Por Juan Antonio Varese

SUMARIO: 1. El gallego fotógrafo – 2. De aficionado a reportero gráfico – 3. Comienzos de una aventura – 4. La “linterna mágica” – 5. La novedad del gramófono – 6. La despedida

1. El gallego fotógrafo

Polifacético si los hubo, Jesús Cubela fue uno de los fotógrafos más curiosos que actuó en Uruguay hacia principios del siglo XX. Puede ser considerado, con justicia, uno de los precursores de nuestros reporteros gráficos aunque se ignoren los datos de sus primeras experiencias como tal, de su aprendizaje fotográfico y su llegada al país. Nació en España, concretamente en Galicia, hacia 1870.

En aquellos tiempos, fines del siglo XIX y principios del XX, era prueba de mérito y harto difícil fotografiar a las personas en la vía pública, puesto que la fotografía espontánea no se había popularizado. Aún reinaba el concepto y se tenía el sentimiento que la imagen pertenecía al ámbito privado y sólo podía trascender a quienes su dueño lo quisiera, es decir el seno de la familia y tal vez un reducido grupo de amigos que se reunían para verlas. Y más aún el retrato, al que, por tal motivo, accedían sólo las clases altas que posaban a la hora de ser fotografiados e implicaba una preparación previa y detallada, ya que reflejaba mayor estatus y prestigio social.

2. De aficionado a reportero gráfico

Damas en terraza del Hotel de los  Pocitos

Damas en terraza del Hotel de los Pocitos

En ese contexto, provisto de una cámara estereoscópica, Jesús Cubela en Montevideo salía a fotografiar a la gente mientras caminaba por la calle Sarandí, cruzaba la plaza Independencia o paseaba por la rambla de Pocitos. Pero curiosamente, o no tan curiosamente, su lente solía registrar mujeres, seguramente porque más allá de saber ganarse la confianza debe haber tenido el don de la simpatía. Y si así era debe haberse ligado algún que otro bastonazo de un marido celoso que lo haya sorprendido apuntando con la cámara hacia la dama de sus sueños.

En el ámbito documentalista la fotografía había ganado por entonces espacios de práctica e interés, por eso, dar a conocer los paisajes “más hermosos” o representativos era una costumbre extendida. Y registrar los acontecimientos públicos como fiestas, reuniones de colectividades, festejos de fechas patrias extranjeras, desfiles militares y otros actos de la vida privada como casamientos, bautismos y celebraciones de cumpleaños, satisfacía la necesidad de diversión de una sociedad que aguardaba aunque sin saberlo la llegada del gran invento que iba a revolucionar las costumbres: el cinematógrafo.

Los comienzos de Cubela se vincularon con las revistas ilustradas, especialmente la publicación española “Negro y Blanco” que irrumpió con fuerza en el escenario rioplatense con noticias e imágenes sobre el mundo europeo, trayendo noticias poco comunes para la época. La revista, en ejemplares que consultamos en nuestra colección, contenía breves referencias a la situación en América y el resto del mundo. Su conexión con las mismas se verificó como representante comercial de las extranjeras y administrador de las nacionales “Rojo y Blanco” y “La Alborada”, que ya habían aparecido entre nosotros.

En febrero de 1900 fue enviado por la revista “Rojo y Blanco” a recorrer el interior del país con un carné de “corresponsal viajero” que lo acreditaba como fotógrafo de la misma. Según la pintoresca terminología de entonces su misión era la de tomar “vistas de actualidad durante su artística excursión”. Pero el inquieto fotógrafo había anexado otro rubro a su actividad fotográfica y se desempeñaba como agente de seguros. En forma casi simultánea con su actividad administrativa como asegurador, registraba también escenas ciudadanas, paisajes y festejos.

