Por Lucio Ferreira

SUMARIO: 1. Infancia y juventud – 2. El comienzo – 3. Las primeras obras fuera de su pueblo natal – 4. Capataz General del Parque Nacional de San Miguel. 5. El Parador San Miguel y el episodio del puente- 6. La policlínica inconclusa – 7. Previendo el final – 8. La última etapa – 9. “La patada del moro”

 

“San Miguel se hizo todo con brazos y cerebros criollos.
Es oriental, uruguayo, cien por cien. Y aprovecho la oportunidad para dejar un recuerdo afectuoso y reconocido a todos esos criollos capitaneados por Gregorio García, hombre de ley, quien al frente de sus muchachos hizo la restauración del Fuerte, el Parque nativo, las selecciones de ganados criollos y parador-pulpería de San Miguel”
Horacio Arredondo

 

1. Infancia y juventud

No es la primera vez que nos vamos a ocupar de contar la historia de este personaje. Ya lo hicimos otras veces incluso a través de Radio “Atlántica” de la ciudad de Castillos, en el programa “Este loco mundo en que vivimos” dirigido por el Prof. Jesús Perdomo y el periodista Julio César García.

Gregorio García nació el 25 de mayo de 1898, en el entonces “Pueblo Cardoso” el que desde 1952 fue denominado pueblo “San Luis Al Medio”. Llevado por mi abuelo paterno conocí aquel pequeño poblado donde vivían familias con aquel apellido, y de ahí quizás algún Ingeniero Agrónomo lo estableció en un mapa registrado en Catastro el que tuvimos un día la oportunidad de ver y conocerlo con aquel nombre que debe ser desconocido para la mayoría.

Era hijo natural de María García y de padre desconocido para la ley pero no para los habitantes de un pueblo chico. Ya siendo un adulto se enteró quien era su progenitor, Onofre Pereira y por ello defendía luego como hermano a quien conocimos como Ciriaco Pereira, hijo del anterior.

Desconocemos su vida en la primera infancia, y llama nuestra atención que Carmen Machado, maestra en “San Luis al Medio”; se trasladara hasta el pueblo “18 de julio”, y lo ingresara con ocho años ya cumplidos en la Escuela Nº12 de este pueblo en 1907, con la matrícula Nº 133, dejándolo bajo la tutoría de Don Faustino H. Da Costa, vecino de este pueblo quien fuera finalmente el padre adoptivo que conoció “Coco”, el que a su fallecimiento le legara junto a otros hijos adoptivos todos sus bienes.

En sus andanzas de hombre joven y de trabajo por el pago grande de San Luis, conoció a una joven de nombre Eulalia Portela, con quien contrajo matrimonio en 1923, con 25 años cumplidos. Vivieron siempre en el mismo lugar donde hoy todavía existe la casa que construyeron sus propias manos, la que hoy ocupa una de sus nietas. Allí nacieron sus hijos: Carlos Corinto, Balmir, Clario, Aecio y sus hijas Olga Eulalia y Nilsa Alicia. Alcanzada la mayoría de edad todos emigraron a Montevideo.

2. El comienzo

Casa de Eugenio Silvera construída por García en 18 de Julio

Casa de Eugenio Silvera construída por García en 18 de Julio

El comienzo de su vida laboral lo suponemos desde muy temprana edad dadas las costumbres de aquellos lejanos tiempos, y todas las actividades, o en su gran mayoría referidas al ámbito rural. Hay quien ha dicho- ratificado por él – que en un tiempo fue carrero, sin especificar si lo fue de “carro” o de “carreta”. Pero en su casa, siendo vecino por décadas, nunca vi una carreta abandonada y a la intemperie.

Coco”, como todo hombre joven, tenía aspiraciones que en el pago no se podían cumplir. Así, en esa búsqueda, se fue a Santa Vitoria do Palmar donde se construía el edificio para el “Banco da Provincia” inaugurado el 19 de setiembre de 1921. Allí el Capataz de Obra, apodado “El Portugués” lo instruyó sobre la manera de cómo se construían en aquel entonces los frentes de los edificios.

