Por Víctor Larrosa Moreira

SUMARIO: 1. Una anécdota como introducción – 2. Contexto histórico del Uruguay de los inmigrantes –  3. Los primeros arribos al pueblo – 4. Otros que también dejaron huella – 5. Añoranzas de la tierra – 6. Disfrutando con los “turcos” – 7. A modo de final

 

1. Una anécdota como introducción

Chátalo…¡morió!” tronó la voz del “turco” en la habitación.

Pasó el centenario de Velázquez y quizás esta sea una de las frases que a lo largo de la vida del pueblo ha perdurado.

Al final de cada año Don Amado Abdo revisaba junto a su esposa “Nena” Izaguirre el estado de cuentas de sus clientes. La zafra de esquila estaba terminando, las ventas por las fiestas de fin de año aumentaban, ya fueran corderos, lechones, huevos y la gente andaba con plata en el bolsillo, por eso Don Amado entraba a revisar quién había pagado y quién no.

Conocedor de la gente como buen mercachifle, ante la ausencia o el ni siquiera pasar por la calle del boliche de algunos clientes, le decía a “Nena”: “Chátalo…¡morió!” cosa que no era más que el inequívoco conocimiento que no se le pagaría, en una suerte de muerte comercial del hasta entonces cliente, pronunciaba: “Táchalo…¡ese se murió!”.

Era también una especie de acto de generosidad, por aquellas épocas las deudas no se salían a cobrar, no había clearing ni avisos radiales para que “sutano se presentara por razones de su interés”, era el don de la palabra y la seriedad de cada uno. Si no aparecía a fin de año estaba muerto.

2. Contexto histórico del Uruguay de los inmigrantes

El territorio uruguayo con un joven Estado es el que motivó, hacia fines del S. XIX y principios del XX, la recepción de inmigrantes que poblasen y fomentasen la producción en el territorio, con lo cual llegó al país una importante inmigración de diversos orígenes. Así lo constatan las oleadas migratorias de españoles e italianos principalmente pero también con la fuerte presencia de franceses, alemanes, armenios, suizos, rusos, judíos y sirios que arribaron en ese período que fue desde fines del S. XIX hasta mediados del S. XX. En Uruguay se le decía “nación” a toda persona extranjera de hablar “entreverado” y “turco” sin excepción a todos aquellos provenientes del Cercano y Medio Oriente fueran sirios, libaneses, árabes o turcos propiamente dichos.

Bajo este panorama, la llegada de todos ellos al Uruguay es el punto de cruce de dos fenómenos: por un lado, la crisis que sufrían los países de emigración al principio del Siglo XX y por el otro, la avidez y necesidad de los países americanos de aumentar la población, fomentada muchas veces por políticas de inmigración. Si bien Estados Unidos fue el gran captor de inmigrantes desde mediados del Siglo XIX hasta finalizada la Primera Guerra Mundial, cuando este país comienza a cerrar sus puertas al flujo migratorio, el que se reorienta – aumentando el ya tradicional flujo – hacia el Cono Sur. En un principio, los países de destino eran principalmente Argentina y Brasil; desde nuestros vecinos comúnmente derivaban hacia Uruguay. Una temprana separación entre la Iglesia y el Estado; la laicidad, gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza pública; la prosperidad económica y política que caracterizaban al país desde la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez; fomentaron que Uruguay se volviera un destino definitivo más atractivo para emigrar. Se estima que de 1925 a 1933 ingresaron al país unos nueve mil inmigrantes.

En la década del ‘30 se dio un cambio radical: por un lado, el impacto de la Crisis del ‘29 y por el otro, la ruptura democrática causada por el golpe de estado de Terra en 1933. Esto alentó un cambio en la política inmigratoria, que pasó de fomentarla a restringirla.

El Uruguay de “puertas abiertas” llegaba a su fin. Durante el gobierno de Terra hubo un intento de homogeneizar étnica y culturalmente al Uruguay; intento que se viera traducido en la promulgación de leyes y decretos que restringieron la entrada de inmigrantes.