Entre sus paseos por Montevideo y viajes al interior llegó a tener un registro de más de 10.000 fotografías. Pero sus instantáneas no quedaron sólo en el ámbito de la prensa, que por cuenta propia promocionaba la que llamaba su “colección estereográfica”, mientras que otras las publicaba bajo la forma de tarjetas postales, que distribuía y vendía con criterio empresarial. Y otras tantas formas de comercialización y difusión de sus fotografías que llegaron hasta nuestros ojos mediante una forma sumamente original: propaganda para acompañar las cajas de habanos y cigarrillos. La fábrica “Los Titanes S.A.” de Campos y Bonet, promocionó los cigarrillos Partagás y Monterrey y los habanos Londres, con figuritas para álbumes coleccionables.

Pero no solo a ello se limitaba Cubela, sino que solía registrar escenas ciudadanas, constituyendo un fresco de la vida social montevideana del 900. Estas últimas se dividían en cuatro series: primavera, verano, otoño e invierno, según la estación del año en que se vendieran los cigarros, y describen maravillosamente bien (de ahí el carácter histórico de la fotografía documental) la forma de vestir y lugares a visitar. Siempre hemos dicho que gracias “al humo del tabaco” se ha conservado la fabulosa herencia de muchas de las imágenes más características de ese período, tanto de Montevideo como de algunas ciudades del interior entre los que podemos considerar Salto, Mercedes, Paysandú, Maldonado y Rocha. Porque las “instantáneas” de Cubela, tomadas con espíritu de reportero gráfico y difundidas por diversos medios, fueron vistas por sus contemporáneos a través de exhibiciones públicas que conformaban un muestrario de la vida y costumbres de nuestros antepasados.1

3. Comienzos de una aventura

Concentracion de tropas nacionalistas en Nico Pérez

Concentracion de tropas nacionalistas en Nico Pérez

Jesús Cubela dedicó cuatro años de su agitada vida a visitar la ciudad de Rocha y otras localidades como San Vicente y Lascano entre 1903 y 1907. Dentro de sus variadas actividades y su recorrido por diferentes regiones del país, éste fue corresponsal gráfico de diarios y revistas, fotógrafo aficionado y profesional a la vez, editor de postales, comerciante de originalidades, publicista a varias puntas, agente de seguros y representante de distintas empresas; en resumidas cuentas, un hombre múltiple.

El 12 de setiembre de 1903, según el periódico “La Democracia”, arribó a la ciudad de Rocha en el vapor “Tabaré”. Llegaba desde Montevideo con cierta fama como corresponsal viajero de las revistas “Rojo y Blanco” y “La Alborada” que habían empezado a publicar fotografías en sus tirajes semanales de corte literario, social, cultural y político.

Pero, como ya vimos, también y fundamentalmente venía como representante de “La Mutua”, sociedad cooperativa de seguros, con el cargo de inspector y agente para contratar seguros de vida a los rochenses y su entorno. La empresa, de capitales nacionales, estaba dirigida por un directorio integrado por el Dr. Eduardo Brito del Pino, Federico Paullier y Juan Carlos Blanco entre otros prestigiosos hombres de negocios.

Una vez instalado en una espaciosa casa alquilada en la entonces calle Chuy, comenzó a desarrollar su proficua labor comercial. Visitó comercios y casas de familias en base a la innata simpatía y actitud afable que lo convirtieron en amigo de la prensa local, sobre todo del diario “La Democracia”. Sus actuaciones y peripecias pasaron a ser comentarios frecuente de las amplias páginas periodísticas. Según “Las Noticias”, los fines de semana aprovechaba sus ratos de ocio para salir a fotografiar parajes pintorescos cercanos a la ciudad de Rocha y retratar los personajes populares. Esos que todos los pueblos tenían (antes eran más visibles que ahora) y formaban parte del diario folclore de la localidad.

Seguramente por su cualidad de hombre sociable era solicitado en los clubes y en diversas actividades sociales. Cuando fue invitado por la Sociedad Porvenir exhibió algunas de sus mejores vistas paisajísticas a través de proyecciones luminosas que, en principio, no resultaron satisfactorias. Sin bajar los brazos, retornó a Montevideo en busca de una “linterna mágica” de mayor potencia lumínica, obtenida por la combustión del aceite.

