a acercarse un robusto hijo del Vesubio, quien portador de un canasto cubierto con una bolsa y llevando en la otra mano una lata de kerosene de la cual salía una leve humareda nos dijo, antes de que lo interrogáramos, ‘avanti giovinotos qui istano calientes’. En el acto descubrimos que aquella lata humeante hacía las veces de cocina y el canasto de una bien provista despensa. La madrugada, la brisa marina y el sol radiante hicieron despertar como un tónico maravilloso nuestro apetito y, hasta si se quiere a modo de consuelo, nos entregamos a los caprichos de aquel hombre, quien puso sobre una lata de un color y un aseo bastante dudosos, una serie de chorizos criollos. Enseguida nos dimos a la tarea de desayunar. La despensa, pese a su reducido tamaño y a ser portátil, tenía de todo: un matambre arrollado, salamines, queso y hasta un pan casero que nosotros fuimos los encargados de desflorar con nuestra voracidad. Había que ver cómo, con la gravedad y el arte de un cocinero consumado, lo apretaba debajo de sus sobacos y cortaba rebanadas con un filoso puñal calabrés que parecía destinado a terciar en una discusión en una jugada de murra, más que a tan pacíficas tareas. Hubo necesidad de rociar con vino nuestras gargantas para calmar el ardor de tanto picante, vino que nos servía de un jarrito de lata atado por un hilo al asa de la canasta, por lo que para tomar era necesario ponerse en cuclillas. Como vemos, no podía ser más simple ni democrático el comedor en el cual desayunamos y que nos sirvió para ir matando el tiempo.
Cuando ya nos desesperábamos y estábamos resueltos a largarnos en busca de los dueños de casa, llegaron los delegados argentinos, con Colón, Valevela, Susini, Arraiz y otros. Desde ese momento se nos colmó de atenciones. Nos llevaron al Tigre, donde Madero, uno de los componentes del team argentino, nos ofertó su yate y con él hicimos un hermoso paseo que terminó con un lunch en el Rowing Club.
Regresamos al Centro y ya la continuidad de tanto homenaje nos estaba haciendo olvidar que dentro de pocas horas había que disputar un partido de fútbol. Y aquí empezó para nosotros lo que consideramos la apoteósis de esta fiesta. Un regio banquete nos esperaba en el flamante restaurante de la Estación de Retiro, que después se nos dijo inauguraba sus servicios con esa reunión. El frío protocolar desapareció a la vista de una mesa portátil que hizo su aparición coronada por un hermoso pavo rodeado de otros manjares, a la vez que la orquesta, por una feliz coincidencia, rompía con una partitura tan grata a los oídos estudiantiles como es La Bohéme, de Puccini.
Lupinacci se olvidaba de la presidencia; Suárez no daba abasto a sus dos carrillos; los muchachos todos parecían entregarse a una maratón bucólica, hasta que llegó la hora del protocolar brindis, en medio de un repiqueteo de cubiertos y copas, risas y chistes alusivos al acto. Se hizo silencio. Valevela ofreció la demostración y Lupinacci agradeció en nombre de la Liga. Una voz dijo: ‘¡vamos a la cancha, que es hora!’ y esto resonó como algo extraño, pues ya estábamos totalmente olvidados del partido.
Los argentinos tuvieron el tino de no llevar a la comida a sus jugadores; no queremos sospechar que haya sido con el fin premeditado de doparnos. Nuestra ida a la cancha de Gimnasia y Esgrima se hacía un poco a disgusto, pues no había tiempo que perder. Al llegar al field ya se notaba en muchos de nuestros muchachos lo que los médicos catalogan como signos de digestiones lentas y dificultosas, que nada ayudan al deportista. No obstante, estábamos con deseos de repetir la anterior performance de Montevideo. Se encontraban en el Palco Oficial distinguidos personajes del mundo oficial y deportivo, entre ellos el doctor Muratore; el doctor Ricardo Aldao, una autoridad consular dentro del deporte argentino y presidente del Club Gimnasia y Esgrima; y nuestro ministro, el doctor Daniel Muñoz, Sansón Carrasco, hombre de fina cultura y amable trato. Todo hacía confiar en una buena actuación de nuestro cuadro, pero al rato de iniciado el encuentro vimos que le alcanzaban a nuestro arquero un sifón de soda, del cual hacía uso a menudo y que probaban también, cuando se les brindaba la oportunidad, algunos otros compañeros de equipo.