Esta etapa fue muy importante para García, y concluida aquella obra, a su regreso, quiso demostrar lo que había aprendido. Una de estas oportunidades se dio con un vecino próximo a “18 de Julio”, que aspiraba a construir su casa pero al que los recursos no le daban para llevar adelante su propósito. No obstante, empeñado “Coco” en su propósito, encontró la manera de solucionar el problema, construir la casa, y en vez de cobrar en efectivo al término de la obra; cobró en especie, lo que al fin convenía a las partes. Así concluida la casa de Don Manuel A. Pereira, marchó García por el Camino Real tropeando una majadita como fruto de su trabajo.

En 1926, construyó dos casas en el pueblo “18 de Julio”. Una de ellas, la que lucía un óvalo en su frente fue modificada por otro propietario. Queda la segunda, que no luce la fecha de construcción, pero sí un óvalo en lo alto del frente, y entrelazadas una “E” y una “S”; iniciales de su propietario inicial Eugenio Silvera. Esta casa está a pocos metros del Club Social “18 de Julio”.

3. Las primeras obras fuera de su pueblo natal

Ya en 1928, frente a la Receptoría de Aduana de Chuy, pero del lado brasilero sobre el antiguo camino a Santa Vitoria do Palmar; construyó la casa de Manuel Fernández, uno de los comerciantes más importantes de aquel entonces en esta localidad fronteriza. El frente es clásico suyo. Aún existe pero en muy malas condiciones. Esta casa tenía al fondo, algunos galpones que “Coco” no pudo terminar por un hecho sin mayor trascendencia para él, pero no para su patrón, un gallego aferrado a viejas y tradicionales costumbres que no admitía que se quebraran. Resulta que García fue emisario de un pequeño y humilde billetito donde una chica enamorada le contaba sus cuitas a un también enamorado galán impedido de encontrarse con su amada por la negativa del padre de ésta, que era nada menos que Fernández.

Descubierto el hecho y quien había sido el infeliz mensajero, y ante una intempestiva como injusta resolución del padre de la chica; “Coco” fue a parar a la calle por la pernada de un inocente billetito.

Antes de 1930, construyó la casa de Don Leopoldo Vogler, otro influyente personaje fronterizo, frente a la Escuela Nº 28, “República Federativa de Brasil”. Esta casa aún existe pero también ha sufrido modificaciones que hicieron desaparecer el estilo impuesto por García.

Entre las calles General Artigas y Leonardo Olivera, con frente a la Avenida Brasil; existe aún parte del frente de una casa de Don Héctor Rodríguez, ocupada en el tiempo por varios comercios.

En el pueblo “18 de Julio” más tarde construyó el segundo local que ocupó el Correo hasta el cierre de dicha oficina por la Administración Nacional de Correos, y la realización de la modificación del local comercial de Leopoldo Fernández.

Pero retrotrayéndonos digamos que antes de comenzar la reconstrucción del Fuerte San Miguel, “Coco” ya estaba trabajando en Santa Teresa. Realizadas las expropiaciones que conformaron el Parque San Miguel – unas 1500 hectáreas -, el primer Capataz de Obra fue un italiano llamado Juan Passiani junto a un Capataz de Campo de nombre Abelardo del Puerto.1)

La Capatacía de Campo mientras duró la construcción de las obras, fue ocupada por varios trabajadores donde destacamos la presencia de Don Honorio Devita persona sumamente activa y responsable. Juan Passiani fue sustituido por Gregorio García. Ayudó a tal designación un accidente de obra cuando se desmoronó la cara norte del Baluarte Este.

Pero digamos también en descargo de Passiani, que Don Horacio Arredondo en aquel entonces, al comienzo de la obra, quería que los bloques se asentaran como lo habían hecho los portugueses, es decir sin cemento portland porque no existía entonces. En la época de la construcción para evitar la movilidad de los bloques se calzaban con pequeñas lascas de piedra. Esto aún puede observarse en los muros que no cayeron. García tuvo la habilidad y la energía para convencer a Don Horacio para asentar y rellenar las paredes en base a mezcla de portland. Nosotros fuimos partícipes de esto.