De regreso a Rocha, a fines de 1903 y principios de 1904, se vislumbraban aires de guerra civil. Ante la difícil situación política Cubela recordó a la población a través de un aviso en “El Civismo” que la compañía de seguros que representaba, “La Mutua”, no aumentaba la prima por la condición militar del asegurado. Y que en tiempos de guerra toda persona, aun cuando partiera para prestar servicios militares, no debía pagar por la póliza que contratara. Se trataba de una novedad porque las compañías extranjeras de seguros solían cobrar un complemento cuando se trataba de militares en ejercicio activo.

Ya desde el año pasado las peripecias del conflicto bélico en ciernes, la revolución de Aparicio, llevó a Cubela por los campamentos de los ejércitos como corresponsal de la revista “La Alborada”. Para no perder contacto comercial con los clientes de seguros y aficionados a la fotografía había escrito una carta, avisando que luego de un nuevo viaje por los campos de batalla regresaría a Rocha, “aunque las armas siguieran disparando y los ejércitos continuaran sus disputas”.

El periodista de “La Democracia”, que evidentemente había simpatizado con el fotógrafo, aseguraba en tono de chanza: “Lo esperamos, y si no cumple la promesa, esté seguro de que será condenado a los profundos calabozos de los infiernos, ni más ni menos que como cualquier pecador recalcitrante o empedernido”.

El regreso de Cubela se demoró hasta mediados de diciembre de 1904, no sin recordar por carta a la prensa, que había sacado “cerca de 200 interesantes vistas del teatro de la guerra, tomadas en el campamento de Nico Pérez a las fuerzas beligerantes que se encontraban con motivo del desarme.2

Pero lo curioso del caso es que anunció que llevaría una “linterna mágica” para poder proyectar las transparencias en alguna de las azoteas de la localidad. Su expectación fue de tal trascendencia que la Sociedad Artesana tomó cartas en el asunto para organizarla anunciándola para la noche del 31 de diciembre de 1904 en el “Teatro Nuevo”, según noticia aparecida en “El Civismo” y “La Democracia”.

Al año siguiente, y en su doble condición de fotógrafo e inspector viajero de “La Mutua”, Cubela desarrolló una amplia actividad en el departamento, recorriendo varias localidades. San Vicente de Castillos, donde permaneció por varios días, fue la primera que visitó.

En febrero, ya de nuevo en la capital departamental, organizó una nueva proyección con la linterna mágica, esta vez desde la azotea de la sastrería Hispano-Uruguaya, en la esquina de las entonces calles Artigas y Chuy. La gran novedad que convocaba a la gente era la nueva “máquina de luz” – que había traído de Montevideo – para que las fotografías se vieran con mayor lucidez que en la oportunidad anterior, en el teatro.

Por si fuera poco, y para el desconcierto de la mayoría que nunca había visto y disfrutado un espectáculo de esa magnitud, la exhibición era totalmente gratuita, “sin cobrar entrada ni salida”, con lo que se descontaba el lleno del público.

La Democracia” del 20 de febrero de 1905 reservó un espacio para rendir homenaje a aquel acontecimiento singular, describiéndolo con tal gracia y simpatía que merece la transcripción textual:

Un aspecto bellísimo presentaba anoche nuestra plaza principal con motivo de la exhibición de vistas fijas que galantemente nos ofreció el señor Cubela, desde la azotea de la casa que ocupan los señores Belloni Hermanos. Aprovechando la esplendidez de la noche, que era deliciosa por su claridad y temperatura, para sentir acariciar sus divinales rostros por una suave brisa estival se dieron cita las más distinguidas señoritas de nuestra sociedad, que cual ramilletes de frescas flores derramaban perfume y gracia por doquier. Entre las muchas que se encontraban – contaba el cronista – podemos recordar: las de Domínguez, Borsani, Giménez, Rosso, Segovia, Vigliola, Barrios, de los Santos, Rocha y otras que escapan a mi mente, a las cuales les pido mil perdones por mi olvido.