La causa de este desusado acontecimiento era que deseaban apurar su larga y penosa digestión. Esto trajo como consecuencia que los argentinos se movieran con soltura y nos marcaran 3 goles en la primera mitad.
En el segundo tiempo nuestros muchachos, a quienes en medio de todo acompañó muy mala suerte, equilibraron el partido, quedando el score del primer tiempo.
Así, con otros agasajos, terminó lo que fue la primera visita a Buenos Aires de un equipo de la Liga Universitaria, cuyo recuerdo perduró a través del tiempo en la memoria de los que tuvimos la suerte de vivir aquellas épocas de verdadera bohemia estudiantil”.
(Doctor Roberto Introini Carabelli)
– EL ÚLTIMO MATRERO DE LA ZONA
“Hasta el comienzo del siglo XX los montes que marginaban el Río Cebollatí eran famosos por su frondosa vegetación a base de coronillas y otras especies indígenas; agréguese lo apartado de la zona, lo que hacía un lugar propicio para refugio de gente de mal vivir, vagos, delincuentes y desertores, consecuencia de la incultura, falta de trabajo, guerras civiles males que sufrían los habitantes de nuestra campaña. Aquí relataremos lo que vendría a ser la vida del último matrero de la zona. Se trata del famoso ‘Clinudo’, tal el apodo con el cual se le conocía. Joven peón de estancia, discute con un compañero y termina en un duelo criollo dando muerte a su contrincante. Justicia por mano propia era lo que se entendía en el medio ambiente. La Policía lo persigue, hiere a un funcionario y busca el camino que le quedaba: refugiarse en el monte.
Cuando me dispuse a radicarme en Lascano, el señor Bernardo Suárez, bisnieto del ilustre patricio don Joaquín Suárez, me contó lo sucedido por estos lugares. Alto funcionario del Correo, hombre estudioso, se propuso, a la vez de levantar un mapa con la ubicación de las postas de diligencias, realizar el cobro que por venta de sellos se le adeudaba al Correo Nacional.
Con dicho motivo, y aprovechando la estación veraniega, en la cual se hacía posible el tránsito por nuestros malos caminos, pasó el Cebollatí por la ‘Picada de Techera’, para llegar al ‘Paso del Gringo’, lugar distante a pocos kilómetros de ‘Averías’, muy profundo, y que debido a su poca profundidad da paso durante gran parte del año, lo que no sucede con el Paso ‘Averías’. Estaba pasando la diligencia el río y al salir del cauce aparecen al frente, sobre lo alto de la barranca, tres jinetes, uno de los cuales se adelantó al encuentro del coche. En ese instante el mayoral exclamó: ‘¡El Clinudo! Estamos perdidos!’. Tres mujeres que venían en el pasaje lloraban angustiosamente y los cuatro hombres restantes, imaginen cual sería su estado de ánimo frente al mentado matrero y sus compañeros. El señor Suárez toma una resolución salvadora. Detiene el coche, baja y en forma resuelta, con ademán y acento campechano, va al encuentro del matrero y extendiéndole la mano le dice: ‘¿Es usted el famoso Clinudo? No puede ser, usted es un hombre bueno, que la Justicia quiere hacer malo’. A todo esto, la cara del matrero no tenía nada de amigos, su lacia melena le cubría la mitad de la frente y cara, siempre a caballo y su mano izquierda cubierta con un poncho gris y que posteriormente vieron que empuñaba una pistola, le contestó: ‘Y usted, ¿Quién es y para donde va?’. La respuesta fue rápida y oportuna: ‘Voy a emplearme a un comercio vecino’; precisamente por ahí había una posta de diligencias, y deseando terminar con el diálogo, dijo: ‘Estos hombres necesitan un poco de tabaco y yerba, y así juntamos unos reales’. En el acto sacó entre los azorados viajeros, que no salían de su asombro, varios pesos y se los entregó al Clinudo, y para completar la escena le dio una tarjeta diciéndole que tenía un amigo a la orden. El coche, frente al saludo del matrero, siguió su marcha, llegando a destino. Pasó poco tiempo. Un día nuestro señor se entera por la prensa que el Clinudo había llegado preso a Montevideo. Fue a visitarlo. El director del establecimiento, a su vez pariente, fue el primer sorprendido cuando se enteró del motivo de la visita, pues el preso declaró no tener parientes ni amigos en Montevideo. Puesto en su presencia, lo primero que dijo el matrero fue: ‘Señor Suárez, me acuerdo de usted y qué mentira me dijo aquel día. Hice leer su tarjeta y usted no era empleado de comercio. La tarjeta decía su nombre y que era inspector del Correo’. El señor Suárez le contestó: ‘Si amigo, es cierto, perdóneme la mentira, pero traía en mi valija $ 4.200 recaudados en la gira’.