Mucho se ha dicho y comentado sobre el estado que tenía la construcción militar, hasta por quienes nunca antes vieron la situación en que se encontraba el Fuerte San Miguel. Y también hemos hallado exageración sobre el estado en que se encontraba antes de comenzar su reconstrucción. No estaba totalmente cubierto de monte como se ha dicho. Las habitaciones estaban todas casi destruidas, no así los muros. Había caído hacia el lado Sur la parte que va desde las letrinas al baluarte Oeste.

Incluso recordamos que un guardia civil conocido como el “Indio” Ramírez y su mujer Adiles Laurito, vivieron un tiempo en la Capilla con techo de paja.

Entre 1932 y 1933 el fuerte estuvo ocupado por un destacamento del Batallón No. 12 de Caballería. Allí a un costado del portón recordamos haber visto – muchacho aún – sentado en la silla de palitos redondos, y con una guitarra, al entonces Alférez Cédar Viglietti.

Recordamos también que en el Pueblo “18 de Julio” el 18 de febrero de 1933, se fundó “Las Piedras Fútbol Club” y ocurrió algo interesante porque días antes de esta fecha, y entre las distintas propuestas que se presentaron para el nombre de la nueva institución, había triunfado la de “Fortín F. C.”. Al conocerse que el destacamento de Infantería había formado un equipo de fútbol; se comisionó a uno de los dirigentes convenir un partido de práctica entre ambos equipos.

Recordamos como si fuera hoy ver la llegada a la flamante cancha en predio de Don Faustino H. Da Costa – padre adoptivo de “Coco”, predio que más tarde fuera de su propiedad – frente al cementerio. Cruzaron todos vestidos de blanco los jugadores que venían del Fuerte, a través del patio de la casa de “Coco”. Dado el interés despertado, un numeroso público rodeaba la cancha mientras jugadores y dirigentes convenían detalles del partido y teniendo el club local que dar los “hurras” de bienvenida al equipo visitante porque los dos equipos llevaban el mismo nombre se entendió por parte de los dirigentes locales que ellos tenían más derecho llevar el nombre de “Fortín F. C.”. Así el club local en una nueva asamblea optó por el nombre de “Las Piedras F. C.” en homenaje a la batalla de Las Piedras siendo este equipo hasta hoy el decano de la Liga Chuiense de Fútbol.2)

4. Capataz General del Parque Nacional de San Miguel

Una vez producido el retiro de Juan Passiani como Capataz de Obras, ante su fracaso y diversas desinteligencias en el trabajo con el personal; se presentó la oportunidad para Don Gregorio García en 1937. Pensamos que Arredondo a esa fecha lo había observado bien en cuanto a su disposición para el trabajo, su responsabilidad y contracción así como la minuciosidad en busca de la perfección. Y ahí estuvo la razón de su elección.

Además poseía la expresión de un carácter necesario para imponer orden a un grupo humano diverso de trabajadores de diferentes orígenes. Hecha la propuesta por Don Horacio Arredondo y aceptada por Gregorio García; Don Horacio sugirió para adelantar las obras, contratar personal especializado de donde fuere. Pero esto tropezó con la idea ya concebida por “Coco” de hacer algo por su pueblo, y esta era una oportunidad que no podía perder; y entonces contraatacó diciendo: “Yo los hago”, refiriendo así a la gente joven del pueblo que conocía y que el se encargaría de enseñar las especializaciones necesarias para la obra. Ante la fuerza de la convicción de aquellas palabras es probable que Don Horacio se haya por lo menos en principio dejado convencer. También es probable que cuando culminaron las obras se haya dicho para sus adentros: “Tenía razón”. Así se logró una importante fuente de trabajo e ingresos para la zona.