En 1932 se creó una primera ley, la No. 8.868 conocida como “Ley de indeseables” que daba preferencia a los inmigrantes de origen latino e intentaba dejar afuera a aquellos grupos que consideraban difíciles de integrar, entre los cuales se situaban los judíos. La aplicación de esta ley redujo de manera considerable la llegada de inmigrantes judíos a nuestro país, que en contraste con los 1029 judíos que ingresaron en 1930, en 1933 llegó a ser de apenas 406. Esto se profundizó hacia aspectos políticos con la siguiente ley, la Nº 9.604 de 1936. Por lo que establecían estas leyes, por la aparición de una filial del Partido Nacional Socialista en Uruguay – más allá de sus minúsculas dimensiones – y por los incidentes de guerra como el episodio del Graf Spee, quedaba claro que Uruguay no era ajeno a la guerra ni estaba libre de brotes antisemitas.

De todas formas se estima que en el período comprendido entre 1933 y 1942 llegaron cerca de siete mil inmigrantes, en lo que algunos historiadores prefirieron denominar como una política de “puertas entornadas”. Este contraste se puede comprender a partir de los sucesos ocurridos en Europa con la segunda guerra mundial. Ante el agravamiento de las persecuciones a los judíos en Alemania, los envíos a campos de concentración y el episodio de “La noche de los cristales rotos” (Kristallnacht, 1938), el paradigma del Uruguay de puertas cerradas fue puesto en tela de juicio por la comunidad judía uruguaya que desarrolló un papel importante para la recepción de refugiados. Esto permitió que en 1939 ingresaran unos dos mil judíos en su mayoría provenientes de Alemania y Polonia.

A comienzos de la década del ‘50, como producto de cambios en el contexto mundial y nacional, la inmigración comenzó a decrecer. Los estudios estiman que apenas 140 judíos ingresaron al país entre los años 1952 a 1956.

3. Los primeros arribos al pueblo

El 20 de mayo de 1911 había terminado el fraccionamiento para la fundación del pueblo por parte del Agrimensor Adolfo Reis, mientras que la descendencia de Don Luciano Velázquez comenzaba a ocupar los primeros terrenos.

Sin embargo, en esos primeros tiempos no se avanzó mucho pues estaba limitada la actividad comercial a Rocha y Lascano, las poblaciones más cercanas, travesías que llegaban a durar más de un día en carruajes o a caballo.

La actividad de los turcos mercachifles, llegados al país para emprender lejos de su patria la lucha por el soñado bienestar económico que encauzara sus vidas, era realizada de casa en casa sobre todo en los aledaños de los centros poblados. Velázquez era parte de esa gran campaña.

Veamos aquellos primeros pioneros “turcos”, quienes fueron motores del crecimiento económico y comercial de la zona:

LUIS SHABAN: fue uno de los primeros, algo vio y su olfato de comerciante le decía que el embrionario pueblo del “Guacho” Luciano Velázquez era el lugar donde debía establecerse con un negocio fuerte que atrajera a los poderosos estancieros que rodeaban el pueblo y de esa forma acortarles la distancia de ir a Rocha o Lascano. Su visión no fue errática, se afincó en 1918 y en octubre de 1919, Velázquez era declarado oficialmente Pueblo según ley No. 7.019, según la moción del entonces diputado nacionalista Ernesto F. Pérez, lo que hablaba de un notorio aumento poblacional en la novena sección del departamento.

Llegado de Damasco, Siria, fue vendedor ambulante en sus inicios en las cercanías de Lascano y sus reiterados pasajes por el camino Rocha – Lascano, hoy ruta 15, le dio la visión de lo atractivo del lugar para asentarse.

Construyó su local comercial y se instaló con tienda, mercería, papelería, bazar y zapatería además de iniciar las gestiones, luego concretadas, para instalar una agencia de correo y telégrafo. También fue la agencia de los primeros ómnibus que hicieron el recorrido Rocha-Lascano en principios y luego a Cebollatí.