Cada tanto le mandaba pequeños obsequios a la cárcel, hasta que a los años, por su buena conducta, le llegó el día de la libertad. Y sucede algo insólito: el famoso Clinudo no quiere volver a los montes del Cebollatí; pide que lo dejen en la cárcel. ‘Ninguno me quiere y pocos me conocen’. Se le dice que la ley no permite tenerlo en prisión; debe salir, es un hombre libre. Lo hace mirando con dolor las puertas que se abren; queda largo rato parado en la esquina de la cárcel, incapaz de vivir en un medio libre. Pasa varias veces frente a la prisión que no quiere dejar. Con unos pesos que llevaba compra un cuchillo y se infiere una profunda herida con la que termina su atormentada existencia el que pudo haber sido un hombre útil a la sociedad, de haberse formado en otro ambiente”.
(Doctor Roberto Introini Carabelli, Boletín de la Asociación de Profesores del Liceo de Lascano, junio de 1968)
– PIONERO EN LA AVIACIÓN SANITARIA
“Hemos mencionado a los aeroclubes como brazos ejecutores de esa labor patriótica y eficiente. Paralelamente a su cometido específico, que es el de formar pilotos, entrenarlos y perfeccionarlos, nació, en la inquietud del aeródromo, otra misión aeronáutica que merece la gratitud nacional: la aviación sanitaria. Misión de un alto significado social y humano, que todos los días se cumple en el territorio de la República, anónima y silenciosamente.
Pilotos y hombres de ciencia, identificados en tan elevada y noble misión, más de una vez han puesto en serio riesgo la propia vida, deseosos de llevar rápido auxilio a quien urgentemente (lo) necesitaba. Desafiando el mal tiempo y aterrizando en terrenos poco apropiados, han llegado a la estancia, la chacra y el humilde rancho solitario. Lamentablemente, a esta labor de todos los días la ignora el pueblo porque no se publican las estadísticas de esa actividad. Si tal cosa ocurriese, la sorpresa y la admiración surgirían espontáneas.
Al citar el elevado cometido del avión sanitario -herramienta de trabajo del hombre de ciencia- consideramos de estricta justicia mencionar los nombres de dos prestigiosos médicos compatriotas, que son verdaderos precursores de la aviación sanitaria en el Uruguay: el doctor Roberto Introini, contratando los servicios del piloto argentino Guillermo Hillcoat, en el departamento de Rocha, en 1922, y el doctor Arturo Berhouet, piloto civil, auténtico fundador hace ya casi veinte años, de la aviación sanitaria en el interior del país. Digamos finalmente que a la feliz iniciativa del consagrado aviador militar general Cesáreo L. Berisso se debe la puesta en servicio, por primera vez en 1927, de un avión ambulancia. Estos tres nombres prestigiosos (Introini, Berhouet y Berisso) tienen sitial reservado en el magnífico historial de la aviación sanitaria en el Uruguay”.
(Alberto Ciganda, conferencia “El avión moderno, herramienta de trabajo”, Salón de Fiestas del Club Social Fraternidad, Semana de San José, edición 1957)
– ANÉCDOTAS
“Estoy seguro que al escribir algunas de las tantas verdades (sobre) este distinguido profesional, por pocas que se digan, van a rozar (su) susceptibilidad. Al iniciar su carrera profesional se le pidió que fuera por cierto lapso de tiempo a prestar sus servicios en un modesto pueblo de Florida, Fray Marcos, y aunque (allí había) otro médico, al poco tiempo (sus) habitantes y (los de) las localidades adyacentes pudieron constatar que el doctor Introini tenía una doble personalidad: médico humanitario y gran caballero. (…) un médico al servicio de su profesión. Cuando (se le) requiere en Lascano, departamento de Rocha, su contestación fue que era médico en todo el territorio del país y que él estaba bien donde pudiera ser útil, sin distinción de clases. Cuando los habitantes de Fray Marcos y localidades vecinas se enteraron que (desde el gobierno le habían) pedido que fuera a Lascano, se movilizaron solicitando que no trasladaran al facultativo que tantas vidas había salvado, pero toda gestión fue infructuosa.