Y en este punto queremos quebrar una lanza por la gente de todas las edades de mi pueblo viejo que en el Parque trabajaron. Y aquí vamos permitirnos discrepar con el propio “Coco” García, quién alguna vez dijo, en cierta entrevista periodística que era “gente que apuntalaba boliches”. Esa vez la manifestación no pudo ser más infeliz, porque allí trabajaron hasta cuadrillas de menores de 18 años – como el que esto escribe – en la limpieza de cardos y malezas en las hectáreas que componían el parque ya concretadas las expropiaciones. Iban a trabajar muchachos recién salidos de la escuela, trabajadores o hijos de productores rurales de San Luis, Chuy, incluso Maldonado, y a veces hasta algún contrabandista que lo hubiera perdido todo en algún encuentro con la Policía. Es decir, en la obra de San Miguel trabajó gente de lugares diversos y de todas las edades. Que a más de uno le gustaba arrimarse a los boliches es verdad, pero la generalización no corresponde y es mendaz.

García tenía su visión ideal de cómo debía ser un obrero. Ello lo condujo a más de un desencuentro con los mismos a quienes pretendió controlar hasta en su vida privada, incluso destituyéndolos en algún caso.

Pero digamos, que si bien inflexible, no tenía mal corazón. Pasado el momento de la bronca, lo mandaba llamar al despedido para que se reintegrara, o iba el mismo a la tardecita a buscarlo porque sabía que había una familia por detrás de todos los enojos. Podríamos decir aquí que son luces y sombras de los hombres. Quería un obrero sano de cuerpo y alma. Que se guardara en su domicilio al anochecer y le ganara a la salida del sol. En fin, un obrero que hiciera de su trabajo un rito. Un concepto idealista de la valoración de un trabajo que debiera hacer la clase obrera, pero que ya se perdió definitivamente. Mi padre nos solía decir al respecto a este hombre: “Media docena de hombres como el “Coco” en este país…” refiriéndose a las cualidades ya expuestas de este hombre.

5. El Parador San Miguel y el episodio del puente

Las obras avanzaban con la conformidad de Don Horacio y de los arquitectos Raimundo Marineros y Raúl Folco.

En 1940 se iniciaron las obras del “Parador Pulpería San Miguel” inaugurándose el 11 de octubre de 1947. En esta misma fecha se inauguró la luz eléctrica por UTE en Chuy, San Miguel y “18 de Julio”.

Ya hemos dicho otras veces que las obras se financiaban por rubros, tanto por la Comisión Restauradora como por la de Turismo. Pero pocas veces hubo demora en su aprobación, por lo cual nunca se paralizaron los trabajos.

Desde el comienzo de la reconstrucción el salario fue de 12 reales para los mayores y de 6 reales para los menores. Es decir $ 1,20 y $ 0,60 para los menores. El salario mínimo nacional era entonces de $2,50 con los descuentos de montepío correspondientes. No creemos que tanto Don Horacio como Gregorio García ignoraran esto, pero se procuró seguramente que no faltaran recursos que impidieran la continuidad y terminación de tan importante obra como todos creemos que así fue.

Aún así el pueblo “18 de Julio” vivió una época de oro y todo el mundo andaba con dinero en el bolsillo. Pero tanto va el cántaro al agua…

Las crecientes de 1940 y 1941, quebraron el puente de madera existente sobre el arroyo San Miguel y por eso hubo la necesidad de utilizar el servicio de una balsa. Al pasar un automóvil y por una mala maniobra, este cayó al agua. Al parecer ya estaba prevista la construcción de un nuevo puente con otras características para recibir la afluencia de turistas que se preveía con las obras a punto de culminar. Este accidente por lo que se dijo habría acelerado la construcción del puente de hormigón armado que existe en la actualidad. El propietario del coche en cuestión pertenecía a un diputado por el departamento de Colonia de apellido Cutinella a quien tuvimos la oportunidad de devolverle los documentos perdidos en aquella oportunidad.

Comenzó la construcción de dichos puentes en 1942, por la empresa Atilia Aleggini. Esta empresa trajo obreros nativos y extranjeros como ser italianos y uno de origen vienés llamado Rodolfo Sereyer muy aficionado al mate amargo, mientras los italianos lo eran por el vino, pan y cebolla.