El sexo feo, como es de suponerse, se había reunido también por aquello de que la soga trae el caldero, y tuve ocasión de más de cuatro dragoneos y noviazgos, que dejo para relatar otro día.

Es una lástima que no tengamos banda de música para amenizar las horas de expansión en nuestro paseo principal”.3

El éxito de aquella actividad, que llevó al comentario de algunas de las escenas bélicas, fue tal que dos días después nuestro personaje fue convocado por los propietarios del Café y Confitería del Globo, señor D´Alto, para una nueva proyección a sus clientes. Así, el 27 de febrero del mismo año el diario “El Deber” trazaba de forma fresca y amena, un análisis de la linterna de Cubela, de las pocas atracciones que presentaban las noches rochenses, después de la desaparición de la banda de música:

Llegada a Nico Pérez

Llegada a Nico Pérez

Llegada a Nico Pérez

Llegada a Nico Pérez

Llegada a Nico Pérez

Llegada a Nico Pérez

Desde que no tenemos banda de música que amenice nuestros paseos en las noches de estío, pocos, muy pocos, han sido los motivos u ocasiones que nuestra sociedad ha tenido para, como en otros tiempos, salir a disfrutar de unas horas de esparcimiento y dar vida y alegría a nuestras calles y plaza municipal, tan concurridas en otros tiempos. El amigo Cubela, Inspector Viajero de la Sociedad Nacional de Seguros ‘La Mutua’, ha tenido la feliz idea de romper esa monotonía que nos abruma desde hace tanto tiempo, con el atractivo de su linterna mágica –y mágica debe ser–, puesto que, al solo anuncio de sus exhibiciones, concurre nuestra sociedad en masa a pasar horas agradables admirando la hermosura de su variadísima colección que sirve de matiz a los avisos luminosos de la sociedad que representa.

No deja de admirarnos el desinterés de este amigo, que en ninguna forma admite retribución por este trabajo y más de una vez le hemos oído, que si en alguna de sus exhibiciones se cobrase entrada, sería condición indispensable, que el producto íntegro fuera destinado a los pobres y de no ser así, las hace en plazas a beneficio del público.

Nuestras comisiones de beneficencia deben aprovechar esta ocasión, organizando algún espectáculo para allegar recursos para los pobres que patrocinan, pues nos consta que el Sr. Cubela en estos casos lleva su filantropía hasta pagar de su bolsillo particular los gastos que la fiesta origina.

Noches últimas, varios amigos le pidieron una sesión en la Confitería del Globo y, sin más preámbulo, trasladó allí su famosa linterna en donde, ante numerosa concurrencia, hizo desfilar una serie de vistas en su mayor parte escenas de la última guerra y vistas que representan recuerdos de sus giras por nuestra República, Paraguay y Brasil.

En estos días empezará una serie de proyecciones en la plaza y desde ya le auguramos un lleno completo, todas las noches”.

4. La “linterna mágica”

Científico y jesuita alemán Athanasius Kircher, inventor de la linterna mágica.

Científico y jesuita alemán Athanasius Kircher, inventor de la linterna mágica.

Era época de adelantos sociales y descubrimientos tecnológicos, todo lo cual entusiasmaba el espíritu de Cubela, siempre abierto a las novedades del momento. Entre ellos las nuevas imprentas que permitirían la inclusión de fotos en diarios y revistas. Hasta entonces no existía ni el cine ni la televisión. Las imágenes recién aparecían impresas y recorrían el mundo bajo forma de tarjetas postales.

La “linterna mágica”, que así se llamaba, permitía la proyección de positivos fotográficos permitiendo la exhibición de fotos en espacios públicos. Su precursor y en cierto modo inventor fue el científico y jesuita alemán Athanasius Kircher (1602-1680).