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Al poco tiempo, para ser más exacto cuando se inauguró la línea de motocar de Montevideo a Río Branco, el doctor Introini tuvo que ir a la capital y tomó ese medio de transporte en Estación Corrales (hoy José Pedro Varela). Con verdadera sorpresa (para él), en cada estación en que paraba el motocar surgían saludos, aplausos y vivas para el médico a quien tanto le debían los habitantes de la zona. El amigo que lo acompañaba desde Lascano, quien me (lo) contó, me decía que el doctor estaba pálido, atónito, sorprendido, y cuando salieron de esa zona tan entusiasta le manifestó, con lágrimas en los ojos, que jamás hubiera creído que era tan querido.
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Cuando una epidemia de gripe en nuestro país, el doctor Introini cayó enfermo en el hotel donde se alojaba y como el mal (…) le producía trastornos agudos en el estómago, mandó preparar un medicamento en la farmacia. En ese momento entra a la pieza la mucama del hotel y lo encuentra en cuclillas, quejándose de retorcijones. Le dice que un señor de campaña quiere verlo, (ya que) parece tiene su mismo mal. Hecho pasar, el paciente se queja, diciéndole que se muere, que ya no aguanta más. Y con (su) serenidad (característica) el doctor le dice que él está igual, que mandó preparar un remedio y que se lo va a dar. El paciente bendice su suerte, porque ya no se van a morir, ni él ni el doctor”.
(Félix Nadeo, diario “La Palabra”, Rocha, año 1964)
– CUANDO LA MITAD NO ALCANZA
“República Oriental del Uruguay.
Diario de sesiones de la Cámara de Senadores, número 235, tomo 353, páginas 189-190-191.
Cuarto período ordinario de la XLIII Legislatura.
Sexta sección ordinaria. 13 de abril de 1993.
Presiden los doctores Gonzalo Aguirre Ramírez (presidente) y Walter Santoro (primer vicepresidente).
Actúan en Secretaría los prosecretarios señores Dardo Ortiz Alonso y Guillermo Facello.
Orden del Día.
Asunto número 7.
Doctor Roberto Introini Carabelli. Se designa con su nombre al Centro Auxiliar de Salud Pública de la ciudad de Lascano.
Proyecto de ley.
– Señor presidente: Se pasa a considerar el asunto que figura en séptimo término del Orden del Día: “Proyecto de ley por el que se designa con el nombre ‘Doctor Roberto Introini Carabelli’ al actual Centro Auxiliar de Salud Pública de la ciudad de Lascano, departamento de Rocha (Carpeta número 461/92-Repartido número 529/92”.
(Antecedentes)
“Carpeta número 461/92-Repartido número 529/92.
Exposición de motivos.
El doctor Roberto Introini Carabelli nace en Montevideo el 16 de julio de 1893, hijo de don Roberto Introini, de profesión sastre, y de doña Ángela Carabelli, siendo el menor de 7 hijos.
Estudia en Montevideo, donde se recibe de médico cirujano el 4 de diciembre de 1920 (…)
Inmediatamente de recibido se traslada a Fray Marcos (departamento de Florida), donde reside (unos meses); posterior y definitivamente se establece en la localidad de Lascano (departamento de Rocha), donde se radica hasta su muerte acaecida el 22 de noviembre de 1980.
Su actividad social y cultural en la localidad resultó ardua y dedicada, la que contribuyó a la creación -entre otras- de la Banda Municipal; la Coral Lascanense (que hoy lleva su nombre); la formación de un Cuadro Dramático en colaboración con un grupo de profesores del Liceo, del cual fue (…) y profesor honorario; la Cooperativa Agropecuaria; y gestó e impulsó la creación de la carretera de Lascano a Cebollatí, en tiempos en que la civilización y el progreso difícilmente llegaban a puntos alejados del país.
Son incontables los aportes morales, las obras de bienestar y desarrollo con que a la localidad benefició. Su vocación de médico abnegado, lo llevó a interminables jornadas, atendiendo y curando pacientes, no tan sólo con medicamentos, sino también con su consejo. Esta dedicación afanosa lo mueve a llevar adelante una campaña destinada a dotar de un Centro Asistencial a la localidad, considerando las carencias que a este respecto padecía.