Aquí se pagaban los salarios de ley y de acuerdo a la categoría. Como eso no ocurría en las obras del parque, la noticia se corrió pronto como un reguero de pólvora entre los obreros principalmente del parador. Se formó una comisión para reivindicar el verdadero salario.

Se solicitó para esto la intermediación de Don Segundo Ferreira – mi padre – ante el diputado por Rocha Dr. Javier Barrios Amorín. La intervención de este fue inmediata exigiendo que el estado cumpliera la ley que correspondía como se lo exigía a las empresas. Nuestro padre y “Coco” García eran amigos, no obstante lo cual “Coco” fue hasta la casa de su amigo a reprocharle enérgicamente su intervención y estuvieron a punto de tomarse a golpes de puños. Decía sin atender las razones que le exponía mi padre: “los voy a echar a todos” y otras palabras no reproducibles. Menos mal que era un defensor de la clase obrera y por eso mismo batllista fanático.

En definitiva se terminó pagando lo que correspondía por especialización, y pasada la bronca, todo siguió igual. Los medios salarios perdidos que nunca se pagaron, quedaron como colaboración forzosa impuesta a una gran obra que a pesar de todo la hacemos un poco nuestra, es decir, de todos los que por allí pasaron. A pesar de lo expuesto obviamente no dejamos de admirar a Don Horacio y aquel capataz llamado Gregorio García. Podríamos decir aquí, sombras y destellos luminosos de grandes hombres que por este pago chico pasaron.

La inauguración de las obras del parque junto con la luz eléctrica y la ruta Nº 9, General Leonardo Olivera, se realizó junto al fuerte San Miguel en el conocido “Boquerón” con una fiesta campestre, baile popular, donde participó la Banda de Castillos, y contó con la asistencia de Don Horacio Arredondo como dueño de casa, además de la presencia del Embajador de Gran Bretaña, Sir Millington Drake y el Canciller Alberto Guani entre algunos otros que no recordamos.

Obra gigantesca para la época, con una visión de turismo insospechada, con la concreción de otras obras complementarias que dieron un gran empuje de progreso a toda esta zona.

Por lo ya expuesto fue polémico y hasta contradictorio en su manera de pensar. Ahora, es justo reconocer que conocía la zona, su falta de trabajo permanente y circunscripto únicamente al medio rural.

La reconstrucción del Fuerte San Miguel fue una salida laboral para mucha gente con y sin familia. Don Gregorio tuvo tal vez la visión que los demás no tuvieron en aquel entonces. Para él era más importante asegurar la continuidad de las obras, ante un eventual vaivén político en el gobierno, que la pérdida parcial de un salario del cual nadie se quejó hasta que en 1942 se comenzaron a construir los puentes sobre el arroyo San Miguel y “Los Borrachos”.

Muchos en aquel entonces dijeron a lo pasado pisado y los que aún sobrevivimos,- del Fuerte San Miguel somos tres-; nos sentimos orgullosos de haber trabajado allí, y más aún de haber podido colaborar con nuestro salario a la concreción de una obra tan importante desde el punto de vista histórico y con proyección permanente hacia el futuro.

6. La policlínica inconclusa

Finalizando la Segunda Guerra Mundial “Coco” promovió desde el Parque San Miguel una colecta popular en efectivo para la construcción de una policlínica médica en el pueblo “18 de Julio”. Como adhesión a esta idea y colaboración Don Oscar Díaz Da Costa ofreció el terreno para la misma, pero lamentablemente los obreros del parque no estuvieron a la altura de lo que esta significaba para el pueblo y para sí mismos y sus familias, quedando en el olvido lo que hubiera sido una obra muy importante porque no existía ninguna. “Coco” había comenzado la colecta el 2 de mayo de 1945, llevando una libreta con la contabilidad de su puño y letra.

7. Previendo el final

¿Qué pasaría con los obreros del parque una vez culminadas las obras? Así como lo primero que apareció fue la concentración humana en la zona por el atractivo del trabajo, llegado el momento de la finalización de las mismas sería la dispersión por su pérdida.