Casado con Doña Anatolia Díaz tuvieron 6 hijos, Juan, Mario, “Rubita”, Alberta, Agapita y Rosa. Ya fallecido el comercio lo continuó su hijo Juan por algún tiempo más, hasta instalarse con tienda en Maldonado.

AMADO ABDO: Poco tiempo después recaló este inmigrante en la casa de Shaban. En aquellos tiempos existía una fuerte atracción entre compatriotas que hacían de enlace a otros inmigrantes. Así Shaban recibió a fines de 1921 a este paisano de su misma ciudad y país: Damasco, Siria.

Amado Abdo junto a su hijo de igual nombre

Amado Abdo junto a su hijo de igual nombre

Tenía 19 años y era el mayor de 8 hermanos, quedando los restantes en su tierra. Vino en barco y en los primeros tiempos, apoyado por Shaban se registró como vendedor ambulante. Luego adquirió terrenos y vivió largo tiempo en un rancho hasta la construcción de su local comercial. Recorría la campaña en un carro amarillo tipo jardinera tirado por dos caballos tordillos.

Producto de su viaje en barco donde básicamente se comía pescado cuentan que lo aborreció tanto que recién luego de muchos años logró comer bacalao. Ya fallecido Amado, el comercio se incendió totalmente, habiendo funcionado provisoriamente en el local de Shaban, ya retirado de la actividad comercial, hasta la reconstrucción definitiva del local.

ABDULATIF JAWAD KADER: Conocido como el “turco negro”.Llegó a Uruguay en 1930 procedente de Birzeit, norte de Palestina, siendo un joven de unos 25 años. Realizó el viaje en un barco a carbón de piedra lo que le insumió varios meses. Luego de un tiempo de recorridas por varios lugares como ambulante, recaló en Velázquez y se casó con Juana Pereyra, nativa de la zona, teniendo 8 hijos: Adi, Esman (f), Attif (f), Abdul, Miriam, Rachid, Nillimen y Hussein.

Se registró como Abdulatif Kader, su apellido materno, pero durante la presidencia del Gral. Oscar Gestido (1967-1972), se obligó a todos los inmigrantes con documentación provisoria a sacar carta de ciudadanía, por lo que debió incorporar el apellido paterno Jawad. Eso implicó cambiar también el apellido de los hijos, los que ya eran denominados popularmente como los “Kader”.

Doña Juana, su esposa, atendía el almacén de ramos generales mientras Abdulatif recorría la campaña en jardinera vendiendo entre otras cosas, colchones de lana que el mismo fabricaba. También fabricó bancos de hormigón quedando uno como un recuerdo inolvidable frente al comercio de Amado.

Su gran amistad con sus “paisanos”, en especial con Amado, se expresó cuando este falleció. Abdulatif permaneció sentado al lado del féretro durante todo el velatorio, levantándose soló cuando fue llevado el cuerpo al cementerio.

CHECRE MUSE WESHBE MARUM: Checrenació en abril de 1897, en Belhale, un pueblito en la falda de las montañas del Líbano en el seno de una familia distinguida y acomodada. Así reza su pasaporte, pero había nacido antes pues era común que los jóvenes revistaran para las guerras con determinada edad, y los padres al bajársela evitaban ser reclutados. Por su origen libanés era católico maronita, rama de la iglesia católica oriental, y creía por lo tanto fervientemente en la Virgen; contrariamente a los restantes “turcos” de Velázquez, de origen sirios que eran mahometanos; pero nunca tuvo problemas por su religión, es más, el trato con sacerdotes y religiosos de la zona le dieron una instrucción mejor con respecto a otros inmigrantes.

Checre Muse en su juventud

Checre Muse en su juventud

Llegó en un barco francés en 1924, habiendo ido a Egipto a tomarlo, este barco sufrió desperfectos en Francia y ancló por el lapso de casi un año en Marsella donde estuvieron alojados en espera. Luego llegaron a Argentina.