Es un aparato óptico que se funda en el diseño de la cámara oscura. Consistía en un soporte corredizo en el que se colocaban transparencias pintadas sobre placas de vidrio, una lente, una caja con una lámpara de aceite (aunque se dice también que como fuente de luz se usaban velas) y una chimenea para evacuar el humo. Las imágenes, que se iluminaban con la lámpara de aceite (no olvidemos que la invención de la luz eléctrica surge en 1878 con la creación de la lámpara incandescente), se recibían del exterior, se hacían visibles en el interior del artefacto y luego el proceso se invertía, es decir, las imágenes se proyectaban luego hacia el exterior.

Al proyectar las imágenes pintadas en placas de vidrio sobre una pantalla y en forma ampliada, el dispositivo se convirtió en el medio de comunicación y entretenimiento por excelencia de toda una época. Jesús Cubela bien supo demostrarlo.

Variando la iluminación, las imágenes u otros detalles técnicos, se visualizaban los mismos paisajes en distintas situaciones, llegándose a proyectar ficciones y visiones fantásticas en una sucesión de cuadros como si fuese una película de dispositivo.

Científico y jesuita alemán Athanasius Kircher, inventor de la linterna mágica.

Científico y jesuita alemán Athanasius Kircher, inventor de la linterna mágica.

Se trataba de un ilusionismo visual. De allí su relación con la magia, y de ahí su nombre.

Con los años, el italiano Conde Alessandro di Cagliostro mejoró el dispositivo. Con un juego de ruedas se podía aumentar o disminuir el tamaño de la imagen proyectada.

Sobre fines del siglo XIX, cuando aparecen equipos de diferentes tamaños, desde pequeñas linternas hasta las usadas en espectáculos en grandes salones y teatros, la “linterna mágica” alcanza su máximo auge. Los primeros linternistas comenzaron a viajar y a recorrer diferentes lugares para brindar diversas actividades de entretenimiento, inolvidables para la gente de la época que veía cosas novedosas, antes nunca vistas. Pero sus mayores aciertos no culminaron ahí. Más tarde, con la aparición de la fotografía la “linterna mágica” se transformó en una exitosa ampliadora fotográfica y las transparencias pintadas fueron sustituidas por diapositivas. Y quedaban apenas unos pasos para que el aparato se convirtiera en un proyector cinematográfico.

La “linterna mágica” fue una gran evolución del hombre en busca de representar su entorno y el movimiento. Posteriormente, desarrollos más avanzados generarían las imágenes animadas, donde a través de una placa fija y otra móvil, permitirían sobreimpresiones, que producían una ilusión de movimiento. Un majestuoso invento que revolucionó las formas de comunicación de la época.

5. La novedad del gramófono

Tiempo después Cubela regresó a Montevideo aquejado de una enfermedad que lo tuvo al borde de abandonar el departamento del este del país. Pero sus intenciones fueron más fuertes y cuando se repuso volvió con una sorpresa para los rochenses, más novedosa incluso que la “linterna mágica”. Como los vecinos solían lamentarse de no contar con espectáculos musicales ni accedían a la música ni a espectáculos con una orquesta que amenizara sus noches y sus jornadas bailables, Cubela, recordando las necesidades de sus visitados, se apareció con dos gramófonos, novedad recientemente conocida en el país.

Sin duda, gustaba de llamar la atención. Tanto que sus andanzas no dejaban de figurar en los diarios locales. El 8 de mayo de 1905, “La Democracia”, se refería nuevamente a las actitudes de quien consideraban, a esa altura, su gran amigo.

El Sr. Jesús Cubela, Inspector de La Mutua, que acaba de regresar de la Capital, ha traído consigo dos gramófonos de distinto tamaño, destinados a la venta. Con uno de ellos, el de mayor tamaño, ha hecho las delicias de los amateurs que cuenta la música entre nosotros, en las dos últimas noches: la de anteayer, desde el alojamiento de aquel señor, en la calle del Chuy, a cuyo alrededor se apiñaron multitud de espectadores de ambos sexos, y anoche en los salones de la Porvenir.