Los más viejos se jubilaron. Los que habían aprendido albañilería tuvieron que irse en busca de otro trabajo. Otros se fueron a la capital nacional con su profesión a cuestas, formados por Don Gregorio. Algunos fueron traslados a Santa Teresa o al Parador “La Coronilla” según revistaran en la Comisión Restauradora o la de Turismo. Otros volvieron a su antiguo origen. Los que vivían en el pueblo y algunos de la zona, quedaron.

Gregorio García había comprendido esta situación y propuso la creación de una Cooperativa de Obreros y Empleados del Parque Nacional de San Miguel. Con los obreros que se lograron reunir para tal fin se compró una chacra a la entrada del pueblo sobre la hoy Ruta Nº 19. La intención de García era hacer propietarios a los que no lo eran y que así pudieran hacer su casa. Además planeaba hacer una plantación de eucaliptos como para mantener una fuente de recaudación a futuro para los cooperativistas.

El grupo de picapedreros pocas oportunidades tuvo para su trabajo salvo para las bases de los monumentos al General Artigas en Plaza Independencia de la ciudad de Rocha y también al mismo héroe en la plaza principal de la ciudad de Castillos, además de algunas estelas de piedra en otras localidades del departamento.

Algunos albañiles se integraron como tales a la Intendencia Municipal. Orlando Fernández Roberto, carpintero principal del Fuerte y Parque San Miguel, terminó su carrera como capataz general de Santa Teresa y San Miguel, radicándose en Montevideo una vez jubilado.

Desaparecido García la Asociación Cooperativa de Trabajadores de San Miguel dejó de funcionar, llevándose el proyecto a la tumba su alma creadora. Faltó capacidad para administrarla a lo que contribuyó la dispersión y muerte de quienes la conformaron. Tampoco se ha podido encontrar una disolución legal para la misma y cumplir con la disposición final de sus estatutos- artículo 56- que entre otras cosas establece que el “remate final” de sus activos está destinado para la compra de libros de texto sobre cooperativismo para la Escuela Nº 12 del pueblo “18 de Julio”. Nosotros agregamos: su escuela. Otro deseo más que se fue a la tumba con su progenitor.

Casas que pertenecieron a Gregorio García

Casas que pertenecieron a Gregorio García

8. La última etapa

Nunca tuvo goce de licencia anual y los medios sábados y domingos los aprovechaba para trabajar en su casa. Libre y entrado en años resolvió un día tomarse unas vacaciones “playeras”. Tenía un terreno en “Barra del Chuy”, y arrimó madera y paja para hacer un “rancho” para él y Eulalia, su compañera de vida.

No se quería jubilar. Entendía que nadie debería hacerlo mientras tuviera energía para trabajar. Se ajustó a ese concepto y por eso creemos que la disfrutó muy poco después de toda una vida de trabajo con el idealismo con que lo hizo. Vivió sus últimos años en forma muy humilde. Al igual que muchos otros se fue sin recibir en vida el reconocimiento de sus coterráneos. Se fue para siempre de este mundo el 26 de julio de 1982 y sus restos descansan en el cementerio de villa “18 de Julio”, allí donde sus manos levantaron paredes para la vida y también para el descanso eterno

Nos dejó como recuerdo, el único documento que existe hasta la fecha; sobre quien fuera la fundadora de “18 de julio” y quienes fueron sus primeros habitantes.

A sugerencia suya se construyó en la plaza principal del pueblo la réplica existente del Fuerte San Miguel, y que realizó uno de sus discípulos, Julio Bustamante Pinto, con la idea que algún día sirviera de pedestal para una estatua del General Artigas. Esto no hace otra cosa que demostrar el patriotismo que sentía por su tierra y sus héroes.

9. “La patada del moro”

Algún propósito perseguía Don Horacio al inducir al gobierno de entonces,- mejor dicho los gobiernos-, a la compra de campos para conformar lo que más tarde se llamó Parque San Miguel. En primer lugar talvez rodear al Fuerte San Miguel de un entorno paisajístico atractivo. En este tiempo debió tener un cúmulo de ideas y entre ellas la de agregar algo más a la naturaleza existente que se le ofrecía. Su trayectoria debió haber influido en su espíritu inquieto observador y conservador del pasado.