A instancias del doctor Introini se crea entonces el Centro Auxiliar de Salud, en un predio cedido por doña Mercedes Graña Eizmendi y (con) propiedades de Antonio Tissoni, donadas a fin de recabar fondos para su construcción. Dicho Centro Auxiliar, luego de incontables esfuerzos, se inaugura el 6 de mayo de 1928 y se designa al doctor Introini para ejercer el cargo de primer director, cuando se contaba solamente con policlínicas y asistencia dental.
Se construyó posteriormente un pabellón de infecciosos y el 27 de enero de 1955, la Comisión de Damas presidida por la señora Haydée Araújo de Introini (esposa del doctor) hace entrega de una ambulancia que fuera recibida en carácter de donación en dicha Comisión.
Ejerce este cargo hasta 1954, año en que debe acogerse a los beneficios jubilatorios. Su vocación de servicio a la comunidad lo lleva a plantearle al doctor Federico García Capurro, en ese entonces ministro de Salud Pública, su deseo de continuar ejerciendo -en forma honoraria y hasta tanto no se procediera a la nueva designación- el cargo de director del Centro Auxiliar de Salud Pública de Lascano.
A dicho planteo, el doctor García Capurro accede gustoso y agradecido, y el doctor Introini continúa ejerciendo hasta 1970, año en que se retira definitivamente, a la edad de 77 años.
Cincuenta años de dedicación plena a la medicina y a su comunidad, 16 de los cuales los dedicó en forma honoraria al Centro Asistencial que hoy se le pretende dar su nombre, son méritos suficientes, a nuestro entender, para rendirle tan merecido homenaje.
Es por ello que solicitamos se apruebe el proyecto de ley adjunto, por el cual se designa al Centro Auxiliar de Salud Pública de la localidad de Lascano con el nombre “Doctor Roberto Introini Carabelli”.
Ernesto Amorín Larrañaga, senador.
Artículo 1-Desígnase con el nombre de “Doctor Roberto Introini Carabelli” al actual Centro Auxiliar de Salud Pública de la localidad de Lascano, departamento de Rocha.
Artículo 2-Comuníquese, etcétera.
Ernesto Amorín Larrañaga, senador.
– Señor presidente: Léase el proyecto.
(Se lee)
– En discusión general.
– Tiene la palabra el señor senador Amorín Larrañaga, autor del proyecto.
– Señor Amorín Larrañaga: Señor presidente: Muy brevemente voy a tratar de fundamentar la razón de este proyecto.
El doctor Roberto Introini Carabelli nace en Montevideo y estudia la profesión de médico cirujano. Por (unos meses) se traslada al departamento de Florida -concretamente a la localidad de Fray Marcos- y de allí pasa a radicarse definitivamente en Lascano, departamento de Rocha.
El doctor Roberto Introini Carabelli participó en una serie de actividades de índole social que interesaban a la gente de aquella localidad, en un momento tan especial como los años en que transcurrían los siguientes episodios: la creación de la Banda Municipal y de la Cooperativa Agropecuaria, que impulsó y gestó; la construcción de la carretera Lascano-Cebollatí; etcétera.
Son muchos los episodios en los que participó para llevar a cabo la realización de obras trascendentes, en un momento muy especial para el desarrollo de un pueblo que se estaba gestando en el departamento de Rocha.
En cuanto a los aportes morales, podemos manifestar que fue a instancias del doctor Introini que en Lascano se crea un Centro Auxiliar de Salud Pública, y en el año 1928 se le designa a él como primer director. Se trata de una obra que fue realizada calladamente, pero con total eficacia y seguramente aún está viva en el recuerdo de la gente de Lascano.
El doctor Introini ejerció la profesión hasta el año 1970, retirándose definitivamente a los 77 años de edad. Fueron 50 años dedicados plenamente a la medicina y a su comunidad.
Considero que lo expuesto es mérito suficiente como para que se apruebe este proyecto de ley por el que se designa al Centro Auxiliar de Salud Pública de la ciudad de Lascano con el nombre de “Doctor Roberto Introini Carabelli”.
– Señor (Jorge) Silveira Zavala: Pido la palabra.
– Señor presidente: Tiene la palabra el señor senador.