No se ha oído aquí nada igual del prodigioso invento de Edisson (sic), ni se puede pedir emisión de voces musicales con más naturalidad, contando con una colección de discos seleccionados”.

El éxito de esta segunda muestra llevó a que algunos pensaran en organizar una rifa del gramófono entre la población.

Los discos que acompañaban al gramófono demostraban el exquisito gusto artístico del fotógrafo, con interpretaciones de Caruso, Corelli, Pestiggiani y la cantante Hacilée Darcet. Las alabanzas se elevaban de tono y hasta hablaban de “pulmones metálicos” en las armonías de Verdi, Pu­ccini, Leoncavallo y Massenet. El cronista no escatimaba los elogios para la innovación traída por Cubela con la esperanza de que fuera comprado por alguno de los vecinos, expresando la duda al respecto: “Ignoramos si el precioso gramófono se venderá o se rifará, pero en cualquiera de los dos casos, ya quede en esta ciudad o salga del radio urbano para lejanas residencias, llevará sus encantos y sus maravillas como una espléndida expansión de la música, que superioriza educando el alma y cuya misteriosa poesía saben apreciar los que aman y son de naturaleza selecta”.

Finalmente, a la semana siguiente el mismo medio de prensa informó que el instrumento reproductor de sonido, propiedad de Cubela, había sido comprado por “un jefe de familia”, del cual nunca se supo el nombre.

Sin dejar atrás su pasión, en julio, Cubela retornó a la fotografía y publicó varias imágenes de la localidad en tarjetas postales. Con sentido político una de ellas representaba a las tropas nacionalistas acuarteladas en el campamento de la Cancha de Pelota en febrero de 1904, y otra en la villa de Castillos, tomada en el momento en que el coronel Miguel A. Pereira se dirigía a sus correligionarios en “los términos patrióticos y vibrantes con que el prestigioso Jefe Departamental sabe hacerlo”.4

Estas tarjetas despertaron el sentido localista porque se trataba de muestras de escenas histórica o de un determinado lugar. Como recuerdos eran dignas de ser conservadas con aprecio y, por lo tanto, recomendadas a los coleccionistas, que podían adquirirlas en el Bazar de Belloni Hermanos.

La estadía de Cubela en la zona, ampliamente cubierta por la prensa, no dejó pasar por alto una noticia que llamó la atención por cuanto hacía referencia a otro de los personajes queridos de la zona, un joven que le obsequió una pulsera de reloj nada menos que grabada con la imagen del inventor de la fotografía, el francés Nicephore Niepce. Y así lo expresó “La Democracia”:

No podemos menos que enviar una palabra de felicitación al joven Bruno Manzoni, en presencia de un hermoso trabajo que hemos tenido el placer de admirar hoy, pendiendo de la cadena del Sr. Cubela. Se trata de una medalla de plata oxidada y oro, presentando en el anverso, admirablemente burilada en relieve, el busto del inventor de la fotografía Mr. Nicéphoro Niepce, y en el reverso un hermoso monograma, en oro, con aro del mismo metal…”.

El joven era hijo del propietario del negocio de platería y joyería que se llamaba Luis Manzoni y Bruggia, casa fundada en 1875, la primera que hubo en Rocha.

Poco después Cubela regresó a Montevideo, siempre a bordo del vapor “Tabaré”, y con la promesa de regresar sobre fin de año. Y así fue. Al año siguiente, en 1906, estuvo primero en el naciente balneario La Paloma, colaborando con la exhibición de fotos en la fiesta de inauguración de “Villa Serra”, un local muy amplio destinado al disfrute y entretenimiento de las familias que veraneaban.

Su presencia no dejó de ser destacada en los periódicos cada vez que aparecía. “El Civismo”, comentando su vuelta expresó el 6 de febrero de ese año que el fotógrafo llegaba para matar sus ratos de ocio con la cámara fotográfica – con la que no dejó de registrar a los asistentes –, y amenizar con sus sesiones de música porque nuevamente viajó con el gramófono, para deleite de damas y caballeros, y las proyecciones luminosas con “la linterna mágica”. Pero como no podía ser de otra manera, algo se había llevado entre manos para, quizás, seguir llamando la atención de la sociedad que lo consideraba como un rochense más.