Decimos esto porque con el tiempo llegó a conformar un rodeo de ganado criollo, tanto bovino como ovino, rescatando los últimos animales criollos que quedaban para mantener un testimonio de lo que era la ganadería antes del mestizaje, para que pudiera ser observado por los turistas visitantes. Más aún, le agregó una tropilla de 20 yeguas y caballos de la raza criolla, que adquirió en el departamento de Cerro Largo, en la Estancia “La Ternera” de José Saravia.

Esto también significaba otro atractivo para los visitantes que recorrieran el parque, y más aún lo hacía con la intención de construir un museo criollo en el abra geográfica existente entre el cerro “Picudo” y el “Carbonera” que finalmente nunca se concretó. No podemos afirmarlo, pero suponemos que en esta tropilla estaba el moro que Don Horacio ensillaba para sus recorridas por el parque. Al parecer fue un animal de estima. No obstante un día el moro apareció muerto, Arredondo mandó a dos de los empleados a cuerearlo, con la intención talvez de justificar que el caballo no había sido robado. Los encargados de hacer este trabajo regresaron informando que el caballo ya estaba en estado de putrefacción. Nunca se supo tampoco la causa de la reacción violenta de “Coco”, puesto que sin atenuantes los despidió a los dos.

Aparentemente la cosa había terminado por ahí. Sin embargo no fue así. Uno de los despedidos era sobrino de su esposa y Gregorio en sus llegadas hasta el pueblo, solía pasar para acortar camino, por la casa de su cuñada. Suponemos que al regreso del pueblo, el hijo de ésta lo estaba esperando en la portera para recriminarlo por lo sucedido, y con alguna amenaza. Ante esto, “Coco” sacó un puñal y le aplicó una puñalada, huyendo el herido del lugar en busca de atención médica. El médico atendió en primera instancia para ver cual era la gravedad de la herida. Había que informar a la policía. ¿Qué haría el Comisario ante el hecho? Era nada menos que un hombre muy respetado; el Capataz General del Parque San Miguel donde trabajaban casi cien obreros. El médico se la jugó y el comisario también y lo harían hasta donde se pudiera ocultar el hecho para que no llegara a conocimiento de la autoridad superior.

El doctor concurría todos los días a curar y controlar – por el bien de todos, no solo del lesionado – la evolución del herido. Estamos seguros que pasado el momento de la bronca, hasta el propio heridor debió estar deseando la recuperación del herido. Fueron varios meses de incertidumbre. Nosotros concurríamos asiduamente a la casa, a guitarrear bajo los árboles con uno de sus hermanos. Felizmente para todos, la recuperación llegó. Gracias a Dios, terminó la pesadilla también para el comisario y el doctor y todos los que estaban en conocimiento del hecho y lo que hubiera significado si el herido hubiera muerto. Si García hubiera sido condenado a prisión, ¿quien sería su sucesor?, ¿quién defendería los intereses de los lugareños?

Esta historia bien pudo cambiar el curso de los acontecimientos para “18 de Julio”, por lo que de allí en adelante frente a cualquier insuceso de tal estilo en la zona se le llamaba “la patada del moro”.

Sería de lamentar que por un hecho tan común entonces en nuestro campo, que podía llegar hasta la muerte de uno de los involucrados, hubiera truncado la obra de un hombre con características tan particulares como “Coco” García.

 

1 Consignamos de paso como anécdota, que en la limpieza del fuerte, este último mató la víbora de la cruz más grande que se ha encontrado hasta la fecha en la Sierra de San Miguel, tenía de la cabeza a la cola, 2,05 metros.

2 La fundación del club surgió a raíz que Don Faustino H. Da Costa se comprometió que si Uruguay ganaba la Copa del Mundo de 1930, le iba a dar en su campo un lugar para hacer una cancha de fútbol. “Coco” acostumbraba al comienzo a repartir en carretilla tortas fritas en los partidos de práctica.

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