– Señor (Jorge) Silveira Zavala: Dado que el proyecto no cuenta con informe de la Comisión, parecería necesario solicitar su declaración de urgencia, lo que estoy dispuesto a hacer. En la exposición de motivos del proyecto figuran fundamentos suficientes como para considerar de estricta justicia la designación del Centro Auxiliar de Salud Pública de la ciudad de Lascano con el nombre de este distinguido ciudadano, pero reitero que me parece necesario declarar urgente la consideración de esta iniciativa.
– Señor presidente: La Presidencia no tiene el honor de compartir el criterio reglamentario del señor senador. Entiende que no se puede declarar urgente lo que ya se está considerando porque figura en el Orden del Día. Distinto sería si hubiera existido un error en el trámite.
Por otra parte, en la Carpeta respectiva consta que habrá informe verbal del señor senador Pereyra. Ocurre que en el momento en que la Mesa iba a ofrecer la palabra a dicho señor senador, él no se encontraba en sala y fue por ello que el autor del proyecto la solicitó para expresar los fundamentos del mismo.
– Señor (Jorge) Silveira Zavala: En virtud de que faltaba el informe de la Comisión, no estaba seguro de cual era el procedimiento que debía seguirse para votar este proyecto de ley que estoy dispuesto a acompañar.
– Señor (Carlos Julio) Pereyra: Pido la palabra.
– Señor presidente: A fin de salvar cualquier inconveniente, el miembro informante designado por la Comisión -que ahora se encuentra en sala- solicita la palabra.
Tiene la palabra el señor senador Pereyra.
– Señor (Carlos Julio) Pereyra: He pedido la palabra para decir que muy poco o nada tengo que agregar a las muy conceptuosas expresiones de mi compañero de bancada, señor senador Amorín Larrañaga.
Conocí muy de cerca al doctor Introini y puedo asegurar que todo lo que se ha dicho -y aún más- corresponde exactamente a lo que fue la vida de este hombre que consagró su existencia al servicio de la comunidad. Vivió en la localidad de Lascano alrededor de 60 años, no sólo prestando asistencia médica, sino también -como ya lo ha señalado nuestro compañero- importantes servicios en distintos ámbitos de la sociedad lugareña. Entiendo, por ello, que el Senado hace justicia al votar este proyecto de ley.
– Señor presidente: Si no se hace uso de la palabra, se va a votar en general el proyecto de ley.
(Se vota)
19 en 19. Afirmativa. UNANIMIDAD.
– Señor presidente: En consideración el mencionado proyecto de ley, en particular. Léase el artículo 1.
(Se lee)
– Si no se hace uso de la palabra se va a votar.
(Se vota)
19 en 19. Afirmativa. UNANIMIDAD.
– El artículo 2 es de trámite. Queda aprobado en general y en particular el proyecto de ley, que será comunicado a la Cámara de Representantes.
(No se publica el texto del proyecto de ley aprobado por ser igual al considerado)”
– (ALGUNAS DE) LAS LETRAS DE LA CUMPARSITA
“La cumparsa de miserias sin fin desfila
en torno de aquel ser enfermo,
que pronto ha de morir de pena.
Por eso es que en su lecho
solloza acongojado,
recordando el pasado
que lo hace padecer.
Abandonó a su viejita
que quedó desamparada,
y loco de pasión,
ciego de amor, corrió
tras de su amada,
que era linda, era hechicera,
de lujuria era una flor
que burló su querer
hasta que se cansó
y por otro lo dejó.
Largo tiempo después
cayó al hogar materno,
para poder curar su enfermo
y herido corazón.
Y supo que su viejita santa,
la que él había dejado,
el invierno pasado
de frío se murió.
Hoy ya solo, abandonado
a lo triste de su suerte,
ansioso espera la muerte
que bien pronto ha de llegar.
Y entre la triste frialdad
que lenta invade el corazón,
sintió la cruda sensación
de su maldad.
Entre sombras
se le oye respirar, sufriente,
al que antes de morir sonríe
porque una dulce paz le llega.
Sintió que desde el cielo
la madrecita buena,
mitigando su pena
sus culpas perdonó.”
(Gerardo Hernán Matos Rodríguez)
“Si supieras que aún dentro de mi alma
conservo aquel cariño que tuve para ti
quien sabe si supieras
que nunca te he olvidado,
volviendo a tu pasado
te acordarás de mi.
Los amigos ya no vienen
ni siquiera a visitarme
nadie quiere consolarme
en mi aflicción.
Desde el día que te fuiste
sintió angustias en mi pecho
decí percanta: ¿qué has hecho
de mi pobre corazón?