Tiempo después vino a Uruguay, donde se decepcionó con sus paisanos e incluso pensó -según contaba- en tirarse a las aguas del Río de la Plata; previamente envió las libras de oro que traía a su madre que había quedado en el Líbano. Finalmente encontró otros libaneses que lo alentaron y dirigieron con destino a esta zona que desde Montevideo aparecía como próspera.

Con las libras que guardó se registró como mercachifle vendiendo joyas, telas y baratijas hasta que construyó su local comercial en 1936.

Llegaron sus hermanos Rosalío y Juan – que luego falleció ahogado en el arroyo India Muerta – y se casó el 19 de diciembre de 1939 con Juana Irma Martínez Corbo, vecina de la zona, con la cual tuvo dos hijos ya con su tienda instalada: Ketrin (nacido el 14 de setiembre de 1940) y Juan (nacido el 27 de enero de 1944). Anexó almacén, barraca, venta de baterías y cubiertas, trajo el primer motor eléctrico a Velázquez con el que generaba para el amplio local comercial al cual agregó posteriormente cine y parador con agencia de ómnibus, además de estación de servicios del sello “Atlantic”.

En su amplio local atendió también la odontóloga Pura Paciello que viajaba dos días a la semana desde Rocha.

Le apasionaba cultivar la quinta y se alegraba con las buenas producciones haciendo gala de su sabiduría en el rubro.

MOHAMED APHASAL: conocido como “Maume”, también sirio llegó por esos tiempos sin poder precisar fecha exactamente pues fue el único que no dejo descendencia. Se instaló con tienda en un local propio frente a la Usina Eléctrica luego de haber trabajado un tiempo como ambulante.

Era también mahometano, amante del Islam, y como tal tenía como referencia permanente en su vida al Corán.

Era sumamente conflictivo, contrariamente al resto de los “turcos” que eran sumamente pacíficos, ello le acarreó varios inconvenientes con vecinos y policías. Más adelante detallo algunas de sus situaciones más conocidas.

HEBRAIN CHABAN: Conocido por deformación fonética como “Abraham”. También originario de Damasco, Siria. Llegó primero a Argentina donde se casó con una argentina y volvió nuevamente a Damasco. Tuvo tres hijos con ella, dos mujeres y un varón, resolviendo retornar a Sud América, pero en este caso a Uruguay. En base al conocimiento de otros compañeros radicados vino a Velázquez. Fue ambulante en sus inicios y compró luego un local, más tarde la fortuna le sonrió y sacó una lotería con cuyo producido compró otro local más amplio. Al tiempo vino su hijo varón, Alí, que había quedado en Damasco. Viajó como polizón en un barco, y más tarde contrajo enlace con Iris Prieto, habiendo tenido un hijo, Milton, que aun continúa con el local comercial de ramos generales.

Eran habituales sus viajes a Montevideo a traer mercadería, en uno de ellos apareció en Velázquez con Matilde, una compañera de su país a quien encontró sola y le ofreció protección. Luego de la muerte de Hebrain ella vendía telas y recorría el pueblo con el atuendo clásico de las mujeres palestinas siendo muy popular a pesar de sus facultades mentales algo alteradas. Era común escucharla llamar a Abraham por las noches.

JEAN FEREZ HANNA: Nació en Siria el 24 de junio de 1877 y se radicó en la zona. Al solicitar carta de ciudadanía se le anotó por sinonimia con el apellidoPérez, algo común por aquellos tiempos habiéndose continuado con ese apellido por el resto de las generaciones. Contrajo enlace con Remedios Goitia, habiendo tenido cuatro hijos: Yenfirf (“China”, que fue enfermera de Salud Pública muchos años y secretaria de la Junta local), Felipe, Mansor (“Mimo”, secretario de la Agropecuaria de Velázquez) y Jorge (taximetrista por muchos años en Rocha).