La novedad, que evidentemente causó gran sorpresa, fue una máquina de escribir marca “Blick”, “la más sencilla y económica de su género”. En un abrir y cerrar de ojos le fueron compradas por los vecinos Julián Redín y Orosmán de los Santos.

Dos días después, el 8 de febrero, desde la azotea de su casa, rodeado de amigos y curiosos ofreció una retreta que, según comentarios de la prensa resultó inolvidable:

Numerosa concurrencia asistió, en la noche del martes pasado, a la retreta ofrecida por el señor Jesús Cubela desde su domicilio de la calle Chuy, con el hermoso gramófono que trajo últimamente de la capital.

El nuevo y variado repertorio, que se nos hizo con breves intervalos, produjo el mejor buen efecto en el distinguido auditorio que tan gentilmente respondió a la cita dada por el acreditado y digno representante de La Mutua en Rocha (…) Aquí, donde por el momento no se cuenta con otros músicos que no sean los de Juan Copete, el tocayo de Juan Manuel, realiza una verdadera obra de romano el amigo Cubela, al proporcionarnos tan amenas distracciones.

Que se repitan pues, las retretas inventadas por dicho señor, son nuestros más ardientes deseos” (“El Deber”).

6. La despedida

A la semana siguiente Cubela partió en gira comercial y fotográfica a la localidad de Lascano.

Tras su regreso el 30 de junio se despidió del departamento de Rocha porque su espíritu inquieto, lo llevaría por otros lares para conocer y continuar con sus nuevas pasiones: las fotos panorámicas, las paisajísticas, las tarjetas postales y las pequeñas fotitos para incluir dentro de las cajas de cigarrillos.

En 1922 estuvo por regresar al departamento para tomar fotografías en La Paloma. Su primer Álbum de Playas Uruguayas, referido al balneario Punta del Este, había sido un éxito comercial, planeando entonces el segundo tomo para la serie de Balnearios Uruguayos. Pero, seguramente, razones de salud o de oportunidad le impidieron concretar el proyecto. La Paloma se quedó así sin un estupendo álbum fotográfico que hubiera documentado sus primeros tiempos con la calidad de un fotógrafo que habría registrado la gente en actividades.

De todas maneras la población rochense conservó por muchos años el afectuoso recuerdo de este singular personaje que hoy ponemos de nuevo sobre el tapete, en un artículo que formará parte del futuro libro sobre los fotógrafos uruguayos del interior del país, de próxima aparición.

Campamento Nacionalista

Campamento Nacionalista

REFERENCIAS:

1 Para ampliar el tema nos remitimos al libro Historia de la Fotografía en el Uruguay, de nuestra autoría, publicado por Ediciones de la Banda Oriental en el año 2007.

2 En Nico Pérez se habían concentrado las tropas nacionalistas para el desarme. Desde la azotea de una pulpería varios fotógrafos se concentraron para tomar fotos del campamento y de las tropas en formación. Entre los fotógrafos se encontraban Lorenzo Laurenti, también fotógrafo de Rojo y Blanco, que sacó una panorámica que fue reproducida con el logo de la recién fundada Cruz Roja Uruguaya, precisamente fundada damas solidarias para atender a los soldados heridos en el conflicto bélico. Las fotos de Cubela, en cambio, fueron tomadas con una máquina estereoscópica, algunas de las cuales se encuentran en el fondo documental y acervo del Museo Histórico Nacional.

3 Como vemos, uno de las principales lamentaciones de la gente era la falta de una banda de música para amenizar las veladas nocturnas.

4 Ver el artículo Miguel Antonio Pereyra, el último caudillo, de Alejo Umpiérrez, Revista Histórica Rochense Nº 2, noviembre de 2009, pags. 123 a 140.

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