Al cotorro abandonado
ya ni el sol de la mañana
asoma por la ventana
como cuando estabas vos,
y aquel perrito compañero,
al verme solo
el otro día también me dejó…
Si supieras que aún dentro de mi alma
conservo aquel cariño que tuve para ti
quien sabe si supieras
que nunca te he olvidado,
volviendo a tu pasado
te acordarás de mi.
Y estás en todas partes,
pedazo de mi vida,
y aquellos ojos que fueron mi alegría
los busco por todas partes
y no los puedo hallar.”
(Con arreglos de Carlos Gardel)
“Allá viene
alegre y muy bullanguera
la cumparsita callejera
alborotando el barrio va,
los chicos de las casas salen
sonríen las viejitas
ahí va la cumparsita
besando el arrabal.
Soñando están las pebetas
al pasar la cumparsita
ser también la vocesita
de un estudiante locuaz.
Los muchachos se divierten
con chistes y pantomimas
y las chicas, al
ver la cumparsita ir,
ven su amor alejar.
Juventud dicharachera
que no conoces el llanto
ni tampoco los quebrantos
que la vida te dará,
muchachos rían, rían mucho
y no se cansen que algún día
cuando ya viejos
y peinando muchas canas
verán lejana, pero muy lejana
la vida de Facultad.
Muchachada
locuaz, festiva y patotera
que recibes la primavera
como si fuera una beldad,
amigos de la farra, gozan
y van paseando su humanismo
con todo el policromismo
que brinda el Carnaval.”
(Alejandro del Campo)
“Cumparsita emoción de la infancia
cuando los días eran lindos
siempre aunque estuviera gris el cielo.
Cumparsita, alumbrada
de gritos y cantos
formada por muchachos
que hoy casi viejos son.
Estremecías la calle
con tu paso candombero
poniendo en tu visión
honda y cordial
algo de duelo.
Era el tiempo que se iba
lo que nadie atajará
el minuto fugaz, la triste sensación
de lo que nunca volverá.
Quien pudiera
volver al sol
de aquellos días;
vestir de nuevo la sonrisa
sin sombras de melancolía;
tener las ilusiones
alentar la esperanza
vivir las mismas horas
con su bien y su mal.”
(Augusto Mario Delfino, fragmento)
– LA “SEÑORITA ROMA”
Lo que sigue tal vez no haga a lo central de este artículo, pero merece ser contado. Roma Capital de Italia Introini Carabelli nació en Montevideo el 4 de agosto de 1887 y fue llevada a bautizar a la Iglesia Matriz el siguiente 20 de septiembre -¿qué otro día podría ser?-. El doctor Roberto Introini lo relató así: “El bautismo de mi hermana fue un hecho curioso. Mi padre, italiano no anarquista pero sí garibaldino, vivía en un tiempo en que la península se dividía en opiniones religiosas y liberales, y el Vaticano llamaba a Roma “Capital de los católicos” y el sector del liberalismo se oponía, denominándola “Capital de Italia”. En el Uruguay, los italianos formaban asimismo dos grupos conceptuales, y mi padre, al nacer su hija, quiso bautizarla como “Roma Capital de Italia”. Se llevó a la niña a la Catedral, pero monseñor (Inocencio María) Yéregui se rehusó a que se le pusieran los óleos con ese nombre “porque constituiría una ofensa para el Vaticano”. Los argumentos que en contra de ese juicio opuso mi padre no sirvieron y su respuesta fue: ‘Entonces usted tendrá la culpa de que mi hija no sea cristiana’”.
Dejando de lado el testimonio de su hermano, la protagonista -que fue maestra de escuela y que como buena descendiente de italianos, durante toda su vida tocó el piano y el mandolino- completó ella misma la historia de su curioso nombre, en entrevista concedida al recordado periodista e investigador Erasmo Silva Cabrera (Avlis) para el diario El País: “El viejo sastre (don Roberto Introini Scandroglio), que hacía sotanas, recibió un día la visita del cura párroco de la iglesia del Cordón, italiano como él. Enterado del problema de la Catedral, le prometió bautizar a la niña como lo deseaba. Pero es evidente que luego no se atrevió a contrariar la orden de monseñor, y arregló el entuerto lo mejor que pudo… o lo desarregló para siempre: asentó en el Libro de Bautismos “Romana Capital de Italia”.
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