Se dedicó a vender yuyos medicinales y a hacer extracciones de muelas y dientes en la zona rural adyacente a Velázquez.

Documentación francesa de Jean Ferez (“Juan Pérez”)

Documentación francesa de Jean Ferez (“Juan Pérez”)

4 . Otros que dejaron huella

SALOMÓN MILENE : fue mercachifle y luego tuvo comercio de ramos generales, tienda y zapatería, fue el único que luego de haber adquirido una buena situación económica enajenó todas sus propiedades y retornó a Siria. Ese había sido siempre su propósito. Había venido en tiempos de Shaban y Amado, es decir en los inicios del pueblo.

ALEJANDRO MAMET : vendía como ambulante para Hebrain Chaban, se casó con Valeria Altez y tuvo tres hijos: Alejandro, Sara y Sirio, este último aún esta radicado en la zona, realizando tareas rurales. Fue el primer vendedor callejero de frankfurters en Velázquez.

Hubo dos “turcos” mas de los cuales existe poca información; uno fue BASILIO ELIAS, peluquero, quién tenía su local muy próximo al almacén de Amado y ARAIF que era armero, con ventas de armas y municiones y reparaciones.

5. Añoranzas de la tierra

Siempre estos inmigrantes tuvieron presente a su tierra. Tenían la costumbre muy propia de sus etnias de reunirse como forma de camaradería. Así se reunían periódicamente a comer “keppes”, jugar dominó y a leer los diarios con las interminables noticias de las más interminables guerras de Medio Oriente.

Esa función de lector la cumplía Abel Abreu (“Coruja”), ahijado de Amado que concurría a sus reuniones y ante la reunión de “turcos”, el los ponía al tanto leyendo noticias en voz alta. Luego ellos en su para nosotros incomprensible idioma comentaban y discutían las noticias con la natural algarabía propia de estos pueblos, muchas veces subiendo el tono especialmente con todo lo relacionado a esas guerras.

El “keppes” es una comida tradicional para la cual utilizaban un mortero para “cocinar” carne en base a golpes, utilizaban generalmente cuartos de cordero, con mucha pimienta, ají, cebolla y especias de todo tipo. A esa carne semicruda se le agregaba el trigo burgol, que previamente estaba en remojo desde el día anterior, además de sal, perejil y cebolla de verdeo. Con las manos se hacían unas especies de tortas que se servían en el plato. Era una comida muy fuerte, que la descendencia fue disminuyendo en picantes y pasándola por el horno antes de servirse.

También hacían otra comida similar, llamada “niños envueltos”, para lo cual utilizaban hojas de parras y se hacían al vapor.

Casas de comercio que fueron de Hebrain Chaban y Checre Muse

Casas de comercio que fueron de Hebrain Chaban y Checre Muse

6. Disfrutando con los “turcos”

Sabido es que soy nativo de Velázquez, al igual que mis padres y abuelos, excepto el materno que era nativo de Aceguá, Cerro Largo, por lo que conocí y traté a la mayoría de los “turcos” y si no los traté, estos conocían a mis padres o abuelos. Eso me dio una relación muy particular con la gran mayoría de ellos a tal punto de llegar a tener mucha confianza con algunos, en particular con Amado Abdo, Abdulatif Jawad Kader, Mohamed Aphasal y Checre Musse. Se disfrutaba mucho cada instante vivido junto a ellos.

Mi aprecio hacia Amado Abdo surgió desde niño, cuando como gurí pobre que era iba a hacer los mandados y se llevaba lo necesario para “parar la olla” y lógicamente muchas de las cosas deseadas por uno no se compraban. En una oportunidad, mientras me despachaba observó que yo estaba parado frente a un block de dulce de membrillo bajo la campana de vidrio. Imaginó claramente que yo estaba deseando comer dulce, se acercó y me preguntó en su español chapuceado “¿Quere dulce?”; asentí con la cabeza tímidamente, trajo un cuchillo, cortó un pedazo grande y me inquirió “¿Quere una preñada?” (la preñada era por aquellos tiempos un pedazo de dulce con dos tapas de galletitas María que lo hacía un postre por demás exquisito). Obviamente acepté y me fui comiendo hasta casa y disfrutando del regalo. Amado se había ganado el corazón de aquel niño.

Cuentan que en una oportunidad una cliente aprovechando una “distracción” de Amado guardó entre sus senos una prenda de ropa con la intención de llevársela sin pagar. Todo se desarrollo normalmente hasta que al momento de hacer la cuenta le dijo: “Mija…por eso que lleva ahí hago precio”. Imaginen la cara de aquella mujer al ser descubierta por el “ingenuo” Amado del que quiso aprovecharse pues ya estaba bastante viejo. Ahora debería de cargar con los comentarios del pueblo, porque no era para nadie agradable querer “joder” a Amado.

Tuvo con Maria Esther Izaguirre (“Nena”) dos hijos varones con los cuales hemos mantenido una amistad a lo largo de toda nuestra vida. Con “Amadito”, quien continúa al frente del comercio que ya tiene más de 80 años, integramos varias comisiones y tenemos un anecdotario con el que llenaríamos varias páginas, sobre todo cuando integramos la Liga de Fútbol de Velázquez y luego la Mesa de las Ligas Federadas de Rocha cuando ésta tuvo su sede en Velázquez. El otro hijo, Luis es actualmente el médico del pueblo, también muy querido y vinculado a la población a través de la integración de comisiones, quién además realizó sus estudios luego del fallecimiento de su madre, algo que no le resultó para nada fácil.

A Abdulatif, o “turco negro”, lo traté mucho pues era amigo de sus hijos, sobre todo con quién fue mi compañero de clases, al que para evitar todas las rarezas de su nombre lo llamábamos simplemente “el Kader”. O mejor dicho, todos eran “los Kader”. Estaba casado con doña Juana Perey­ra y tenían varios hijos, la casa era muy ruidosa, siempre estaba llena de niños y tanto Juana como Abdulatif eran buenos anfitriones. El Kader, mi compañero de clases jugaba muy bien al futbol y además tocaba la guitarra y cantaba, siendo muy querido y popular. En la década del ‘80 luego del fallecimiento de Atif se fueron para Rocha donde los hijos se afincaron y ellos fallecieron. La casa donde vivían aún está en pie e igual que cuando residían ellos.

Otro que traté mucho y con el que tuve una relación muy variable fue con Mohamed Aphasal, al que se le llamaba “el turco Maume”. Solterón empedernido y amante del Islam, mahometano, pasaba horas leyendo el Corán y se lo relataba a todos quienes osaban pararse a conversar con él intentando convencer a todos de un mundo mejor en la otra vida. Era amigo de mi padre y me tenía simpatía pues yo siempre llegaba a hablar con él y soportaba sus interminables charlas religiosas. Me regaló una higuera que cada año llena de kilos de higos la casa de mi madre, me leía el Corán y me mostraba cosas de sus tiempos de juventud. Cuando ingresé al liceo y estudiamos el islamismo, saqué una considerable ventaja a mis compañeros gracias a las clases particulares recibidas de Maume. Era muy conflictivo y con los vecinos de enfrente (la UTE y sus funcionarios) tenía un particular desprecio y con varios tuvo encontronazos. Cuando me integré a UTE fue el comienzo del fin de nuestra amistad. Al tener que cambiar un día el contador se apersonó ante mí que estaba manipulándolo y me dijo “Con el contador nadie juega, nigrito”.

Muchas son las anécdotas de Maume, su odio por los funcionarios de UTE y la policía era proverbial. Con la policía comenzó el día que le robaron una virgencita de oro que todos los días sacaba al sol para lustrar y dejar brillante como un diamante. Un día se la robaron y como loco recorría a los vecinos pretendiendo que le dijeran quien había sido. Nadie se hizo cargo y se rompió la relación con el vecindario, con los funcionarios de UTE (más aun pues como había Usina, que generaba energía las 24 horas del día, pretendía que hubieran visto a alguien). Con la policía tuvo entredichos permanentes que le motivaron varias detenciones. Dicen que por mucho tiempo le comentaba a la gente “Che…y la virgencita no aparece” un dicho que tomó carácter popular en la villa ante cada cosa robada o perdida y que ha perdurado por mucho tiempo.

Una de las cosas que aún se recuerda fue un comentado lío con Don Aquiles Vilches, vecino cercano con el que tuvieron varios entredichos que terminó el día en que Vilches, armado de un revolver decidió dar fin al asunto. Enfrentó a Maume y sacó el revólver, el turco corrió despavorido y Vilches tiró dándole a una lata de dulce de membrillo que voló lejos. Contó Vilches después que su intención era asustarlo, pero Maume siempre refería el hecho así: “si turco está adentro e la lata mata turco y rompe lata”. Se comentó por mucho tiempo en Velázquez también. Aún se le recuerda, entre otras cosas, porque luego de fallecer varios han pretendido quedarse con la casa suya con suerte variada al no tener herederos. Hoy es la Sede del Club Leo de la villa.

Con Checre Musse también tuve mucha confianza, era muy bueno y tal vez el más “atravesado” para hablar, le costó muchísimo adoptar el español, quizás al que más le costó de todos los “turcos”. Casado con una velazquense, Doña Irma Martínez Corbo, tuvo dos hijos: Juan y Ketrin. El antiguo comercio hoy se encuentra renovado y en actividad en pleno centro de la villa con nuevos propietarios luciendo orgullosamente en su fachada el año de su creación: 1936.

A Hebrain o Abraham lo conocí ya muy viejo y solo recuerdo sus gritos con Matilde y a ésta recorriendo sin rumbo las calles. Con su nieto Milton disfrutamos jornadas históricas del fútbol de Velázquez, era el “centrojás” de la selección local y un jugador muy respetado por su físico y personalidad. Jugó en Fénix de Montevideo y es aún un referente en materia futbolística.

7. A modo de final

Los turcos contribuyeron grandemente al desarrollo de Velázquez, al afincarse y constituir sus familias con mujeres del lugar dieron ese toque folclórico de los “naciones”. Ya no queda nada más que el eco del acento clásico de su lengua, ya no están las bromas que se les hacían, no existen más las reuniones entre “paisanos”, sólo restan algunas de las casas reformadas y se mantienen dos de los descendientes con importantes comercios establecidos que mantienen el recuerdo vivo. Ellos son Azzan Milton Chaban Prieto y Wilson Amado Abdo Izaguirre.

Esos turcos fueron portadores de una cultura, de una forma de vida y un espíritu comercial innovador e impulsor de la vida de nuestra colectividad a la que supieron dejarle su impronta de bondad y labor.

La bonhomía de Amado Abdo y su recuerdo fecundo lo recoge una calle, la Nº 20 que lleva su nombre desde la habilitación del nomenclátor de la villa; lo mismo ocurrió con Luis Shaban, pues la calle Nº 7 lo recuerda a él, pero más allá de eso, estas denominaciones no son más que un reconocimiento a un caudal poblacional de la zona que dejó su marca y está permanentemente en el recuerdo de todos.

Sigue presente aquel toque distinto al uruguayo tradicional que supieron darle los “turcos” a Velázquez.

BIBLIOGRAFÍA:

Pinceladas de Rocha” de Mario Corbo.

Testimonios: Mario Shaban, Wilson Amado Abdo, Susana González de Abdo, Azzan Milton Chaban, Ketrin Muse, Marta Pérez de Olivera, Teresa Méndez, Simón Rodríguez, Calixto Osano, Beltrán Osano, Carlos Fernández, María Elena Olaondo, Adi y Hussein Jawad y Alejandro Mamet.

 

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